La prestigiosa editorial española La isla de Sistolá ha publicado recientemente la antología “Poetas de la emoción. 20 poetas ecuatorianos vivos” preparada por Xavier Oquendo. Este poeta, sin ninún género de dudas, es quien ha hecho más por la difusión de la poesía ecuatoriana en el nuevo siglo. Además de ser una antología que tiene por eje una estética clara, es una excelente muestra de lo que se hace actualmente en aquel país.
POETAS DE LA EMOCIÓN
20 Poetas ecuatorianos vivos
LOS POETAS DE LA EMOCIÓN
(fragmento)
Los poetas que formamos este libro creemos que la poesía debe ser un instrumento de comunicación. Un puente que acerque al poeta a su lector a través de la emoción.
La emoción es una cuestión intrínseca en todo acto creativo. No se podría entender a un poeta sin que trabaje, emocionado, frente a su obra artística, emanando ese halo espiritual que da la creación y la sensibilidad. La emoción, según el concepto que propongo y justifico con esta muestra de poesía, es diferente al concepto de diccionario (Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. Interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo[1]), ya que se encuentra adaptada al sentimiento artístico. La emoción poética es una actitud no solo del que escribe poesía sino de su interlocutor: del público, del lector.
La emoción como concepto en la poesía
Se ha llegado a decir que hablar de “poesía de la emoción” es un concepto ingenuo, inmaduro y anti académico; un tema advenedizo en la poesía. Sin embargo, y contradiciendo a esto, el gran poeta lojano Carlos Eduardo Jaramillo dice sobre el tema: Siempre me he considerado un poeta “de sangre”, “emocional”, no intelectual, como decía García Márquez[2]. O la cita tan importante de Archibald Mac Leish: El verdadero efecto de un gran poema es hacer que uno conozca realmente lo que ya creía saber. La eficiencia de un gran poeta consiste en traer al conocimiento lo que ya se daba por tan sabido que dejaba de ser conocimiento en absoluto[3].
La emoción es un instrumento vanguardista en estos tiempos, porque permite recuperar la direccionalidad poética hacia un lector. Sabemos que el lector siempre estará alejado de las concepciones lingüísticas que usa el poeta para construir su poesía (recursos fónicos, lingüísticos, metalingüísticos, semánticos, semióticos), pero, y pese a ello, esa sensación que deja el ritmo del poema, los sonidos de las palabras y sus significados vendrían a ser los detalles que ayudan a construir la emoción en un texto. Esto, sumado a la construcción de un metalenguaje comunicativo y nada pretencioso, que se sostiene en la profundidad del idioma y de la aplastante sencillez de los conceptos, forma el andamiaje de la emoción.
Si bien es cierto que el hecho de la emoción puede darse tanto en el intimismo como en la poesía escatológica, todo depende del lector, de su concepción y experiencia y del tratamiento del poeta a la hora de trabajar con imágenes sutiles o ríspidas que su concepción poética logre (por ello, lo conversacional y la poesía de la experiencia también están emparentadas con este tipo de poesía al que me refiero). En la “emoción”, las imágenes poéticas sirven por lo que dicen y suenan, y no solo por el peso semántico que tienen en un poema.
Mark Van Doren dice sobre ello: En nuestro tiempo, bastantes cosas grandes han perdido su significación, y una de ellas es la poesía[4]. La idea de que la renovación de la poesía tenga que vincularse solamente con la renovación del significante lingüístico y no del significado es bastante imprecisa y nada sostenible.
La nueva lírica no puede ser medida y juzgada solo porque alguien dictamina la falta de unas supuesta “ruptura, novedad y sorpresa”, entregando, a cambio, un acto poético en el que lo conversacional y la experiencia van de la mano de una primera persona del singular, de un yo que delimita la universalidad.
El poeta boliviano Gabriel Chávez Casasola dice: Hay muchos que escriben racionalmente e incluso defienden el expolio de toda emoción como condición para el acto de escritura.. Sin embargo, creo que el concepto “poesía de la emoción” tiene que ver más con la recepción que provoca cierto tipo de poesía –lo que suscita en el lector- que con las condiciones en que, deliberadamente o no, fue escrita.[5]
La “emoción” en un poema no podría vincularse con un tipo de poesía que, a mi juicio, es apenas un andamio hacia un discurso poético verdadero, original, sostenido. El poeta mexicano Mario Bohórquez[6] define a esta poesía, a la que sus seguidores en la actualidad la llaman “de vanguardia”, con las siguientes características:
Ruptura de la ilación de la frase, de la integridad del significante. Explosión y reflexión de fonemas. Semiotización de los blancos. Desaparición de la palabra. Intento por sobrepasar los límites textuales. La escritura obedece a la noción de proceso indefinido. Una poesía no del yo, sino de la aniquilación del yo. “Cierta disposición al disparate, un deseo por lo rebuscado, por lo extravagante, un gusto por el enmarañamiento que suena kitsch” (Perlonguer) El lenguaje abandona su función de comunicación para desplegarse como pura superficie. Pérdida del sentido y del hilo del discurso.
Los poetas de la emoción son también vanguardistas. La vanguardia es un acto natural para crear un estilo propio. Esto nos ha enseñado la historia de la poesía. En este contexto se persigue la ruptura de los moldes establecidos.
El Lector de poesía y la emoción
¿Habrá una suerte de poeta onanista frente a su trabajo y discurso individual? ¿Será tiempo del aparecimiento del lector lingüista y la desaparición del lector común? ¡Nunca!, ¡Nunca! No hay que permitirlo.
Si la poesía fuera solo destinada para un conciliábulo de iniciados, entonces habremos de ser cómplices de la muerte del lector. Si la poesía deja de conmover y de emocionar a la gente entonces está fallando el otro polo que crea la electricidad. Ese otro lado que el gran Baudelaire admiraba con amor y odio: “-lector hipócrita-¡tú, mi prójimo, mi hermano![7]”.
Muchos justifican esta incertidumbre afirmando que no hay lectores de poesía. Alberto Rodríguez Tosca afirma: Claro que hay lectores de poesía. En primer lugar, los propios poetas, algunos críticos (a veces a pesar suyo) y los cada vez más raros devotos de la musa Polimnia[8].
Ernesto Goldar dice:
Unas relaciones por demás inquietantes: las que existen entre la poesía y el lector de poesía. Entre el poeta y quién le lee.
