Foja de Poesía No. 245: César Arístides

César Arístides

Presentamos a continuación un acercamiento a la poesía de César Arístides (D.F., 1967). Es poeta, editor y reseñista literario, ha publicado, entre otros: Duelos y alabanzas (2002), Evocación del desterrado (2003), Murciélagos y redención (Premio Latinoamericano de Poesía “Benemérito de América”, 2004).

 

 

SEMEFO

 

 

Quisiera lanzar mi voz como sudario

sobre la pedacería de tu muerte

 

RAINER MARIA RILKE

 

 

I

 

me lavo las manos con la sabiduría del alcohol

sumerjo los temblores en la palangana

y prendo con el furor del parpadeo

una brasa carnívora al criterio del frío

admiro con el astil duro el cuello femenino

la sal negra sazona la excitación

mi lengua busca en los poros

una luna viuda de tactos solares

recorro los vellos los aliso los relamo

mientras la cueva es oreja en espejo

legumbre que grita terrible silencio

vigila con envidia imperturbable

las  albricias arrogantes de mi hisopo

el semen asustado es licor de los hastíos

 

 

 

 II

 

se despereza el riachuelo del cuerpo destrabado

reduce su tímido caudal

cadera de muchacha en el yerbajo

y extiende su delectación en la difunta

taciturno me arrojo al despeñadero

a unir la sangre con la piedra

los fragmentos del arco iris

todo esto son mis dedos empapados

garfios de un buque herrumbroso

obstinados en varar sobre la huella del estío

 

 

 

III

 

me envenena el agua metálica de su paladar

y los breves labios de sus muslos

descaradamente ennegrecidos

el tacto es sueño con olor a marea

encerrados en la habitación

las velas de los barcos

configuran un himen espectral

el viento con su lengua rumorosa

empuja para varar en la desesperación

brilla altivo el escalpelo

debo cortar mi lengua

que en sus cavernas penetra

para jamás decir su nombre

todavía retumba con su sal avinagrada

el cuerpo de hielo en páramo de acero

 

 

 

IV

 

la pulpa femenina

se adhiere a mi lengua apesadumbrada

demonio y ausencia comulgan

sobre un jugo frío de pupilas ahogadas

una vulva muda que fractura las estrellas

en el desfiladero congelado

arbustos que olvidaron el vértigo

árboles entumidos del estío

aguardan impasibles

en la esbelta la madrugada

 

 

 

V

 

puedo separar la incertidumbre de las piernas

y ese ojo sexual colérico

reclama con un chasquido

su pupila seca es duende disecado

la sangre detuvo su peregrinación

y rezonga ante mi embestida

concedo algo de vida al final de la jornada

sangre blanca destinada a ser licor

lubricar el cofre del invierno

antes de ser enterrada

 

 

 

 VI

 

cuando me alejo

marco en la campiña de esta mujer

un reflejo palpitante

las ramas separadas son una higuera yerta

sus praderas fueron labradas por mis dientes

conservaré a perpetuidad

la imagen hermosa de esta dama con pechos de nubes

que sueña los proverbios del infinito

extenuada en el anfiteatro

la miro para despedirme

y muerta sonríe

aunque secas lágrimas

han tatuado su amargura perpetua

 

 

 

 Astillas de mi biografía

 

no sé por qué esta noche de tibia depresión

recuerdo que tuve una novia frágil

su sangre era combustible delicado

me encendía cautelosa

después nada me contenía

la vida era un jardín de nardos

hermoso en su bondad de flores

me ofreció un semblante níveo

yo amaba la transparencia de esa mujer

sus diecisiete años delgados y mustios

la piel blanca y su hermosa frente de panteón

para vivir sólo pedía la escalera de su espalda

abrir sus muslos con besos tan amargos

mientras ella balbuceaba una plegaría

recitaba su leal desesperación

 

muchas veces amenacé abandonarla

le reprochaba su ensoñación

la amargura de su letra y la dulzura

que se mecía entre sus párpados

sobre las almendras de sus pechos

ella lloraba y sus mejillas eran un chopo de cereza

mordía mis rodillas alucinada

con el desconcierto de un ciego

yo clavaba mis uñas en su nuca

y al acercar el rostro a mi pecho

sus lágrimas embellecían las ventanas

 

ella era mi ansiedad y el oratorio

la perdonaba por dejarme vivir

bajaba al bosque nuevo de su cuerpo

para invocar la cocaína

ella en la cumbre era purísima

soportaba la lengua bifurcada

el lenguaje de la incineración

trababa mis mandíbulas mi leal hechicera

y yo olvidaba su nombre

la estela y la bruma

sólo existía su orquídea cremosa

un trepidar de carne inolvidable

 

