Sobre la poesía de Antonio Preciado

El poeta ecuatoriano Simón Zavala Guzmán reseña el volumen “Con todos los que soy” del también poeta ecuatoriano Antonio Preciado (Ecuador, 1941). Preciado es uno de los poetas más significativos de la tradición ecuatoriana. Este libro fue publicado por El Ángel EDITOR, el sello editorial del momento en aquel país. Algunos de sus poemarios son olgorio, 1961; Más acá de los muertos, 1966; Tal como somos, 1969; De sol a sol, 1979; Poema húmedo, 1981.

 

 

 

             “CON TODOS LOS QUE SOY”

 

 

Cuando leo el libro de un poeta, y en general, el de un escritor de cualquiera de los géneros literarios, lo leo simplemente como un lector que busca en el libro desentrañar misterios, asombros, dolores, enigmas, acontecimientos, alegrías, confesiones. Lo leo, eso sí, con apasionamiento. Con la pasión con que un ser humano ama a los libros y con la que siente en ellos un hálito profundo de liberación. Y lo leo también, con absoluta serenidad, para tratar de hacerme un juicio, una opinión, sobre lo que el libro dice, porque esta actitud me permite separarme de muchas ataduras a mi propio trabajo literario y, tener más objetividad, para poder finalmente, después de concluir  la lectura, encontrarme con los argumentos de por qué tal o cual libro me gustó o no me gustó. No lo leo ni como crítico ni como poeta. Lo leo como un simple lector que gusta de la literatura. Y en el campo de la poesía, lo hago también, a partir de tratar de encontrar en el libro que leo y en el poeta que leo, las interrogantes sustanciales que me apremian; esto es,  en dónde está, cómo se construye, por qué razón fluye, ese hecho poético que mueve y empuja al poeta a exteriorizar su emocionalidad  y racionalidad en esa relación de sentimientos-pensamientos, que  a través de la escritura, se convierten, cuando el libro es bueno y el autor es bueno, en una auténtica obra de arte.

 

Toda gran obra de arte contiene una nueva experiencia de la realidad y una nueva forma de conquistarla, aunque esa realidad siga siendo la misma. El poeta para construir su obra, como una obra de arte, tiene que escalar peldaños cada vez más empinados y difíciles En ese ajuste de cuentas consigo mismo va hilando su grandeza, aunque no la busque ni la necesite. Peor, viviendo en un mundo en donde la antropofagia literaria  encubre impunemente la ramplonería retórica, los plagios literarios, el atraco de ideas y de temas;  y  el auto vanagloriarse es el pan de cada día. El poeta verdadero no entra en la jungla de esa antropofagia, porque la manifestación de su poética,  se traslada y vive,  en  lumínica transmutación, en la memoria de sus lectores. La obra de arte realiza este milagro. Se es poeta o no se es. Y la palabra del poeta, plasmada en el libro, es una obra de arte. La del que no es poeta, para hacerse comprender, no necesita el sendero de la poesía y si alguien la utiliza en forma impropia, inmediatamente se delata. La poesía no admite impostores ni imposturas. La poesía nos hace vibrar en lo más hondo de nuestro ser y nos invita, sin apelaciones, a enfrentarnos  con la más pura esencia de nuestra racionalidad y sensibilidad, en un diálogo existencial, que sobrepasa lo ideológico, lo religioso, y lo utilitario. La poesía nos pone en contacto con los planos secretos del mundo y del universo. Por eso, los poetas son vates que permanecen indestructibles a través de los tiempos con  su videncia, su vaticinio  y su pensamiento. Su palabra es profética.

Antonio Preciado Bedoya, a parte de ser una personalidad destacada en los campos de la política, la educación y la gestión cultural, es una de las figuras cimeras de la  literatura ecuatoriana. Invitado a importantes eventos literarios  nacionales e internacionales en América Latina, Europa y Africa; premiado con valiosos  galardones en Ecuador y en otros países; incluido en significativas antologías poéticas ecuatorianas y publicaciones antológicas de varias partes del mundo; con varios libros publicados y con una obra poética estudiada y traducida en muchos países y lenguas; es realmente y sin lugar a dudas  una de las grandes voces líricas de nuestro país y su obra poética es una obra de arte.

