Foja de poesía No. 281: Juan Miguel Pérez Gómez

JUAN-M~1Presentamos la poesía del escritor tamaulipeco Juan Miguel Pérez Gómez(Nuevo Laredo, Tamaulipas, 1975). Ha merecido, entre otros, el Premio de Literatura del Noreste Juan B. Tijerina, 2004; el Premio Estatal de Poesía, 2007 y el Premio Estatal de Narrativa, 2007.

 

 

 

A flor de piel (1999)

 

7

Tus senos son dos lunas
enterradas en tu pecho.
Los giro
para mirar su lado oscuro.

 

 

10

No es hacer el amor.
El amor ya está hecho.

Es sólo

que le damos forma.

 

 

16


Un racimo de uvas negras
cuelga en tu entrepierna.
En mi saliva se advierte
una sed de ti
y en mis ojos
una anticipada borrachera. 

 

 

19

Toda tú

un manjar suculento,

una pista de baile,

un carnaval de mascaras

para mis cinco sentidos.

 

 

20

Tu cuerpo

fue moldeado a mis manos

como la manzana

es a la boca.

 

 

31

Ya no te desnudes así,

con esa naturalidad poco sensual

que te hace irresistible.

 

 

32

La punta de mi lengua

vaga perdida

en el laberinto de tu oreja.

 

 

33

La víbora cambia de piel sola,

yo te ayudo

a quitarte las medias.

 

 

38

Tu sexo es un mar

donde yo

             jugando a Dios

arrojo un puño de peces. 

 

 

 

Temporada de ángeles (2001)

 

 

12:17 p.m. 

Sin los ángeles Dios no puede ver

lo que ocurre dentro de las casas.

 

 

 

 

12:38 p.m.

Cuando entramos al mar

nuestro ángel se queda

mirando desde la orilla.

 

 

 

 

1:16 p.m.

Aunque está prohibido el suicido en primavera

los ángeles se cuelgan de una soga de luz

que se cuela por el cristal roto

de la cúpula de la iglesia.

 

 

 

 

3:39 p.m.

Otra vez el sueño del palenque

donde dos ángeles

con navaja en el tobillo

pelean en el redondel.

 

 

 

4:04 p.m.

No son querubines

son cabezas de niños degollados

con alas ensartadas en la nuca.

 

 

 

 

5:36 p.m.

Cuando dos personas hacen el amor

sus ángeles se espulgan

                   y se comen

uno a otro 

                    los piojos de las alas.

 

 

 

 

6:09 p.m.

La chica en el antro

se recoge el cabello

y allí está Cupido

con su sonrisa infantil

tras ella

apuntándome con una .45 .           

 

 

 

8:00 p.m.

El angelito

imitando a Diana la cazadora

se orina arriba de la fuente.

 

 

 

8:45 p.m.

El ángel del borracho

no recuerda dónde dejó su espada.

 

 

 

10:10 p.m. 

Cuando tocó el arco iris

el ángel        e x p l o t ó

        en un millón

de  mariposas de colores.

 

 

 

Estigmas (2007)

 

 

Génesis

 

Bienvenidos a la creación:

después de siete días no se aceptan reclamaciones. 

 

 

 

 

El carnaval del arlequín

 

Dentro de mi cuerpo

todo el tiempo

incesto de células,

orgía de bacterias,

promiscuidad de anticuerpos,

degenere

todo el tiempo.  

 

 

 

 

Boom boom boom

 

Mi cabeza 

por un table dance con Salomé.

 

 

 

 

Amor de lejos         

 

Es de noche en Ítaca,

hay gemidos que llegan a la luna.    

Penélope tiene los dedos húmedos

y los pezones en pie de guerra

apuntando al infinito.

               Se toca sola

junto a un manto descosido,  

revolviéndose en la cama

que a estas horas

       es

              e  n  o  r  m  e  .

 

 

 

Ritmo de otoño

 

Yo: también se dice a veces

al mirar un cuadro abstracto.

 

 

 

 

 

La traición de las imágenes

 

Esta no es una pipa,

ni este es el segundo verso,

ni a Dios le sangra la nariz,

ni tú lo estás leyendo.

