Foja de poesía No. 135: Leopoldo Lezama

Leopoldo LezamaUna mirada al trabajo del poeta, ensayista y editor Leopoldo Lezama (D.F., 1980).  Ha trabajado en el Fondo de Cultura Económica y en Random House Mondadori.   Actualmente está a cargo del taller de creación literaria de la Asociación de Escritores de México y es colaborador de la Gaceta del Fondo de Cultura Económica.

 

Hablo de la muerte

 

 

Hablo de las sensibilidades poderosas

De la belleza construida con los materiales fuertes

Hablo de caminos nunca antes transitados

Hablo del sendero vibrante, del colosal arpegio

Hablo del trazo que ordena al alma dispersa, de la onda mayor

Del sistema sagrado, visible únicamente con los ojos cerrados

Hablo de la eternidad, de su vestido limpio ensuciado por el fango

Hablo del mar, de su madera noble, hablo de la música de los papeles blancos

Del desánimo que es una cascada de noche y del espíritu, que es un verso intermitente

Hablo de los olores de la piel cansada, del amor y de sus cuartos fríos

Hablo de la ilusión de los poetas que se pudren como alimentos secos, hablo

Del sol que se queda dormido como elefante viejo, hablo del centro, del origen

De las manos rasposas, del polvo que ensucia los pulmones y los vuelve gruta

Del que distraído teje el polvo y lo convierte en manto, del aroma oculto en la memoria

De los grandes dibujantes que trabajan desvelados, del sueño que quiere construir sus

Propios dioses, hablo de ventanas sin cristales por donde entra el brillo de estrellas

Diminutas, hablo de las posibilidades infinitas que la muerte ofrece en tierra firme

Hablo del abismo como una planta curativa, hablo de los bosques donde llegan a morir

Luciérnagas heridas, hablo de los gatos ciegos que chocan

            contra muros y baldosas, hablo

Del cambio de color en los arbustos matutinos, hablo de la

            muerte que se filtra y envenena

La materia de las flores, hablo de mover una mano, de no moverla,

           de dar tres parpadeos

Para contener el infinito, aquel que nos lleva a la montaña donde ya no hay agua

Aquel que nos hace preguntar por qué yo y por qué aquí y porqué la tediosa

Sensación de estar despierto, hablo de que uno mira una puerta y se detiene,

            hablo de entrar

Y no saber lo que habrá adentro, hablo de vivir en un lugar al que no se hubiera llegado

Respirando, hablo de la historia universal y de su memoria moribunda,

            hablo de las juntas

Matutinas a donde van los muertos, hablo de los que se consumen

            tratando de entender y

Duermen angustiados, de lo que no se dice y se fatiga y termina dejando un hueco que

Después no se distingue, de lo que se espera y de lo que nunca se halla

De lo que no es dable a los sentidos y de las playas con escasos visitantes

Hablo del aire que sube como si quisiera irse del mundo, hablo del aire

Que llega a sus límites y brinca la cornisa, de lo que nace y en seguida muere

Del azar que no revela nunca su secuencia, de los escalones blancos

Que en el sueño se evaporan, hablo de las fiestas del sueño, de las profecías de santos

Negros, del que olvida su rostro y el tono de su voz y el brillo de sus ojos grises

Del ruido permanente que no deja de zumbar en la vigilia, del que interrumpe

Con la mano el flujo de la luz y se pregunta, si el muro ha cambiado de color

Por que hay otro universo, hablo de lo que existe a pesar de ser confuso,

            del que se habita

Confundido, de los edificios con los baños rotos y las paredes enlamadas

Hablo de los que se disocian a fuerza de rigor, de los que leen poesía

Y sueñan con desiertos, de los que gastan el tiempo en conjeturas, hablo de los pocos a

Quienes coquetea la maldición de lo posible, hablo del sentido evaporado

Que ha de detenerse en algún sitio, hablo del loco que vive en una

Melodía invertida, pero en una melodía, hablo del loco que escucha

Su pulso y piensa que su tacto es un volumen derramado, un péndulo

Entumido que avanza hacia ruidos milenarios, tra ta tán, que viene el muerto

Tra ta tán que viene de regreso la mente que se dejó llevar por el espejo

Tra ta tán que los locos del espejo ya supieron, que la expresión perfecta

Es un dolor del universo, tra ta tán que la sensibilidad espía al ser perfecto

Tra ta tán, hablo de la música, de la palabra que en sí misma

Es la blancura, hablo del desequilibrio, que es una filosofía inmensa

Embriagada en su columpio, hablo de los caballo de Dios, de los caballos marrones sin

