Patente de corso: Yusef Komunyakaa

Presentamos, en versión del poeta costarricense Gustavo Solórzano Alfaro, un texto del poeta norteamericano Yusef Komunyakaa (Luisiana, 1947). Fue finalista del National Book Critics Circle Award, y entre otros premios y reconocimientos ha obtenido el San Francisco Poetry Center Award, el Pulitzer Prize, el Wallace Stevens Award y el William Faulkner Prize.

 

 

 

Patente de corso: Yusef Komunyakaa

 

Presentamos, en versión del escritor costarricense Gustavo Solórzano-Alfaro, un poema del autor estadounidense Yusef Komunyakaa (Luisiana, 1947). Komunyakaa ha recibido amplio reconocimiento por el uso del lenguaje coloquial y la incorporación de influencias del jazz. Fue finalista del National Book Critics Circle Award, y entre otros premios y reconocimientos ha obtenido el San Francisco Poetry Center Award, el Pulitzer Prize, el Wallace Stevens Award y el William Faulkner Prize. Algunos de sus volúmenes de poesía son Dedications & Other Darkhorses (1977), Lost in the Bonewheel Factory (1979), Copacetic (1984), I Apologize for the Eyes in My Head (1986), Dien Cai Dau (1988) y The Chameleon Couch (2011). También ha escrito prosa, obras dramáticas y ha editado antologías poéticas.

 

 

 

Creer en el acero

Las colinas que mis hermanos y yo creamos
nunca encontraron su balance, y les tomó años
descubrir cómo funcionaba el mundo.
Podemos mirar un árbol de mirlos
y decir cuántos de ellos habitaron sus ramas,
pero con el chatarrero
nunca resultaron nuestras cuentas.
Semanas de levantarse y gruñir
nunca sirvieron de mucho,
pero no podíamos dejar

de creer en el acero.
Camiones y carros abandonados
yacían sujetos al suelo
por sólidos y nostálgicos racimos de uvas,
fuertes como una docena de aparceros.
Retornamos con nuestro carretillo
que se quejaba bajo una nueva carga,
pues vivían mejor los lirios
en su lánguida tierra de Agosto.
Entre botellas y papeles,
el humo de la fundición borró los atardeceres,
y no podíamos creer que el acero
inclinara a los hombres tan cerca de la tierra,
como si el mineral bajo su aliento
se trajera abajo el cielo gris.
A veces sueño cómo nuestras colinas
se hunden en un océano de metal,
cómo todo se convierte en ancla
de un barco de guerra o de un bombardero,
sobre los árboles en flor,
demasiado rojos para mirarlos.

 

 

 

 

Believing in Iron

 

The hills my brothers & I created

Never balanced, & it took years

To discover how the world worked.

We could look at a tree of blackbirds

& tell you how many were there,

But with the scrap dealer

Our math was always off.

Weeks of lifting & grunting

Never added up to much,

But we couldn’t stop

Believing in iron.

Abandoned trucks & cars

Were held to the ground

By thick, nostalgic fingers of vines

Strong as a dozen sharecroppers.

We’d return with our wheelbarrow

Groaning under a new load,

Yet tiger lilies lived better

In their languid, August domain.

Among paper & Coke bottles

Foundry smoke erased sunsets,

& we couldn’t believe iron

Left men bent so close to the earth

As if the ore under their breath

Weighed down the gray sky.

Sometimes I dreamt how our hills

Washed into a sea of metal,

How it all became an anchor

For a warship or bomber

Out over trees with blooms

Too red to look at.

 

 

 

 

 

 

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