Se habla de un gesto de encuentro, de las intenciones más o menos afortunadas entre un emisor y un receptor, de un modo de leer, de leer para compartir el asombro, del placer de encontrarse un poema, del contacto con el texto y, en seguida, de la aventura de la metáfora y de los símbolos, del prestigio del lector, de la libertad del lector, de los márgenes de interpretación, del mensaje poético como un llamado a nuestra capacidad original, y todavía más: del lector y sus aproximaciones al poema, de la sensibilidad y la inteligencia de quien recepciona el discurso poético; y, además, varias preguntas. Por ejemplo: ¿cómo se acerca el lector al texto?, ¿cómo se acerca el lector a este texto?, ¿cuáles y cuántas son las etapas recorridas por la historia de la literatura para responder a éstas preguntas? ¿Estamos en los comienzos de una estética del lector, de la preocupación por el lector? ¿De una teoría de la recepción del poema?
Jaime Jaramillo Escobar dice: Muchos fracasos literarios se deben a que los autores no cuentan con el lector. Y continúa: Desde luego, los más seguros lectores de poesía son los mismos poetas, aunque, contrariamente a lo que podría pensarse, resultan ser también los más encerrados en escuelas y retóricas[9].
Manuel Zabala Ruiz
(Riobamba, 1928)
CUADERNO DEL SALMISTA
Tu voz acongojada en melodía
preludia en su rumor la caracola;
tu voz de nebulosa lejanía
viajera en el arpegio de la ola;
esa voz que inventó la luz del día
en sonata de sol y barcarola;
esa voz del Jordán que me dijiste
y vuelves a decir cuando estoy triste.
En los astros tu mano fundadora,
en la ría de plata refulgente,
en el rojo tumulto de la aurora,
en el motín violeta del poniente,
en la inleve magnolia soñadora,
en las palpitaciones de la fuente,
en la edición de lujo de las flores
y en el iris cuajado de colores.
Todo me diste para el tiempo incierto
que habitaré este cuerpo desnaciente;
amontonaste de dulzura el puerto
para la erranza por el mar doliente;
tuve tu amor de par en par abierto,
amor, amor legítimo y ardiente,
y tu palabra con dulzor de caña,
la que habló en el Sermón de la Montaña.
Me diste para el breve desentierro
la llorona guitarra enamorada,
la soledad con su portón de hierro,
la voz de la calandria en la alborada,
la esperanza en las rutas del destierro,
el verbo con su luz encarcelada
y la muchacha, música en la niebla,
boquita en luz y ojazos de tiniebla.
La párvula fogata de la rosa,
el mesón de Belén muerto de frío,
la huerta rozagante y buenamoza,
la piedra charlatana de mi río;
esta muerte puntual que nos acosa
en sueño y en fulgor y en desvarío
y el monte de los astros balbucientes
donde mueren de lila los ponientes.
El buche alborotado de violines,
las arpas con perfiles de canciones;
altaneros los gallos mandarines,
la romántica abeja entre ilusiones;
el aroma que teje en los jardines,
la placita de amor de los gorriones;
la linda mariposa de ojos brujos
que entreabre su cuaderno de dibujos.
La lluvia excursionista en el celaje,
mala traza el gorrión: mota de trinos;
el limonero con su verde encaje,
los búhos: querubines de ojos chinos;
la tarde pinturera en el paisaje,
los adioses que van por los caminos
y ese lado perfecto de las cosas
que aroman el vivir como las rosas.
Tú guardas el ocaso en la laguna
entre peces y cisnes de colores
y bordas los encajes de la luna
con dibujos de espejos y de flores;
tú incendias el plafón del agua bruna
donde sueñas dorados pescadores;
y dejas que se lleven los barqueros
un noctámbulo enjambre de luceros.
¿Con qué sedas bordaste la mañana
que me ha puesto a cantar como un jilguero?
¿Con qué trinos forjaste la campaña
que le ha puesto de plata al campanero?
¿Con qué esencias cuajaste la manzana
de rosa y miel y fuego colmenero?
¿Qué cítaras colgaste en los turpiales
que pulsan los cantores cipresales?
Me has pensado en amor desde aquel día
en que fundó tu mano el universo;
desde el pasado de la melancolía,
desde el escombro pálido del cierzo;
desde el rocío y su cristalería,
desde que la palabra se hizo verso;
y luego de pensarme en la semana,
me pensarás mañana de mañana.
Que me has querido va cantando el río
en su fabla de piedra melodiosa
y repite en brillantes el rocío
engarzado en el nácar de la rosa;
y me dice en su gozo manantío
el vaivén de la espuma vagorosa;
y el viento en el palmar estremecido
se me ha puesto a gritar que me has querido.
Te he visto en la pupila estremecida
que tiene en el suburbio la pobreza;
en la rústica mano encallecida;
en la madre que muere de tristeza;
en la muchacha que perdió la vida
cuando la vida a florecer empieza;
en el zaguán de un hospital perdido,
en la cárcel, la tumba y el olvido.
He sentido tu amor de tal manera
que vivo la ilusión de conocerte;
este amor es amor de primavera
sin abalorios de la mala suerte.
¡Alma mía! ya ves cómo te espera
más allá de la vida y de la muerte.
¡Hazle entrar, no sea que, cansado,
se aleje para siempre de tu lado!
Y ¡mira como soy de inconsecuente!
(Amargos son los vinos de mi vaso).
Te hablo de amor y mi palabra miente,
te digo ven y, al punto, te rechazo;
te ansío con el cuero y con la mente
y abomino el calor de tu regazo;
me habitas con ternuras de infinito
y, al poco rato, yo te deshabito.
Y así voy por mi mar, de tumbo en tumbo,
cayendo y levantando a cada paso.
Navegante sin brújula ni rumbo,
pirata en aventura y en fracaso.
Me yergo, a veces, y otras, me derrumbo
buscando una esperanza en el ocaso
y solo encuentro en soledad y frío
el carrusel chirriante del hastío.
De modo que yo tuve un paraíso
del Éufrates al Tigris de mi casa;
y permuté la gloria sin permiso
y perdí la zagala montaraza;
hice de la esperanza caso omiso
y de las ilusiones, tabla raza.
Ferié el amor, puse la dicha en venta
y todo lo perdí sin darme cuenta.