 

 

 

 

En la playa

 

Fue mía en un sangrante ocaso

sobre un tálamo de blanca arena, 

dentro del esqueleto de una barca.

Mientras ella mordía su collar de caracoles

yo me eché el crepúsculo en mi espalda.

En tanto, cientos de cangrejos,

con sus ojos saltones de lujuria,

indiscretos, con sus pinzas, aplaudían.

 

 

 

 

La pregunta

 

¿Qué estarás haciendo en este momento?

En este preciso instante

cuando escribo estos versos,

no cuando otro los esté leyendo.

Entonces no sabré cuánto tiempo habrá pasado,

y espero,

por mi propio bien,

que esta pregunta ya no me importe tanto.

 

 

 

 

La madre del artista 

 

Mamá, todo era mentira,

las viñas están podridas,

la vela cede temblorosa

y tu rosario

                    no detiene el avance de las sombras.

 

¿Por qué no nacemos con una pistola bajo el brazo? 

 

 

 

 

La Muerte enjaulada

  

Fue capturada por un pastor

al volver con su rebaño de la sierra.

Se alimenta de ramas de panteón,

pan de muerto y pensamientos suicidas.

La gente hace fila en la feria

para preguntarle

cuando les tocará morir.

Apuntan la fecha en un papel y,

por el mismo boleto,

pasan a conocer al toro con seis patas.

 

 

 

 

Cadáver exquisito

 

A veces pienso que Nietzsche tenía razón,

que Dios está muerto en algún lugar,

que somos ratas de laboratorio

que dejaron de correr dentro de ruedas

y aprendieron a salir de la pecera.

 

Alguna nave se topará mañana

con el cadáver podrido del creador

como un científico loco

que se bebió nuestros orines

y yace tieso

bajo una mesa de experimentos.

 

 

 

Castaños en el Jas de Bouffan en invierno  

 

Padezco la debilidad, especialmente en invierno, de salir a caminar al parque.

Tengo algo de desertor de un club suicida en busca de tumbas perdidas.

Los jardineros barren los esqueletos dorados hasta formar montañas

y les prenden fuego. Arden entonces las hojas, que no aprendieron a volar,

bajo un triturador baile de lenguas demoníacas.

 

Destellos que descubren estigmas en los leprosos castaños, 

iníciales, flechas y corazones que tortuosamente les tatuaron

con filos de navaja, furtivos amantes y soñadores de secundaria,

dando testimonio de que en ese lugar se estremeció la carne

en un gemido, tras la derrota de la falda.

 

Quizás ese resoplido que se escucha cuando el viento agita las ramas

nace de esas heridas anónimas que el rocío viste de escarcha

y que parecen llorar al despuntar el alba.

Digiérase que con el correr de los años F  y M coinciden en una sala de cine

 y hacen como que no se conocen.

Que P  no vive con A  sino con T, que a su vez nunca supo

que seis años después de terminar con H, éste murió en un accidente.       

 

 

 

 

Musa

 

No trasluce el espejo de humo

tu tronco de violín abandonado.

Te ocultas bajo la piel de la cama,

lagarto a nado a media agua.

Asoman de pronto tus senos,

dos ardientes estrellas alineadas

en los contornos de tu cuerpo.

Cuelga tu cuello al borde de la cama

resignado a la guillotina de mis dientes.

Adivinan mis ojos ciegos tu presencia

en la poca luz que explota en las persianas.

 

Mis manos te están formando a mi manera,

aunque te sientes viva sólo tu cabello existe.

La parte que toco en ti se va creando,

lo demás es limbo entre las sábanas,

es sombra espesa, es yeso,

es algo maleable, es agua helada,

fuego que sopla, vértebra, casi hueso, 

es carne que vibra, casi sueño, casi nada.

 

 

 

El cumpleaños   

 

Llegas a casa.

El mundo se queda tras la puerta

o mejor aún: desaparece.

Percibes un aroma a mujer,

sí, un olor a mujer mojada lo inunda todo,

y todo cambia de colores.

Te diriges a la cocina,

no, no es allí, pero se siente,

definitivamente estuvo ahí.

