Poesía ante la incertidumbre. Defensa de la poesía

La crítica y ensayista española Remedios Sáncez García nos presenta un texto en torno a la recepción y relevancia de “Poesía ante la incertumbre. Antología de nuevos poetas en español” y de su polémico prólogo, “Defensa de la poesía”. El texto fue publicado originalmente en Cuadernos Hispanoamericanos. Sánchez García actualmente es profesora en la Universidad de Granada.

 

 

 

 

 

NOTAS PARA UNA POÉTICA DE LAS ESENCIAS EN EL SIGLO XXI.EL MANIFIESTO ‘POESÍA ANTE LA INCERTIDUMBRE’

 

El proceso de construir una corriente literaria dentro de una generación, más que un hecho condicionado por la pura historicidad, se nos revela como una circunstancia profundamente más compleja en cuanto a temática y concepción estética de la literatura, siempre en permanente evolución y movimiento. Estar inmersos en un momento de globalización de los valores y con una crisis profundísima de los mismos entendemos que justifica la salida a la luz de nuevos manifiestos para dar respuesta a las actuales necesidades del lector, único juez indiscutible del devenir literario. Constituyen una forma valiosa y constructiva de abogar por un renacer literario constante dentro de una generación poética, la actual, que anda buscando su camino personal y poético cohesionado dentro de un grupo en un momento donde domina claramente la fragmentación de géneros.

 

 

Por eso resulta de gran interés el Manifiesto ‘Defensa de la Poesía’,

recogido dentro de la antología Poesía ante la incertidumbre y reafirmado

después en el último número de la revista Los Torreones bajo el título

“Poesía ante la incertidumbre. Un viaje a la esencia” (98-102); ambos escritos

están suscitando curiosidad entre investigadores, poetas y, esencialmente,

entre los lectores que son los receptores auténticos del devenir literario.

Lo firman ocho poetas de España e Hispanoamérica, nacidos entre 1973 y 1982[1]:

Jorge Galán, Raquel Lanseros, Ana Wajszczuk, Daniel Rodríguez Moya, Francisco

Ruiz Uriel, Fernando Valverde, Andrea Cote y Alí Calderón, todos ellos jóvenes

autores de destacada trayectoria y con un futuro literario altamente prometedor

por delante, habida cuenta de la destreza y emoción poética que  han desarrollado

en obras ya conocidas y la habilidad crítica en los ensayos publicados hasta ahora.

Cinco hispanoamericanos (Jorge Galán, Ana Wajszczuk, Francisco Ruiz Uriel, Andrea

Cote y Alí Calderón) y tres españoles (Raquel Lanseros, Daniel Rodríguez Moya y

Fernando Valverde). A primera vista, es muy sugestivo que, por una vez, no sea

una corriente que vaya de Europa a Hispanoamérica o viceversa, sino que brote

de la unión estética e ideológica entre las dos orillas del Atlántico. Asimismo

es altamente significativo que, en tan poco tiempo –un año- se hayan hecho diez

ediciones de la obra, lo que da idea de la dimensión del proyecto estético-ideológico

que los une y cómo ha sido recibido por el público lector, lo que la distingue de

cualquier otra antología realizada hasta el momento; la primera edición se hizo en

España (en la prestigiosa editorial Visor), a la que han seguido varios países de

Sudamérica –caso de México (Círculo de Poesía), Nicaragua (Leteo Ediciones),

El Salvador (DPI), Colombia (Ícono), Perú (Mesa Redonda), Argentina (El Suri Porfiado),

Chile (Trilce Ediciones)-, aparte de la edición italiana (Universidad de Bolonia)

y la norteamericana (Universidad de Georgia); igualmente hay cuatro ediciones más

pendientes que aparecerán en breve: Estados Unidos (Nueva York), Ecuador, Bolivia y

Bélgica (con traducción al francés).


