Entrevista a Francisco Véjar

Francisco Véjar

A continuación presentamos una entrevista que Mario Meléndez hace a Francisco Véjar. Critico literario, antologador, colaborador permanente de Revista de Libros de El Mercurio, amante obsesivo de la poesía francesa y el jazz, este autor es una de las figuras más destacadas y lúcidas en el actual panorama de la literatura chilena.

 

FRANCISCO VÉJAR:

“Si uno no conoce a sus antepasados, no es nadie”

 

 

Has hecho una apuesta de vida en torno a la literatura que es digna de mencionar ¿Cómo conviven en ti la docencia, la critica y la creación? y ¿De qué manera es posible generar estrategias de supervivencia para abrirse paso en una sociedad donde la poesía es un elemento netamente desechable?

 

Bueno, impartir el conocimiento que se ha adquirido durante años, es saber que lo que uno ha hecho, tiene sentido. Por ejemplo, tengo verdadera devoción por la corriente secreta de la poesía chilena. Entonces encuentro a autores como Jaime Rayo, que pese a morir a los 26 años, alcanzó a publicar Sombra y sujeto, en 1939. Por lo mismo, perteneció a la generación del 38. Miguel Serrano lo recuerda en su libro Ni por mar, ni por tierra. Es un poeta metafísico que finalmente se suicidó. Otro poeta que recuerdo al azar es Boris Calderón, muerto de un tumor cerebral a los 28 años. Fue secretario de Pablo de Rokha y publicó El libro de los adioses, en 1956. Ahí tenemos dos poetas olvidados que valdría la pena rescatar. Creo que es imprescindible conocer la poesía chilena, para después comprender lo que se ha escrito en otras latitudes. Si uno no conoce a sus antepasados, no es nadie. Ya lo dijo Jean Arthur Rimbaud, en el siglo XIX: “Si avanzamos, por qué no retroceder”. Con todo, nunca pensé que las lecturas y conocimientos que pude adquirir de la literatura universal, sería mi gran capital para ejercer el periodismo cultural, como lo he hecho en Revista de Libros de El Mercurio, entre otros medios escritos. También hago talleres y clases de literatura en la Universidad del Desarrollo. Además del trabajo con editoriales. Por ejemplo, la Antología de la joven poesía chilena (2003) fue hecha a petición de la editorial Universitaria. Dicha antología contiene lo medular de la propuesta de Raúl Zurita, en Cantares. Claro que el prólogo de esta última es tan feble que se transforma en lápida del libro. En síntesis, me he desplazado por diversos géneros literarios que se han traducido en obras publicadas.

 

“Fluvial” y “La fiesta y la ceniza” señalan un arco de más de veinte años de creación. ¿Qué elementos nuevos vislumbras o incorporas en tu estética a partir de textos como “Canciones imposibles”, “País insomnio” y “El emboscado”?

 

Es cierto, ya son más de veinte años de creación. Lo bueno es que, sin proponérmelo, hay una coherencia de unidad entre Fluvial, publicado en 1988 y La fiesta y la ceniza, editado en la colección El poliedro y el mar, de ediciones universitaria, cuya aparición fue el 2008. En el fondo, siempre me alimenté del paisaje. Como diría Gerard de Nerval: “Yo persigo una imagen, nada más”. Pero, esa imagen tiene que estar cargada de sentido y sonido. La naturaleza también es fundamental en mí. Por eso en mi poesía aparece lo urbano, pero mezclado a las raíces de los árboles que levantan veredas y reclaman lo suyo. También está el sentimiento de extrañeza ante toda esa multitud de máscaras que uno no alcanza a descifrar. Por su puesto, la costa central de Chile no está ausente de esta trama poética. La poesía es emoción. Sin emoción, no hay poesía. Así mismo, las vivencias, las obsesiones, el jazz, el amor y la muerte son las directrices de toda mi obra. Me gusta la idea de Ernst Jünger, en La Emboscadura, donde dice que el emboscado busca el bosque en la ciudad y también en el desierto. Al parecer, ese emboscado no huye del mundo, sino se interna en su alma para conectarse con lo primigenio. Siento que hay una evolución en mi poesía. Me gusta que el poema sea como una pequeña historia que uno plasma en el papel. Una historia que está pensada para otro que me sobrevivirá en el tiempo. No lo conozco, pero él o ella me conocerá. Este se ajusta a lo que afirmaba el poeta francés Jacques Prévet: “Todos nos parecemos siempre a alguien que se nos parece”. Por eso la poesía es un lenguaje universal. En el poema Escrito encontrado en una mesa del restaurante Miramar (Quintay), perteneciente al volumen de El emboscado, exploro, a partir de un homenaje al poeta austriaco Georg Trakl, lo que denominaría como metafísica. Quiero profundizar en esa veta como me lo señalara Dave Oliphant, poeta y traductor de Nicanor Parra, en Estados Unidos.

 

La entrega del Premio Nacional de Literatura siempre origina diversas controversias y expectativas en un colectivo que, a la vez, propone o censura a tal o cual candidato. Si pensamos en los errores históricos del galardón que omitió a creadores tan notables como Huidobro, Lihn o Teillier, debiéramos asumir que el Premio está lo más ajeno a la obra, y que una serie de elementos secundarios gatillan con mayor eficiencia a la hora de otorgarlo.

 

El Premio Nacional de Literatura es parte de la farándula. Es un premio político y no literario. Es triste ver a personajes que fueron detractores del galardón y después, uno los percibe como esbirros del capitalismo salvaje. Parecen limosneros del Paseo Ahumada que reciben las migajas del sistema. Lo resumo en dos palabras: vergüenza ajena.