Mi vida es un puñado de hojarasca
en las manos traviesas del destino;
un ave fugitiva en la borrasca,
un puente desolado en el camino;
la muerte de la aurora antes que nazca,
parábola del triste peregrino
que perdió el principado y la princesa
por darse en cuerpo y alma a la tristeza.
¡Amigo Dios! ¿Qué puedo darte mío
si todo lo que soy tú me lo has dado,
este cuerpo de barro labrantío,
esta alma con su tiempo alborozado;
la libertad, el sueño, el albedrío,
el futuro, el presente y el pasado?
¡Permite, pues, que te devuelva en canto
este poema que me duele tanto….
CARLOS EDUARDO JARAMILLO
(Loja, 1932)
CANCIÓN TRIBAL DE MIS YO
Digamos desde hoy. Pero así ha sido siempre.
Un yo mío se irá por un camino
tras el amor de Ella o empujado por su amor
otro yo seguirá acostándose con cualquiera
limpio feliz sin remordimiento
trabajará alguno para toda la comunidad
para la tribu entera de mis yo
hormiguita incansable samurái
un yo obsoleto se habrá quedado con las cartas
de las antiguas novias
tatuadas por el recuerdo de los actos de amor
otro jamás preguntará por nadie.
¿Quién está en buen camino?
¿quién es el extraviado?
¿con cuál te has encontrado tú?
¿con cuál te amigas?
¿cuál es tu rostro mío hermano / hermana?
¿con cuál te amo?
¿con qué beso te venderé?
¿con qué mano
me juegas a los dados?
Ah pero descartado mi yo amargo
y un escondido yo puro agradecimiento
mi yo que canta es aquel que hace tiempo
marcha feliz e indiferente por un camino equivocado.
Euler Granda
(Riobamba, 1935)
UNA FECHA Y EL MAR
Una vez,
un pescador
se fue cortando al viento;
tiró la red,
la recogió vacía;
en tanto ensangrentado el sol
con todo el peso de su cuerpo
se arrimaba en la tarde.
De pronto,
el mar
comenzó a sacudirse
como animal mojado;
el pescador cayó
en brazos de las algas;
en la espina de un pez
se fue su corazón,
aguas abajo,
y en la porosa playa
ese día encontraron
un pedazo de sal
semejante a una lágrima.
Fernando Cazón Vera
(Quito, 1935)
PREGUNTAS
¿valió la pena hacer las mismas cosas
y recorrer las calles y las plazas
con una misma piedra en el zapato?
¿valió la pena regresar temprano
y golpear a la puerta equivocada?
¿valió la pena haber guardado el hueso
para aferrarnos a esta perra vida?
¿valió la pena no doblar el codo
para lograr una victoria pírrica?
¿valió la pena haber perdido el hilo
al mirar por el ojo de una aguja?
¿valió la pena este remordimiento
que nos vuelve a enfrentar
a dios y al diablo?
¿valió la pena haberse desnudado
para hacer el amor con una estatua?
¿valió la pena arder a fuego lento
para así redimir culpas ajenas?
¿valió la pena repartir las sobras
con las manos vacías para siempre?
¿valió la pena haber resucitado
antes de que la muerte nos separe?
¿valió la pena ser la bestia herida
o nuevamente el cazador cazado?
¿valió la pena haber ganado el año?
¿valió la pena arar en mar abierto?
¿valió la pena haberlo dicho todo
para que no lo entienda casi nadie?:
Antonio Preciado
(Esmeraldas, 1941)
HALLAZGO
Hoy saqué de la arena
un hueso que me ha pertenecido
porque tiene una señal de sangre
idéntica a mi mismo,
y el horrible dolor que me he palpado
siempre en el mismo sitio.
Además,
es del mismo metal
que en una uña de mamá he sorprendido.
Pues bien,
me haré una flauta,
compondré una canción a mi asesino,
y la saldré a tocar todas las lunas
a lo largo de todos los caminos.
De “Tal como somos” (1969)
Ana María Iza
(Quito, 1941)
ÉL
A Julia Erazo
Él
me espera en todos los caminos
tiene algo de labrador y de navío
por eso amo los surcos
los arados
y deambulo soñando en los estivos
A veces
creo verle surgir en la distancia
cuando revienta el girasol del día
Corro hacia él
y me recibe el viento
muerdo el vacío
Él
no tiene pasado
ni presente
y todo su futuro es mi agonía
Victoria Tovar
(Ambato, 1943)
Poesía Erótica
Escena l
Parado al borde del año 2000
pálido y anoréxico
solo y solo,
trata de recomponerse
Eros frente al precipicio
quiere redimirse.
Escena 2.
Entre la angustia del despido
y la desesperanza del pan para mañana
¿dónde está el espacio para el eufemismo
del amor?
Escena 3.
Eros está apremiado
por las urgentes certezas de Tanatos
unidor de fines y comienzos
en la frágil telaraña de la vida;
mientras la muerte luce
su exuberancia desbordada
por el escote la tentación.
Eros gime nostálgico
de los pezones de la angustia,
mira la posibilidad de poseer
la tierra prometida
y distraído cae de cabeza
en un agujero negro.
Llega por fin a la matriz divina.
Allí todo es color rosa anaranjado
igual a la caída de una tarde andina.
Escena 4.
Una nena de quince o veinte
inviernos y veranos,
rebosante de la vida, al uso,
en la ecuatorianidad
que divide la tierra,
divisa a Eros adentro del quirófano
que espía como la silicona
se hace una sola carne
con las glándulas mamarias.
Dicen que la sensibilidad
no se afecta
y que su futura maternidad
podrá deleitarse en la lactancia.
Escena 5.
Eros para los guapos
y bien formados.
Hay una cordillera
con sus piernas abiertas
y en el medio los valles agitados
con ríos turbulentos
serpenteando sus bordes
las marchas de la gente
en contra de las siglas TLC
Escena 6.
Al otro lado del corazón humano,
en algo diferente al chimpancé
del hígado, el riñón,
de ovarios y testículos
correspondientemente,
del otro lado
hacia la vista
del animal en ciernes
está la piel bañada de vitamina “E”
Escena 7.
Eros es un esnobista,
un novelero
quiere un carro último modelo,
pero debe aprender a conducir.
Escena 8.
Está a la vista una Mujer
de extremidades extendidas
de brazos y piernas exultantes,
lista para absorber el mundo
y sus alrededores.
Una Mujer magnífica
agarrada a la cola de un cometa.
Viste de negro riguroso
tiene ojos encendidos
y labios rojo intenso
y lleva en una mano una guadaña.
