Prólogo de El oro ensortijado. Poesía viva de México

El oro ensortijadoA continuación, la primera parte del prólogo de la antología El oro ensortijado. Poesía viva de México, la más reciente revisión de la poesía mexicana del siglo XX y lo que va del XXI. El texto corre a cargo de uno de los antologadores, Mario Bojórquez (Premio Nacional de Poesía Aguascalientes).

 

Introducción

 

 

El propósito de recoger flores y atarlas en un ramo, ya para regalar con su aroma y variedad, ya para alegrar en su colorida composición a la vista, ha sido costumbre antigua que aún se conserva; el enamorado reúne, en sentido figurado, aquellas prendas que habrán de ser obsequio de su más alta consideración y, atadas por fuerte cuenda, sugerirán a quien objeto sea de tal manifestación, la seguridad de los afectos y la indeclinable voluntad de expresar así su entrega. De igual modo en la poesía, el reunir diversas composiciones de distintos autores o épocas con el objeto de mostrar y compartir el tesoro de nuestras preferencias en torno a un tema, un estilo o una lengua, se le ha llamado desde la antigüedad, recoger flores, lo que quiere decir la voz griega antología. Aunque el propósito inicial haya sido el de preparar un ramo que por sí mismo pueda dar idea del jardín de donde ha sido tomado, la elección de sus componentes, el número, la variedad y sobre todo el efecto final de conjunto es lo que dará virtud de afortunado o feliz al ejercicio. Se entenderá por tanto, que cuanto más cultivado esté el jardín de donde provienen los elementos de la composición mejores habrán de ser las muestras de su cosecha.

En el año 100 a. de C. Meleagro de Gadara recogió en su Guirnalda a los más notables epigramistas de la antigüedad, trabajo que continuaría Filipo de Tesalónica en su Corona del 40 d. de C. y posteriormente, Diogeniano de Alejandría, quien en el 150 d. de C. llamará por primera vez a su reunión de autores Antología. El antecedente de guirnalda o corona sugiere el puntual vocablo que sería finalmente utilizado; desde esa época la palabra será recobrada, en su doble acepción: la de reunión y la de belleza. Después de Ciclo o Colección que propondrá Agatías en el 550 de nuestra era y que continuará Cefalas, regresará anónimamente en el 980 con el nombre de Antología Palatina, pues lo debe al hallazgo del manuscrito de 1600 en la biblioteca del conde Palatino de Heidelberg. La última modificación será la refundición de Máximo Planudes donde se agregan al corpus 388 composiciones quedando finalmente titulada bajo el nombre de Antología Griega.

Y al igual que de la palabra ensayo dijo Bacon, la palabra antología “es nueva, pero la cosa es vieja”, a su manera también el Antiguo Testamento es una suerte de antología, en lo particular, algunos de sus libros como el de Psalmos o el de Proverbios podrían caber dentro de esa clasificación, y en general muchos de los sagrados libros de Oriente. Los padres de la iglesia utilizaron la palabra Florilegia, para reunir sus reflexiones dogmáticas y éticas.  La idea de ordenar el legado de los antiguos poetas para que a través del tiempo la belleza siga iluminando el corazón de los hombres, es una constante civilizatoria en todas las culturas; en México contamos con el Popol Vuh o los  Huehuetlatolli, como muestras de esta misma intención.

Existen modelos de grandes antologías ya clásicos: las de Oxford que se han organizado en diversas lenguas, la de Roger Callois y Jean Clarence Lambert, que es un Tesoro de la poesía universal, A rosa do mundo que recientemente apareció en Lisboa, la antología Northon, en fin, cada una de ellas trata de agotar el tema que se propone estudiar. En el caso de México, las antologías de Gabriel Zaid son desmesuradas: sus propósitos abarcan todo lo que pueda ser considerado, si se propone hacer una antología de poesía mexicana,  como el Ómnibus de poesía mexicana, incluye lo impensable, desde las lenguas indígenas de México hasta los mensajes escritos en los camiones del siglo XX. Sus fuentes son infinitas. Además de las bibliográficas cultas, recurre a cancioneros y desde luego a la memoria, sobre todo en las coplas populares. Lo mismo una canción de la radio que un soneto religioso. Y en la Asamblea de poetas jóvenes de México recurre a un método novedoso inventado por él mismo al que llama antolometría, el cual establece que del universo incluido en una antología se habría de dividir entre los años comprendidos por las fechas de nacimiento de  los participantes, este método incluye una convocatoria pública a través de los periódicos. ¿Qué representa para un lector medio esta forma de organizar el legado poético de una nación? ¿Qué representa para un lector culto? ¿Podemos fiarnos sólo en el gusto del lector Gabriel Zaid? ¿O es la confirmación de lo que permanece en nuestra conciencia colectiva? ¿Existe un punto de referencia, además del hecho de que él los reúna, entre un soneto de don Diego de Sigüenza y Figueroa y una canción de cuna? ¿Existe un punto de referencia entre los cincuenta poetas nacidos en 1954 y que habían publicado al menos una vez en 1980 y el millón de poetas mexicanos que nacerán en el 2017?