El  libro de Antonio Preciado Bedoya que se titula “CON TODOS LOS QUE SOY”,  recoge una selección de su obra poética publicada  hasta esta fecha. Es editado  por  Editorial “El Angel Editor” que dirige nuestro querido escritor, gestor cultural, editor y amigo Xavier Oquendo Troncoso, dentro de la Colección Líneas. Tanto en Ecuador como en algunos  países del mundo, su trabajo poético ha sido reconocido por su altísimo valor lírico, luego de un análisis  crítico serio y objetivo realizado por  estudiosos de la literatura  que han leído su poética. Jóvenes estudiantes de algunas universidades del extranjero trabajan sus tesis doctorales en literatura sobre la poesía de Antonio.   Este libro,  es justamente el resultado rotundo de recorrer  un  gran trecho en la construcción  de una obra poética sólida y significativa, en la que la decisión de Antonio para la escritura, su sensibilidad, creatividad y gran compromiso con la palabra,  se hacen presentes en cada uno de sus textos. De su sensibilidad, porque como ser humano y como poeta, nos ha demostrado una autenticidad  a toda prueba, pues su transitar vital ha sido y es consecuente con su actitud de poeta verdadero. De creatividad, porque su imaginación no tiene fronteras ni límites,  y  su escritura nos refleja una forma y un estilo propios de manifestar lo que siente y lo que piensa, con sinceridad, con la más límpida franqueza .Y de gran compromiso, con si mismo y con los demás, porque su obra poética ha sido labrada con suma responsabilidad, para entregar al lector, una poesía cerebralmente depurada y de alta significación literaria, con una muy particular expresividad,  en la que los ritmos poéticos se diversifican en formas cadenciosas múltiples de articulación versal, estrófica y poemática, dentro de la organicidad de los textos,  para elevar la palabra a planos esenciales y sublimes.

 

Sabemos que el narrador y el poeta, en su actitud de creación y alumbramiento, a parte de la gran dosis de ficción que debe poner, creo que muchísimo más en la narrativa que en la poesía, tiene siempre un campo de denuncia, de desvelizamiento de sus interioridades, y de las relaciones humanas y sociales, caracterizando desde su punto de vista lo que para él es lo más importante, y mostrando toda la falsedad o verdad de esos adentros y de esas relaciones. Así pues, para apreciar razonablemente la obra de un escritor o, en general, de un artista, pienso que lo primero es ubicar, situar esa obra, en forma equitativa y cabal en el medio social en el que se desarrolla, juzgándola en concordancia con la sociedad que en ese momento o en los distintos tiempos transcurre. Pero eso sería incompleto, si a la vez, no desentrañáramos lo que el creador quiere expresar en el contexto de esa sociedad, de la fenomenología social que le palpita, de su época, de su lugar o país y, creo que también, de las circunstancias políticas, sociales, culturales y económicas que le rodean. Siempre he pensado que, exceptuando las obras exclusivamente de ficción y de ciencia ficción, el escritor debe traducir con veracidad lo que quiere reflejar en su obra, tanto a nivel de conceptualización, de lenguaje, como a nivel de imágenes y semblanzas de la vida, convirtiendo a su obra, en una obra realista o que nos visualiza la realidad. De esta manera el creador nos aproxima más al conocimiento del mundo y la naturaleza humana, a las condiciones circundantes de la realidad social y, también a nuestra propia realidad. Todo esto es discutible, lo sé, pero de algún punto hay que partir en la discusión.

 

