De lo vulgar de Bioy a Borges. La calidad crítica

Jorge Luis Borges  y Adolfo Bioy Casares

 

José Vicente Anaya analiza en este artículo el polémico libro Borges de Adolfo Bioy Casares y las implicaciones que acarrea sobre el ejercicio de la crítica.

 

Hace dos años se publicó el libro Borges de Adolfo Bioy Casares (ambos conocidos en el mundo intelectual como eternos amigos) y sigue causando polémicas; hay ahí un Borges que contrasta con el erudito festivo de narraciones maravillosas y entrevistas lúcidas. Se publicó siete años después de que falleció Bioy, armado por Daniel Martino con las notas que aquél escribió a lo largo de años en sus diarios.

     La escritora argentina Matilde Sanchís conoció el libro antes de que se publicara y en su artículo periodístico “El diario inédito de una amistad” comentó: “Buena parte del Borges consiste en el ejercicio de la crítica, muchas veces cruenta, un curso magistral en epigramas, arma terrible cargada por la sintaxis. Si la función del chisme es su carácter transmisible, al ser empuñado por un escritor como Bioy contempla el horizonte de la publicación: una delgada línea separa la injuria de ese otro género indefendible y tan rioplatense, el cuereo.” Llama la atención que se hable de “chisme” e “injuria”.

     ¿Qué nos dijo de Jorge Luis Borges su eterno amigo? Hay referencia de que habló mal de Flaubert, Goethe, Quiroga, Oliverio Girondo, Roberto Artl. Según dice Bioy, Borges calificó a Witold Gombrowics como “conde pederasta y escritorzuelo”. O que a Thomas Mann lo consideraba un “idiota” y a Shakespeare un “amateur”. Baste esto, sin hacer referencias a sucesos de tanta ordinariez que resultan de mal gusto.

     Hará un mes y medio Heriberto Yépez, en un periódico, critica esa inclinación de Bioy por presentar a un Borges pedestre, vulgar, desfachatado… y opina que el tal libro más bien “parece escrito por el peor enemigo de Borges”. Además, “presenta lo que más adora esta época cerda: la basura secreta de la Vida Cotidiana… El chisme…” E interpreta que Bioy hace un “¡Gran esfuerzo por demostrar que Borges estaba lleno de defectos!” Concluye: “Nuestra época no pudo tolerar un genio como Borges. Y por vía de Bioy encontró cómo rebajarlo.” Yépez tiene razón.

     Es indudable que el libro Borges mueve al amarillismo y el escándalo, pero no basta con hacernos ese acertado juicio, es necesaria un reflexión de fondo. Poco debe importarnos si Borges dijo o no dijo lo que de él dijo Bioy. Por otro lado, Borges pudo haber dicho cosas fuera de sus cabales o por simple informalidad, igual pudo haber opinado por simple ocurrencia o broma.

     Esta discusión debería llevarnos al tema de la calidad de la crítica. Las injurias no son nuevas en el mundo intelectual, y algunos se han regocijado en grande al publicarlas. Recordemos, por ejemplo, las bajezas del ex-surrealista André Breton (a quien se sumaron Unik, Louis Aragon, Benjamin Péret y Paul Eluard) quienes en mayo de 1927 publican un texto contra Antonin Artaud porque éste se negara a militar en el Partido Comunista y lo insultan llamándolo “carroña”, “canalla” y declaran haberlo “vomitado”. Todavía más lejos en el tiempo, 300 años antes de Cristo promedio; filósofos como Epicteto, Timócrates y Mitileneo atacaban a Epicuro con términos execrables. En México son muchos los ataques entre intelectuales que se han reducido a viles insultos. Debe quedarnos claro que insultar no es criticar, cualquier bravucón de barriada insulta con más contundencia que un pedante intelectual. Para insultar no se necesita tener ideas, basta con soltar adjetivos altisonantes.

     Tal vez ya nadie se acuerde cómo en varias ocasiones Octavio Paz fue atacado con insultos, recurso que él mismo aplicó con igual “mala leche” contra oponentes como el latinista Tarsicio Herrera, cuando discutieron sobre sor Juana Inés de la Cruz. Y después, todos los comentarios de intelectuales tras bambalinas (“¿Y ya leíste lo que dijo…?”) entre risitas o admiraciones, no sobrepasaron el nivel del chisme. También hay que aclarar que intelectualmente el elogio desmedido está en el mismo bajo nivel que el insulto; ambos no se sostienen en términos de aportar ideas. Pensar en darle calidad a la critica presupone polemizar de acuerdo con conceptos: estéticos, filosóficos, políticos, éticos, literarios, de preceptiva poética, etc. Sirva de pretexto el libro Borges con los chismes de Bioy Casares para que busquemos llevar más lejos ese anecdotario.

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