Eros está asustado, Tanatos está feliz.
Escena 9.
Eros observa la pirámide social
mientras voluptuosamente se chupa
un helado.
En la base, abajo y más adentro,
están en paradoja, calmados y agitados.
Su hoy es un ayer, que continua ahora
y seguirá mañana.
En la mitad de la estructura están desconcertados.
Hacia arriba están bien, muy bien,
aunque un poco asustados.
El helado se acaba,
se subió la glucosa,
Eros confirma que es diabético.
Escena 10.
En el escenario extenso
de un horizonte siempre inacabado,
Eros y Tanatos se hacen ojitos
se lanzan rayos cósmicos.
En el internet se enteran
de que es legal el matrimonio gay.
Sus manos ávidas
jurídicamente libres, al fin
recorren la piel del otro.
La humanidad asombrada
desnuda y transparente
asiste a la boda de dioses y de diosas.
Centellea el espacio en infinito juego pirotécnico,
eternidad de festejos y de farra,
m a ñ a n a, ¿quién sabe qué pasará?
Iván Oñate
(Ambato, 1948)
LOS HUESOS DE VALLEJO
Ya no veré París
Porque el tren en que arribe
estará cansado, cargado de vacas, de banano chorreando moscas,
de borregos para el matadero, de jóvenes
que consultan su destino en libros prestados y
en estrellas ajenas,
de travestis
que se depilan al apuro y con dos monedas
de espuma,
de ilusiones,
de ojos como los míos
estará cargado,
y limpiándome la cara con un trapo
me iré con los brequeros filipinos, con
los jóvenes esclavos
venidos de la Arabia
a beber un litro de vino en alguna cantina,
en alguna mesa taciturna
donde apoyaré mis codos y dormiré,
dormiré
hasta dar con los huesos de Vallejo,
con la dirección
de alguien
que resultó ser un terreno baldío,
o con los ojos
de la portera
que despertándome
me lanzará fuera, afuera de la pensión
y me encontraré en una plaza
rodeado
por desconcertados muchachos, que como yo,
nada saben
de los que vinieron
o no vinieron, de los que se quedaron en el mar o
en una cantina
dándole vueltas a París,
como en este sueño.
(de Anatomía del Vacío, 1988)
Sara Vanegas
(Cuenca, 1950)
POEMA
te hamacas a media tarde sobre mi mirada amante
me sonríes
y hay un río de miel entre tus labios ávidos
convoco las campanas los tréboles los mares
y voy hacia ti cantando
pero la tarde hace un paréntesis maldito
y me lanza de bruces a la realidad:
este solo poema
POEMA 7
escupo tu nombre en el agua
mientras la noche lanza sus escorpiones sobre mi corazón
averiado y cobarde
la luna cada vez más alta
el aire en llamas
y el agua…
el agua que envenena mis labios
Catalina Sojos
(Cuenca, 1951)
ARENA
Cuando el hombre llegó me ofreció un ramo de rosas, yo deseaba un
espejo; me negué a aceptarlas.
Sonrió y se marchó en silencio.
Pasaron seis meses hasta que apareció con un violín, yo deseaba una esfera; me negué a aceptarlo.
Sonrió nuevamente y se marchó en silencio.
Anoche volvió, me entregó una espina.
La acepté silenciosamente, entonces el hombre se deshizo delante de mis ojos atónitos.
Ahora cargo mi espejo, mi espacio y mi espina pero sigo deseando la arena de su cuerpo que desapareció con la última ofrenda.
Jennie Carrasco Molina
(Ambato, 1955)
Amor filial
A los cuatro años saboreé el fruto prohibido
el cosquilleo de su barba
me columpiaba en un vértigo azul
el cigarro lo convirtió en héroe de celuloide
sus ojos de miel
su voz
me bañó y me contó cuentos de las mil y una noches
me hizo dormir.
Yo era la favorita de su corte
guardaba en secreto
su idolatría y su predilección.
Un día se fue
y me quedé sin sus brazos
fui música sorda, repetición de lamentos
desfallecí sin su olor, sin sus palabras.
De lejos llegaban sus cartas
sus fotos que yo besaba a oscuras
también sus silencios largos y su nada.
El esqueleto de venas transparentes
en que se ha convertido
me seduce
pero su corazón está por estallar
es tarde
hay una sombra que lo apalea
un monstruo que lo habita.
Se va a morir uno de estos días
y yo lo buscaré eternamente
en los brazos de otros hombres
en brazos de todos los hombres.
Carmen Váscones
(Guayaquil, 1958)
Gitano y gitana
desnudos de la muerte
se persiguen sin miedo
Preciosa sale al encuentro
romancero la abraza
Lorca anota la escena
Aventura encontrarse
con el carabinero
Todos echados a la suerte
en ese instante
Cubro la noche con mi cuerpo
ciego al asesino
Al joven poeta
lo abrazo con ternura
le digo despacito
ellos se aman solos
y para siempre
-Regreso a mi escenario-
Él sigue desprevenido
la soledad lo sigue
La mía parece mi sombra
acechando no sé qué.
De Libro inédito: Un solo de mujer (I parte: Soledad pagana)
María Fernanda Espinosa
(ecuatoriana nacida en Salamanca, 1964)
MATILDE
Matilde
quiero traerte en el trapecio de la memoria
eres café pasado
pinol
los idiomas de los animales
los secretos que compartías con el canario
el pan remojado que pasabas
de tu boca a la boca del gato
o a la mía
quisiera llevarte más por dentro o por fuera
en el marsupio de mi espalda
en mis tatuajes internos
en mis plazas parentales
en mis rústicas palabras
quiero alojarme en tus arrugas
quedarme con algo tuyo.
Por ti supe que los duendes se hacen trueno
al pie del sauce
que las fiestas de la cosecha se cantan
envueltas en mujeres con enaguas de sigse
aprendí de flores y ungüentos
los frotes con colonia y caldo
para el espanto y la pena
quiero acordarme
de tus lecciones de botánica
de cocina
de curaciones digitales
tus bálsamos de eucalipto y menta
o tus amnesias selectivas
antídoto para el llanto.