 

A tu juicio ¿Cuánto hay de falacia y vanidad en la poesía chilena actual?

 

Hoy en día existe toda una generación maquiavélica, y creen que el fin justifica los medios. Pero ¿Cuál es el fin para ellos? La fama mediática y el lucro. Son el desaguadero de la farándula. En Chile ya no hay vida literaria, lo que hay es un reality show. El problema es que esto corresponde a una descomposición social del país. Tenemos los índices más bajos en términos de cultura con respecto a otras naciones de América Latina. Ahora bien, los verdaderos poetas no siguen normas ni partidos, como diría Dylan Thomas. Creo que hay islas que sobreviven a la catástrofe: Julio Espinosa, Sergio Rodríguez, Jaime Luis Huenún, Javier Bello, Damsi Figueroa, entre otros u otras. Pero más sabio que nosotros es el Eclesiastés. Allí se afirma: “Vanidad de vanidades. Todo es vanidad Nada nuevo bajo el sol. Las generaciones vienen y van, sólo la tierra permanece”. El que no entiende que la poesía es espíritu y una búsqueda del inconsciente, no es más que un patán. Según Freud, hay tres tipos de narcisismo. Dice que el primero es necesario para sobrevivir, el segundo propio de los artistas y el tercero correspondería a la categoría de lo patológico. En este último, estarían muchos de quienes hoy escriben en Chile.

 

En la última década asistimos a la irrupción de una poesía emergente nacida al amparo de circuitos universitarios y de ciertos talleres capitalinos. Da la impresión que dichos creadores fueran las únicas voces válidas o tal vez ésa es la señal que proyectan.

 

Me quedo con lo que me dijo Enrique Lafourcade en una conversación telefónica: “Mire, de toda esta gente que se gana los premios y los puestos políticos y que están en la palestra, no va a quedar nada”. Actualmente los premios están viciados. Por otro lado, existe el plagio como el caso de Sergio Parra que, incapaz de escribir algo propio, copia a diestra y siniestra. Lo curioso es que gente que se estima seria, me refiero a ciertos académicos, creen que están frente a algo novedoso porque no han leído la poesía inglesa ni norteamericana contemporánea. Con ignorancia ejercen la docencia. El problema es que confunden a los lectores. Creo que entre los jóvenes poetas que suenan tanto hoy en día, hay muchos poetastros ansiosos de poder. Algunos escriben en la prensa amarilla, vendieron su alma a la farándula. Entonces, la pregunta es ¿son realmente poetas? Insisto: “Bajo una misma lámpara, unos escriben poemas y otros falsifican monedas”.

 

Pienso en los poetas de provincia, y por lo mismo en Teillier, Martínez, Cárdenas, Barquero, que hicieron del oficio y de sus vidas algo digno de ser compartido. Y, por otro lado, tanto oportunismo y distorsión que campea en el medio literario hoy en día.

 

Curiosamente gran parte de estos creadores vinieron de provincia. Muchos de ellos pagaron con su vida la calidad de poetas. Pienso en Teófilo Cid, Jorge Teillier, Alfonso Alcalde, Rolando Cárdenas, Juan Luis Martínez, entre otros. Y ¿con quiénes se identifica la juventud? Pues con ellos. Lo que me impresiona es que va desapareciendo lo genuino, para dar paso a la impostura. Le hace falta cierta higiene al parnaso chileno.

 

Tú más reciente libro se titula Los Inesperados (Tajamar Editores, 2009). Son una serie de crónicas que incluyen a Jorge Teillier, Claudio Giaconi, Rolando Cárdenas, Nicanor Parra y Raúl Ruiz. ¿Qué nos puedes decir al respecto?

 

En fin, son una especie de memorias de veinte años en la literatura chilena. Y por supuesto, están mis amigos con los cuales viví momentos inolvidables. Por ejemplo, con Nicanor Parra en su casa de Las Cruces. Abría la muerte y le preguntaba: “¿Cómo está? Y respondía recitando de memoria el diálogo del sepulturero del Hamlet de Shakespeare y luego venía la traducción simultánea a la lengua castellana. Además, de observar su manera de enfrentar la literatura. Hay otros que están muertos. Entonces al escribir estas crónicas sentí que volvía a conversar con Giaconi sobre el Oblómov de Goncharov o con Cárdenas y su afición a poesía de Saint – John Perse. También hay anécdotas, risas y lágrimas. Ahora bien, logré con este libro velocidad narrativa, tratando de alcanzar frases cortas a lo John Fante, el maestro de Charles Bukowski. Es en definitiva un legado para las generaciones venideras, pues ellos no tendrán la oportunidad de conocerlos. Para terminar transcribiré lo que dijo Miguel Laborde acerca de este libro: “Son 14 autores – dos veces siete-, con los que ha tenido una relación personal que aquí ingresa a la literatura. Es un backstage de nuestro sufrido mundo literario en estas décadas recientes, un documento de interés histórico y sociológico”.  

 

 

 Datos vitales

Francisco Véjar fue incluido en la antología “Nuove Poesie D´amore” a cura di Angela Urbano (Crocetti Editore, Italia, 2010). Entre los autores que figuran están: Wallace Stevens, Gerardo Diego, Czeslaw Milosz, Miguel Hernández, Odysseas Elytis, Alejandra Pizarnik, Francisco Véjar y Gonzalo Rojas, entre otros. Hay sólo dos chilenos.

También puedes leer