Espíritu que cabalgan sobre campos humildes, hablo de quienes se enamoran del azar y

Hallan lo mismo, del que se asombra del árbol a lo lejos y prefiere

            no avanzar, de lo bello

Que destruye bajo su natural respiración, hablo del dolor, aunque

            los santos tiemblen, hablo

Del universo que es un veneno inteligente, una música incompleta, hablo del movimiento

Voluptuoso de los ataúdes, del desconocido cementerio donde se besan

            por las tardes los

Novios niños, hablo del arco y la centella, de la aurora fulminante y del conjuro que se

Neutraliza por dictarse en el ensueño, de las palabras de sustancia gris,

            de las palabras que

Salen a las gestas con pequeños escudos de madera escurridiza,

            de las percepciones largas

Que caminan sin rumbo, de noche, para ponerse a llorar en bodegones

            de obra negra, hablo

De los ojos que se nublan de tanto contener el agua, hablo de la luz dispersa,

            sin orden, que

Se derrama como baba eléctrica sobre la mesa de cocina, hablo del tiempo

            que avanza sin

Prisa, desganado, como un campesino que retorna a casa mientras oye el mar,

            hablo de los

Patios limpios y de las estaciones de ferrocarril llenas de humo negro, hablo de

Los que piensan que la tristeza es una sensación deforme, de los que

Especulan sobre las sirenas cuando no pueden dormir, de los que arrastran las sandalias

Con cautela para no romper la madrugada, de los que se quejan en silencio per aún  no

Están dormidos, de las alucinaciones, que son un rechinante carrusel de oro

           escondido en el

Taller de cobre, hablo de los viejos que se levantan a mirar la noche

            cuando piensan en la

Muerte, hablo de la noche, que es la versión sensible de las formas, de los poetas que

Extraen de las cosas su válvula secreta, su cualidad definitiva, de la llanura y de su

Polvo inerte, de las larvas que mueren antes de cambiar de piel, de las

Mariposas y su hermoso concierto mudo, de los niños castigados que desperdician

Sus cuadernos para hacer aviones, de los que todas las tardes suben a las azoteas para

Planear excelsos aerodinámicos modelos, de quienes imaginan una hoguera donde

Se consumen las adolecentes brujas, de los insectos que vuelan en desiguales

Órbitas amigas, de los alumnos de camisas limpias y rodillas sin tierra, que se angustian

Con el vuelo de las aves, hablo del desvelo quirúrgico que destaza para siempre

A la conciencia, de las palomas que buscan granos en la tierra, del rostro demencial

Que se refleja sin firmeza, de quienes saben que la lógica es una embriagada espiral

Con ridículas pretensiones de ser línea, hablo de quienes una noche se despiertan, y se

Encuentran con que todo está en un fabuloso cataclismo, hablo del miedo indescriptible

De los que ven más allá de los sentidos, hablo de lo que no se dice y

            determina, hablo del

Olvido, de su periferia descompuesta y de sus balcones altísimos, hablo de cuando los

Astros resuelven sus errores milenarios en las pesadillas de los niños, hablo de quienes

Agotan todas las formas del dolor y nunca escriben una línea, hablo de la fiebre, de la

Frente llena de sudor y de los dolores nuevos, los que no ha sentido

            carne alguna por ser de

otro universo, hablo de los que asesinan todo lo bonito, de los que trabajan

            Incansablemente

para conocer el camino de regreso a la locura, de los que vieron el mármol

            Sudoroso de la

segunda mente, de quienes estuvieron ahí, en lo otro, en lo que difícilmente

            Se pronuncia

por ser de los demonios, hablo de los que besan el cuello de su amada antes

            De asfixiarlo,

mientras sus ojos la miran con un amor que jamás podrá exhibirse, hablo de

Los segundos posteriores a la muerte, del cuerpo quieto luego de haber querido

Jalar aire, hablo de la mano que frasea una caricia, de la habitación iluminada

Y de las sábanas tiradas en el suelo, hablo del librero, de las colillas de cigarro