siempre  quise dejarla dormida

aunque estuviera inconsciente

su cabello parecía encarnar

ondulante y cínico

en su boca entreabierta

el calor de su cuerpo

desmenuzaba mis anhelos

la botella inconmovible de tequila

era el único recurso para sembrar el paraíso

la droga entre sus labios cruciales

era una ofrenda  ultraterrena

mientras en el alba soporífera

alucinada pronunciaba mi nombre

 

cuando volvía sola de sus travesías

reflejaba en su semblante una llanura

un cúmulo de arena que tragaba su cordura

perdía con la desesperación el silabario afectivo

pero su sequedad de flor no me importaba

yo amaba sus hombros y sollozos

cuando se sentía tan cerca de mí

tan llena de precipicio

 

la lluvia impetuosa de su boca

el ombligo y sus caderas conmovedoras

eran jugo de bosque en llamas de celo

sobrevivíamos para darle rumbo a la amargura

pero ella me abandonó en agosto

qué dolor qué profunda astilla en mi desolación

ella se alejó de mí cuando yo alcancé agobiado

el sabor a lodo del medio siglo

 

 

 

Lagarto

(fragmento)

 

A Mariana Alfaro

 

arrastro mi lujuria a tu maleza

febril que se despliega rubicunda

con su miel de macábrica pureza

me escalda su mandrágora fecunda

que colma su acidez con la belleza

feraz de una canícula profunda

donde encajo mi músculo drogado

de siniestro lagarto fascinado

 

tu cuerpo es el pan que colma el miedo

muerdo su fragor reverdecido

la ternura que se abre paso al día contrito

al atardecer con aguacero y rencor y postilla

en tu fosa mi hartazgo se volvió relámpago

y con los pájaros los cuadernos enfermos

la música intoxicada y las espinas

volví a creer en la resurrección

cosido a mis difuntos y sus preces

a mis muertos y sus greñas de lumbre

eres la hogaza tibia y el alcohol permitido

el esplendor lluvioso en tus ojos infantiles

navegar en tu vientre ya no es profecía

pues lentas mis manos esculpen un salmo

en la tersura de tu espalda la marea

el abismo donde se coagula febril la ceniza

 

ansioso por yacer en tu cadera

morder tus privilegios el arbusto

la pelvis tu malévola caldera

que elevan los relámpagos del gusto

febril de desmayar en tu paradera

dirijo mis pesares siempre adusto

perverso carcomido por tu celo

destrabo tu acidez de terciopelo

 

bestia de escombros y delirios

me arrastro sin dios por las hogueras

injerto de locura alabo tus jugos veniales

terco en los pozos y la hiedra

remuerdo los pliegues de tu grito

la noche escalda nuestras sombras

gime la arboleda entre tus muslos

arrobaste la negrura de mi canto

la melodía quebrada de mi paso vacilante

no hay más fuente que tu boca

más látigo incendiado que tu curva sediciosa

las estrellas en mi espinazo de lagarto rencoroso

son perlas de licor almendrado por tus brazos

cuánta luna pordiosera en el estanque cuánto néctar

turbados con la carne calcinada

me hundo en el sofoco de quebrarte

 

  después de la tiniebla las bondades

eróticas que cedes a mi duelo

rabioso de las pérfidas maldades

resplandecen intensas hasta el cielo

en mí crujes tus besos son el Hades

que templan la amargura en el desvelo

añoro la fragancia de tu cumbre

lagarto soy rabioso tras su lumbre

 

 ningún libro sabe tu nombre

todas las madrugadas maduran tu ausencia

siento tan cerca el aliento del miedo

y me besa mortifica su rayo de angustia

cuando la luz susurra un nuevo día de soledad

la bruma del espejo me sorprende más ahogado

y la hermosura de mis rugosidades caen y callan

se desmoronan con tu nombre

con tu sabor a almendra que delira

caminan los días a paso tan medroso

me arrastran en la humedad de la aflicción

soy lagarto despedazado que sangra tus manos

mis lágrimas son el filo de la evocación

añoro la serenidad de tu sonrisa

y ante el abrazo sincero de la ausencia

entierro mis colmillos en la almohada

 

 

 

 Letanía de la Ciudad de México

 

Soy esta ciudad abotagada

histérica en la lluvia que la prende

anemia sola que ladra y gime

envuelta por el pudridero de la catedral hastiada

 

Soy esta ciudad taciturna y miserable

susurro de alcantarillas a postes desnutridos

podrida semblanza del amor y sus mártires

agobiada en su ritmo de rata que canta

 

Soy esta ciudad donde solo brilla el adiós

y los autobuses son féretros convulsos

donde mis lágrimas se atoran en aparadores

imploran la nube vestida de novia enferma

 

