En seguida una aproximación a la poesía de Francisco Rivera (Viña del Mar, 1958). Francisco Rivera ha sido merecedor de distintos reconocimientos: Ganador del Premio Mejor Obra Nacional en poesía inédita con Comedia de Chile, 2007, y merecedor de la Beca de Creación Literaria del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, 2008.
La Avidez del autor
El español es una lengua opaca con gran número de
palabras fantasmas.
J. l. Martínez
EL VIENTO QUE ARRASTRA TANTAS COSAS
Me hace añorar las baldosas del Sindicato de la Unión Lechera
Añorar los viejos goznes de la maestranza
Y los cuerpos de cada una de las mujeres que amé.
Pero a esa hora en que el alero de la capilla
Modifica la sombra de los abedules
Y la autoafirmación de los muertos trabaja subterráneamente
Divisé cerca de los tambores a las Meninas de Velásquez.
Ellas pidieron permiso para entrar y bebieron café y se burlaron
Y quisieron instruirse acerca del sueño y la realidad
Y así fue que les hablé.
Vayan hasta el local del Danubio Azul
Sentirán el aire que se confunde al vapor de las hornillas
Verán el brillo de las estanterías y las lentas ondulaciones a la contraluz.
Parados sobre el vacío
Los rostros velados por el humo se relajarán
Y sabiendo que ustedes han caminado en la época dorada
Y pisado las costas del Nuevo Mundo
Beberán coñac y pasarán sus manos sobre las mejillas de la querida del Suaso.
Ustedes no se perderán de nada
Pues ya habrán contado los cuerpos en las veredas
Las luces sobre el asfalto
Y los charcos renovados por la llovizna.
UNO A UNO
Pasaron silenciosos y mientras llegaban se levantó una ráfaga de viento.
Algunas risas. Un constante ventear de sábanas y alfombras.
Y cuando la música y las canciones de los garitos
Transformaban la vida que perdíamos en algo distinto
Las Meninas esperaron que la niebla se levantara
Y el suave resplandor de la luz al amanecer.
Entonces no hubo principio ni fin
Todo estuvo ahí –palpitando
Entre el ruido de los automóviles en marcha
Y el olor de las mantas entretejidas.
Sin embargo
Debí darme cuenta que para las Meninas sería distinto.
No porque habían depilado sus piernas frente al espejo.
Ni por el azúcar quemada. Ni por la sed que marcaba sus labios azules.
Digamos
Que hervirían el agua para las compresas
Que se quitarían el camisón afiebrado
Y luego permanecerían en silencio mirándolo todo
Preguntándolo todo
Llenando de todo sus ojos grandes y oscuros.
PERO AHORA SÓLO PODEMOS CONTAR CON EL PRESENTE
O dejarlo de lado, en otro lugar, boqueando su canción de muerte.
Y aquello que no es así
Aquello que no está para ser visto. Para ser tocado.
Se ha quedado también boqueando su propia canción de muerte.
No habrá sobre sus frentes
Las marcas que suponían del tiempo.
Y cuando no sepan lo que sucede en sus casas será muy duro
Será como estar sentado en un bar con gente que no les importa
Como una extrema crueldad
Que vino a confirmar ese verano que paso tan rápido
Boqueando la misma canción o cualquier otra.
Entonces fue que las Meninas se enfurecieron y chillaron
Y dibujaron las enfermedades que habían padecido.
Pues el corazón se les había llenado de costras
Y esos puntos violáceos que veían en el espejo
Y luego cubrían con cataplasmas de harina
Eran sus pezones.
Y ASÍ EN LA NOCHE
Entre páginas desperdigadas sobre el piso
Las oí decir
Hemos regresado para que nos digas todo
Para que nos cuentes todo.
Y yo les dije que ha primera vista
Ya no sufríamos propiamente del tiempo.
Ni de la materia de los recuerdos ni de las voces que se escuchaban
Frente a los vagones de carga y en las calles sin pavimentar.
Pero que si otro maldito día hubieran estado aquí
Cuando la luz de los focos se consumía desde temprano
Habrían comprobado que hay cosas que son como símbolos
Como sonidos que lucharan por prevalecer o regresar.
