Foja de poesía No. 333: Luis Carlos Mussó

MussoPresentamos la poesía de Luis Carlos Mussó (Guayaquil, Ecuador, 1970). Ha publicado diez poemarios, entre ellos Propagación de la Noche (2000), Tiniebla de esplendor (2006), Minimal hysteria (2008), Evohé (2008), Geometría moral (Arequipa, 2010) y Cuadernos de Indiana. Mereció cinco veces el Premio Nacional de Literatura.

 

 

 

 

 

CEREMONIAS DE AMOR Y MUERTE

 

 

 

Alfa

 

Soy lo que sucede entre tus piernas. No son los héroes quienes incendian las ciudades que acudirán al azar y se repartirán el botín que reserva la suerte a los que vencen. El que escribe la hazaña/ el que añade tinieblas a la imagen posible del canto gozará de tu cuerpo sobre esta sepultura. Y al escribir la gesta, resuenan las trompetas y llueven polvos amarillos. Nuestros miembros adquieren los colores del miedo.

 

 

Gamma

 

En mi sexo, un cernícalo herido que en medio de su vuelo deja escapar un llanto descarado para la fácil nostalgia. En mi cielo, un pantano de aguas temerosas y entre sus ondas, siete astros que aligeran la maleza. Veo siete veces el cadáver de la bestia aun cuando sostengo en mi mano tu quijada. Siete desfiladeros testigos de la mutilación del nombre. Y en mi cráneo, una fiesta de insectos. La crepitación de los lugares donde se alojan tus íconos. Y tus imágenes. Y tu voz.

 

 

Omega

 

Veo un gamo a través de mis persianas. Un gamo que retoza entre tus brazos y que me hace estar seguro de que lloverá antes de Hoy. Y una diminuta muerte, con su canto biselado, levanta vueltas. Acecha con una reyerta diseminada.

En los arenales de la memoria, el gamo desea la frescura del helecho. Su marcha sepia desciende como cadena de negruras. Y el follaje es escaso. Y baja es la Edad del Germen Verde que brota de la tierra.

Lejano el propósito de la pastura. Y en el sueño, se ha investido una asamblea de cigarras. Parece que solo se ha aplazado el instante para hundir el rostro en el Placer. Pero el mundo danza. Y hay un gamo que está lejos de él.

 

 

 

 

ELEGÍA

Platón, Platón: ¿qué has hecho con los poetas? Si las islas que desvarían flotan sobre la muerte y el nombre del dios había sido puesto en su debido lugar. Cuando mejor la estábamos pasando y el hachís desguarnecía el ánimo de las mujeres. Cuando el jardín crecía a su gusto, vienes a cercar mi tránsito por sus flancos con tus Balances y Ponientes.

¿Qué has hecho con los poetas, Platón? ¿Con el único de nuestros afanes? ¿Con el último progreso que nos quedaba? 

 

                                                                                                        De Evohé

 

 

 

SOBRE UN TEMA DE JOHN DONNE

 

 

                                                       And in this flea, our two bloods mingled be

                                                                                                                          J. D.                                                                            John Donne

 

 

Un punto es una pulga que guarda sangre tuya y mía en las vísceras. Y así estamos casi unidos-unidos-más que unidos.

 

En tu lengua nunca termina de empezar mi nombre, ahora que dudas si aplastar a la pulga. Y, COMPLEJÍSIMA ACACIA, sientes correr ardillas por tus ramas.

 

Ente salto y salto, el insecto flagela corvas y axilas.

 

Con la pulga, morimos tres. Y siguen mezcladas nuestras sangres, escribiéndose. 