Aparte de la cuidadosa selección poética recogida en Poesía ante la incertidumbre, nuestra prioridad en el presente artículo es analizar el manifiesto iniciático, “Defensa de la poesía” y su continuación, “Poesía ante la incertidumbre. Un viaje a la esencia”, como ejemplo de un estado de ánimo poético, de una nueva tendencia revitalizadora que vigoriza la poesía en el ámbito de la lengua desde un conocimiento profundo de la tradición literaria, que rompe con algunas de las estructuras que marcan la estética poética más actual; en su caso, defendiendo una búsqueda de la claridad, desde la perspectiva de la que ya avisara Ángel González cuando indicó que la poesía es “claridad, significación potenciada”  (A. González, 66).

En primer lugar nos parece de capital importancia que sea el manifiesto lo que ejerza de prólogo de la obra porque, como escribe Luis Antonio de Villena con gran acierto a propósito de las antologías que últimamente agotan a los lectores, muchas veces la función del antólogo es la “de orientar el gusto, nunca disociado de un paladar proclive, naturalmente, a las preferencias personales” (12). Aquí los autores, rubricando esta introducción a modo de ‘Arte poética’ con sereno rigor, marcan ellos mismos el propio destino del manifiesto y se hacen únicos y últimos responsables de lo que dicen y de cómo lo dicen, sin utilizar a un tercero como ‘pater’ que los ampare de las inevitables críticas en un universo literario actualmente demasiado proclive a la dureza reprobatoria y no siempre suficientemente ágil y atenta a los cambios que requiere la Literatura como suma de tendencias.

 “Defensa de la poesía” toma como punto de partida que “El momento de la Historia que nos ha tocado vivir está marcado por la incertidumbre en todos los sentidos. […] la incertidumbre parece abarcarlo todo: la política, la moral, la economía, las nuevas formas de comunicación que paradójicamente han provocado una mayor incomunicación… También las viejas utopías que parecieron realizables y llenaron de ilusión a millones de ciudadanos se han desmoronado mostrando sus miserias cuando han sido suplantadas por los hombres añadiendo aún más incertidumbre a todo lo que nos rodea” (Poesía ante la incertidumbre, 7). Y la poesía funciona como respuesta (o por lo menos como camino en la búsqueda perenne de respuestas) porque la emoción, lo coloquial, las conversaciones, lo frecuente y cotidiano vuelve a tomar relevancia y fuerza desde la perspectiva de Poetas ante la incertidumbre.

A partir de esta premisa esencial aclaran: “Nuestra generación está marcada por esta incertidumbre y creemos que es necesario hacer un alto en el camino, reflexionar, mirarnos a los ojos, establecer una cercanía menos artificial, más humana. La poesía puede arrojar algo de luz para alcanzar algunas certidumbres necesarias” (Poesía ante la incertidumbre, 7).  Porque “La poesía es un modo de ajustar cuentas con la realidad, ha repetido muchas veces el poeta español Luis García Montero” (Poesía ante la incertidumbre, 7), bien entendido que el arte tiene que conmover a través de la emoción en el uso del lenguaje.

Desde esta postura desarrollan su planteamiento básico: la poesía ha de ser comprensible para cualquier lector y fundada en la emoción para engancharlo nuevamente a lo que significa leer poesía. Todo eso teniendo en cuenta uno de sus parámetros esenciales: “[…] la poesía tiene que emocionar. Ante tanta incertidumbre, para nuestra sorpresa, una gran parte de los nuevos poetas en español se han adscrito a una tendencia tan experimental como oscura” (Poesía ante la incertidumbre, 8). Y, a partir de ahí se posicionan como grupo unido con un ideario claro: “Queremos mostrar nuestra desolación ante esta dinámica que nos parece destructiva para la poesía porque conduce, de manera inevitable, a su deshumanización” (Poesía ante la incertidumbre, 9). Se trata de posicionarse ante las nuevas estéticas que están surgiendo buscando, desde su perspectiva literaria, devolver al lector su papel, dado que “hoy la poesía está considerada como un género difícil que sólo leen los poetas, porque sólo parecen entenderse entre ellos como los habitantes de ínsulas extrañas” (Poesía ante la incertidumbre, 9).