El estudio de la poesía mexicana ha tenido la tradición de fijar el desarrollo de generaciones y estéticas desde el principio del siglo xx, con un recurso de investigación documental que al mismo tiempo analiza y propone maneras de comprensión de los procesos estéticos y culturales de un periodo: la Antología. Con la conocida Antología del centenario, dirigida por don Justo Sierra en 1910, magno proyecto que lamentablemente queda inconcluso por la lucha armada, así como la Antología de la poesía moderna firmada por Jorge Cuesta que renueva el discurso poético en el México revolucionario y principalmente la antología Poesía en movimiento elaborada por Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, en 1966, quedan fijos tres momentos fundamentales de nuestra historia literaria; este rasgo distintivo de los estudios literarios mexicanos, reside en el hecho de que no contamos con historias de la literatura que valoren y registren los movimientos literarios en México, el único trabajo reconocido es la Crónica de la poesía mexicana de José Joaquín Blanco; cuando se trata de estudiar, como lo hizo José Emilio Pacheco, al siglo xix o cuando don Alfonso Méndez Plancarte estudia a los poetas de la Nueva España, se deciden por una antología, y aún más, el pasado poético anterior a la conquista lo conocemos a través de las antologías preparadas por el padre Ángel María Garibay y don Miguel León Portilla. De igual modo, en nuestros días, sigue siendo este recurso de investigación el que mejor representa las características propias del género de la poesía en nuestras letras.

La primera experiencia en estos términos de búsqueda y organización bibliográfica y hemerográfica fue la Asamblea de poetas jóvenes de México de Gabriel Zaid en 1980, con un método que incluía la estadística y aún la convocatoria por medio de periódicos a participar, llamado antolometría, se reunió material de hasta 600 autores nacidos a partir de 1940, fecha en que concluye la selección de autores de Poesía en movimiento, quedando para su publicación todos aquellos poetas que habían nacido a partir de 1950 y hasta 1962, sumando la cantidad de 430 autores menores de 30 años, de esta primera reunión, o asamblea como bien hubo de llamarle su autor, han surgido los poetas de mayor renombre en la poesía mexicana actual.

La publicación de Poetas de una generación (1940-1949) de Jorge González de León, con prólogo de Vicente Quitarte, en 1981, significó el inicio de esta costumbre que al menos hasta dos generaciones posteriores ha fructificado, la de publicar antologías por décadas. Entre los autores incluidos en esa selección están: Marco Antonio Campos, Elsa Cross, Antonio del Toro, Miguel Ángel Flores, Evodio Escalante, Orlando Guillén, Francisco Hernández, David Huerta, Carlos Montemayor, Jaime Reyes, Max Rojas, Francisco Serrano y Ricardo Yañez. Todos ellos han continuado su labor literaria con la publicación de nuevos libros y la obtención de premios y reconocimientos a su obra. La antología preparada por Carlos Monsivais, La poesía mexicana del siglo XX, aparecida meses antes de la de Poesía en movimiento, y refundida en dos ocasiones ha incluido algunos autores de los cuarentas como David Huerta o Ricardo Yañez.