 

 

 

 

TETRAGRÁMATON

1. La luna me baja por cada hueso de la nuca, en escalera de cocuyos.

2. Es agua fracturada en ese sueño entero que es la perversión.

3. Mi amor es un folletín de sangre/ se da por entregas/ dosifica su empalamiento.

4. Las letras son palabras/ sentencias de muerte/ nombres que nos prohibieron pronunciar.  

                                                                       De Geometría moral

 

ajedrez

 

64 escaques, un tablero. Tú de ébano ciego, yo de hueso-color. Te mueves en todas direcciones, pero tu abalorio recibe mi agujazo de hormigas. Los cuadros han medido tu silencio con un toque de incienso entre tus rodillas; y el peón adivina su salto diminuto sobre el tablero [PxT]. Tus torres se desladrillan en la diagonal de su cruz cuando entro en tu mezquita de rodillas [PxA]: aves de plumaje sin colores vuelan sobre el alfil mientras el caballo en celo revienta su casco de marfil en el coito de las laderas en ele, en forma de ele  [PxC]. Poco falta para el sangrado del cielo aunque lucho y venzo en el enroque [0-0-0]. Son míos el susurro de los espacios, ese jardín incauto, el surco obediente de la espalda. El empeine de tu pie, a solo un casillero de mi lengua ofidia [PxP4R]. Culpas a la almohada de tus dolores –te ensañas con ella a mordiscos y lametones-. Pero no has caído en cuenta: somos ya un monstruo de doble espalda con fuegos de sal en el núcleo [P5D+].

Cojea nuestro aliento en este juego de reyes. Mi ariete embiste/ barrena las carnes/ incursiona en la memoria/ se duele en ti/ nos inunda pues tu saliva lo festeja y lo corona –peón por reina–. El surco está abierto para las tablas: nadie sabe de quién es la victoria [PxR++].  Nadie sabe de quién, el jaque mate.  

 

del monstruo

[poema con variante]

 

 

 

versión Nº 1

 

Entre espinos, Vlad Tepes, sigue amando mis vísceras con tus rugosas estacas  –cardos verdiazules bajo la noche rota–. Verifica mi condición de escape a la intemperie. A un tiempo toma mi garganta y mi pecho entre tus manos: mi sangre te destina una eterna pérdida de sangre.  

Que sean las llanuras de Valaquia, huidizo guerrero, nuestro camastro de nombres. Y las sombras dibujadas en mi cuerpo, los ganchos triturados de tu sexo. Un tatuaje en forma de araña que vislumbres desde la avenida que se hiende a nuestros pies.

Necio es el flujo de las navajas sobre los charcos de lodo. Y profundo el hedor que abulta las braguetas de la comarca. Nada te inspira terror en este elogio de la forma. Ya que el vértigo no se prosterna ante éste, tu remolino infructuoso. 

 

 

 

 

versión Nº 2

 

Entre espinos de carne, tú dices: existen tantas palabras para beber

Ya comprendo, huidizo guerrero: hay tanto que beber en mi garganta.

 

 

ramón ruiz alonso, federico martín lagos y juan luis trescastro, asesinos de lorca

[poema con variante]

 

 

 

versión Nº 1

 

Tu brazo desplegado muestra mi cabeza en alto. Y pájaros emplumados de metal muerden mis ojos –de la picota de tus labios cuelgan mis partes: la horda de amigos ha elegido traicionarme–.

He pensado mi cuerpo solo cuando lo toca el poema, y no ahora que has inoculado la noche en él.

 

 

 

versión Nº 2

 

Tu brazo desplegado muestra mi cabeza en alto. Y mi luna –¿dónde se esconderá a estas horas?– deja estelas de ganzúas como si fuera una barca en edad de merecer. Porque un horamen conduce a otro, y mis heridas son metáfora de esta fosa común.  

 

 

 

 

versión Nº 3

 

Tu brazo desplegado muestra mi cabeza en alto para que las ratas no se lleven mi memoria a dentelladas. Limpio trabajo, buen hombre. A esto puedo llamar belleza. Aprecio los esmeros con que fundas la leyenda.

 

 

telegrama 

 

 

 

de indiana. a tantos de tantos.– En este naufragio sin olas, punto. Quise asentadas las huellas, punto. Pero no están las lumbres en la pupila ni en el húmedo azogue, punto. Y tanto ya no están, que en su lugar creció la demencia como idioma cuyas ramas fabrican una pizarra desbarrancada, punto. Y hallo un zodiaco que se remienda con exterminios negados a la derrota abierta, punto. Maestría y desamparo en este calidoscopio de pesadillas acuclilladas, punto. Aunque la amenaza del bufón sea el crimen más ligado a tu aliento –a la escasez de estas alforjas–, punto. Extenuados, un par de ángeles oscuros cierran mis ojos, punto. Les ha dado por medrar conmigo, punto.

