Poesía poblada de pájaros: Arabella Salaverry

Salaberry

El poeta y traductor José Vicente Anaya (1947) reseña el poemario “En picada” de la escritora y actriz costarricense Arabella Salaverry. Ha publicado los volúmenes de poesía Arborescencias” y  “ Breviario del deseo esquivo” y “Continuidad del Aire”. Es Miembro de Honor de la Compañía Nacional de Teatro de su país.

 

 

Arabella Salaverry nos ofrece un libro lleno de pájaros, y cada uno de ellos, sin duda, es un “pájaro lleno de pájaros” (como escribió en su infinidad poética Miguel Hernández). Arabella encuentra, en cada uno de sus poemas, “un día colmado de pájaros”; o también a una “mañana enmudecida de pájaros”.

 

            Los ornitólogos calculan que en nuestro mundo hay casi diez mil especies de aves. Tan enorme número, multiplicado por los muchos miles de cada especie que habríamos de imaginar poblando el espacio azul, han dado para que los humanos los incluyamos en mitos, ciencia, ritos, religiones, cosmogonías, tradiciones y, por supuesto en la literatura; dentro de ésta, además, parecen ser temas favoritos de los poetas, como ahora hace Arabella Salaverry en este libro En picada.

 

            Que los pájaros hablan (no sólo están los consabidos que previamente entrenamos: pericos, cotorras, cuervos, mainates, arredajos, urracas, estorninos, pardillas, guacamayas, papagayos, loros grises, cacatúas) sino los de muy antiguas literaturas como vemos, por ejemplo, en El coloquio de los pájaros del místico sifí Farid al-Din Taib Muhámmad ben Ibrahim Attar; ya que en el sufismo se afirma que los pájaros tienen el lenguaje de los ángeles. En un relato sobre la bellísima Balkis, la famosa Reina de Saba, ésta fue descubierta por el parlante e inteligente pájaro Abudilla, quien informó de su existencia a su amo el Rey Salomón, quien haría de ella su gran amor.

 

            Entre los antiguos celtas las aves no sólo tenían el don de la palabra, sino que eran capaces de vaticinar. Durante el Medioevo en Francia se decía que la langue des oiseaux (el lenguaje de los pájaros) era el idioma secreto de los trovadores (léease poetas), por cierto, al principio de este libro se leen unos versos del trovador Arnaut Daniel que terminan con este verso: “las alegres gargantas de los pájaros”. El dios nórdico Odín tenía dos cuervos a su servicio, y con ellos conversaba. Todas estas sagas habrán dado origen a la idea de que conocer el idioma de las aves era asunto de sabios; es así que en la Grecia clásica se decía que Demócrito, Anaximandro, Apolonio de Tiana, Teresias, Melampo y Esopo sabían conversar con los pájaros. En la misma Cábala se asegura que los pájaros ejecutan un lenguaje perfecto y secreto.

 

            Hablar contiene su opuesto: callar, hacer silencio (el sabio chino Lao Tsu había dicho: “Quisiera encontrar a un ser humano que se haya olvidado de las palabras, y con él conversar.”) y Arabella Salverry nos da esta escena poética: “En las noches / alta la luna / pasa la dolorosa silueta / de un pájaro // Búho disfrazado de silencio / que no dice nada”. Indiscutiblemente, el silencio dice, y tal vez dice muchísimo: “En ésta / la hora del abandono / los pájaros auguran desastres / detrás de su silencio // En la hora abandonada / no están los pájaros / Se destrozan de puro silencio // En esta hora / la hora imperfecta / se desvanecen pájaro y futuro / contra el muro del silencio”. Los parlantes loros se hacen presentes en este poemario: “Dos pájaros iracundos / verdes verdes ellos / denuncian // A vos disonante / se plantan bajo el cielo / perdidos en el resto de la tarde // y en el espacio que dejó la lluvia / dos ellos / verdes ellos, loros ellos / imprecan // ¿Quién para interpretar / La intempestiva rabia de sus voces?” Arabella de una alondra dice: “Te levantas ciega de palabras // Buscas conjugar verbos de olvido / Para que puedas sentir viviendo / Para que puedas sentir siguiendo… / Se te enredan las alas / alondra muda alondra ciega / en los espacios de un caleidoscopio roto”.