Es verdad que la literatura tiene una gran dosis de ficción. Pero a veces, la realidad desborda la ficción o la ficción que se introduce en el texto es una realidad acontecida que se le quedó al poeta o al narrador  en algún sitio de la memoria y que éste la reproduce, quizás por un principio de asociación de ideas.  En la poesía de Antonio Preciado Bedoya,  que es fundamentalmente vivencial,  la ficción casi no tiene cabida. De construcción gramatical accesible al entendimiento, las instancias verbales responden a sus propias exigencias poniendo de manifiesto la naturaleza interior del autor a través de un desarrollo que busca una mayor proximidad, una mayor fidelidad, entre signo y cosa significada, entre palabra y realidad vivida. Poesía que se mueve en un registro de oscilaciones anímicas, en un vaivén de sentimientos en contraste, mediante una dinámica rítmica sostenida.  Estimo que la poética de Antonio Preciado Bedoya responde a la interpretación, principalmente social de su mundo y del mundo, al ayer y al ahora, a su propia y definida circunstancia; y que,  en tanto  medio de expresión en el que se objetiva su experiencia, la realidad es desmenuzada y reconstruida en un discurso literario en el que los textos poéticos aparecen siempre ligados a relaciones de sentido: reminiscencias, supervivencias, figuraciones, sueños, visiones oníricas, esperanzas, designios  etc. Cada contexto discursivo vierte una fuerza asimilativa que impone a la palabra una connotación, un matiz, una figuración, un sentido, acorde con su ubicación en el verso, dentro de la relación de sentimiento-pensamiento que en simbiosis cerebral construye ese verso.  La metáfora pura es el sustento fundamental que en el planteamiento poético proyecta el aliento verbal esencial para la fusión de palabras y ritmos de los contenidos. No es una poesía de símbolos y claves. Es una poesía iluminada, en la que el nervio primigenio está dado por una vitalidad emocional desbordante. Las palabras trascienden su significado conceptual más allá de las utilizadas en el lenguaje cotidiano, y que aparentemente pueden visualizarse con una simple lectura. Por cierto, la poesía falsa – porque la hay – se traiciona cuando su forma verbal demuestra únicamente una cobertura en vez de reflejar un contenido, un temple de ánimo, un objetivo reflejo de un estado interior. La poesía de Antonio Preciado Bedoya es verdadera porque lleva en si las motivaciones interiores de ella, sus diferentes estados de ánimo, la veracidad de sus vivencias, la configuración de sus realidades en el tiempo y la realidad que las conmueve; y el hálito con que insufla el alma de sus poemas. La poesía de Antonio Preciado es una poesía que busca y lo consigue, decirnos poéticamente  una gran verdad poética: La vida del ser humano desde su inicio, es un eterno poema epopéyico que se va escribiendo con sangre, sudor y lágrimas.

 

En la solapa de la contratapa de este libro, el escritor argentino Hugo Francisco Rivella refiriéndose a Antonio dice en el último párrafo: “Poeta de la hondura y el compromiso. Compromiso de vivir con cada paso dado, con cada mano desencajada, con cada corazón  en telarañas. La palabra de Preciado es eso: oquedad, creación, encuentro, espada y luz. Alguien tendría que decirle a Antonio Preciado que su poesía es la vida misma”. Cuando lo leí, recordé inmediatamente lo que afirma el escritor Saúl Yurkievich y que para mí es casi una sentencia. El dice que: “Escribir es saberse vivo, vivirse. Escribir es escribir en la hora inestable, esculpirse y deshacerse; asir el tiempo en la consciencia, plantar signos ciertos en la oscuridad”. Y la poética de Antonio Preciado Bedoya es precisamente la demostración contundente de esta definición admirable de escribir y existir. Escribo, luego existo. Antonio escribe porque se siente vivo, porque sabe que la vida de un poeta para ser tal, debe ser el espejo fiel de la existencia que día a día va decantándose a través de la escritura y que posibilita a quienes  leen esas grafías en las que tiempo y memoria son una sola y unívoca verdad, también vivir, también existir con hondura y con dignidad. Su poesía, es la poesía de un poeta, de aliento persistente hacia los valores del ser humano y que se abre a la sensibilidad de los demás con su palabra y su solidaridad. Poeta de mil batallas en las que ha bregado sin miedo, trasegando en  una búsqueda incesante de sí mismo y de los otros, tratando de comunicar una cosmovisión del ser humano y buscando llegar al ser universal y no únicamente al ser planetario, desde una realidad cosmológica en la que se transfigura, se estremece y sale avante con sus propuestas poéticas. Creo que con mucha razón se ha sostenido y se sostiene, aunque esta no sea una verdad irrefutable, que el fundamento del valor poético de una obra, consiste en que ésta contenga las características de generalidad y universalidad, desde la individualidad original de esa obra. En el caso de Antonio Preciado Bedoya, sus poemas parten de su individualidad original hacia la universalidad, porque cualquier ser humano de este planeta, en cualquier región del mundo, leyéndolos puede sentir y conmoverse con la sustancia y profundidad de ellos. Y desde la libertad. Precisamente, es desde la esfera de su libertad que los poemas nacen y se renuevan con una savia espiritual inagotable. Y es por esa libertad, que las palabras de sus poemas no solamente significan lo que ellas en su tenor literal expresan sino que proponen  planteamientos, protestas, recuerdos, vaticinios.  Su palabra que en forma incitadora oscila entre temporalidades e intemporalidades, llega, fustiga, emociona e incendia los sentidos de quien la lee. Antonio Preciado Bedoya es un creador genuino y  un poeta verdadero. Genuino porque su poesía es el reflejo de una naturaleza poética que es consubstancial a su ser existencial. Y verdadera, porque sus textos poéticos reflejan la verdad de sus sentimientos y pensamientos. No hay imposturas. Hay verdades poéticas. Como he señalado muchas veces, no soy, felizmente,  un crítico literario ni un estudioso de preceptivas literarias, pero he leído el libro de Antonio Preciado Bedoya  con el deseo de adentrarme en  su cosmovisión poética buscando procurarme una opinión objetiva y sincera de su poesía. En este libro  que recoge  poemas representativos de sus múltiples poemarios, siguiendo la constante de todos ellos,  vertebra con acierto la urdimbre que debe existir entre el poeta y el hecho literario que desarrolla, mediante el desmenuzamiento de situaciones personales y sociales, en las que las raíces milenarias  de sus ancestros son  un faro de luz que guía su camino poético,  por el que iluminadamente transitan en su verbo poético universal y único:  el recuerdo alborozado, la nostalgia patética, la rebeldía sin límites, la angustia existencial,  el reencuentro con los que extraña, el amor que le insufla la mujer que ama, el desencanto, la denuncia social viril, los presentimientos, las visiones, el valor de vivir  y la esperanza por un mundo mejor; en un gran acontecimiento lúdico, que como una fruta polifónica se abre con dulzura para ofrecernos la trascendencia, la voz y el olor de su palabra.