Gilles Deleuze afirmaba: “Se nos está fabricando un espacio literario completamente reaccionario, prefabricado y asfixiante” (46) y a esa situación responde desde el compromiso con la realidad que se vive cada día el Manifiesto de Poesía ante la incertidumbre. Deben ir de la mano espacio literario y espacio social (Méndez Rubio, 122) para reconstruir una nueva poética, en la que la sorpresa tiene un alto valor, para este tiempo de perplejidad. Hay que reajustar la biblioteca nuevamente, como ya escribiera García Montero (“más que quemar los libros, deseo volver a ordenar nuestra biblioteca” [García Montero, 2000]) de acuerdo a unos parámetros que busquen una nueva comunión con el que se acerca a la obra en verso como válvula de escape o de complicidad.

Estos poetas no construyen su obra a partir de la ruptura con la mejor tradición poética desarrollada en el siglo XX, (“Los jóvenes siempre han tenido la tentación de contradecir a sus mayores en un arrebato adolescente en busca de construir sus identidades. En la poesía actual, ese camino supone oponerse a quienes tanto han trabajado para que la poesía se entienda, se humanice, se aproxime a la gente corriente” [8], afirman), sino que, desde la voz propia que poseen, aclaran sus deudas estético-literarias, fundamentalmente con la Generación de la Poesía Social (años 50-60) y de la Poesía de la Experiencia: “Admiramos a poetas a los que hemos tenido la suerte de conocer, como Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Gonzalo Rojas, Claribel alegría, José Hierro, Luis García Montero, Benjamín Prado (y los poetas de la conocida Poesía de la Experiencia), Juan Manuel Roca, Marco Antonio Campos, Jorge Boccanegra, José Emilio Pacheco, Mario Benedetti, Gioconda Belli, Oscar Hanh, Omar Lara, Waldo Leyva, Piedad Bonnett” (Poesía ante la incertidumbre, 9)[2]. Porque, como muy bien explica Villena,  la tradición “no es un estorbo al artista –como pensaron algunos, a partir del Romanticismo- sino al contrario, un fuerte impulso estimulador de su propia creatividad. El artista tiene, ahora, más posibilidades que nunca, pero también –agregó- más peso. Por ello, si siempre el poeta ha tenido que saber enseñorearse de su tradición (la que eligiera) hoy tal dominio ha de ser más cierto, más largo y requiere hombros acaso más fuertes. La tradición nos obliga a elegir” (1986, 23).

Siguiendo a todos estos referentes indudables de la poesía escrita en español, Poetas ante la incertidumbre defienden “una poesía perfectamente entendible” (Poesía ante la incertidumbre, 9), atendiendo a claves que los anteriores ya se habían planteado: “reflexionar sobre el mundo que los rodea tratando de ordenarlo en un poema, han dialogado con sus fantasmas y con sus lectores, estableciendo una comunicación imprescindible en cualquier género literario, y han huido de las modas y de la actualidad poética, es decir, nunca han escrito contra nadie, no han tratado de ser novísimos”(Poesía ante la incertidumbre, 9). Todo ello, claro, con un mayor grado de compromiso adaptado a la realidad presente, que no es la de otros momentos u otras tendencias anteriores.

Queda claro, por tanto que no es una ruptura radical con la tradición, fundamentalmente con la hasta hace pocos años dominante ‘Poesía de la Experiencia’ (entendemos, con Bousoño que “ninguna generación mantiene a lo largo del tiempo su coherencia artística, la arquitectura formal de sus principios y actitudes” (Bousoño, 200), pero sí una evolución natural, una toma de postura clara y contundente sin perder de vista lo que afirmara Menéndez Pidal: “como en cada período actúan muchas generaciones convivientes, es, la mayor parte de las veces, arbitrario el señalar una generación principal, y más debemos atender a la convivencia de varias y a la resultante de las corrientes que promueven, siempre sometidas a la inducción de las unas sobre las otras” (47-48). Sin embargo, nótese el empuje y la fuerza con que aparecen los firmantes del manifiesto[3], teniendo en cuenta además lo que exponen en “Poesía ante la incertidumbre. Un viaje a la esencia”: “Nosotros abogamos por las influencias dispares y eclécticas, mejor cuanto más ricas y variadas, en varios idiomas si es posible, de muchas culturas, siempre que comparta la única característica de verdad relevante en poesía: la calidad” (“Poesía ante la incertidumbre. Un viaje a la esencia”, 102).