 

 

rememoración 

[cfr. historia de la eternidad]

 

 

Después de aquella noche –la de luna preñada, por más señas– en que pronunciamos al unísono el dolor y la herida en nuestros cuerpos, y en la que anegamos una terrible canción en ciénagas y resuellos –aferrados, ambos, con los dientes–, me negaste siete veces.

Recordé los hielos escandinavos. Esperé a que los lobos engulleran al sol y a la luna y pisé fuertemente el puente de la nave que me llevaría lejos –muy lejos–. Aquella nave construida con uñas de muertos y con pretensiones de trasatlántico o trirreme. Sentí la fuerza quebrada en mis rodillas, un humor vacío en el sexo y dos marcas color marrón –una en la nuez de Adán, otra en el hombro– que me estrangulaban. Pisé fuertemente sobre el puente de la nave, la que sería un abismo dispuesto a abrirme su secreto. Y viajé en aquella nave. Aquella nave pesada como tierra curada con uranio. Aquella nave construida con mis propias uñas.

 

 

                                    De Cuadernos de Indiana

 

 

uno

 

Un resuello que deshoje las ásperas orillas del miedo / Que amenace –como la belleza, o como este cortocircuito que quiebra mi tórax– desde sus ámbitos hostiles, llenos de inmundicia / Que me haga sobrevivir a los herrumbrosos hiatos del amor / Que enmudezca como el universo que contienen estas manos estriadas / Un resuello, como el silencio.

 

 

dos

                                                                                       [para luis eduardo ratto]

 

Cuando la sombra viene de un sauce todo florido de mariposas negras, otra sombra se viene en frente / me invita a jugar ajedrez. Pienso en la Apertura Española, en la Defensa Siciliana:

 

– ¿Cuántas veces el fuego, si el náufrago olvida su oficio de huesos quebradizos? ¿Dará otra vez el paisaje con la mirada, ahora que el mes más cruel ya no lo es / ahora que el año entero es un calendario cruel y empinado que me despotrica su vendaval?

 

–  Nevermore

 

 

tres

 

Cuando hasta la Mar Océano se vuelve avara negando sus turbias yemas de luz a la sombra congelada del acantilado votivo. Y mil ojos amarillos chisporrotean en la laguna vigilándonos, escondiéndose después entre los juncos y entre los lechuguines de la ría.

Porque las idolatrías tuvieron su momento de gloria  –guareciendo en la distancia tu no tan fiel mirada de mi carne–, cruza la muerte los puentes levadizos de la alborada. Y SÉ QUE UNA VARILLA DE LUZ RALA Y LLENA DE GUSANOS SE DESANGRARÁ EN MI ROSTRO. Porque bajo esta losa –seguros, en silencio– nos desquiciamos.

 

                                                                                      De Alzheimer

 

 

 

 

 

Datos vitales

Luis Carlos Mussó [Guayaquil, Ecuador, 1970]. Estudió letras en grado y posgrado. Ha publicado diez poemarios, entre ellos Propagación de la Noche (2000), Tiniebla de esplendor (2006), Minimal hysteria (2008), Evohé (2008), Geometría moral (Arequipa, 2010) y Cuadernos de Indiana (Guayaquil, Nueva York, 2011). Además, Oscurana (novela, 2011). Muestras y antologías incluyen sus textos, como la que le dedica Alfaguara a las letras de su país (Madrid, 2009) y Un país imaginario (Quito, 2011); así como revistas impresas y virtuales, entre ellas Alhucema (España), Zunái (Brasil), Oxid (Alemania), Luvina (México), Sol Blanco (Perú), Bigsur (Argentina). Cinco veces premio nacional de literatura, es corresponsable de Tempestad secreta (muestra de poesía ecuatoriana contemporánea, 2010). Se desempeña en el periodismo –en el género de la crónica–, y en la cátedra universitaria. Traducido al portugués, catalán, francés, inglés, hebreo y rumano.

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