España, aparta de mí este caliz. Poetas del exilio español en México

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En esta entrega de Alforja, José Vicente Anaya continúa la reflexión de la columna anterior a partir de una revisión de la obra de algunos de los poetas del exilio español.

El exilio, entendido como el obligado abandono del país de origen, causado a un disidente político, muchas veces con la amenaza de muerte o encarcelamiento y torturas por parte de los organismos represivos (policíacos, militares, de espionaje, paramilitares, “seguridad nacional”, etc.) de un gobierno es, indiscutiblemente, un violento arrojar al ser humano hacia un espacio diferente (y a veces hostil) al suyo en el que se es un completo extraño (se enfrenta a diferentes costumbres, religiones, ideologías, gustos culinarios, conductas, tradiciones y hasta idiomas o acepciones del lenguaje). Por estas razones puede ser más apropiado sustituir la palabra exiliado (o si se quiere, complementarla con términos sinónimos) por: desterrado, refugiado, expatriado o transterrado). Los gobiernos tiranos, dictactoriales, absolutistas, han sido los encargados de provocar esos desarraigos.

Al ocuparnos de poetas exiliados o transterrados por la Guerra Civil Española (1936-1939), conviene recordar que escritores de otros tiempos y lugres fueron obligados a abandonar sus países, y la lista es numerosa, mencionamos sólo algunos: Publio Ovidio Nasón, Li Po, Dante Alighieri, José Martí, Victor Hugo, Bertolt Brecht, Nazim Hickmet, Thomas Mann, Víctor Serge, Milan Kundera, Witold Gombrowics, Ferreira Gullar, Heberto Padilla, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, etc.

No es posible aquí hacer una crónica detallada de a Guerra Civil de España, que requeriría una relación extensa de los hechos por su complejidad, pero daremos algunos detalles para ubicar el contexto que empujó a peregrinar a miles de españoles:

En abril de 1931, la crisis del gobierno y de la economía de España, con la influencia de otras en el  mundo como el crack de 1929 en los  Estados Unidos, lleva al desconocimiento de la monarquía cuando la votación ciudadana se mostró a favor de un sistema republicano, lo que trajo como consecuencia que el rey Alfonso XIII abandonara el trono. Se estableció así el gobierno de la Segunda República, con un programa democratizador, de reformas económica favorables a los estratos populares, el respeto a las autonomías nacionales, y otras. Con altas y bajas, pero con un inusitado apoyo popular este gobierno se sostuvo hasta 1936 con el apoyo de varios grupos políticos, cuyas variantes ideológicas no  dejaron de ser perturbadoras, pero todos ellos coincidiendo en el amplio concepto de “las izquierdas”, como fueron los mismos republicanos, los comunistas, socialistas, anarquistas, troskistas. En oposición actuaron los grupos de  derechas: monárquicos, jerarcas de la Iglesia católica, militares, paramilitares (“falangistas”) y otros grupos identificados con el fascismo-nazismo. Así fue que en el seno del ejército se gestó un plan para derrotar a la Segunda República, el cual empezó el 18 de julio de 1936 cuando  varios generales conspiradores, entre ellos Francisco Franco a la cabeza, quien empezó por conducir hacia la península ibérica a sus tropas asentadas en el norte de  África, de ahí en adelante se desató esa guerra que duraría un promedio de cuatro años.

Franco contaba con un ejército profesional, bien entrenado y bien pertrechado (con el apoyo de los ejércitos de Hitler y Mussolini) que se enfrentó a civiles autonombrados “milicianos” decididos y valientes pero sin disciplina militar ni pertrechos adecuados. Desde el principio fue apabullante la ventaja de los franquistas. Como en toda guerra cundieron las destrucciones y las crueldades, la población civil fue asediada por bombas, metralla, hambruna y enfermedades. Hoy en día no es preciso el recuento de los daños pero se calcula que hubo entre 800 mil o un millón de muertos y más de un millón de exiliados que fueron saliendo en diferentes etapas. Hacia el continente americano se desterraron 30 mil personas, de las cuales 20 mil llegaron a México y las restantes se repartieron por los Estados Unidos, Cuba, Puerto Rico, Guatemala, Venezuela, Colombia, Perú, Chile, Argentina y Uruguay. No basta con dar cifras de muertos y transterrados. Para percibir los alcances de la destrucción habría que recordar a la ciudad de Guernica convertida en cenizas por los bombardeos de la aviación hitleriana…

Cuando se gestó la Segunda República, España contaba con poetas que por su fuerza creadora habían generado un periodo literario semejante al Siglo de Oro que algunos estudiosos han calificado como Siglo de Plata. Esa caterva de poetas es la llamada “Generación del 27” (algunos mencionados en el siguiente párrafo, refugiados en México), recordemos a: Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Pedro Salinas, Miguel Hernández, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Gerardo Diego, José María  Hinojosa. Y con un poco más de edad que ellos: Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno. La fuerza de dos de esos grandes poetas está al principio y al final de la guerra civil: al mes de la invación de Franco, el 19 de agosto de 1936 se comete el asesinato  de Federico García Lorca; y al final de la guerra, una celda insalubre acelera la muerte de Miguel Hernández, quien al presentir su final, en un muro de su encierro escribe: “Adiós compañeros, camaradas, amigos / despedidme del sol y de los trigos”.