El aroma te guía, no, no te guía,

te jala, te envuelve en una nube

y te desprende del suelo,

ya no caminas: flotas,

te elevas por la sala.

No tienes duda:

un olor a mujer mojada lo inunda todo.

Junto a la ventana, que da al mundo que apagaste,

entonces, por fin, se te revela,

con su vestido negro que era verde,

flotando, inmensa, en la recamara,

así se besan, palomas al vuelo,

y todo se ilumina, se apaga

y se reinventa. 

 

 

 

Sabines y la aurora boreal

 

En algunas regiones de Alaska existe la tradición de prestar la esposa al invitado a pasar la noche en casa. Qué costumbre tan salvaje  diría Sabines. Pero en una perspectiva más francesa estaríamos hablando de un entrañable anfitrión. La idea es que el huésped  “combata el frio”, por decirlo de alguna manera humanitaria.

No sé, quiero pensar que existen limitantes, esto sí, esto no, nada de mirarse a los ojos. Me aterra la imagen paciente del esposo leyendo un libro sobre el apareamiento de las focas mientras, cargada de los muslos, su mujer retumba las paredes y caen uno a uno los cuadros de la casa. Haz el amor, paloma, con todo lo que sabes.  

Uno piensa que al día siguiente él le va a lava la piel hasta arrancársela, que la tendrá que cortar en pedacitos y buscarle un lugar bajo la nieve. Pero al amanecer, ella, tan oronda, le fríe unos huevos de pingüino, mientras él Le mira la risa igual que si ella se la hubiera robado, y entonces No te conozco, me pareces ajena, como la mujer de otro  diría Sabines, y el esposo terminaría la frase:  Ah, ya sé: está mañana no te recogiste el pelo.              

 

 

 

 

El crimen del rey Mariposa 

 

Eyaculó el sol y unos murciélagos de sombras

se quedaron mamando de tu piel.

Estás enfermo de amor, de amor que mata.

Pero tú sigues abriendo tus alas a la noche

con tu disfraz de hija de Lot.

A veces te penetran, otras los penetras,

y la larva de la muerte los fermenta.

 

Resbalaste hasta el final del arco iris

para encontrar un lápiz labial nadando en el retrete.

Ninguna red (hada) detendrá el vuelo

de tus pestañas postizas.

 

De noche todos los gatos son Humphrey Bogart,

y la luna transforma en hombre lobo al policía.

Siempre habrá amantes para tu colección privada:

el caníbal en la ventana se llena la pupila.

 

De noche las putas salen a sobrevolar callejones,

y los halcones nocturnos buscan migajas de neón

en los ceniceros de un motel de paso carretero. 

                     Mañana no te reconocerán

ni los piojos vegetarianos

                                           de tu peluca.        

 

 

 

 

El poema donde quedaste embalsamada

 

Este es el poema donde incrusté tu cuerpo,

tus senos aplastados entre papel y verso,

tus cabellos extendidos, atados a las letras,

tus tristes ojos, tus callados ojos tristes.

Aquí, donde escribo amor, está tu boca.

Te voy a hacer eterna, serás para siempre,

inmortal como esta hoja,

momificado fragmento

 de mi vida secreta,

donde un lunar es una coma y un paréntesis un gesto.

Sólo yo sabré en que letra tus pezones

tiemblan al leer este poema,

en que renglón tus muslos acaban,

donde poner el oído

para escuchar los ecos de tu risa,

por siempre clausurada.

Te dejo esta inquieta g que abandona a la ( )ramática

la puse justo ahí donde te gusta. 

Arriba yacen tus brazos cruzados, 

la tinta de la pluma te amordaza el corazón.  

En esta parte, y aquí donde dice dolor

te puse un clavo en cada pie

para que nada te duela como yo.

 

 

 

 

El orgasmo de Susana

 

Según Susana las mujeres

en su ciclo de vida 

sólo pueden generar seiscientos treinta y siete orgasmos,

después mueren irremediablemente.

 

Por eso ella lleva la cuenta en un cuaderno.