En los últimos tres días no hemos hecho más que caminar
Y a ustedes les agradará imaginar que esas voces
Están en el faro que sostiene al pararrayos
En la caligrafía de las piedras o en la cabeza cortada
Que se balancea como una linterna en la mano del vencedor.
PERO ¿QUIÉNES ERAN ESOS CON LOS ROSTROS PINTADOS?
Que no nos llamaban por nuestros nombres
Que es como se llama a la gente.
Dijeron Campo Lindo y las Meninas corrieron con un grupo
Hacia un costado.
Después dijeron 2 de Abril
Y se desprendieron cuerpos desde el otro lado del galpón.
Y en esa luz plomiza
Dijeron Ranque. El Patahual. Hustilicán.
Y yo recuerdo que quise irme de ahí
Donde fuimos los rostros que esperaron la lluvia
Los cráneos estrechos
Y los músculos que se estremecieron nerviosamente bajo la piel.
Después fue la luz de los focos y la humedad del aire
Sus franjas brillosas de falsos almendros
Que se consumían desde temprano.
Y yo pensé, pensaba, están rezando
Me miran con desprecio y siguen rezando.
Así que dije que iba a buscar a alguien
Y me levanté y salí
Y las Meninas se quedaron en la cama mirando la luna por la puerta.
Y MÁS ADELANTE ELLAS LLENARON LA CASA DE ESPEJOS
Y repitieron
Tú que vas con la máquina de escribir bajo el brazo
Por paraísos y rincones artificiales
Háblanos del orgullo y la bondad.
Y yo les dije entonces que no sabrían hasta mucho después
Que estaban tan aisladas.
Que no vivían como vive la gente ni como viven las sombras
Ni como viven los pájaros.
Que la verdad vendría después.
Que vendría el desarrollo de la idea
La descripción de un viajero y la lluvia cayendo a plomo
Sobre baldosas y tablas.
A esto las Meninas guardaron silencio
Y se elevaron como humo sobre los patios de las lavanderías.
Y luego me miraron con hostilidad diciendo
Deja de farfullar sobre la vida
Sobre las sombras y sobre los pájaros.
Eso lo sabíamos ya desde hace tiempo.
HOY UNA VEZ QUE LAS MENINAS SE HAN MARCHADO
Las olas rompen en los roquerios
Mientras un hombre con la mano como visera escruta el horizonte
Y las mujeres se vuelven con un gesto interrogativo.
Todos angustiados por esas velas negras
Que no son de hoy ni de ayer
Sino que siempre han estado ahí
Detrás de las puertas
Cuando la conversación sube o lentamente se apaga hacia el silencio.
El jardín de su edén
Soñé entonces que visitaba la mansión de Alonso de Ercilla.
Yo tenía sesenta años y estaba despedazado por la enfermedad.
R. Bolaño
Sueño número uno
Te mueves con un manojo de cartas en las manos – dice el Neruda,
y levemente palpitantes bajo las ropas
los cuerpos digieren un argumento donde el reflector está apagado
y toda la recepción, incluyendo la música, duerme.
Y aunque la crecida
actividad de la ciudad a escala de parentesco, también, duerme: la vida estalla vertiginosamente en la punta de la lengua.
¿Cuál es el mejor disparate? ¿Cuál la mejor canción?
Dímelo tú: yo no quiero desenterrar a nadie
pero si me pasas una caja de fósforos te mostraré la cordillera
y así no nos desentenderemos de nada.
Porque hablar es despegarse de uno mismo, desprenderse,
ir hasta el fondo imperceptible de lo que yace suspendido en el aire como una idea fija.
Decir, por ejemplo,
los encantos han humedecido los dedos de su mano en la puerta
y por lo tanto eso que uno entrevió se podía compartir.
De este modo y no de otro
se establece el férreo e inconfundible círculo
y es que los hijos de Fresia se yerguen ante la forma del mundo:
sin forma y sin mundo
mientras la lluvia que está para dividirlo todo
se mezcla al suave olor de las escuelas públicas
donde la señorita Gloria, la señorita Nancy, la señorita Lucy,
dejaron un pie y después el otro temiendo alguna desaprobación.
Sueño número dos
Si vives algunos años – dice el Uribe,
y no encuentras dos recuerdos exactos ni en la imagen también hay que cantarle
a la luna
ninguna fijación de los goznes,
se debe a que las características del menosprecio se parecen en todas partes.