Entre los 20 mil españoles asilados en México llegó un notable número de campesinos, obreros, artesanos, intelectuales, científicos, pedagogos y maestros de niveles medios y superiores. Más de 100 intelectuales y científicos se incorporaron a las universidades, centros de investigación y diferentes proyectos culturales. Algunos nombres: José Gaos, Adolfo  Sánchez Vásquez, Ángel Palerm, Luis Buñuel, León Felipe, Joaquín Xirau, Juan Rejano, Elvira Gascón, Nuria Parés, Mada Carreño, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Ernestina Champourcin, Pedro Bosh Gimpera, Agustí Bartra, Rodolfo Haffter, Angelina Muñiz-Hubermann, María Zambrano, Juan José Domechina. Muchos de ellos fundaron importantes casas editoriales como Grijalvo, Era, Joaquín Mortiz y el Fondo de Cultura Económica. En ese contexto, españoles y mexicanos fundaron la Casa de España que después cambiaría su nombre por el actual Colegio de México. A México llegaron unos 18 poetas, además de los  ya mencionados: Pedro Garfias, José Moreno Villa, Tomás Segovia y Luis Rius. Poetas de la Guerra Civil Española lo fueron también los de otros países que compartieron la lucha y la  esperanza, algunos de ellos: César Vallejo, a quien debemos el poemario más estremecedor de ese conflicto: España, aparta de mí este cáliz; Pablo  Neruda y Nancy Cunard, quienes además de testimoniar con sus propios poemas se dieron a la tarea de editar la serie Los poetas del mundo defienden al pueblo español; Langston Hughes, quien escribió poemas, reportajes y un libro de memorias Yo viajo por un mundo encantado que incluye hechos de esa guerra; así como Nicolás Guillén, Tristan Tzara y otros.

España dividida. Una se quedó y otra se fue. “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón…” escribía Antonio Machado. En el barco que en 1939 traía a México a Paulino Masip, éste escribía: “Durante la guerra nunca he aceptado que exitieran dos Españas en lucha, la de los rebeldes y la nuestra, la falsa y la verdadera. Hablar de la España franquista y la España Republicana me parecía además de una eqivocación, una injuria. Los términos exactos eran: España se bate contra unos grupos e facciosos doblemente traidores por rebeldes a un Gobierno legítimo y por venidos de naciones extranjeras… [Pero] España ya no  está en un solo lugar, está en dos. Allí y aquí, y el último adverbio tiene una significación muy dilatada. Aquí quiere decir cualquier punto del planeta en donde haya un español republicano. ¿Qué es lo que ha quedado allá? ¿Qué es lo que ha venido con nosotros? Allí quedó el cuerpo físico de España; nosotros nos trajimos su alma, su espíritu.” Las dos Españas del poeta Blas de Otero: “Madre y madrastra mía, / España miserable / y hermosa. Si repaso / con los ojos tu ayer, salta la sangre / fratricida…”

El franquismo mantuvo un estado de represión. Los escritores identificados como republicanos estuvieron vetados durante todo el régimen; y los que crecieron bajo ese gobierno se vieron forzados a la aceptación, al silencio o una oposición clandestina. Francis Vaz escribió: “Tras la Guerra Civil y la victoria del régimen fascista de Franco se instaura una durísima represión al pensamiento individual de los intelectuales. Las voces de la disidencia se hallan todas exiliadas y sin posibilidad comunicativa dentro del territorio nacional…” Fue así que hubo exiliados aun después de años de establecida la dictadura franquista, es el caso de quienes mantuvieron la lucha clandestina de oposición al régimen y que debieron salir amenazados de muerte o cárcel, como el poeta Juan Cervera y del filósofo José Blanco Reguerira, quienes se asentaron en México, y el poeta Pablo del Barco que emigró al Brasil.

¿Los poetas qué recogieron y expresaron de la Guerra Civil Española? Toda la gama de sentimientos: rebelión, coraje, dolor, pérdida, desamparo, heroísmo, horfandad, lamento. A bordo del barco Sinaia, que atestado de refugiados se dirijía a México, el poeta Pedro Garfias escribió:

Qué hilo tan fino, qué delgado junco

–de acero— fiel nos une y nos separa

con España presente en el recuerdo,

con México presente en la  esperanza.

Repite el mar sus cóncavos azules,

repite el cielo sus tranquilas aguas

y entre el cielo y el mar ensayan vuelos

de análoga ambición, nuestras miradas.

España que perdimos, no nos pierdas;

guárdanos en tu frente derrumbada,

conserva en tu costado el hueco vivo

de nuestra ausencia amarga

que un día volveremos, más veloces,

sobre la densa y poderosa espalda

de este mar, con los brazos ondeantes

y el latido del mar en la garganta.

España sigue siendo dos. La otra, “la madrastra” como dijo Blas de Otero, no ha tratado como lo merecen a la mayoría de los cien intelectuales que se asilaron en México y los ha tenido en el olvido por mucho tiempo. Son muy pocos los reconocidos, si acaso los que ya tenían un renombre como José Gaos y Luis Cernuda. Mientras, el mainstream de la cultura española anda muy entretenido en sus propios asuntos como las competencias editoriales y los premios literarios.

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