Volviendo al principio, resulta “En defensa de la poesía” una reflexión sobre el lenguaje poético, del poder inmenso de la palabra, en estos tiempos de globalización e incertidumbre (el título de la obra no es baladí) muy interesante para comprender este momento histórico-literario donde, a fuer de retorcer el verso, de hacer protagonista al artificio como modo de autoafirmación, se van perdiendo lectores con inusitada rapidez: “Los lectores empiezan a alejarse peligrosamente de la poesía, entre otras cosas porque cuando empezaban a intuir que se trataba de un género accesible, que transmitía emociones, algunos poetas de las nuevas generaciones están sembrando la oscuridad en la incertidumbre, eso por no mencionar las poéticas del silencio”(10). Y lo fundamental lo dicen ellos mismos en la aclaración posterior del Manifiesto: “El hecho poético se verifica en el encuentro con cada lector u oyente, que otorga nuevos sentidos al texto  escrito o recitado” (“Poesía ante la incertidumbre. Un viaje a la esencia”, 98).

Estamos ante una toma de conciencia clara ante la realidad –poética y social- del momento empleando una mirada crítica y vitalista del mundo que lo rodea, aplicando el compromiso y alejada de esteticismos que desdibujen la intención primigenia del decir poético en un momento en que se necesitan brújulas para clarificar el camino de la literatura en general y de la poesía en particular. El propio García Montero lo ha dicho con acierto irónico: “Más que de una discusión teórica, se trata al final de un estado de ánimo” (García Montero, 2004, 25). Y un estado de ánimo, un estado poético comprometido con la realidad es lo que refleja este manifiesto, teniendo en cuenta que ya Miguel García Posada consideró la poesía figurativa como “la mejor poesía que hoy se escribe en España, si se juzga con honradez de criterio” (García Posada, 42).

Consideramos que se trata pues, de una nueva corriente poética homogénea y ligada con la realidad, conformada por escritores de seis países, en igualdad de condiciones y con un ideario común, una muestra altamente significativa del porvenir del verso escrito en español y marcada por lo que ya indicara Vicente Francisco Torres a propósito del grupo: “Lejos de hermetismos y florituras, lo que priva en la creación de estos muchachos es la transparencia, el vuelo de la imaginación y su apego a la vida. La infancia, la familia, el erotismo, el amor, el destino, el tiempo y la fugacidad de la vida son sus temas, aunque en uno de ellos, el español Daniel Rodríguez Moya hay una clara conciencia social” (s/p). Es el encuentro de la poesía y el hombre, atendiendo a que, como consideraba Octavio Paz, “la poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior” (12).

Apoyan la estética de la emoción como motor poético que logra implicar al lector, conmoverlo, porque parte de la conciencia de ‘yo’ y de una historia que se va edificando en el poema desde la honestidad del autor: “la capacidad de transmitir un sentimiento gracias al idioma y a los diferentes recursos que ofrece el género. Sin ese intento de transmitir emociones, de llenar un vacío, de reflexionar sobre el mundo, de convertirse en mil hombres; el poema está hueco, no tiene vida” (Poesía ante la incertidumbre, 11). Abundan en Los Torreones: “Cantar nuestra fragilidad y nuestra grandeza, nuestra angustia y nuestra alegría, las cumbres y los abismos de nuestra realidad, lo áspero y lo dulce de nuestros deseos, el dolor y el placer del oficio de estar vivos, es y seguirá siendo lo más valioso y revolucionario –entendido como libertad absoluta de pensamiento” (“Poesía ante la incertidumbre. Un viaje a la esencia”, 102).

Porque la poesía es un espejo en el que se mira el lector, se reconoce y se ve identificado. “El lector acude a la cita para reconocer al otro, y acaba reconociéndose a sí mismo, descubriendo su rostro en el espejo”, subraya García Montero (2004b, 30). Los autores de “Defensa de la Poesía” citan a Margarit en una solución cardinal con la que coinciden plenamente: “El límite de la poesía es el de la emoción” (8).  Entre otras cosas  porque, como ya decía Vicente Huidobro en el ‘Prefacio’ de Altazor, “Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía” (57).