Soy esta ciudad de alcoholes viejos

enfermedad mental de ilusiones y avenidas

donde el oxígeno púrpura es flor rendida

y la mirada concupiscente de los amantes está muerta

 

Soy esta ciudad mareada en residencias húmedas

donde las manos son campanadas que zozobran

y los besos son ventanas pesimistas

beben luz agrietada y abandono

 

Soy esta ciudad que huele a misa de homicidios

erguida en el aleteo violento de la fascinación

incertidumbre de perra frente a la discordia

cada peldaño viejo es uno de mis huesos

para descender al miedo

y saber que en la aurora no hay rumbo

 

Soy esta ciudad deplorable

madriguera de amapolas que purgan su anhelo

cada sílaba rota erige los puentes besados

tramos de orfandad epístolas mojadas en el ensueño

 

Soy esta ciudad eternamente oscura

ladera crispada barraca y crucifijo

naufragan sin verbo en los canceles

mío es el cordero pero está gangrenado

y sonríe mientras dice al oído su plegaria de espejo

 

Soy esta ciudad a la que llegamos a pudrirnos un poco

a sentir la saliva escabrosa la escarcha que rasguña

condolida en el gemido

quieta en la punta criminal de ojos pardos

 

Soy esta ciudad donde la puta lluvia es soledad

encarno el rencor la blasfemia el tarascazo

las grietas de sus muros son mis palabras

parda sinfonía que ofrece su decoro

para enhebrar la espalda tersa y el aroma del odio

 

Soy esta ciudad derrotada

sangre que se mezcla con la perplejidad

el engaño la miseria de mis ansias

para volver el rostro a los periódicos

y saber que en la gloria del ultraje

duerme el cianuro del nuevo albedrío

 

Soy esta ciudad epiléptica

donde el zapato roto remuerde la confusión

y las camisas alegres de los muertos

buscan a Dios en el resentimiento

tras los postigos del el amor percudido

 

Soy esta ciudad que no saben leer los arcángeles

y desprecian las luciérnagas que no fueron leales

hipnosis de mujer trastornada

que niega la conjura de mis párpados

crezco entre los arbustos y su arcada

a la orilla del fulgor silente de las niñas

 

Soy esta ciudad que muerden los desesperados

cada puerta vetusta es una alabanza gris

en mí no anida el perdón la gracia ni la esperanza

umbría en los amaneceres

yergo la intoxicación y el olvido

 

Soy esta ciudad sin posibilidad de redención

que se apaga por un lento desprecio

para dejar el rostro quebrado y la herrumbre

la mirada fosca del ensueño devastado

el clamor torcido en el beso que niega su gracia

y la paloma petrificada en la culpa

soy esta maldita ciudad que tanto amor desgarra

 

 

 

 Vuelo

 

Taciturna voluble golondrina

se revuelve feliz por el castigo

lubricada transfórmese en el higo

presuntuoso en mi lengua serpentina

 

Primorosa se aloja coruscante

interpuesta al reclamo de los nervios

al festín prodigioso de los ciervos

por lo ardiente turbados del diamante

 

En mi vientre las alas son el agua

del rencor imbatible y descarado

pertinaz voluptuoso en las condenas

 

desafiante al bullicio de su fragua

que presume el prodigio lastimado

su corcel de navaja sin cadenas

 

 

 

Flores

 

Mi sed esclavizada a las ceñidas

tersuras del verdor que facilitas

desata mis epístolas malditas

al ver tus acrobacias redimidas

 

Detesto la elocuencia de las flores

que aguardan extenuadas en jarrones

siempre celosas de tus agrios dones

soberbios frente al rayo y sus licores

 

La savia se resbala en las arterias

del cuerpo ensimismado y lo sacude

pondera los augurios del tormento

 

invoca el esperpento a las histerias

floridas del demonio y despercude

la fiel declaración de su instrumento

 

 

 

 Estanque

  

A Carolina Mundo

 

Desolada la barca surca la tristeza

recorre el sentimiento demacrado

navega astuta y sigilosa

desborda trémula fértil oquedad

inflamados tus labios

acarician semblanzas miserables

y humedecen fundidos a la codicia

la seda de la perdición

avanzan obstinados en el ladrido oscuro

por la epifanía lapidada

son lumbrera pero está rendida

en mis manos de licor decadente

en los dedos que cogen al fruto

y a los gusanos asustados

mientras la luna escindida

flor violeta en el desánimo celeste

envidia la clarividencia de tus bordes

 

Tu boca es hiedra que danza

drama frutal en la reverberación

soberbia de la timidez

hinchada de prodigios y pecados

se yergue veleidosa sobre los pantanos

engaña mi rumbo acaricia la tribulación

el dulzor de sus tremores

es reminiscencia de mi lengua

pozo donde las luciérnagas

eligen el festín y su morada

 

