Foja de poesía No. 088: Sebastián Kirzner

Sebastián Krizner

De las más recientes promociones de la poesía, una muestra de Sebastián Kirzner, poeta, narrador y performer (Buenos Aires, 1985). Ha publicado los libros: Axiomas nocturnos (MC, 2008), Trozos del bloque inicial (MC, 2009) y el libro de relato breve La salidera (MC, 2009).

 

 

 

¿Y vos?

 

¿Oíste?

¿Estás de alumno también?

¿Vas a clases?

¿Cursas materias?

¿Entregas a tiempo tus parciales?

¿Oíste acaso el sonido del poema

en un cuarto lleno de gente,

en una casa llena de gente,

en un aula,

una mugrienta sala llena de gente,

oíste acaso el sonido del poema?

¿Lo oíste?

Yo lo oí.

Escuché el eco

formando el espacio

atravesado,

formando el espacio

atravesado,

formando el espacio,

¿Lo oíste?

Acaso alguna vez

creíste realmente estar

escribiendo

en el espacio informe,

el sonido del poema?

¿Lo oíste?

¿Lo escuchaste?

Yo lo oí.

Me mantuve con el lápiz

apretado a la garganta

entre silla y silla del rectángulo,

creyendo observar el acto

nimio de las minorías,

el reservado para pocos.

En tu lugar,

tu mentira de cuarto intimo

donde decís escribir

la poesía que escribís,

¿Lo oíste?

¿Acaso oíste el

sonido del poema?

¿Oíste el sonido

de la palabra mordiendo

la palabra?

¿Lo oíste?

Yo lo oí.

No fue una musa

soplándome al oído,

fue la soriasis literaria

corriéndome por el cuerpo,

la gangrena mas limpia y clara.

Yo lo oí.

Vos ¿Lo oíste?

Ahí, caminando por

tu calle, que alguna vez

estuviste en tu calle,

que alguna vez,

pasaste por esa calle.

Y te vino el ansia

de escribir ese poema

descriptivo sobre

las aves, el cuerpo,

el deseo y la perdida,

¿Realmente creíste escucharlo?

¿Lo oíste?

¿Lo oíste?

Canalla

¿Lo oíste?

Yo lo oí.

Y fue la única posibilidad de voz.

Yo lo oí.

Y fue la única posibilidad de voto.

¿Lo oíste?

¿Realmente vas a decirme

que lo oíste?

Que tuviste el tiempo

entre deporte y deporte

entre postura y apostura,

entre curso y discurso

de cómo mejorar en el arte

literario, de cómo mejorar

en el arte posmoderno,

de cómo mejorar,

de cómo mejorar,

de cómo mejorar,

¿Lo oíste?

¿Alguien te dijo

que como pan

debajo del brazo

traías lo nuevo?

¿Tu novia te comentó acaso,

lo bello que era tu poema

en el que rememorabas los pixies?

¿Realmente creíste escucharlo?

Desde el cable pelado de tu viejo auricular,

entre dato y dato de tu wi-fi,

¿Lo oíste?

Yo lo oí.

Y obligó a mis manos a decir.

Yo lo oí.

Y me dio a entender que para decir,

había que tener algo que decir.

¿Vos lo oíste?

¿Vos lo oíste?

¿Oíste el punto en el que el poema

se abre de su alma codificada

y señala el centro?

¿Oíste el hueco de silencio

marcando la señal de partida?

¿Lo oíste?

¿Lo escuchaste corrompiendo

tu carácter crepito?

Yo lo oí.

 

 

 

 

Supongamos que no,

Que no fue así,

Que nadie dijo,

Nadie indagó,

Lo que yo oí.

 

Supongamos que no,

Que nadie entró a mi casa,

La misma de mi madre,

En pleno día y escribió

Con aerosol en las paredes

De los pasillos,

La merca se paga;

Ni amenazaron con matarla,

Si no nos mudábamos del edificio,

Por culpa de tener un hijo,

Drogadicto, vago y poco proactivo.

 

Supongamos que no,

Que no progresó,

No se formó,

Ni concluyó,

Lo que perdí.