De que todo grita en una tonada que no entiendo, de que al amanecer los veladores se

Despiden sin prisa, hablo del silencio, de las ideas que en lo profundo

            fijan una imagen que

No llega a emerger, hablo de los ojos bien abiertos y de los músculos tensos, hablo del

Pulso, esa percutiente manera de ir muriendo, de esa tonalidad inconclusa que avanza a

Tropiezos, hablo de las aves, de la tímida cortesía con que trepan a los árboles, de la

Inusual serenidad de su respiración, y del ramaje denso de los sueños,

            de que en los sueños

Las habitaciones son más altas, y sus muros más espesos, par que no entren

            los ruidos de la

Noche, para que el nebuloso paraíso de la luz eléctrica se desgarre

            en su lírico alambrado

Hablo de que alguien fuma en el sueño, y el humo se pasea en las azoteas vecinas,

            hablo de

Que la realidad no se organiza, de que la madrugada avanza torpe, como

            un sinuoso desfile

De raíces que nunca tuvo origen, hablo de que tras los párpados dormidos

            todo sucede con

La precisión de una rotura, de que la realidad avanza bajo un fin incierto,

            de que la realidad

Es una niña vistiéndose de luces para llegar temprano a su exterminio, y hablo del vacio,

De que toda fuerza destructiva es el inicio de una noche, de que toda

            voluntad es poderosa

Mientras vive, y de que esto que habitamos es la realidad desprendida de

            una vértebra, un

Salón sin luces a punto de cerrarse, hablo de que la realidad avanza como

            un caballito de

Mar montado por un niño cuyo corazón late de prisa, de que la muerte enseña la

Monstruosa dificultad con que comienza un orden y de que el amor

            es un puente colgante

Siempre a punto de caerse, hablo de llorar, llorar y retorcerse, de volverse

            humo cuando la

Noche comienza a naufragar, hablo de que en el máximo dolor se respira al fin un

Fragmento de pureza, hablo de la sensibilidades  azulinas, hablo de los

            que mueren porque

Su sensibilidad es una hidra, hablo de los que mueren a veces, de los que mueren

Hablo de la muerte.

 

 

 

 

Luz de origen 

 

I

                                                                                    

En los tiempos del fuego nacía la fuerza

eran los días de la antigua paciencia

que todo lo creaba

los bosques inmensos despedían

la primera humedad de sus maderas

el mar comenzaba apenas a levantar sus olas

y la arena era tan nueva que parecía de aire.

 

Embriagado de vacío, el cielo nocturno aún no

concebía estrellas

aún aquella altura carecía de luces

y los picos de las montes

no eran asustados por cometas.

 

Surgió un vapor como de luz incierta

era el alba despertando

sobre los primeros campos

tibios y cansados de ir naciendo

desnudos, sin llanos ni veredas.

 

La noche apareció como un reposo aéreo

la noche, era un ánimo elegante en que la tierra

guardó un silencio extraño

para que las formas decidieran sus colores.

 

El tiempo estaba hambriento de figuraciones

de distancias y de límites

el tiempo estaba hambriento de un vocabulario

de un tacto, de una geografía

el tiempo estaba hambriento de una música

que fuera el transcurrir de las constelaciones.

 

El destino era entonces energía disuelta

un abismo de niebla aún sin superficie

el frío se extendía como un luto de los aires

un leve estremecimiento al pie de los olivos.

 

Con los primeros rayos, las cosas

parecieron adquirir una presencia

un segundo antes, las formas aún dormían

en un océano de agua inconcebida.

 

Los gemidos del mar llegaron tarde

de pie, los acantilados seguían teniendo sed

luego de siglos, pero una noche

el agua desbordó por todas partes

los ríos surgieron  como un gigante fértil

que bajó de la montaña a grandes pasos

el agua, formó chopos, ciénagas, lagunas.

 

Luego, los hombres examinaron el cielo,

la lluvia, los planetas

pronto, supieron que los atardeceres eran tiernos

que las estrellas eran un mapa misterioso

que escondía un pez, un centauro

pronto, los hombres supieron crear rutas

para leer la realidad.

