Poetas Mayores de Iberoamérica: Diario sin fechas de Charles B. Waite, Francisco Hernández

Francisco Hernández

En esta ocasión presentamos “Diario sin fechas de Charles B. White” del poeta mexicano Francisco Hernández (San Andrés Tuxtla, 1946). Recordamos que esta serie de videos son producto de los trabajos del Primer Encuentro Iberoamericano de Poesía Ciudad de México 2006. Disfruten!

 

 

 

 

 

doce

 

Siéntate ahí,  sobre esa piedra, la más blanca,

a la entrada de la casa en ruinas.

Abre las piernas. Así. Ahora sube la izquierda

al escalón, el menos claro, y permite al rebozo

 acomodarse en la rodilla.

¿Te quitaste el cinturón de castidad como te lo pedí?

Sonríe sin mirar a la cámara y sostén

 a la encordada concha de armadillo

 con tu mano de música.

Después voy a fotografiarte allá,

detrás de las paredes, con mis dedos

 repletos de botones.

No pestañees. No respires. Pasa la lengua despacio

por tus labios.

En la jaula, aunque no lo distingas,

hay un pájaro.

Y canta, aunque no lo escuches,

un son de claroscuros en desbandada.

 

 

 

 

catorce

 

Fotografiar la claridad, ya con el viento ido.

¿A dónde va el viento cuando no lo escuchamos?

¿En cuál basurero se refugia arremolinado?

¿Quién sopla en las arterias de sus tolvaneras

para dotar de empuje sus respiros?

Fotografiar la oscuridad dentro de un ataúd

donde lo único agonizante sea el oxígeno.

¿Qué aire, por podrido que esté, se hace vicio

en la muerte?

¿Florece algún soplido en los pulmones?

Fotografiar los verbos transitivos

en el instante en que la luz

se quita su vestido y dejamos de verla.

 

 

 

 

dieciséis

 

La muerte siempre trae una cámara en las manos.

Dentro de ella gira, sin misericordia, un rosario

donde cada cuenta es el centro de un sistema solar.

 

La muerte se regocija cuando, vestidos de arlequines,

Posamos junto al retrete en un rincón del patio.

Pero ella oculta su ropaje de monstruo femenino

cuando pretendemos homenajearla.

 

La muerte tiene un predio donde reposan quienes han

Florecido sobre un grano de polvo. Pero su vanidad,

tan evidente como un cambio atmosférico, no le

permite acicalarse bajo un manto de brumas.

 

La muerte es ovalada, densa, positiva, ultravioleta,

pegajosa, insaciable, antirreflejante y se desplaza

a trescientos mil nacimientos por segundo. Pero todos

la deseamos cuando menos una vez en la vida y

al hacerse presente, bestial y almidonada, hay un

perro muerto dentro de nosotros para darle la bienvenida.

 

 

 

veintiuno

  

–Dios está podrido en dinero,

dice en voz baja un comerciante del pueblo.

En sus eternos ratos libres, se entretiene devorando

la imaginación de quienes no tienen para

 comer.

¿Quiere retratar al Todopoderoso?

Meta su cámara en la boca de un pobre.

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