 

Supongamos que no,

Que nadie muere diariamente

Si no es de alguna gripe famosa,

Que a todo lo publico, aquí dentro,

Se lo termina tragando la tierra,

Que la mayoría de los

Poetas jóvenes argentinos,

Son piezas de un ajedrez mediocre,

Piezas de clase media,

Barnizadas con algo de estilo pop

Y no alcanzando nunca avanzar

Mas que un casillero a la vez.

 

Supongamos que no,

Que no se deshizo,

No supuró,

Ni detonó,

Lo que yo vi.

 

Supongamos que no,

Que no nos hizo mierda el desgano,

Que el pseudo arcángel que lleva encima

El típico empleado estatal protoperonista

No me afectó

Y que los últimos taxistas con los

Que hablé, no aseguraron que las madres

De plaza de mayo mentían

Y que los desaparecidos estaban en Miami,

Ni que hacia falta mano dura.

 

Supongamos que no,

Que no encontré tirada en la calle,

Una carpeta con pinturas de alguien

A quien no conozco,

pero estimo como un cercano

Ya que la obra sin cuerpo,

Es toda obra.

 

Supongamos que no,

Que no se mantuvo,

Nadie avanzo,

Nadie afirmó,

Lo que viví.

 

Supongamos que no,

Que no estuvieron los actos,

Ni las palabras,

Incluso supongamos,

Que tampoco estuvieron

Los momentos,

Los espacios,

Los lenguajes.

 

Supongamos que no ha quedado nada,

Ni siquiera la duda.

 

Supongamos

Que

Finalmente

Hemos

Sido

Soldados

A

La

Misma

Estructura,

Que ya no tiene

Sentido,

Discutir los comos

O los porques

Y que el agua

Que bebemos

No es más,

Que un sistema

Digital

Con colorante.

 

Supongamos

Que esta noche estrellada,

Antes de vernos las caras,

Ya era cuarto menguante,

Que las fibras de tu ropa

No son las mismas que fueron antes,

Que la gente de tu barrió

Se detienen al mismo instante,

Que la tierra girando

Nunca fue para delante,

Que con los rezos que gritas

No haces más que arrodillarte,

Que el eco del poema

Es el arte de los amantes,

Que los sueños de unos pocos

Son la cuna de gigantes,

Que los crímenes de guerra

Los pagan los estudiantes,

Que intentar conmoverte con esto

Es como tratar de volver el carbón en diamantes.

 

 

 

 

Los Veleros

 

I

No sé nada sobre veleros.

Las puntas de mi patria se

caen en un lago manchado

por tintes negros.

Basural, con olor a óxido

y ponzoña en sangre,

ese óxido que me llevo a la boca.

El barrio de la punta,

ahora bien armado para turistas,

chinos con camaras kodak,

suecas rubias con cara de vida,

con cara de agua potable.

Ellos retratan:

Lo estancado como inminente.

Lo perdido como juglares.

Lo bastardeado de una vida de puerto,

como miradas de sabiduría

de unos viejos marineros folk,

que aún quedan, flotando sus fofos cuerpos

en el Eladia Isabel o en la Cachiola.

 

 

II

No sé nada sobre veleros.

Porque mis padres me criaron en Palermo.

Donde el mar es una ruta calle hostel,

donde mis veredas tienen tinte extranjero,

con sabor a mar, a distancia,

pero nunca color ni forma.

 

 

III

Prendo mis velas, de velero.

Lánguidas de falo erecto,

por no pagar la luz.

Y mi cuarto, que aún es mío;

no tiene bed and breakfast

no tiene room service.

Sólo un seno blanco

y el repicar de mis letras

en el teclado.

 

 

IV

Letras manchadas, atrapadas.

Contenida mi literatura

en el Windows 98 o Windows Vista,

de la computadora que mi padre me regaló…

Porque yo necesitaba una herramienta,

porque yo necesitaba una pantalla,

una luz, un mouse

y una droga binaria.

 

 

V

No sé nada de veleros.

Eso no es tan raro,

tampoco, sé nada, de amor.

