Un poema de… Efraín Bartolomé

Efraín Bartolomé

Efraín Bartolomé nació en Ocosingo, Chiapas en 1950. Psicólogo de formación, es autor de los libros Ojo de jaguar (1982), Ciudad bajo el relámpago (1983), Música solar (1984), Cuadernos contra el ángel (1987), Mínima animalia (1991), Cantos para la joven concubina y otros poemas dispersos (1991), Cirio para Roberto (1993), Ala del sur (1993), Partes un verso a la mitad y sangra (1997) y Fogata con tres piedras (2006), entre otros. Parte de su obra aparece recopilada en el libro Oficio: Arder. Obra poética. Ha merecido el Premio Nacional de Poesía Aguscalientes en 1984, el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen en 1993 y el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en 1996.

 

JAGUAR EN LUNA LLENA


Todavía llegaba el gato grande a hacer perjuicio a veces

Todavía se oían los rumores
Se oía que un relámpago entró y no dejó más señas
que unas manchas de sangre

Todavía se ponía de puntas el vello de la espalda
ante la huella hundida -bien marcada en el lodo fresco-
en la ribera de ciertos arroyos donde quedaba impregnado aquel olor

Todavía encontrábamos a veces su zarpazo violento en algunos troncos

Todavía se oía de él
Todavía se aventuraba sobre las vacas pioneras
en los nuevos potreros de la montaña

A veces macho y hembra se atrevían
y rondaban la casa por la noche

Enloquecían a los perros
y los perros despertaban a todos
Hacían que los peones palidecieran y tomaran sus machetes
Ponían a rezar a la mujerada de las fincas
y no se iban hasta que los señores tomaban sus rifles siempre cargados
y daban grandes voces y abrían la puerta
y salían con su linterna grande en la cabeza
y disparaban desde el corredor contra la intensa noche
y el impasible cielo estrellado

Un trozo de aquel cielo caía sobre el lomo de la bestia
y acentuaba su brillo

Todavía recuerdo aquella doble luz a ras de tierra
entre el chicozapote y el guapac
: los dos ojos llameaban en la densa oscuridad

Todavía recuerdo la llegada de los arrieros aquella tarde
y cómo por la noche soltaron su abundante recua en el acahual

Todavía recuerdo el alboroto en la madrugada
Y el relinchar enloquecido
Y el espeso bufar
Y el miedo

Recuerdo bien el galopar violento que se acercaba
: la gran mulada corría hasta la casa buscando protección

“Se pone arrecho el tigre en Luna llena” dijo un vaquero

Aún recuerdo la mula que se salvó : venía resoplando
-ojos desorbitados- “temblando como gente”
: chorreando sangre por los cuartos traseros

Así la vimos antes de que se echara como desfallecida
y mostrara las ancas deshilachadas
: la piel cortada en tiras con perfectas sajaduras paralelas
como trazadas con gillette

Todavía recuerdo que nuestro primo de la ciudad se orinó al ver aquello

Todavía recuerdo los ojos de esa mula
y su temblor bajo aquel brillo sublunar
y un no quererse ir lejos de la majada en los días que siguieron

Todavía entraba de vez en cuando el huracán en las champas de palma

Todavía se oía de él
Todavía se oía que un relámpago entró
y no dejó más señas que unas manchas de sangre
de aquel niño “que ni siquiera estaba bautizado”
y que encontró durmiendo en una hamaca pequeña

Todavía defendía su territorio
Aún bajaba a la tierra a beber sangre

Cuando eso sucedía: cuando brotaba del día o de la noche
dejaba largo tiempo aquella atmósfera como de lluvia seca
aquel recuerdo como de tempestad rondando el caserío

Poco a poco se fueron acabando
: ahora ya no se ven ni sus cueros en los ranchos

Poco a poco se fue secando la sangre de las víctimas

Poco a poco se fue secando el alma de la gente

Apenas si queda un vago recuerdo de aquel relámpago en tierra.

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