Algunas notas a propósito de la poesía de Balam Rodrigo

Alí Calderón comparte sobre nosotros su visión sobre los textos del poeta chiapaneco Balam Rodrigo.

Conocí a Balam Rodrigo en una fiesta a mediados de diciembre de 2004 en el jardín de la Fundación para las Letras Mexicanas. Poco después, ya en 2005, leí con atención su primer libro, Hábito lunar, publicado bajo el sello de la editorial Praxis. En ese entonces, me pareció que Balam era una voz nueva, una voz poderosa en el marco de su generación, los setenta, una voz interesante más allá de los registros y las fórmulas tediosas que trabajaban sus contemporáneos, al menos los más “conocidos”.

Su poesía provocaba un evidente extrañamiento, una cierta sensación de rareza. Ese era su éxito: la capacidad de atraer la atención. Textos de intrincada y rugosa melopea, pleno de imágenes, normalmente naturales, selváticas. La novedad, sin embargo, es que, a contracorriente de la moda, sus poemas sí decían algo. No eran palabras huecas, rimbombantes, carentes de sentido, como acostumbra esa prestigiosa poesía metalingüística y abstracta tan celebrada por inercia e ignorancia en México. No. Se trataba de poemas que comunicaban sensaciones, impresiones, ideas.

El estilo de sus poemas apuesta a la imprevisibilidad, a la sorpresa. Y en su consecución, el neologismo es piedra de toque. Así, por ejemplo podemos leer:

Rumiar con los belfos prestados de la bestia el hábito lunar que gangrena nuestras horas, nuestro cuerpo despojo de amaranto en la ribera, hierba impasible del que gime y del que verba: Crotalarias bajo mi lengua, hormigas lluvio sobre la ceiba, untada espina la del aire en las heridas que me agrietan.

Luego vinieron otros libros, Poemas de mar amaranto, Libelo de varia necrología, Silencia, Larva agonía e Icarías de reciente aparición. Vinieron también el desarrollo de otras intuiciones poéticas, el trabajo de nuevas perspectivas. A la par, el reconocimiento a su obra. Mereció Premios de poesía como el Raúl Garduño, el Ydalio Huerta Escalante, de Poesía Joven de la Ciudad de México, el Rodulfo Figueroa y el San Román de Campeche. Distintos lugares de enunciación, en la tan polarizada poesía mexicana, concuerdan en la calidad de su trabajo.

Larva agonía, por ejemplo, es un poemario donde podemos advertir los alcances del trabajo de Balam Rodrigo. Su poesía es un universo verbal, su sintaxis altera en numerosas ocasiones la linealidad, la estructura de la lengua. Sus poemas son de tempo lento, es decir, pesados animales lingüísticos gracias a la profusión de adjetivos, sustantivos y adverbios.

Pero la calidad de su trabajo, pienso, radica en una estética de la sorpresa. Su poesía es imprevisible, no sabemos, no imaginamos, cómo se resolverá un poema; imposible adivinar o prever la siguiente oración, el próximo verso. Este desconcierto, invariablemente, requiere atención máxima. Desde este punto de vista, su discurso es artístico.

Pero también encontramos en este libro una voz madura, cada vez más armoniosa, emotiva, que sabe trabajar el lirismo:

¡Qué madurez la que palpita en tu cadera de bronce y cálices callados!
Veo en tus manos un amanecer de almendras, un laberinto de hormigas y de tórtolas tempranas.
Las uvas maduran si las tomo de tus manos.
Empuño una daga de aire mientras escribo esta carta en el vacío.

A momentos, me parece que Balam Rodrigo es heredero de esa poética iniciada por la prosa de Guadalajara y continuada en años recientes por poemarios como Hay batallas, que mereciera el Premio Aguascalientes en 2005. Y creo que Balam alcanza el registro más alto de esta tendencia cuando no sólo se preocupa por la tersura de los significantes sino cuando genera un discurso significativo y altamente afectivo:

Ungidas las manos a tu cuerpo, salgo a recibir el sorbo de la muerte. Ya no llueve. Hay un ocaso desyerbando nuestros sitios de nombres, una lumbre calcinando las yedras que nos tientan. Sólo nos queda este pálpito de olivos maduros, este puro gemir, y trozar.

/Desnauyaco la palabra.
Uvas inclinan el verbo de tu vientre.

¿Riesgos? ¿Correrá algunos riesgos esta poesía? Si me preguntaran, respondería que sí, algunos. El primero, la profusión, la tentación del facilismo. Una tentación en la que no se ha caído hasta ahora. Luego, la siempre latente desemantización, la ingravidez de los significados. Y finalmente, la repetición de temas y formas. Confío en que estos peligros sean conjurados.

Si debiera resumir en un párrafo la buena labor de Balam Rodrigo diría:

Balam Rodrigo es un poeta desbordado por la inspiración. Su formación teológica y científica, a través de la biología, ha desembocado en una visión lírica muy particular. La profusión de la naturaleza que refieren sus poemas encuentra equivalente expresivo en un barroco que apela también a la profusión y variedad lingüística, a un universo verbal que produce cierto extrañamiento. La literariedad se juega a nivel de la autorreflexividad. Sus alteraciones gramaticales, su inventiva léxica y la creación de ritmos ora fluidos ora intrincados nos ofrecen una poesía sumamente atractiva.

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