 

 

 

 

Único Uno Unísono

 

I – Final

De la mesa de madera circular,

situada al borde del

/ estrecho comedor /

antesala de la habitación

en la que duermo; sobresalen

erguidos y expectantes:

Un velador de noche,

un libro de Octavio Paz

abierto en la hoja 24,

mi cuaderno de anotaciones,

una birome, mis miedos, mis dedos.

Todo dispuesto, en un conjunto apagado

de adornos tristes,

estáticos y repetitivos.

 

 

 

 

Físico culturismo

o que corran los otros

 

 

Que corran los otros, dije

que se rajen,

a mitad del sueño

sostengo en la mano un par

de pesas, se me hinchan

de sangre los deltoides,

se me quiebran los dientes

de cerrar la boca.

Que se vayan, que corran,

que huyan.

 

Que me dejen el

gimnasio limpio de sudor;

que el único olor que se perciba,

sea el del hierro viejo

de las pesas que sostengo.

 

 

Hay que tener fuertes músculos

para aguantar la vida, dije

hay que volverse un muro, dijiste,

dije no,

hay que intentar, fundirse al muro.

 

 

 

La carne más dura

de masticar,

es la del animal tenso.

 

 

 

 

Voy a mostrarte mi pecho perfecto,

mi revolución personal,

mi gloria, mi dicha mas grande, dije

voy a mostrarte como aumenté el

trapecio y lo balanceado que está,

voy a pedirte que toques mis femorales

y vas a sentir que son de roca.

Pero no voy a saciarte el hambre,

ni a dejarte en lo absoluto satisfecha,

Porque intentar comer mi carne, dije

es como bailar, otra vez,

                                             con la más fea.

 

 

 

 

Voy a volverme el hombre

mas fuerte del mundo,

voy a levantar poblados

con las piernas,

a arrastrar barcos

con los brazos.

Vas a estar orgullosa

de mi hombría, dije

me voy a inflar entero

de letras como esteroides,

y voy a posar desnudo

frente al jurado,

para ganar mi título

en mister universo

de la poesía contemporánea.

 

 

A mi hijo, pienso

lo voy a alimentar

con bulones,

una dieta diaria

de Estanozolol,

Viraloid,

Dianabol,

Enantato,

Sustanon

 

y le voy

a parar la pija

con Viagra.

 

Con suerte

y cercano a

los ocho,

tendrá un

divorcio digno.

 

 

 

 

Tengo rabia en los caninos, dije

soy una bestia suelta,

soy el puto king-kong,

estoy que reviento.

Mis manos son duras

y ásperas, como las manos

de un dios.

 

¿Ásperas?

 

– Como las manos de un obrero – dijiste, los dioses casi

no usan las manos, los dioses juegan.

 

 

                                                             …las manos de un?

 

 

De un obrero, dijiste.

 

 

 

 

Mis monedas

 

Rechinan y tiritan de frío

sobre los amplios bolsillos

sin forros, sin cruces,

mis monedas.

El metal con el que como.

El metal que extiende su mano

para sumarse a mi vida.

Soy: el transporte en metálico cantante,

de las monedas en mis bolsillos.

Con ellas:

Compraré tus manos frías,

compraré un beso a desgano,

compraré saciar mi virgen sexo.

Son centavos injertos en mi tierra rota.

Metal que no sudé para conseguir

ni me jacto tener,

pero que aún negándolo,

vacila en mis manos.

 

Metal para comprar,

M&M`s, o las pastillas saladas

de Willy Wonkas, para tomarme

una coke, o sacar un ticket free.

A mi tierra, no other place to go.

A mi tierra infernal de pantallas saladas,

de luces azules, sobre el sonido surround

de mi home theater, tragando mi pop corn.

En el living hall de mi casa de metal,

hecha de centavos y frío,

metal que no sudé para conseguir,

ni del cual me jacto tener,

pero que aun negándolo,

vacila en mis manos.

 

 

 

 

Las baldosas

 

I

Las baldosas se mueven cuando camino.

Ya no sé dónde pisar,

debería alejarme de ellas,

pero no puedo despegarme.

 

 

II

Que las baldosas no te muevan el piso.