Cerradura de infernal lubricación

concédeme las islas

salva vaporosa en tu aposento

mi libélula sedienta por tu asombro

no olvides que soy alma de pantano

y cerca de ti los astros son mordaza

resecan mi caída fragante

bóveda en llamas leal deseo

resguarda mi sedimento

la astucia del enhiesto desamor

 

Mientras Dios duerme medita el odio

cruza helado el sabor del labio

el viento por tu risa golpea las celosías

destroza el camino la sed los privilegios

llave de agua y sal oscura

déjame abierta la tolvanera

palabra que a los confines estremece

mas a la arcadia erguida por los nervios

calamitosa y cobriza

no logra sosegar su castidad

 

Navío en ajenjo y añoranza 

predicción sobrecogida

sé decir tu humedad prosternada

oleaje petrificado en la ventana

donde los destellos sacrifican la maleza

y los días apenados por su encomienda

le dan enmohecidos al cristal

el rubor inútil de la vara

 

Las palabras perdieron el rumbo

catedral es pocillo salmo mendrugo

la hierba describe aguacero violeta

llorar tus rodillas y clavículas

es carcajada infinita de bruma

cierva subversiva en oscuridad candorosa

tu boca pervierte y templa

nombra al ataúd buitre sobre el limo

al temor que arrastro león misionero

relámpago es mi ofuscación

madreselva la turba

carcome el corazón de la tormenta

 

Pero la noche envidia la tenacidad

y de nuevo me arroja al charco lesivo

besa mi frente el escarnio en mi cuello

ofrezco el colmillo a su tórrido vientre

gentil pedrería de yerto consuelo

absorbo abrumado la tímida espalda

su queja el graznido los pasmos del frío

y chupo aturdido pezones acerbos

orillas del asco la tromba y el Diablo

que pardos incitan ahorcan la duda

y en pleno derrumbe trabado en la argucia

cálida perla furtiva errabunda

hastiado por jugos condenatorios

azor redimido pálido cinismo

de tus músculos depilados

el vinagre impasible sollozo

 

 

 

Súplica

 

Las lágrimas muy cárdenas del párvulo

son céfiros y dádivas litúrgicas

mas lóbregas en cántaros quirúrgicas

luciérnagas al púrpura sonámbulo

 

Epístolas tan cáusticas son brújula

del trémulo misántropo sus frágiles

y pródigas incógnitas en ágiles

canéforas dan ánforas y cúpula

 

La súplica es artífice del tímido

murciélago de cálidas parábolas

pirámide de elíxires y lóbregas

 

tarántulas impúdica su lívido

florífero en el céfiro a mandrágoras

inyéctales diabólica sus cóleras

 

 

 

 Anhélito

 

Vorágine en la frígida de sádica

caléndula pues núbiles depósitos

salínicos y vértices son tácitos

opúsculos de atmósfera benéfica

 

por dátiles quirópteros y tétricas

libélulas que en pócimas de férvidos

cadáveres tan lúbricos y pávidos

sus bártulos son glándulas esféricas

 

Y anhélito en retórica de bálsamos

cual lágrimas de gárgola nostálgica

al sátiro solícito filántropo

 

muy diáfano entre férulas y cártamos

telúrico en la náyade más trágica

sorpréndelo malévolo licántropo

 

 

 

Datos vitales

César Arístides (Ciudad de México, 1967) es poeta, editor y reseñista literario, ha publicado los libros de poesía: Umbrales de la rabia y la convalecencia (1998), Duelos y alabanzas (2002), Evocación del desterrado (2003), Murciélagos y redención (Premio Latinoamericano de Poesía “Benemérito de América”, 2004), Labios del abismo y la fractura (2007) y De la vida retirada (2009). Realizó las antologías, Bestiario Inmediato. Muestra de poesía mexicana contemporánea (Ediciones Coyoacán, 2000), Vuelta a la casa en 75 poemas (Planeta, 2001), El cisne en la sombra. Antología de poesía modernista (Alfaguara, 2002) y Sólo vinimos a soñar (Punto de Lectura, 2006). Es coautor de las antologías: Más crueles son tus ojos: Antología poética del romanticismo hispanoamericano (con Francisco Hernández, Alfaguara, 2004); Cartas inolvidables de la literatura universal (con Leticia Quiroz, Planeta, 2004) y 99 Poemas mexicanos de amor (con Leticia Quiroz, Grijalbo, 2007). Su trabajo poético se incluye en diversas publicaciones de México y España. En 1993 obtuvo la beca de Poesía del Instituto Nacional de Bellas Artes, y en 1998 y 2000 las becas de poesía del Programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha sido jurado en concursos literarios convocados por el INBA, la UNAM, Alfaguara Infantil y la SEP, entre otros. Desde 2005 forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

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