Tengo una joroba de demonios por dentro
demonios con antifaz y piernas de cadmio
cúrame
cúbreme de flores como a Ofelia
hazme peso pluma
pluma del canario que te crecía en las manos
cántaro con grietas tus manos
riégame té de paciflora o valeriana
sóplame agua de tilo
tengo cristales de cuarzo en los ojos
no veo
los frailejones
los pencos de hoja ancha
ya no están
el páramo se devoró a sí mismo
decías que el páramo no come a su yunta
pero sí
tampoco están los lagos
que se tragan las garzas
o los mirlos desplumados
quiero ver
pónme colirio de aguas de azahar
de flor de mandarino
pónme saliva de lince
quiero verte
es que la miopía es como la amnesia
un cuarto sepia con filos borrosos
un saco de arena con gusanos
de eso sufren muchos por aquí
pájaros coronados
hormigas con cabeza roja
tigres reales
toda la fauna de este corral
olvidar es no ser
me enseñaste que la memoria es como andamio
como canasta de vigas que nos sostiene.
Entre los espíritus que crecen en los maizales
las vírgenes preñadas y los santos sin nombre
recobro tus trenzas envueltas en sogas de colores
envolviendo tus ideas fijas y circulares
matizando las canas
el verano es siempre el mismo pero otro
me decías
la lluvia es el agua que les sobra a las nubes
y las gotas son porque el aire es cedazo
como cedazo es la memoria
la amnesia es cuando el cedazo se rompe
y el agua llega en caída libre
el olvido inunda.
Nunca conociste la selva
pero estaba en ti
eras heliconia
níspero
chontaduro y camote
las alfareras
las cultivadoras de yuca y jicamas
las danzadoras
tienen tu perfil de guerrera
tus silencios
la tierra en las uñas
los pómulos en punta
los ríos de tanino
se limpian con tus cenizas
las lianas
crecen
cuelgan
envuelven mi recuerdo de ti.
Tengo frío
cobíjame con piel de foca
de oveja en celo
vísteme de humo tibio
cicatrízame con sangre de drago
savia de cactus
o mejor
con tu saliva que teje y moja
como granizo
que se estrella contra piernas beatas.
Cómo parecérteme
si lo único que tenías de postizo son los dientes
estoy patoja
tengo un clavo de pólvora
que me atraviesa la médula
quiero volar como guacamaya púrpura
hasta atraparte
pero el viento es hueco
no te vayas
si tú como el páramo no devoras a tu yunta
no me dejes
lábrame
cúbreme de humus
pódame
hazme un bonsai con tus semillas
alójate en mis arrugas
báñame de espuma
y vértigo.
El eco de tu nombre en la memoria no alcanza
haz que los duendes dejen de ser nómadas
en las cabezas de los sin memoria
que el pinol se desgrane
por las gargantas de los otros
hasta devolverles el paladar
no dejes que los sigses se deshuesen
o rompan las enaguas secas de las momias
haz que las mujeres
se mojen los tobillos antes de gritar
pero que griten
habla con los pájaros
para que recobren el silencio
y puedan parir
planta musgo y líquenes
en las acequias estériles del páramo
recobra los párpados de los que no quieren ver
dibuja en sus córneas escenarios de tiza
bosques de lava
hombres y mujeres de espaldas
sin tocarse
cuando los ciclos te devuelvan al monte
avísame
quiero recogerte pedazo a pedazo
hacerme una cobija con tus trenzas
ahí me envuelvo
así me quedo.
Pedro Gil
(Manta, 1971)
A pesar de los pesares
A Yuliana Marcillo
A pesar de los pesares,
tendrás amor, tendrás amigos,
tendrás amor.
Goytisolo
No estaba en mis planes vivir tanto.
Mi tendencia a engordar y perecer,
La sobre población de mis arrebatos
Esos cerdos que fueron mis juguetes,
La mujer buena en la cama y en la cocina,
Que acondicionó dos metros de aire
Para que las pesadillas de la infancia
No me fastidiaran,
Los desmayos frutos de mis melancolías
Y no de ausencia de medicamentos,
La hernia por esforzarme en mis cavilaciones,
Todo y todos pronosticaron lo contrario.
Y yo, que he caído y recaído de pie,
Como los gatos,
Que edifico mi autodestrucción afrenta tras afrenta,
Que estuve a las órdenes de un dios engreído,
A los 38 años me doy cuenta que no sirvo para nada,
Para nadie.
Nunca he servido para nada ni para nadie.
Cambio, pensamientos míos, si hubo cambio,
En el país de las estaciones agarré el tren más frenético y volví peor,
La tímida mirada de la lluvia,
La tímida mirada del alma
Trasmutó en una temible mirada que la llevo dentro,
Invisible, invencible.
Viajes que no me llevaron a ninguna parte.
No me quejo, no culpo a nadie.
Tal vez fue mi falta de modales, y ambición.
Sólo déjame morir, vida mía sólo eso.
Porque no hay dios que aguante tanto resentimiento
Ni hay diablo que quiera un alma tan enfermiza.
No me quejo. El fracaso es real,
Mi silencio infrahumano es real,
Otromundos,
Más enfermo más artista,
Menos amor humano. Eso es lo real.
Hasta que a mi trabajo llegó una bella chiquilla con bellos poemas
A decirme que la poesía no se llama tristeza.
Con una ternura sobrehumana me pide que me quede,
Que sirvo para alguien.
Le recuerdo querida poeta, la crueldad de Dios:
Él me dio la vida. Él me la quita.
Pero usted me recuerda que las malparidas esperanzas
Cuando menos se esperan, resucitan.
Diviértase. Agarre el tren insufrible
Porque larga es la carretera.
Aquí entre nos, le cuento:
Tuve hembras
A quienes defraudé. Les robé los corazones.
Pero se los voy a devolver, a mí para nada me sirven.
(De Soledumbre, varios autores, Editorial Mar Abierto, 2009)
Freddy Peñafiel
(Quito, 1972)
declaración de amor con pata de palo
yo
pirata solitario
con pocos pelos en la lengua
y luenga barba
con cabellos enredados
una pata de palo
lentes para ver un mundo que no me gusta,
esta mañana
bajo un eclipse de luna
declaro:
que a la bodega de vinos de mi barco mayor de pirata
le faltan botellas que guarden tus besos
durante la noche
que a la bodega donde están los tesoros robados
a otros piratas más despistados
le faltan tus abrazos
una mirada atrevida
tu sonrisa
que a la bodega donde guardo mi corazón
le falta el pedazo que te llevaste
jugando a las escondidas
dentro de tu oreja
que a la bodega de la música
le falta la que bailé contigo
que en la bodega donde tengo
junto a la proa
el mapa del futuro
estás impresa como puerto de llegada
con mis miedos por testigos
pongo en esta hoguera de silencio
mi pata de palo
el único ojo de vidrio que me queda
mi luenga barba
cabellos enredados
para hacerte señales de humo enamorado
y que vengas a dormir
en mi camarote de sirenas atrapadas
donde siempre el mejor lugar
es para ti….