Que no te sirvan de excusa,

para no llegar jamás a mi casa,

para no tocar jamás mi timbre

 

 

III

Quien tiene baldosas como cimientos,

disfruta el confort de un buen punto de apoyo.

 

 

IV

Que no construyan tu tumba de baldosas,

porque te caminarán encima,

te volverás peatonal, tendrás giro

y punto de cruce.

 

 

V

Tan solo abrir tus ojos de baldosas.

Despegar tu mirada del cemento,

para que no me veas tan gris,

tan álgido por dentro.

 

 

VI

Que no termines caminando como baldosas secas.

Porque tendrás un traje beige, un attache,

y gozarás del olor del microcentro a mediodía.

 

 

VII

Que no te resulte cuadrado mi cerebro de baldosa.

Que puedas tomar un cincel, un martillo

y quebrarlo para recordarme,

o para entender qué se siente

ser quien golpea el cemento.

 

 

 

VIII

Si las baldosas pudieran hablar, nada dirían.

Porque las baldosas no hablan,

pero los cuerpos sí.

Y en su transitar dejan una estela,

un lenguaje propio,

una pálida y sutil decadencia.

 

 

IX

Si las baldosas pudieran soñar,

te dirían que te quedes

pisando sus bellos rostros de hormigón.

 

 

X

Que las baldosas no te sueñen despierta.

Que no te quedes atascada, sobre otras caras,

sobre otros ojos o bocas neutras.

 

 

XI

Que no se vuelvan tu pasos, baldosas yertas.

 

 

 

 

Cavan

 

Cavan,

cavan sus tumbas,

cavan sus tumbas cuatro mineros;

cuatro mineros en los salitres,

cavan sus tumbas de blanco oro,

de puerta abierta,

de pico anclado,

que se arremangan,

para caber en su propio agujero;

Donde morirse como dormirse,

donde soñar su salada muerte,

que a pico y pala se van armando,

golpe tras golpe, en un espacio,

de seca espuma, infraestructura,

de lecho eterno, donde se busca

cerrar los ojos a la intemperie,

tras la que intentan los cuatro hermanos,

volverse eternos; ser recordados,

ser conservados, ser reclamados,

como comida para los pobres,

volverse hambre de carne muerta,

saciar los cuerpos de sus familias,

llenar los ganchos más oxidados,

que se conservan tras los cristales,

cercanos al fondo de lo profundo,

bajo las fauces, las bocas frías,

que hacen de ecos en las paredes,

que cubren carnes, las carnes muertas,

de cuatro hermanos que se traslucen,

tras las ventanas, los orificios;

salados llantos de saladero…

 

 

 

 

Los camiones de basura

 

Pediste que alguien levantara

tu mugre trasnochada,

en susurros me dijiste,

al oído que soñabas

que los camiones de basura

te tragaban dentro

comprimida, preguntaste

¿Cómo comprimen los

camiones de basura?

Me aprietan, dijiste

las costillas cerradas

de sueño y los camiones me

llevan dentro; comprimirse

no es fundirse al acero,

es rotar con la basura, dijiste

coqueteando alrededor,

mezclándose con la sangre

¿Cómo era mi sangre antes

del sueño de los

camiones de basura?

Sangre en el pulmón

de mi costilla ahogada, dijiste

ya no nos coqueteamos,

no jugamos a ser violencia

ni a negar el suspiro del otro.

 

Somos como residuos, bolsas negras;

mis arrebatos, mis

intentos de sanarte en el sueño

son en vano, dije

extiende tus manos sucias para

frenar la moledora,

detener la maquinaria; dijiste

ahora me ahogo del todo

y sos incapaz de escaparle al metal

del sueño, dijiste;

                       un ruido agudo como el fin del aire.

 

 

 

 

Los camiones de basura,

son caballos de Troya

con un pueblo, no,

con un nombre en su interior, no,

con un hombre en su interior

pegado a los desechos;

soy el que conduce

el que comprime, dijiste

que me conocías del sueño

de los camiones de basura

que yo transportaba tu desperdicio

que manejaba tu cuerpo desgarrado

hacia el basurero, dedos llagados de conductor,

dijiste, calentaban tus piernas desde dentro

de alguien que las contrae

parada por parada.