Por tanto, un puente se tiende desde la tradición a sus experiencias personales como poetas comprometidos con su momento histórico y, luego, desde sus experiencias a nosotros, porque “los poemas que duelen son de todos” (“La apariencia”, 117), encontramos en uno de los poemas de F. Valverde, siguiendo la senda de Machado que remarcara Ángel González: “Machado no renuncia a expresarse a sí mismo; se limita a prescindir de lo que podría calificar de particulares o únicas a sus experiencias y vivencias, para transmitir lo que hay en ellas de general y compartido. Su poesía, al expresar lo que hay de común en él con los otros, expresa también a los otros” (1999, 186). Y eso se reitera en el manifiesto: “La poesía nace, como todo arte, de un sentimiento humano universal como es el anhelo trascendente. Va mucho más allá de los atrevidos juegos de estilo o las oscuras construcciones lingüísticas que parecen facturados sólo para un selecto grupo de iniciados. La poesía ha pertenecido y pertenecerá siempre a la humanidad entera, es un caleidoscopio luminoso y claro que se adentra en los recovecos más recónditos de nuestra conciencia. Nace desde un yo poético pero se remansa indefectiblemente en el nosotros, creando ese espacio de comunicación universal que puede existir tan sólo entre corazones humanos liberados de escudos y armaduras. La poesía no encadena ni encorseta a su lector u oyente con fingimientos prefabricados o yuxtaposiciones carentes de significado íntimo” (Poesía ante la incertidumbre, 11). Tal y como ya apuntara Derrida, “Mis palabras no prueban sino la desintegración de mi identidad, la disolución de mi propio ser en el ser propio del lenguaje. […] Y así, después de haberlo escrito, el mundo desaparece en la escritura para ser leído como un texto, el texto del mundo” (Saldaña, 85). Es, esto, en sustancia, la reflexión de Bertolt Brecht, utilizada por Garry Thomson: “Se trata de las cosas, no de los ojos. Si queremos enseñar que hay que ver las cosas de modo distinto, hay que enseñarlo en las cosas. Y no pretendemos sólo que se vean las cosas simplemente de “otro modo”, sino que se vean de un modo bien definido, un modo de ver que es distinto, pero no simplemente distinto de aquel otro, sino concreto, es decir, conforme a las cosas” (53).

Se busca devolver a la humanidad el fuego sagrado de las palabras humanizándolo, haciéndolas comprensibles desde la emoción compartida entre autor-lector, desde la cercanía y sin perder su valor estético: “creemos en una poesía que además comunique, que diga algo, que porte sentido. Una poesía que conmueva y, en el mejor de los casos, estremezca, cimbre, cumpla con el rigor de lo poético” (12). Siguen  los poetas la línea rilkeana fundada en la experiencia de la realidad para hacer cómplice al lector fortalecida y actualizada.

Lo constatamos en los poemas recogidos, y más recientemente en una entrevista de Raquel Lanseros en la ha explicado que “Poesía ante la Incertidumbre es una antología poética que reivindica la poesía que es capaz de emocionar y comunicar conciencias. En un tiempo de crisis e incertidumbre, la poesía puede y debe arrojar luz, humanidad, diálogo. Pretende aglutinar a todos aquellos poetas y amantes de la poesía que creen en la poesía que porta significado. La poesía que trata de conjurar aquello que nos duele y va indeleblemente unida a la búsqueda de la libertad, la justicia y el sentido de la existencia” (pág. 13). Dicho planteamiento va en  la línea de la reflexión de Pellegrini: “Es una manera de actuar, una manera de estar en el mundo y convivir con los seres y las cosas. El lenguaje poético en distintas formas (forma plástica, forma verbal, forma musical) no hace más que objetivar de un modo comunicable, mediante los signos propios de cada lenguaje particular, esa fuerza expansiva de lo vital. Como consecuencia el mundo poético está en todos, en la medida en que cada hombre es un ser integral. La clara consigna de Lautréamont.”La poesía debe ser hecha por todos” (s/p), que  tiene todo su sentido pleno en este presente que vivimos con incertidumbre.