 

Y digo acontecimiento, aunque no se comparta mi criterio, porque en este libro no hay ambivalencias, sino un seguridad plena en lo que se dice y en cómo se dice, porque pienso que la poética de Antonio Preciado Bedoya, es el resultado de un trabajo cerebral, serio y riguroso, totalmente pensado y delicadamente construido;  aunque pueda partir de ciertos detonantes que toquen con fuerza su

sensibilidad: como una palabra, o  una imagen, o un hecho o un recuerdo; motivaciones que generalmente la tienen todos los poetas. Los textos de este  libro señalan una línea poética definida y consecuente. Definida porque responden a una organicidad debidamente estructurada,   en la que significados y significantes, versos y palabras, ritmo y musicalidad, forma y fondo, caracterizan desde hace mucho tiempo a la poesía de Antonio, como una poesía muy especial y exclusiva de él.  Consecuente, porque sus temáticas poéticas  particulares, sociales  y universales son la expresión de la honestidad de su vida como creador y ser humano, en  lucha existencial de su vida, por los suyos y por los demás,  en la que sus principios morales, éticos y políticos no han claudicado nunca.

La poética de Antonio, se sustenta en la consistencia y afirmación del discurso literario de los textos, a través de la metáfora como elemento esencial de los mismos, y de una suerte dialéctica de tesis y antítesis que se va desarrollando en ese discurso literario. Fonética y musicalidad, cadencia y símbolos, van sucediéndose en cada texto, en tiempos verbales y tensiones rítmicas.  Nos trasmiten un estado de ánimo,  un contenido psíquico,  un conjunto de signos y sonidos, propios del poeta.  Y, dentro de ese nivel de comunicación entre el poeta y el lector, una invitación al descubrimiento de interioridades y profundidades del poeta que el lector debe tratar de descifrar. La  lectura de los textos impacta y conmociona, por su potente y lírica expresividad, lo cual incita, a una nueva lectura. Y hay, sin lugar a dudas, mucha claridad en el discurso literario y en el lenguaje utilizado, producto de un trabajo consciente de limpidez de los poemas que nos permite  contrastarlos de golpe con la realidad, ubicando la pureza de las imágenes a nuestra propia proyección imaginativa.  Pero, en lo esencial, debo decir que los poemas de Antonio Preciado Bedoya, aprehenden y recogen, en un mismo tiempo poético, los aconteceres dados o imaginados, con absoluta versatilidad. Y me parece que allí radica la belleza estética de su poesía.  Antonio, desde la pasión y versatilidad de su creación y re-creación poéticas,  nos induce  no sólo a un goce artístico, porque su poesía llega y emociona, sino a una reflexión interior en la que los contenidos líricos de su poesía, su dimensión creativa y su discurso literario coherente y magníficamente pensado, se hunden como un finísimo escalpelo que nos hiere sin contemplaciones el sentimiento.

Antonio Preciado Bedoya es uno de los grandes poetas de Ecuador.

 

 

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