 

 

 

Conducir camiones de basura

desde el interior de uno,

que largo debe hacerse el recorrido

imagino dije, creo que no,

creo, que no hay forma no

de hacerlo solo.

 

 

La ciudad se recorta en paradas

para recoger basura,

como basquetbolistas de la noche

encestan sus bolsas perfectamente

y corren, casi un triatlón, me dije,

un triatlón de desperdicios,

levantamiento, lanzamiento, maratón,

la ciudad como botín, no,

la ciudad como pista de obstáculos.

Dijiste, ¿qué te pasa pendejo?

y lanzaste dos golpes a mi cara

de conductor gordo y seco,

¿Qué te pasa pendejo? esquive el golpe;

Por un instante se oyó solo el ruido

del motor encendido,

pero evitamos el movimiento.

 

 

 

 

Volví a soñar me dijiste,

dije no, silencio, primero la historia

dije te amo, idiota yo, no,

camiones de basura trasportando

camiones de basura, algo nuevo

me dijiste, putas mamushkas de metal

pensé,

pero no produje sonido alguno.

Si oyeras mi voz de nuevo,

por miedo a que…

oyeras mi voz de nuevo.

 

 

En esta nueva guerra,

no, la del sueño, no, te dije,

los camiones de basura

serán los tanques de guerra

de la prole.

 

 

¿De la prole?, dijiste

pendejo se te cae el sexo

al suelo y me hablas

de tanques de guerra y metal,

se te cae el sexo

y lo arrastrás por todo

buenos aires,

y me hablas de la guerra

de la prole, pendejo

sos una mierda.

Pienso,

que soy una mierda

¿Cómo era mi sexo

antes del sueño de los

camiones de basura?

Era duro pedazo de metal

pulido,

olía a leche caliente

y galletas,

a labios abrigados;

ahora huele tanto a basura

que si dejara de hablar,

sin duda, no,

dudando, no, sin dudar

me lanzarían

al camión de la basura.

 

 

 

 

Escribir la literatura

gastada de la carne,

llevándome la poesía

fijada al cuerpo, dije

un cuerpo vestido de pobre

interfiere con otro

cuerpo vestido de pobre.

Poética como café negro,

poética del vaso de agua

en mesa de lectura de poetas, dije

invítenme que aun no apesto tanto,

que no tengo tan podrido

el cuerpo, ni se me caen tanto

las tetas al suelo, como para

no poder leerme.

que aun no supuro sangre

ni tengo tan deforme y negra

la cara, para no poder levantar

la mirada de la hoja y recitar, dije,

recitar la boca llena de poesía.

 

 

Escribir sobre ciudad, no,

escribir con la ciudad a cuestas,

no, escribir sobre tierra.

 

 

Soñé, nuevamente, dijiste.

Dije no, basta, harto yo de tus sueños,

dije, me niego a oírte de nuevo,

a tratar de comprenderte pitonisa.

Dijiste, camiones… no!

Escuchame…no!

Camiones detenidos en el centro

de cada calle…basta!

Inmóviles.

Luego silencio.

…Y el tránsito?

Pregunté,

el tránsito?, dijiste

El tránsito perece.

 

 

Datos vitales

Sebastián Kirzner nació en Buenos Aires, Argentina, en 1985. Es Poeta, narrador y performer. Ha publicado los libros: Axiomas nocturnos (MC, 2008), Trozos del bloque inicial (MC, 2009) y el libro de relato breve La salidera (MC, 2009). Actualmente trabaja en los libros: Poesía Stereo (junto al escritor Diego Arbit) y Poesía Delimitada (junto a Jeremías Maggi). Tanto como performer y poeta, investiga sobre la inclusión de distintas formas de arte dentro de la oralidad, declamando su poesía, atravesando el cuerpo y la música como parte de la lengua. En noviembre saldrá publicado 2010: Nueva Poesía Contemporanea, una antología de poetas jóvenes nacidos entre 1977 y 1990, con escritores de las tres américas, donde es el antologador. Director de B.o.C (Bitácora oral C), grabación de voces de la época y director de Mirador Literario, la primer Videoteca Literaria Independiente de Buenos Aires.

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