 

            En el contexto en que los pájaros hablan, no podemos olvidar que también son excelentes cantadores, músicos naturales. Con sus trinos cada pájaro cantor tiene su propia melodía. El zenzontle (o sinsonte) mexicano era llamado pájaro de las mil voces por los aztecas, pues es capaz de  reproducir todos los otros trinos ajenos. El gran ornitólogo y excelente músico compositor francés, Olivier Messiaen, al afirmar que “los pájaros son los mejores músicos”, no dudó en componer obras sinfónicas modernas y darnos maravillosos conciertos en que interpreta las musicalidades de diferentes aves: algunos son: Cuarteto para el fin del tiempo, El merlo negro, Catálogo de aves, La golondrina canario y El traquetero. El poesía uno de los más bellos elogios al trino pajarero es, sin duda, este del gran Francisco de Quevedo: “AL RUISEÑOR / Flor con voz, volante flor / silvo alado, voz pintada, / lira de pluma animada / y ramillete cantor; / di, átomo volador, / florido acento de pluma, / bella organizada suma / de lo hermoso y de lo süave, / cómo cabe en sola un ave / cuanto el contrapunto suma?”

 

            En los poemas de En picada no está olvidado el canto alado. Anabella escribe: “los pájaros / por el breve momento de su canto / alivian cortaduras / sanan heridas / restauran tajos…” Y éste es uno de los poderes del cantor: “Un jilguero que canta / mil jilgueros que cantan / quebrantas la calle abandonada / con la persistencia de su trino // mil jilgueros acallan con su canto / la canción de mil obreros sin trabajo / aparcados al filo de la calle…”

 

            El colibrí (chupaflor, picaflor, chupamirto), para los antiguos aztecas fue símbolo de valentía porque, esa pequeñez detenida en el aire y a la vez velozmente zigzagueante, es capaz de pelear como todo gran guerrero defendiendo su nido; además, atrae el amor a quienes lo necesitan y se lo piden. En este poemario lo encontramos relacionándose con varias partes del cuerpo de la poeta, dando pie a símbolos implícitos: “En su pelo naufragaron colibríes / Comenzó a levantarse sobre su propio vuelo // En su pecho se enredaron colibríes // Olvidó el dolor / lo efímero del tránsito // en sus ojos durmieron colibríes”. El mismo actuar del colibrí, esa destreza para en un mismo instante aparecer y desaparecer, ese concepto de lo transitorio efímero que es la imagen espontánea, sin palabras, está captada por Arabella: “Colibrí / pájaro mínimo // En tus alas / el mensaje total de lo divino // Colibrí / pájaro mínimo / intenso vuelo en sí mismo // Dioses y hombres enlazados / en el brevísimo instante de tu vuelo”.

 

            Es para celebrar que Arabella Salaverry a través de aves anuncia un erotismo antes no imaginado: “Me inquieta ese pájaro crepuscular / y su vuelo rasante por mis sábanas / me inquieta su determinación alada / sus aprisionadas alas / su desparpajo acento […] No sé qué hace ese pájaro crepuscular / intentando anidar su vuelo / en la barca inútil que es mi cama […] / Pasó un ala / Pasó el viento // Pasando se posó / en la dormida comisura de mi boca // ¿Fue un ala? // ¿Fue el viento? / ¿O la extraviada presencia / de otra boca?”

 

            Al final del primer tercio de este libro, destaca el poema que yo encuentro como el corazón del ,poemario, con sencillísimas palabras transmite un cúmulo de gozo y fuerza sobrehumana, intensidad ascendente.. Así dice: “Nos sobrevuela / nos sobrepasa / nos sobrecoge / sobresalta / ese pájaro atormentado // Nos traspasa / nos trasciende / nos traspone / es imprevisto pájaro // nos despoja / desalienta / distorsiona // Nos aplaca / nos acuna / nos aroma / para terminar al fin / abandonándonos // Ese discreto pájaro // nos declina / nos decanta / nos desdice / ese precipitado pájaro // Ese pájaro precipitado / que es la vida”.  No sólo es un gran poema sino que. además, es muy exacto y, también, no sólo nos dice que es la vida sino hasta su opuesto, y es el amor y Dios…

            Hay otros poemas y temas que en este libro dan al lector nuevos ojos para apreciar y vivenciar sensibilidades de la poesía…

 

                                                                                                   Coyoacán, México, 2012

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