Un poema de: Eduardo Langagne

Nacido en 1952 en la Ciudad de México, es poeta y traductor del portugués. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Con Donde habita el Cangrejo, en 1980, fue el primer poeta mexicano en obtener el Premio Casa de las Américas. En 1994, su libro Cantos para una exposición lo hizo merecedor al Premio de Poesía Aguascalientes. Su obra está incluida en alrededor de treinta antologías publicadas en México, Brasil, Canadá, Colombia, España, Estados Unidos y Holanda.

El poema después del salto.

Un ramo de rosas

Una es la rosa que hirió a Rilke,
quisiera por ello escarmentarla,
pero no puedo,
le temo y me fascina,
me obsesiona la rosa
memorablemente enlazada a nuestras vidas.
Elegí alguna más
de entre las milagrosas rosas de Juan Diego
que la ilusión dibuja en un ayate.
Evocaré también las rosas que Di Maggio,
llevó durante siete lustros a la tumba de Marylin.
Una de ellas acompaña el ramo que te ofrezco;
no la tomé de Norma Jean,
tan solitaria y bella, desnuda y perfumada,
es una rosa traducida en la memoria,
testimonio de un amigo perdurable.
La rosa silenciosa que exhala tu perfume
la tomé de Cartola, pues la canta elegante.
Rosas,
algunas rosas para que luzcan en el sitio donde sueñas.
Rosas acaso sobre el piano
donde brotan melodías y aromas.
O encima de la mesa donde lees, escribes y descubres.
Que su color te ilumine la memoria.
Es decidirse por la rosa nuevamente,
por su sabor dulzón y por su tacto.
Sumé la rosa blanca de Martí,
que también he deseado cultivar;
la rosa melancólica de Nicolás Guillén,
percutiendo su bongó y enamorando.
La rosa de Pellicer
en las manos de la noche
comparte algún secreto
con la nocturna rosa de Xavier Villaurrutia.
Aquí la rosa de la humana arquitectura de Sor Juana.
También tu rosa que aparece con la luna
y al pausar su llegada floreció en tu vientre.
Las rosas que te canto:
Rosa oscura del tiempo. Rosa clara
de la luz humedecida. Rosa
de los días inolvidables. Rosa
impasible del dolor. Rosa del mundo.
Rosa del amor.
Amorosas rosas sólo reunidas hoy.
Rosas anónimas,
sencillas, simples.
La rosa que no puedo tocar de Juan Ramón
se me marchita entre las manos.
La de Huidobro me sangra
cuando la intento florecer sobre el papel de espinas.
Rosas que son celebración para los días que vienen,
impacientes o tristes, oscuros o afligidos,
optimistas y a veces luminosos,
como el aroma de las rosas que te ofrezco en este ramo.

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