Ellos lo reafirman al decir que las voces de los poetas “tienen el deber de escribir sobre las cosas que conciernen a todos los hombres. Es el privilegio de ayudar al hombre a soportar la existencia, mediante el levantamiento de su corazón, recordándole el coraje y el honor, la pasión y el orgullo, la compasión y la piedad y el sacrificio que han sido la gloria de su pasado. La voz del poeta necesita no sólo ser el registro del hombre, puede ser además, uno de sus pilares, los pilares que le ayudarán a vivir y a prevalecer” (“Poesía ante la incertidumbre. Un viaje a la esencia”, 102).

 Y, sobre todo y ante todo, la poesía de este grupo es una actitud ante la vida: “Seguimos creyendo que una de las misiones de la poesía es enfrentarse al poder. Y el poder de hoy no hace más que invitarnos al silencio, al fragmento, a las subjetividades ensimismadas y a la pérdida de diálogo entre las conciencias” (Poesía ante la incertidumbre, 12).

Por eso, entendemos que conviene seguir con interés analítico la evolución poética de la corriente literaria comprometida y naciente que conforman los autores firmantes del manifiesto ‘Defensa de la poesía’, sus obras y su estética, clarificada desde ahora en los dos escritos que hemos diseccionado en este artículo y que resultan una forma en positivo de elaborar la literatura que viene, que ya nos ha llegado en este siglo XXI, con ímpetu, con fuerza y con ilusión de superar y superarse constantemente en beneficio del lector que paladea el verso habitado, sentido y vivido. La poesía es un arma cargada de futuro, escribía Celaya, y estos jóvenes poetas la tienen ahora en sus manos.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Bousoño, Carlos: Épocas literarias y evolución (Edad Media, Romanticismo, Época Contemporánea), Madrid, Gredos, 1981 (tomo 1).

Calderón, A., A. Cote, J. Galán, R. Lanseros, D. Rodríguez Moya, F. Rodríguez Udiel, F. Valverde y A. Wajszczuk: Poesía ante la incertidumbre, Madrid, Visor, 2011.

______ (Poetas ante la incertidumbre): “Poesía ante la incertidumbre. Un viaje a la esencia”, Los Torreones. Revista de Poesía, 1, 2012, pp. 98-102.

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García Montero, Luis: “La poesía de la experiencia”, en L. García Montero, Poemas, Madrid, Visor, 2004.

______ (b): “Las primeras palabras”, en L. García Montero, Poemas, Madrid, Visor, 2004, p. 30.

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______  “Sobre la poesía: un alegato”, en José M. Mariscal y Carlos Pardo, ed., Hace falta estar ciego. Poéticas del compromiso para el siglo XXI, Madrid, Visor, 2003.

Huidobro, Vicente: “Prefacio” a Altazor, Ed. René de Costa. Madrid, Cátedra, 2008.

Méndez Rubio, Antonio: “Memoria de la desapariciónnotas sobre poesía y poder”, ALEUA, 17, 2004.

Menéndez Pidal, Ramón: “El lenguaje del siglo XVI” in La lengua de Cristóbal Colón, Madrid, Espasa-Calpe,  1968.

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Villena, Luis Antonio: Postnovísimos, Madrid, Visor, 1986.

______ Diez menos treinta,  Valencia, Pre-textos, 1997.

 

 


[1] Ordenados cronológicamente.

[2] Aclaran también que los citados son deudores –y por tanto, igualmente ellos- de “la tradición literaria de Rafael Alberti, Antonio Machado, César Vallejo, el primer Octavio Paz, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Luis Cernuda…” (Idem).

[3] Sobre todo porque, como ya escribiera Ortega, “acaecen en una época mil azares imprevisibles; pero ella misma no es un azar, posee una contextura fija e inequívoca” (Ortega y Gasset, José: El tema de nuestro tiempo, Madrid, Espasa-Calpe, 1988, p. 59).  1988;

 

 

 

 

 

 

 

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