 

 

 

 

II

 

Nada de este tiempo comparte un transcurso con la tierra

este tiempo sordo sigue fuera de sí, obnubilado

enciende torbellinos, extiende ríos sin dejar rastro

desaparece entre la arena y vuelve

camina tambaleante levantando orígenes

pasea al sol en un carruaje de oro

dibuja estrellas mientras duerme

reposa sobre las montañas y despierta, para que crezcan

árboles azules.

 

Nada hay en su transcurso

sólo sendas de humo perseguidas de barcos en el alba

sólo un aleteo de siglos muriendo bajo un faro ensombrecido.

 

El tiempo, sucio y agotado, lleno de impaciencia

creó una música

descansó entre los trigos

buscó un río en qué calmar su sed

anduvo a ciegas por el agua, nadó profundo

y miró que ya en la superficie

se paseaban bueyes y serpientes.

 

Y las ciudades hirvieron

se volvieron polvo

los caminos se desdibujaron desasidos de su ruta

los bosques fueron desprovistos de alimento

y los puentes dejaron de acercar las poblaciones.

 

Sólo quedó humo

humo

una humareda.

 

 

 

 

III

 

El tiempo, confundido, se demoró en llanuras

lustró su pie en espigas de aire

se embriagó de polen, se quedó tumbado en mitad de la colina.

 

Sofocado, cálido, su mano dibujó

un mar bajo poesía muy deficiente

la luz se escondió tras una piedra delatora

primero fue un gracioso brillo

luego su columna vertebral se volvió etérea

el vapor, que antes brincoteaba disperso por el aire

se hizo nieve.

 

El tiempo llegó tarde

sin embargo los astros le guardaron un pesebre

los astros le cantaron un himno respetuoso

el alba construyó un collar para sus blancos pastizales

y la luna corrió en procesión hacia sus llanos tristes.

 

Marcado por la lumbre reposó intranquilo

dejó caer sus músculos pesados sobre el muelle

volaron luces, gaviotas ondularon

un marino respiró despacio y revisó el fruto de la pesca

sintió una presión allá en el horizonte

lanzó la red de nuevo, se abrió un abismo.

 

 

 

 

IV

 

Por la noche el mar trazó un orden sensible

un pez en lo profundo delineaba círculos

una lluvia de sal calcinaba el horizonte.

 

El tiempo lanzó a las brasas su memoria

volvió a sentir ternura por el faro solitario

por la arena tibia.

 

 El rey viejo estaba en calma

sabía que al caer la madrugada

podría comenzar una escritura.

 

Soltó una carcajada, se alzó una polvadera,

nació el infinito de la espuma lúcida.

 

 

 

 

V

 

Como un hastiado labrador reposó en sus límites

volteó debajo, miró sus piernas flageladas

sintió el desorden como un trueno

como el paso tumultuoso de una infantería cautiva.

 

El miedo le impidió detonar una teoría

sus rezos no llegaron porque no hubo dioses.

 

Pensó que lo vital se manifiesta por fragmentos

que la verdad  se encuentra entre resquicios

que nada ilumina para siempre

y que no hay fuerzas para alcanzarlo todo.

 

 

 

 

VI

  

Pasa un autobús, se escucha su motor enfriar los pastizales

un hombre se detiene en la orilla de un barranco

y observa que en el cielo hay una estrella

alza la mirada, se estremece, sabe que algo quedará.

 

Queda la sabia resistencia, la paciencia adulta

queda la tentación de subir y detenerse

y pisotear la agresiva enredadera

queda el miedo, el temblor en el vientre

queda la corteza de una falsa profecía

queda un dolor como constelación punzante

queda el principio cayendo desde lejos

queda dormir, dormir, dormir y levantar un espacio intermitente

queda un caldero que arderá de noche

queda dormir, dormir, dormir y levantar un puente

entre las luces y el cordón umbilical de la muerte.

 

Queda dormir, porque allá arderán los santos viejos

y arderá dios, cada vez más lento y nítido

queda dormir, dormir, dormir, mientras todo se termina

mientras cae la nieve sobre los mármoles de nuestras tumbas

queda dormir, dormir, dormir, mientras cae la nieve sobre el mar en calma

porque cuando algo se termina corren las liebres tras el cometa antiguo

queda dormir, dormir, dormir bajo el arrullo de una música

que nos abre la garganta, mientras nos pide, de rodillas

que no prosigamos la marcha.