La nuez del país sigue siendo pequeña, sigue
habilitando las puertas para subir una vez que descienden los otros.
Pero la reacción es pobre a pesar de la especialización.
Los caprichos no favorecen la prensa dónde alguien decidió
que Eva sea su mamá:
convirtiéndote a ti en uno de los hermanos menores,
halagado de tener camisas limpias,
y hablando de ello
como si lo que estuvieras contando es lo que sucede
y hubiera que compartirlo o precisarlo.
El bien común se evapora en el vapor de la cocina,
en las resplandecientes baldosas que retardan el persuasivo calor del verano.
Tú has vivido muchos años para aprender esto.
Para decir dos o tres cosas
o describir un arco donde aparece la mancha de Agustín Edward y en cada banca
un huérfano que desconocemos.
Y como quien se acuclilla y piensa, te quedas en casa de ella
mirando sus dedos cuando dejan correr el agua del lavamanos al amanecer.
Sueño número tres
Brecht recomendaba pensar el papel en tercera persona – dice el Rojas,
una cesta con peces en el escenario y el problema
es justamente el desorden de las costas que ha sido trastocado y ese sol está ahí
y nosotros no pudiendo enterrar a nadie.
Después de tanto los punteros indican la hora y ellas se hincan como arañas o lobas
para volver a encontrar en el aire un orden que no es geométrico
y es que los personajes de los patios de la señora Braun
con toda esa gente que se junta cuando se muere alguien
continúan habilitando las puertas para subir una vez que descienden los otros.
Así con todo el verano por delante,
La chica sin ovarios toca instrumentos de caña al atardecer.
Su madre dice que la han vaciado pero tú puedes pasar horas contemplándola.
Es cierto que entonces no sonríe ni vuelve la cabeza
y, sin embargo, nunca olvidarás esa oscuridad, la violencia de aquellas fotografías.
Aunque después alguien añada:
el living de su casa representaba una vieja escena china
donde una cuncuna recordaba el clamor de las gaviotas y la frescura de la lluvia
en el jardín.
Sueño número cuatro
Intento abrir los ojos como por primera vez y no funciona – dice el Moltedo.
Detrás de las cortinas los zancudos atraviesan el aire
porque las ventanas están abiertas. Olvidando alguien una lista de compras para el reino de Mongo, y no alcanzando el calor del verano a plasmar una identidad ni persuadir a nadie que La Tempestad es una hermosa convención teatral.
Claro que no se trata de convertir la leyenda de un telón que se abre, en realidad.
A fin de cuentas, las leyendas no necesitan esos ladrillos ni esas bisagras.
El lado más artificial del espectáculo – su lado cara pálida
celebra bajo el cielo
la caída de los meteoros, el ascenso de las cordilleras, o la desconfianza que humedece la detallada elaboración del cristal.
Pero yo no hablo de eso.
Me tengo dicho – no hay nada como ese movimiento de abrir y cerrar los ojos por cinco años o simplemente por dos.
En su creencia por todas partes uno ve el blanco, el azul, el rojo como de costumbre, como de costumbre las cabezas de aquellos que tuvieron una casa tan buena como la de cualquiera.
Sueño número cinco
Los bomberos vinieron el otro día – dice el Juan Luis,
con fosforescentes distintivos en sus botas de agua, rompiendo puertas y ventanas.
Era un espectáculo frío por lo que a una mujer de mediana edad le dijeron
que no gastara saliva
y es que ya no sirve andar diciendo su mano cohibida se movió levemente
sobre las tibias hebras de su camisón.
Aunque yo puedo reconocer el zumbido de la niñez ahí – signos de un campo blanco
coloreados por el golpe de un rostro que cae sobre una puerta.
Desde dónde surge entonces la sensación de haber vivido otras vidas
si los ojos de mi única novia se abren hasta consumirse
y las palabras no pesan más que el galvanizante molde barajado por el grupo
que conversa a mitad de cuadra.
Así el mundo no se priva de sus victorias.
Y como si la novia y la niñez formaran parte del mismo coro
los hermanos Rodríguez levantan el telón y Don Segundo Ormazábal
se queda hablando de no encontrar dos recuerdos exactos
ni en la imagen también hay que cantarle a la luna
ninguna fijación de los goznes.