Ana Cecilia Blum
(Guayaquil, 1972)
LLUEVEN LÁGRIMAS (QUE CURSI) Y SIN PARAGUAS
La tristeza se riega
como agua de lluvia,
corretea por las calles,
se enreda en los botines,
se mete en tu vestido.
La lluvia y la tristeza
son la misma cosa
y a menudo
te empapan.
Marialuz Albuja Bayas
(Quito, 1972)
Esto de mirarnos a la cara
y descubrir dos peces en los ojos
Violeta Luna
Esto de no dormir
de quebrarme
de alzar la cabeza a las tres de la mañana
para rumiar no me acuerdo qué cosas.
Esto de verme las manos como si no fueran mías
porque unas venas azules, gruesas y serpenteadas ahora las surcan.
Este deseo de huir
tras la niebla húmeda de la costa
y no volver más al escritorio, a la calle, al ropero.
Esto de dar, en voz alta, consejos que van para nadie
para mi abuelo cuando era novato
para la puta que descubrí en una calle de Santo Domingo
para la Pájara Pinta, que ayer extravió su quietud…
¿Acaso todo esto será El Desamor?
Julia Erazo Delgado
(Quito, 1972)
ÁNGELES
a Juan Xavier, José y Josué
en una ronda bailan los niños
el primero una moneda al aire
echa la suerte
aviva volcanes a punto de extinguirse
el segundo una moneda que rueda por el suelo
roza el mundo
se forja sobre el pavimento
el tercero una moneda de agua
se escapa
mas regresa en tardes de lluvia y de llanto
Xavier Oquendo Troncoso
(Ambato, 1972)
SOLOS
Todas las voces
)2(
Cerca de la avenida repleta de silencios
viven todas las familias de los solos.
Unas son ciegas. Otras han perdido
el olfato y amaestran un perro
que les sirve de lazarillo.
Las más perdieron la memoria
y están sentadas a la derecha
de su soledad.
Muchas machacaron sus oídos
para no escuchar el motor
de sus recuerdos.
Pocas no disponen
del sentido del gusto,
pero tienen hambre,
y apenas todas tienen miedo
de enfrentarse a su miedo.
)6(
Aquí estamos los más solos que nunca. Los que ni Dios pudo sacarnos la costilla. No pudimos oxigenarnos en el paraíso. Fuimos arrancados por algún misántropo divino.
Ahora hemos alquilado unas compañías que llegan a la hora del té. Ellas crecen como una madreselva en las paredes de nuestra piel cicatrizada.
Estamos lactando de la mama única, la que se fue hace siglos, dejándonos sólo el pozo del corazón. Alejándose, como un cucurucho arrepentido, de la cruz del Medioevo.
Las compañías no cruzan por nuestras silentes penas. Solo se ocultan tras el armario vacío que tenemos en mitad de nuestro desierto.
)8(
Allí viven dos solos
que han decidido desunirse del sistema.
Quieren poblar sus soledades divididas,
cortadas por el hacha astuta
de Dios -principal solitario
que nació de nuestra semejanza-.
)9(
Recomendamos tomar su equipaje de mano.
No regresar a ver al que está al lado
porque no existe.
Aquello que usted ve
es el reflejo de un holograma azul
que convive con su realidad virtual.
Usted está en el sombrero del mago
que luego desaparece.
Cualquier conejo aparecido
es un simple gesto de cortesía.
Si está pensando aparecer en grande
no espere. Que los solos
tienen siempre una medida estándar.
)12(
El que no esté solo
que lance la primera piedra
contra él mismo,
contra el espejo de su bruma,
contra su deuda auto impuesta.
Que se levante y camine,
que busque un espacio en la muchedumbre,
que baje las escaleras,
que llegue en el montón hasta los trenes,
que busque su boleto,
que haga el amor con una máquina.
Que no mire más que carteles
de otros solos que cantan,
que actúan, que pintan.
)13(
No hay que buscar a aquel que nos cobije.
Es solo la manta lo que importa.
Corina Dávalos
(Quito, 1977)
Encuentro
Salí al lugar de siempre,
Por si te encontraba,
y no.
Pasé por el lugar de siempre,
Por si habías vuelto,
y hoy no.
Volví al lugar de siempre,
Miré (quizá estarías pasando tú también).
Pero no.
Y así cada día:
Salgo, paso, vuelvo, miro…
no vaya a ser
que justo hoy,
cuando tú sí,
resulte que
yo no.
LOS AUTORES
Manuel Zabala Ruiz | Riobamba, 1928 | Poeta y catedrático universitario. Formó parte del Grupo Caminos. Ha obtenido en varias ocasiones los premios nacionales de poesía del Ecuador. Ha publicado La risa encadenada (1964), Teoría de lo simple (1970), Rumbo al otoño (1966), Obra poética completa (1997) y Poesía junta (2006).
Carlos Eduardo Jaramillo | Loja, 1932 | Reside en Guayaquil. Poeta y abogado. Es autor, entre otros, de La trampa (1964), Maneras de vivir y de morir (1965), La noche y los vencidos (1967), El hombre que quemó sus brújulas (1970), Las desvelaciones de Jacob (1970), Una vez la felicidad (1972), Crónica de la casa, los árboles y el río / Viaje al planeta Eurídice (1973), Perseo ante el espejo (1974), La edad del fuego (1977), Tralfamadore (1977), Blues de la calle Loja (1991), Canciones levemente sadomasoquistas (2000) y la antología Poesía junta (vol. 6, 2006). En 2007 recibió el galardón Eugenio Espejo.