En 1988, Evodio Escalante publica Poetas de una generación (1950-1959), donde continua el ejercicio de Jorge González de León, e incluye entre otros a: Luis Miguel Aguilar, Efraín Bartolomé, Alberto Blanco, Coral Bracho, Héctor Carreto, Ricardo Castillo, Sandro Cohen, Luis Cortés Bargalló, Margarito Cuellar, Jorge Esquinca, Kyra Galván, Eduardo Langagne, Pura López Colomé, Fabio Morábito, Vicente Quirarte, José Luis Rivas, Silvia Tomasa Rivera, Jose de Jesús Sampedro, Francisco Segovia, Javier Sicilia, José Javier Villarreal y Verónica Volkow. De este periodo destacan, además de la de Escalante, otras antologías como Con sus propias palabras de Eduardo Langagne, La sirena en el espejo de Manuel Ulacia, José María Espinasa y Víctor Manuel Mendiola, Palabra nueva: Dos décadas de poesía en México de Sandro Cohen que incluye autores nacidos entre 1940 y 1958. Finalmente, un trabajo muy recomendable es el de Susana González Aktories, Poesía Joven de México, publicado en Paraguay y que reúne autores nacidos entre 1950 y 1960.

Juan Carlos H. Vera publica en 2004, Eco de voces (Generación poética de los sesentas) un tomo importante que reúne a cien autores nacidos entre 1960 y 1969, con estéticas y desarrollos distintos en sus carreras literarias, se incluye en esta visión a un número muy importante de autores, el principal cometido de este trabajo es el de registrar en sus últimas consecuencias el trabajo y los nombres de los poetas nacidos en esa década.

De las generaciones de poetas nacidos en las décadas de setentas y ochentas, apenas han surgido esbozos que tratan de organizar estos periodos, me refiero al que realizó Alí Calderón para la revista Biblioteca de México de los nacidos en setentas y al que junto a Iván Cruz preparó para la revista Alforja de poesía de los años ochentas, o  bien, el de la revista Blanco Móvil preparado por Mario Bojórquez y Jair Cortés que va de 1964 hasta 1985, sin embargo, otras antologías han registrado algunos autores nacidos en este periodo: El manantial latente de Hernán Bravo Varela y Ernesto Lumbreras, Árbol de variada luz de Rogelio Guedea, Más vale sollozar afilando la navaja con prólogo de Eduardo Langagne, Un orbe más ancho 40 poetas jóvenes (1971-1983) de Carmina Estrada y La luz que va dando nombre de Alí Calderón, Jorge Mendoza, Álvaro Solís y Antonio Escobar, la cual incluye a más de setenta poetas nacidos entre 1965 y 1985. Con esta última antología (apareció en noviembre de 2007), se rompe decididamente la idea de las generaciones de diez años con el argumento de que las obras de los nacidos en los veinte años que van de 1965 a 1985 conviven en los mismos espacios de publicación e incluso que comparten visiones y estéticas entre sí, además esta antología hace hincapié en la obra de los autores y no en su carrera literaria, se dice pues que es una antología de poemas y no de poetas y su división al interior del libro se basa en los distintos lenguajes literarios utilizados: Connotación de sentimientos, trabajo del significante, neobarroco, imágenes de la naturaleza, humor/ironía, automatismo y slang citadino. Finalmente, esta antología se basa en la descripción estructural para delimitar una propuesta estética.

Dos trabajos relevantes de esta época han sido los registros anuales que han preparado las editoriales Planeta en su sello Joaquín Mortiz y la del Fondo de Cultura Económica, la primera titulada Los mejores poemas mexicanos y la segunda Anuario de poesía, así como una singular y novedosa antología de carácter crítico publicada por el Fondo Editorial Tierra Adentro, A contraluz, poéticas y reflexiones sobre la poesía mexicana reciente organizada por Rogelio Guedea y Jair Cortés. A estas sumaremos algunas antologías realizadas en otros países por autores nacionales o extranjeros y aún en otros idiomas, como el francés, el inglés o el portugués.

Este es el instrumento que la poesía mexicana ha elegido para registrar y evaluar críticamente el desarrollo de sus generaciones, Poesía Viva de México, reconoce esta tradición al tiempo mismo que se rebela ante la idea del uso de la antología como vehículo de legitimación de un discurso o de sus implicaciones sociológicas, trata, en lo posible, de dar un testimonio de la poesía que nos ha sido dado leer y recobrar como un tesoro íntimo que ahora se comparte con los lectores del mismo modo que un enamorado regala flores a su amada.

 

La antología El oro ensortijado. Poesia viva de México se presentará en el marco de la Feria del Libro de Minería el próximo domingo 21 de febrero a las 3 de la tarde en el auditorio 3. Contaremos con la presencia de distintos autores incuidos.

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