Esto a mí me deprime en lo particular,

no porque esté cerca de morirse

sino todo lo contrario, sus orgasmos

han disminuido considerablemente desde que está conmigo.

 

Cuando le sobreviene un orgasmo

parece una bestia dando sus últimos estertores

y dice que escucha un estruendo

como cuando callaron las trompetas

y los muros de Jericó cayeron.

Dice que escucha pisadas de elefante,

estrellas, a años luz, comprimirse y apagarse,

termitas discutir en congresos subterráneos,

y sabe si va a temblar la próxima semana.

Sus dedos son raíces que se adhieren a la sábana

mientras visita mundos devorados por las aguas   

y sucumbe al sonido de una hoja que se desprende de la rama.

 

 

 

 

El encantador de serpientes   

 

El hombre acude a pagar su recibo del gas.

La señorita le quiere cobrar recargos.

Él extrae del bolsillo interno de su saco

una flauta negra que mandó traer de África.

                          La toca.

La señorita siente una araña tejedora

enmudecer sus cuerdas bocales,

apenas un gemido le inflama los labios.

Su clítoris es una mariposa

que quiere volar hacia un jardín de penes.

 

La señorita se desbotona la blusa

y se arremanga la falda.

Cualquier intento por satisfacer sus ansias

equivale a lanzarle piedras a la luna.

 

El encantador se aleja.

Como un ungüento para calmar la fiebre

la señorita se restriega el recibo vencido

por todas las fogatas de su cuerpo. 

 

 

 

 

La puerta 

 

No abras la puerta

que estoy fumando junto a la ventana,

y está la mesa puesta

para despellejar orquídeas blancas.

 

No abras la puerta

que tiemblan mis manos al cauce del río 

de tu sangre que canta,

y las agujas atraviesan el ombligo de las hadas.

 

No abras la puerta

que estoy pulverizando estrellas,

y a estas horas mi soledad me espanta.         

 

No abras la puerta.

Déjame encadenado a los grilletes

de esta oscura fermentación malsana,

encerrado de ti.

 

                   Pásate de largo, hermana.

 

 

 

La receta

 

Consígase una mujer

que esté entre verde y madura,

póngale un ramo de rosas en las manos

o una barra de chocolate,

según prefiera lo dulce o lo amargo.

Sáquela a descongelar al sol,

luego amase la carne hasta que se ablande,

métala a la sala a media luz por cuarto de hora, 

por nada del mundo se pase de tueste,

puede, si le place, sazonar con música el ambiente.

Recójale con delicadeza el cabello,

para saber que los poros están a punto de hervor 

se recomienda degustar un poco de su cuello,

si la transpiración dio paso a la salitre

desprenda todo aquello no comestible,

los accesorios y telas que la revisten.

Cerciórese de que los pezones se encuentren

debidamente inflamados cual pan horneado.

Ahora recuéstela, de preferencia en una cama,  

marine con una docena de caricias

en los rincones más oscuros de la piel.

 

Cuando esté a tres cuartos

agregue una cucharada de saliva

para que se mezcle con sus jugos

y le dé sutileza a la envestida.

Los gemidos le marcaran la pauta.

No olvide darle su volteadita,

abrirla con cuidado

y cortarla por en medio. 

Ni una pizca de amor, sólo deseo

esparcido en derredor de su banquete. 

 

Por la mañana, si guardó un poco

y despierta con hambre,

es de sugerirse un buen recalentado.  

 

 

 

 

Impresión de amanecer 

 

Falta un cuarto de hora para las cinco de la mañana. Tienes la mala idea de salir a

fumar melancolías, acudes al puerto desdibujado en un rojo naranja, como si Troya

aún se quemara en lontananza. Huele a pañuelos ahogados, ángeles caídos tras la

despedida, y una brisa salada muere en tu cara. La danza de fantasmas en la niebla

diluye a la mujer trasnochada que camina con sus zapatillas en las manos.

Un borracho duerme enganchado al anzuelo del hastió (se acabó la aventura de la vida, en un abrir de lata de cerveza volaron las últimas gaviotas).