Sueño número seis
A veces usted supone que el deseo del espectáculo no se detiene – dice el Cameron.
Supone que es un trompetista
y la emoción que lo invade se desplaza desde las compactas paredes del interior
hasta el viento que escupe el balcón de su ventana.
Pues, se atropellan las palabras en su boca
con papeles navideños que no entiende;
como tampoco entiende el vuelo de esa avioneta que pasa muy bajo entre las nubes
ni a ese pariente lejano que estalla repentinamente en lágrimas en la mesa
del comedor.
Y es que usted deduce que no le sirve reiterarse,
no le sirve la elevada fiebre del séptimo día,
ni el minucioso compendio de ideas que se enquistan en la cabeza del precursor.
Entonces, por reflejo, pide levantarse y salir
ha llegado a esa edad dónde se puede vivir en cualquier parte
sabiendo que el inconfundible fetiche del aliento se disuelve en un fondo común
como si el fondo común formara un pedazo de hielo que se escurre hacia el futuro por cañerías y tablas.
Es algo más que un autoengaño
algo más que su poco de ira por los que pueden mirar dentro de las cosas
– ya que siempre podrán hacerlo
y podrán también llorar a gusto cuando el resto se agite.
Hasta donde sabemos el deseo del espectáculo es inagotable
y sus cortinas reproducen suficientes olivos como para contarlo.
Sueño número siete
Pero somos nosotros los que hablamos así – dice el Millán
los artificiales caballos de la fuerza
los artificiales caballos de la razón
relinchando entre las bridas y las poblaciones de Chile.
Puesto que otra decepción – cualquier decepción
constituiría una ambigüedad.
Comencemos por alguna parte. No hemos visto salir a nadie.
Condolámonos y aplaudamos.
Sueño número ocho
Conozco la transparencia del aire – dice el Zurita, la aguja de la humillación clavada en la boca del estómago. He sostenido el vaso con agua, recorrido sócavos de piedra y no he podido ser feliz.
Es que la supervivencia me hace oír que me llaman, pues su amor era una tibia respiración de otro tiempo y con la enagua en sus brazos se abría paso hasta mí.
Entonces a la sombra de la carne de Chile sostuve mi codo bajo la barbilla procurando leer con cuidado. Pero más tarde
aserrando el aire con mis manos no evite dañarme a mí mismo queriendo llegar demasiado alto o demasiado lejos
y es que en la caída percibí el vuelo familiar de los pájaros, el revés rosado de los párpados con los que había contado las puertas y visto entrar la luz por las ventanas.
No sé cuánto pagaría mi cuerpo por esto.
Sin embargo, me he mantenido de pie y visto a hombres honestos tocar el suelo con las manos.
Es cierto que la Yolanda Monsalve dice que vivo como un ciego, que sólo puedo nombrar algunas cosas, nombrar los ríos y los árboles, por ejemplo,
hasta que la ceguera se disuelva en lo que he buscado durante mucho tiempo y durante mucho tiempo ha estado ahí.
Como ustedes pienso que escribir significa poco
pienso que nos quedaremos cerca de la ventana:
y el sonido del agua dejará una especie de vacío cuando se interrumpa.
Datos vitales
Guillermo Rivera (Viña del Mar, 1958), ha sido finalista del concurso de cuentos Juan Rulfo, Radio Francia Internacional, 1997, y ha obtenido numerosos premios: ganador del Concurso de Poesía y Premio Crítrica del Jurado, ambas de Ediciones Gobierno Regional de Valparaíso en el 2002; Premio Adquisición de Libros, Consejo Nacional del Libro y la Lectura, 2003; Ganador del Concurso Nacional de Poesía Juegos Florales de Vicuña, 2003; Ganador de la Beca Fondo del Libro, Consejo Nacional del Libro y la Lectura, 2005; Ganador del Premio Mejor Obra Nacional en poesía inédita con Comedia de Chile, 2007, y merecedor de la Beca de Creación Literaria del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, 2008.
Ha publicado El Tractatus y Otros Poemas (Ediciones Gobierno Regional de Valparaíso, 2002); Ennio Moltedo. Obra Poética.(Ediciones del Chivato, 2005) y Comedia de Chile (Ediciones LOM, 2009).