Antología de Poesía colombiana No. 16: Felipe García Quintero

Felipe GarciaEn el marco de la Antología de poesía colombiana, preparada por Federico Díaz Granados, presentamos el trabajo de Felipe García Quintero (Bolíca, Cauca, 1973). Desde 1995 dirige y edita en Popayán la revista de poesía Ophelia. Su último poemario es La herida del comienzo.

 

 

 

 

 

MI MADRE GORDA cuando duerme parece una ballena encallada en la playa. Entonces río. Y mis ojos que la miran desde el sueño se vuelven agua de su océano y mis manos arena de la orilla.

 

         Mientras duerme pienso si la vida se entrega a la tierra como las ballenas y si en vano ahora intento mover su cuerpo hacia las aguas que no quiere más visitar.

 

(1995)

 

***

 

 

         MI CASA, COMO EL DESIERTO, no tiene techo ni puerta, sólo boca.

 

         Mi casa, como la piedra, no posee vigas ni cimientos, sólo una mano empuñada la sostiene.

 

         Esta casa la he construido quitando ladrillos y entregando mis huesos al vacío que resta.

 

         La casa es oscura como mi voz en sus corredores.

 

         Vivo en la casa que camino. La que acecho y me persigue como el gusano tras la carne enferma.

 

         A cada grito se levanta; con cada silencio la destruyo

 

(1996)

 

 

 

***

 

 

         POCO A POCO EL SILENCIO ha ido llenando mi alma de ruidos, con pisadas temerosas como de fiera perseguida por el temblor del corazón que afila su cuchillo.

 

         Es la ciega voz que mantiene abiertos mis ojos.

 

         Y —entre mí— pienso en el otro cielo que afuera de la casa me espera: mi cielo, el que inventa la lluvia en un rincón de la calle.

 

         Un cielo de aguas podridas. De ahogada luna turbia, salvada del lodo por la mano del sueño.

 

         Cielo mío de aguas podridas, sólo en tu carne brillan mis dientes caídos.

 

         Cielo repentino de orín de invierno, ven a llenar con tu cuerpo mis manos vacías de ciego sin tacto. Cielo mío de pájaro sin cielo. Cielo de agua de vientre.

 

         Cielo mío, hondo como la piedra

 

(1996)

 

 

 

***

 

 

         VIAJO EN UN TREN DE VEINTIÚN VAGONES conducido por todos mis muertos. Miro a través del cristal roto de la ventana una batalla de mariposas mutiladas por el cielo quemado de mis cinco años.

 

         Converso con los árboles de la intemperie que desaparecen en mis ojos; los que no tienen camino, con los pájaros que son ya recuerdos del viento.

 

         Yo tampoco sé qué tierra es ésta

 

(1994)

 

 

***

 

 

         LOS PÁJAROS clavan sus picos en mi carne.

 

         Sobre mis palmas reposan. Beben el agua de mis ojos y mi lengua calla. La dicha de ser su alimento no me alcanza.

 

         Otra será mi gloria, no los cielos.

(1993)

 

 

IV.

 

         TRAES UN POCO DE PAN Y ALGO DE VINO para alimentar la vigilia en la noche de tu alma.

 

         Al fondo de tus ojos miras las manos que ofrendaron sus huesos para construir la casa y llenarla de palabras.

 

         Mientras, la escritura en la oscuridad crece con el parpadeo de las llamas, tu corazón calla; su temblor cesa de latir.

 

         De pronto ya nadie existe.

 

         Estamos solos y sólo en ella piensas. Te entregas al vino de la risa y al pan del silencio, y a tus recuerdos: estos pensamientos que inflaman tu lengua y arden como las palabras que te consumen.

 

         Y quieres morir, y para eso escribes:

 

(1997)

 

 

 

V.

 

 

         UNO CREE en la escritura. Que la escritura es aire, y basta.

 

         Mas el lenguaje habita la intemperie de la casa, persiste en la humana gravedad.

 

         Porque escribir es cargar con la procesión de tu vida, con los enseres que no caben en otro rincón que no sean los días, que uno tras otro son la nada.

 

         Porque la muerte es irse y ya.

 

         Y es la voluntad del amor el morir.

 

         Sí, el amor del morir, la única escritura:

 

(1997)

 

 

 

XIV.

 

 

TAL VEZ, Y POR SU FIN, estas palabras digan algo.

 

Lejos ya del mundo y de la mano que las traza, pueda estar el camino.

 

Quizá, alguna tarde de otro cielo, estas palabras se levanten y vayan por ahí en paz y sin nombre entre el polvo nuevo.

 

Tal vez, porque no al fin, por su fin, estas palabras digan algo, no pidan nada:

 

(1997)

 

 

 PIEDRA

 

1.

 

Sé un pensamiento mío.

 

La fijeza de mi mudez latente

no la sombra de mi cuerpo, su herida.

 

Yo tu posesión, mi huésped

en la voz, la habitación vacía de cada hueso.

 

 

 

2.

 

Colmada miseria

y perpetua errancia de la quietud.

 

Piedra

 

¿Dicha vencida o mudez cantada?

 

En el puño cierto del llanto

cuánto hay de ti, siempre conmigo.

 

 

 

3.

 

Sordo cielo mío de cada grito

pueblas la oscuridad de mi infancia.

 

En la voz el silencio te toca

la nada te alegra

la soledad te encierra.

 

Vigilia oculta y serena de cada muerte.

 

 

 

4.

 

Piedra

 

Sé la fuga de mi caída.

 

(2003)

 

 

 

CIELO VERTICAL

 

El viento sucede.

La llama en su silencio estalla.

De azul a rojo el mar ocurre.

La tierra espera, siempre erguida.

 

La realidad, y sus murallas,

deshecha en el suelo.

 

Suceder de los elementos

en la fuga de la voz.

 

 

 

 

 

Datos vitales

Felipe García Quintero (Bolívar, Cauca, 1973). Obtuvo el título de Magíster en Filología Hispánica del Instituto de la Lengua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (2005) y el de Estudios de la Cultura de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito, Ecuador (2003). Es Licenciado en Literatura y Lengua Española de la Universidad del Cauca (1996). Desde 1995 dirige y edita en Popayán la revista de poesía Ophelia. Y forma parte del consejo editorial de la revista “Puesto de combate” de Bogotá. Es director fundador de Ediciones Axis Mundi. En la actualidad se desempeña como profesor del programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca, en Popayán, Colombia. Ha publicado los libros de poesía: vida de nadie, Madrid: Colección de poesía “Encina de la Cañada”. Altorrey editorial, 1999; piedra vacía. Quito: Ediciones de la Línea Imaginaria, 2001 y La herida del comienzo. Granada: Ediciones Alhucema, 2005. Casa de huesos (selección de poemas). Mérida (Venezuela): Cuadernos artesanales de poesía, IMC, 2002 y Horizonte de perros, Cali: Colección de poesía La escala de Jacob. Universidad del Valle, 2005, son dos selecciones personales de poemas.

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