Lo que pudo ser un mediodía nublado. (“Bestiario del perro” de René Morales)

Bestiario del perro René Morales  El poeta y ensayista Christian Barragán nos presenta la siguiente reseña sobre el primer libro del escritor chiapaneco René Morales, Bestiario del perro.

 

Lo que pudo ser un mediodía nublado

 

René Morales (1981) es una poeta desgarrado por la llama de la miseria. De la materia en estado de putrefacción, pero sobre todo de la estupidez del hombre. También lo habitan fuertes pulsiones de un erotismo marcado por el dolor y la pérdida, por el inevitable acaecer de la vida entrevista en su desnuda crudeza. Ajeno al bullicio, el resplandor y la psicótica limpieza de las ideologías dominantes en la moral actual, René Morales antepone un universo callado, sombrío, austero, donde la realidad transcurre entre actos menores, para algunos incluso vanos, que en su crítica devendrán fundacionales de nuestra realidad inmediata. Construida sobre espacios sórdidos, la estética ejercitada por Morales es cercana a las pinturas negras de Goya, los rostros deformes de Duras, los cuerpos aullantes de Bacon o, en la actualidad, los animales paralíticos con sus amos mudos y solitarios entre la muchedumbre de Alex Bolio. La escritura de René Morales, de este modo, puede ser expresada con los siguientes versos del Carlos Pellicer que señaló sin reparos la acción infame del hombre sobre el mundo, y no aquel otro, más conocido, que canta idílico la plenitud de la naturaleza: “Soy lo que pudo ser un mediodía nublado / lleno de pájaros muertos”.

            Bestiario del perro –ópera prima del autor chiapaneco– es, sin embargo, un libro inconsistente y débil ante el rigor contenido en un puñado de poemas entrañables. Y es que, en repetidas ocasiones, le gana al autor un sentido paternalista o excesivamente indulgente, cuando no se regodea en el sentimentalismo dulzón y barato que genera la acritud de la pobreza que también ha sabido expresar, y ahí radica su mayor conquista, sin prejuicios ni consejas. Porque si exhibe al perro como antítesis del hombre se aparece entonces vestido de sotana, y si eleva la condición errante y amarga del hombre impotente de su destino disfruta impostando la aspereza de los poetas malditos (avant la lettre). Pero Morales no es ni bendito ni maldito, y eso es lo mejor para su obra. Perdura, a pesar, la incertidumbre pendular de su posición restando las dotes de su figura –la de la obra y la del autor– propiciando en contraste la medianía del volumen y el aplauso distraído del lector.

            Evidentemente la razón de esta situación radica en las interminables versiones y reescrituras de los textos mismos, y en la paralela e infatigable selección, destrucción y  distribución del material a lo largo del conjunto. Hasta llegar a esta gris remembranza de la tradición mexicana: cordial, ecuánime, armoniosa, olvidando que la arcilla primordial de la visión del poeta es antipática, irreverente, desenfadada, violenta, descarnada e irritante de las buenas costumbres y el correcto hablar del hipócrita siglo veintiuno y su lastre ominoso. Hasta dejar fuera, finalmente, algunos textos inolvidables como “Los gatos” que formaba parte del primer cuaderno (Bestiario) en algunas publicaciones donde figura su autor. Hasta “asesinar” su poesía, inadvertidamente al parecer.

            Afortunadamente nada está perdido, al contrario. René Morales posee una voz mordaz cada vez que logra nombrar el mundo en su plenitud que es vacío. En su total desnudez que no es otra sino la opulencia de la carne expuesta sin velo: desbordante e informe. Igualmente perecedera; imperfecta en todos los casos. No puede, en consecuencia, referirse con prudencia y recato. Acaso con templanza. Con el gong preciso en que las cosas resuenan en su voz, y otra vez no porque él así lo haya elegido tanto como porque son de ese y no de ningún otro modo. Textos como “Cachorro”, suficiente para evidenciar lo dicho, “Palomas”, “Iguana”, “Nuestra relación con la lluvia (II)”, “La lluvia inexistente”, “La lluvia eterna” y el golpe certero en el plexo solar de “Nostalgia de la lluvia” lo confirman. Quedémonos, pues, con la verdadera franca y ronca voz del vate que traspone la vaguedad de la neblina que le rodea en este disminuido Bestiario del perro. Que aúlle “El cachorro”:

 

                        Me desperté como un cachorro

                        con los ojos pegados

                        y el aliento amargo.

 

                        Me desperté como un cachorro

                        con un cansancio enorme, la espalda hecha astillas

                        y las ropas oliendo a tabaco.

 

                        Me desperté con un llanto apenas dormido

                        que no podía escaparse por debajo de las puertas.

 

                        Me desperté buscando el costado de mi madre dormida

                        y sus girasoles lácteos,

                        gotitas sabor pastel

                        que me decían que seguía teniendo siete años. ~

 

Bestiario del perro, René Morales, Literal/Asociación de Escritores de México, col. Limón Partido, 2009, pp. 76.

 

Datos vitales

Christian Barragán (ciudad de México, 1985) es poeta, ensayista y artista multidisciplinario. Miembro del Consejo de Redacción de la revista Viento en Vela, del Comité Lector del International Board of Books for Young People-México y columnista de Literal. Textos suyos se han publicado en las revistas Tierra Adentro, Luvina, Periódico de Poesía, Crítica, Alforja, Metapolítica, Punto de Partida y Círculo de Poesía, además de los suplementos culturales La Jornada Semanal y Definitivamente jueves. Poemas suyos aparecen en la antología Mar de vértigos (AEM, 2008) y en el primer Anuario del Periódico de Poesía (UNAM, 2008). Es autor de De un oscuro oleaje, por el que mereció el III Premio Nacional de Poesía Joven “Gutierre de Cetina”. Es profesor de Arte y Creación Literaria.

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