Fernando Cazón Vera | Quito, 1935 | Periodista y editor de periódicos y revistas, profesor universitario durante quince años. En la actualidad es columnista de los diarios Expreso y Extra, de Guayaquil. Ha publicado los poemarios Las canciones salvadas (1957), El enviado (1958 ), La guitarra rota (1967), La misa (1967), El extraño (1968), Poemas comprometidos (1972), El libro de las paradojas (1976), El hijo pródigo (1977), Las canciones
salvadas (antología, 1980), La pájara pinta (1984), Rompecabezas (1986), Este pequeño mundo (1996), Cuando el río suena (1996), A fuego lento (1998), Relevo de prueba (2005) y La sombra degollada (2006), entre otros. El Municipio de Guayaquil lo condecoró en dos ocasiones con la presea de oro Al Mérito Literario. Recibió la Lira
Poética de la Asociación de Periodistas Guayaquil. La Casa de la Cultura Ecuatoriana publicó una extensa antología de su obra poética (1958 -2000) en la colección Poesía Junta. Fue dos veces presidente del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura.
Euler Granda | Riobamba, 1935 | En 1965 se graduó de doctor en Medicina y Cirugía en la Universidad de Guayaquil. Es miembro fundador de la Sociedad de Médicos Psiquiatras del Ecuador. Ha publicado los libros de poemas Voz desbordada (1963), El lado flaco (1968), El cuerpo y los sucesos (1971), La inutilmanía y otros nudos (1973), Un perro tocando la lira (1977), Daquilema Rey y otros poemas de bla, bla, bla (1982), Anotaciones del acabose (1987, Premio Internacional de Poesía Jorge Luis Borges), Ya paren de contar (1991), Poema con piel de oveja (1993), Relincha el sol (1996) y Que trata de unos gatos (2000). Es Premio Nacional Eugenio Espejo (2009).
Ana María Iza | Quito, 1941 | Licenciada en Ciencias de la Comunicación, ha ejercido su labor de periodista sobre todo en la radio. Aparece en diversas antologías de Ecuador y América Latina. Ha merecido varios premios nacionales por su obra poética, como el Premio Nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño (1967, 1974, 1984 y 1995), el premio único de la séptima edición de El poeta y su voz (2003), y el premio de la Primera Bienal de Poesía Juegos florales (1995). Su obra poética está contenida en los volúmenes Pedazo de nada (1961), Lírica hispana (Caracas, 1963), Los cajones del insomnio (1967), Puertas inútiles (1968), Heredarás el viento (1974), Fiel al humo (1986), Reflejo del sol sobre las piedras (1987), Papeles asustados (1994, 2005), Herrumbre persistente (1995) y Poesía junta (2009).
Antonio Preciado | Esmeraldas, 1941 | Licenciado en Política y Economía. Rector de Universidad y catedrático; embajador extraordinario y plenipotenciario del Ecuador ante la Unesco, en París; ministro de Cultura de la República del Ecuador 2007-2008; actualmente es embajador del Ecuador en Nicaragua. Ha participado en encuentros, festivales y congresos en países de Europa, África, Estados Unidos, Centroamérica, Las Antillas y Sudamérica. Figura en infinidad de antologías y ha publicado, entre otros: Jolgorio (1961), Este hombre y su planeta (1965, primer premio Concurso Nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño), Más acá de los muertos (1969), Tal como somos (1969), De sol a sol (1979), De ahora en adelante (1993), De boca en boca (2005), además de dos
discos compactos con poesía en propia voz.
Victoria Tobar Fierro | Ambato, 1943 | Activista cultural, editorialista en medios de comunicación y crítica literaria. Ha publicado Y de repente (1983 , Condecoración Juan León Mera), De victorias y derrotas (1991), Palabra cómplice (1995), La victoria, la rosa y viceversa. Antología (1997), Desde las referencias (2001) y Poesía despeinada (2006).
Forma parte de diversas antologías de poesía ecuatoriana e hispanoamericana.
Iván Oñate | Ambato, 1948 | Profesor de Semiótica y Literatura Hispanoamericana. Ha sido profesor
invitado por diversas instituciones, entre otras, Westminster University y Kings College (Londres), A&M Texas University y George Mason University (Washington), Florida State University, Universidad de Lieja, Universidad de Lille, Universidad de Lovaina, Universidad de Austin y Universidad Nacional Autónoma de México. Además de dos libros de cuento, ha publicado Estadía poética (Argentina, 1968), En casa del ahorcado (1977), El ángel ajeno (1983), Anatomía del vacío (1988 ), El fulgor de los desollados (1992), La nada sagrada (1998, 2010), La frontera Colombia, 2006), El país de las tinieblas (México, 2008). Parte de su obra ha sido traducida al alemán, francés, inglés, portugués, griego, polaco e italiano.
Sara Vanegas Coveña | Cuenca, 1950 | Embajadora Universal de la Paz (Ginebra), filóloga (Munich), magíster en Docencia Universitaria (Cuenca), profesora de Lengua y Literatura Española (Madrid); docente en diversas universidades. Ha recibido las siguientes distinciones: Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade (2000 y
2004), Diploma de Excelencia de la Asociación Prometeo de Poesía (Madrid, 2010), mención especial Pegaso (Rosario, 2000). Directora de la revista internacional Francachela (Ecuador); presidió el I Encuentro Internacional
de Literatura (Cuenca, 2007). La Casa de la Cultura Ecuatoriana editó su antología poética en la colección Poesía
Junta, dedicada “a los autores vivos más destacados del país”. Consta en la Enciclopedia Mundial Encarta.
Catalina Sojos | Cuenca, 1951 | Directora del museo de sitio Manuel A. Landívar y articulista del diario El Mercurio, de Cuenca. Ha merecido el Premio Nacional de Poesía Gabriela Mistral (1989) y el Jorge Carrera Andrade (1992). Ha publicado, en poesía, Hojas de poesía (1989), Fuego (1990), Tréboles marcados (1991), Fetiches (1995), Cantos de piedra y agua (1999, 2008), Láminas de la memoria (1999), Escrito en abril (2009) y Antología personal (2010); en prosa poética: El rincón del tambor (2000). También ha publicado libros de literatura infantil.
Jennie Carrasco Molina (Ambato, 1955) Poeta, narradora y periodista, consta en algunas antologías de cuento y poesía. Ha publicado cuentos: La diosa en el espejo y Cuentos de ceniza; poesía: Arañas en mi vestido de seda, De diosas, guerreras y mujeres, Del infierno al paraíso, Una vuelta más abuela De noche el negro sueño, Confesiones apocalípticas. Una novela, Viaje a ninguna parte. Por publicar, una novela: En la línea de la carne, cuento: Variaciones sobre temas de amor distorsionado. Ha participado en encuentros internacionales de poesía. Ganadora de premios de cuento, periodismo y poesía.