 

Sobre las costillas del muelle escuchas el golpeteo de los barcos varados

que agitan sus barbas de moluscos. A partir de esta hora ningún marinero se masturba,

y las sardinas se alejan tristes de las lanchas. (Debió ser mejor el tiempo

de nuestros antepasados, cuando el mundo acababa donde empezaba el mar.)

Vete de aquí, que en este lugar amor es una palabra húmeda

que naufragó al subir la marea de la playa.

 

Dios es un niño que se arrulla en la bolsa de un pelicano.

Las moscas hacen por liberar a una jaiba

que se quedó atrapada en la boca abierta de una red, y en el oriente

una bola de fuego ya se alza. 

 

Desde tus pies se extiende un vomito de sangre partiendo en dos las aguas. 

Y todo esto tiene un dejo

de Ícaro apuñalando a Prometeo.

 

 

 

Saturno devorando a un hijo 
Tarde o temprano las ciudades aprenden a comer personas,

a masticarlas en el acero retorcido de la rutina

y a engullirlas en el trafico voraz del mediodía.

Pero los de la resistencia no caen abatidos en la cama

a contar borreguitos que saltan cercas electrificadas.

                   Cuando los grillos dan el toque de queda

huyen de sus guaridas en busca de un lugar como trinchera

en donde esperar la llegada de un refuerzo

que cruce las piernas largas junto a ellos.   

                                             Preguntar la hora, pedir fuego,

cualquier excusa necesaria para hacer contacto

e invitar un trago al desertor de habitaciones.

Platicar sobre trivialidades, cualquier tema,

el punto es posponer el suicidio.

Y al final, antes que la luz derrita las alas,

salir en busca de un refugio donde lamer los estigmas

de esta vida mecánica y absurda.    

           Mientras la noche avanza,

   y de tanto avanzar casi agoniza.  

 

 

 

El nacimiento de Venus    

 

Simonetta se llamó la joven que sirvió de modelo a Botticelli para este cuadro.

Una hermosa pelirroja por la que se masturbaban todos los hombres de Florencia en el siglo XV.

La casaron a los 15 años de edad, eso debió ensancharle las caderas.

Tenía 22 años cuando posó desnuda para el maestro, a esa edad murió.

No sabemos si el buen Sandro tuvo oportunidad de sentir en su mano el calorcito de su entrepierna de fuego, o si mezclaba semen en sus formulas de colores. Quizás él fue un tipo profesional que no se enamoró de ella. Sí, es posible.

Pero habría que explicar por qué Botticelli tardó 9 años en concluir el cuadro después de que ella murió. Eso sin contar que le dio por pintar mujeres de cabello rojo parecidas a Simonetta. Y sobre su petición de ser enterrado a los pies de su tumba 34 años después, ya ni hablamos.

La mitología nos dice que Cronos le cortó los testículos a su padre Urano y los arrojó al mar. Éstos se unieron en una placenta y de allí nació Venus.  

Simonetta murió de tuberculosis. Sandro no sabía, al transcribir al lienzo esa blancura de su piel, que mientras le daba vida a Venus, su amada se moría.

En su renacer Venus reclamó a la joven pelirroja, lo que fue una especie de castración del deseo a todos los hombres de Florencia,

y consecuentemente a nosotros.

 

 

 

 

Datos vitales

Juan Miguel Pérez Gómez (Nuevo Laredo, Tamaulipas, 1975). Licenciado en derecho. Mención Honorífica en el Concurso Juan José Amador, 1998; Mención Honorífica en el Concurso Estatal de Poesía Para Jóvenes, 1999; Doble Mención Honorífica en el Concurso Estatal de Poesía Para Jóvenes, 2001; Premio de Literatura del Noreste Juan B. Tijerina, 2004; Premio Estatal de Poesía, 2007; Premio Estatal de Narrativa, 2007; IV Encuentro de Escritores Jóvenes en Monterrey, 2008; II Encuentro México Joven en Varsovia, Polonia 2009;  Premio de Publicación Editorial para Obra Escrita, 2010; VII Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer 2011  Publicaciones recientes: Estigmas (2011, ITCA, Poesía), Bestias Domesticas (2011, Conaculta-ITCA, Cuento)

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