 

 

 

 

VII

 

Sonido lúgubre, fuego inteligente

nada queda por hacer

sólo durar mientras se agrieta el árbol

sólo detenerse, ir cayendo

sólo pensar que el universo volará en pedazos.

 

Sonido lúgubre, fuego inteligente

abre los tejidos de este segundo tenso

para que mi voz llegue a tus oídos

y las constelaciones se abran para que circulen las estrellas.

 

Sonido lúgubre, fuego inteligente

no es el tiempo más que una hermosa geometría

noble y agresiva como el filo de una roca

tierna como la miel, lasciva como la espuma.

 

Sonido lúgubre, fuego inteligente

la noche tenía una dorada superficie, una lluvia exacta

un jardín abrumado de senderos

la noche era un imán jugando a los misterios.

 

Sonido lúgubre, fuego inteligente

todo se derrumbará de nuevo

templos, monumentos

hombres y ciudades.

 

Sonido lúgubre, fuego inteligente

la materia irá calmando sus temblores

la noche tejerá su sábana negra

para esconder el cuerpo de una ciudad muerta.

 

 

 

 

VIII

 

No tenemos tierras ni ropajes

virgen prófuga en el bosque oscuro

virgen cobijada con pedazos de recién nacido

no tenemos tantos brazos para contener tus mordeduras

virgen temprana y nocturna, de ti bebimos la lepra y el sadismo

no tenemos fuerzas para salir del agua

tu mano es un anzuelo ardiente

tu risa es una araña, virgen que nos acaricias

como a un niño ahogado.

 

Nos enamoramos de ti y nos humillaste

te reías como se ríe la muerte al dejar la mesa sucia

te reías como se ríen los dioses al lastimar a un perro

te reías como una perra sin dios

como una muleta rota

virgen loca, no tenemos fuerzas, bájate del columpio,

mécete sola.

 

 

 

 

IX

 

Joven maestro, tu piedad es débil

tu andar incierto por el atardecer rojizo.

 

Joven maestro, tú también estás desprotegido

tú también precisas de quién limpie tus heridas.

 

En casa los viejos tenían hambre, enfermaban

sin embargo dejamos los canastos y nos sentamos a escucharte.

 

Señor, déjanos ir, tenemos miedo

no queremos azotes, ni persecuciones nocturnas.

 

Señor, consuélanos limpiando de nuestra memoria

una porción de tus cenizas.

 

Ya nos has querido asesinar, tu miseria es grande

tus locos en las calles se arrastran de ternura

tus negros jinetes aún cabalgan en las pesadillas.

 

Joven maestro, aún hay esperanza

el alma la sorbimos a tragos de ceniza

entramos dormidos a la luz

y no fuimos despertados.

 

Huimos para temblar de hambre en las ciudades

para morir al alba, para estallar de pánico

para desenterrar a nuestros muertos

y cantarles salmos desdichados.

 

Joven maestro, no nos salvarás con flores

nuestros pulmones nunca fueron bienvenidos

en ésta tierra infértil.

 

 

 

 

X

 

Por la noche trabajaron los esclavos

comieron pan, bebieron vino.

 

Si son dignos serán crucificados

correrán por los senderos

pisoteando sus vísceras polvosas.

 

Joven maestro, déjanos tranquilos

deja que nuestro dolor escape de tu imperio mórbido

déjanos curarnos con nuestras propias mordeduras.

 

Ya somos adultos, ya nuestros oídos

tienen filtros para contener la espesura

de tu verdad leprosa.

 

Tu orgullo es pueril, tu piedad inútil

tu palabra turbia nos asfixia y el mundo renunció

a tu bondad falsa.

 

Joven maestro, señor de la misericordia

vivimos en las ciudades destruidas,

aquí no hay dioses

aquí sólo reina un ánimo que se calcina.

 

 

Datos vitales

Leopoldo Lezama Contreras (México D.F, 1980) es poeta, ensayista y editor. Ha colaborado con numerosas revistas, suplementos culturales y antologías al interior y exterior del país. Ha trabajado en el Fondo de Cultura Económica y en Random House Mondadori. Es coordinador del libro Perduración de la palabra, Antología de poetas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, México, UNAM, 2008.  Actualmente está a cargo del taller de creación literaria de la Asociación de Escritores de México y es colaborador de la Gaceta del Fondo de Cultura Económica.

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