Carmen Váscones | Samborondón, 1958 | Psicóloga clínica. Ha publicado La muerte un ensayo de amores (1991), Con/fabulaciones (1992), Memorial a un acantilado (1994), Aguaje (1999), Oasis de voces. Antología poética (2011). Forma parte de la antología Poesía erótica de mujeres (2001). Textos suyos han sido traducidos al inglés, alemán, italiano, portugués, polaco y francés. Entre sus libros inéditos de poesía y prosa poética se encuentran Un solo de mujer. Falopio o memoria del deseo, El actuante o una vida innominada, Hilo de agua y Luna aborigen (cuento, ensayo e investigación sobre creatividad, psiquismo y “educación imposible”).
María Fernanda Espinosa | Salamanca, España, 1964 | Profesora, lingüista y geógrafa especializada en estudios amazónicos y derechos indígenas. Ha merecido el Premio Nacional de Poesía (1990). Ha publicado los poemarios Caymándote (1990), Tatuaje de selva (1992), Loba triste (2000) y Antología (2006). Su obra ha sido publicada en diversas antologías. Ha ofrecido recitales de poesía en Tarragona, Lausana, Basilea, Ginebra, Santiago de Chile, Buenos Aires y Nueva York.
Pedro Gil | Manta, 1971 | Coordina el taller literario de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí y está incursionando en la narrativa. Ha publicado los poemarios Paren la guerra que yo no juego (1989), Delirium Tremens (1993), Con unas arrugas en la sangre (1997), He llevado una vida feliz (2001, antología poética que incluye Los poetas duros no lloran), Sano juicio (2003) y Diecisiete puñaladas no son nada (antología poetíca, 2010). Poemas suyos aparecen en varias antologías ecuatorianas y latinoamericanas.
Marialuz Albuja Bayas | Quito, 1972 | Magíster en Estudios de la Cultura con mención en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Andina Simón Bolívar. Ha publicado los poemarios Las naranjas y el mar (1997), Llevo de la luna un rayo (1999), Paisaje de sal (2004), La voz habitada (coautora, 2008) y La pendiente imposible (2008), obra que fue premiada y publicada por el Ministerio de Cultura del Ecuador. Sus textos han aparecido en revistas literarias y en antologías nacionales e internacionales (Argentina, México, España, Venezuela, Perú). Ha representado al Ecuador en Lima, Bilbao, Pamplona, San Sebastián, Santiago de Chile y Cartagena de Indias.
Ana Cecilia Blum | Guayaquil, 1972 | Poeta, ensayista y narradora. Licenciada en Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Laica Vicente Rocafuerte de Guayaquil; y posgrado en Español, Universidad Estatal de Colorado, Estados Unidos. Actualmente ejerce la enseñanza del Español como segunda lengua a nivel superior y es directora de varias revistas digitales de promoción cultural. Es autora de los poemarios Descanso sobre mi sombra (1995), Donde duerme el sueño (2005), La que se fue (2008). Su obra poética y narrativa es reconocida internacionalmente y es parte de numerosas antologías ecuatorianas y extranjeras. Actualmente trabaja un libro de micro-ficciones y un conjunto de ensayos literarios, ambos bajo contrato editorial.
Julia Erazo Delgado | Quito, 1972 | Periodista; dirigió el Centro Cultural Imágenes (1997-2000). Ha trabajado en la cátedra universitaria y proyectos literarios de la Cinemateca Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y el Municipio de Quito. Sus textos han aparecido en diversas revistas ecuatorianas y extranjeras, así como en antologías de la lírica ecuatoriana actual. Es coautora del libro La voz habitada. Siete poetas ecuatorianos frente a un nuevo siglo (2008). Ha publicado el cuaderno de poesía Imágenes de viento y de agua, con la Sociedad Ecuatoriana de Escritores, y el libro Verbal (2008). Ha representado al Ecuador en eventos poéticos en Ecuador, España, Venezuela y Colombia.
Xavier Oquendo Troncoso (Ambato, 1972) ha publicado ocho poemarios, además de incursionar en la narrativa y en la literatura infantil. Sus últimos libros se llaman Solos ( Quito, 2011) y Alforja de caza (México, 2012). Ha publicado además varias antologías de la poesía del Ecuador tanto en su país como en el extranjero. Representante del Ecuador en importantes encuentros poéticos y literarios en España, México, Colombia, Chile, Perú. Ha merecido diversos premios nacionales. Integra antologías españolas, norteamericanas e hispanoamericanas. Ha participado en las más importantes revistas literarias de nuestra lengua. El Municipio de su ciudad, en 1999, le concede la condecoración Juan León Mera por toda su obra literaria y de difusión. Es director y editor de ELANGEL Editor y organizador del Encuentro Internacional de Poetas en Ecuador “Paralelo Cero”. Catedrático y editorialista de diversos medios de comunicación escrita y de periódicos virtuales. Parte de su poesía ha sido traducida al italiano, Inglés y portugués.
Freddy Peñafiel Larrea | Quito, 1972 | Desde 1986 ha publicado mútiples textos en periódicos y revistas. Ha publicado Del amar, de la mar (1995), Del asombro de las sombras (2001), Anzuelos (2005) y Presagios (2009). Está incluido en diversas antologías poéticas nacionales e internacionales. Editor del blog www.rompecabezas.ec
Corina Dávalos (Quito, 1977) Reside en España desde 1996. Es licenciada en Filosofía y Periodismo. Publicó el libro de poemas “Memoria del paraíso” (2010).
[1] RAE: Diccionario de la Lengua Española – vigésima segunda Edición.
[2] Conversación en mail con el poeta.
[3] Extraido del libro “Método fácil y rápido para ser poeta” de Jaime Jaramillo Escobar: http://www.jaimejaramilloescobar.com/Metodo-facil-y-rapido-para-ser-poeta/index.html
[4] Idem.
[5] En una conversación de facebook por chat.
[6] En su muro de facebook.
[7] “Al lector”, poema del poeta francés Charles Baudelaire (1821-1867)
[8] El lector de poesía: Escrito sobre el Hielo, de Alberto Rodríguez Tosca y editado por La Pobreza Irradiante. El Criticón, Madrid | 12/11/2007
[9] EL poeta y el lector: Ernesto Goldar. http://apoarevistalaguillotina.blogspot.com/2011/09/el-poeta-y-el-lector.html