Calasso y quince apuntes de verano

En una entrega más de su columna Sinapsis, el crítico y narrador mexicano Luis Bugarini (1978) nos ofrece un muy buen texto en torno a la obra de Roberto Calasso (Florencia, 1941), un imprescindible de nuestro tiempo. El texto parece responder la pregunta “¿Será posible que las puertas de la iluminación no se hayan cerrado aún y que la experiencia mítica sea aún una posibilidad en plena modernidad, en este tiempo borracho de sí mismo?

 

 

 

 

 

Calasso y quince apuntes de verano

 

 

uno.

Una página cualquiera de los libros que Roberto Calasso (Florencia, 1941) ha publicado con sello narrativo, recuerda que el aspecto mítico de la conciencia humana se asienta a lo largo de múltiples historias. También que a causa de esa forma singular de estructura primigenia, el trato frecuente con dichas historias resulta imprescindible para vislumbrar las incógnitas que habitan la condición humana. El entendimiento del ser, parece decirnos su tentativa, se encuentra cifrada en comprender la discursividad de esas historias. Así, nos constituyen los hechos.

 

 

dos.

En su narrativa destaca un clamor por la importancia del mito en la obra de algunos estructuralistas franceses: Lacan, Foucalt y Barthes. Dicho clamor se extendió al terreno que persigue una justa revalorización de la presencia del mito en la vida contemporánea, ya que entre los méritos del pensamiento francés de la posguerra figura ese acto de revelación que exige ubicar al mito como epicentro de la vida humana, sea en el ámbito de las relaciones privadas o sea en la esfera social. Acercarse a develarlo es perfilar el enigma que encarnamos para nuestro propio conocimiento. Calasso, por tanto, ofrece otro paso hacia el autoconocimiento.

 

 

tres.

La conciencia mítica, lejos de cualquier valoración restrictiva que pueda derivarse al margen de la filosofía política o de la teoría de las religiones, aparece como un fragmento indeleble que permea directo al entendimiento humano y que no puede resolverse sino aceptando cierta carga de pensamiento originario. El mito puebla la realidad aún cuando no tengamos conciencia de ello o, en el peor de los casos, cuando busquemos evadirnos a través de la sobreproducción de entretenimiento. Calasso avanza hacia una comprensión de esta tiranía del mito.

 

 

cuatro.

Calasso interpreta la masa mítica que puebla la imaginación oriental y occidental y al hacerlo se coloca en el lugar del escriba anónimo que nutrió la historia y dotó de significado a los actos humanos. Pero esta relaboración está lejos de la enumeración de quienes naufragan en una trascripción de genealogías abstrusas y logra que esa suma de hechos, acontecimientos y muertes, pasen por el filtro de la literatura, lo que los proyecta hacia una constelación de historias que nos hablan, todo lejos del anacronismo o la deleitación empalagosa.

 

 

cinco.

Además de que Calasso rehúsa a convertirse en una suerte de Pierre Menard del mundo mítico y además tiene plena conciencia de que la relaboración no puede ser sino apenas mimética, nutre su estilo con un falso discurso sacro. Su aproximación lleva el signo de la modernidad que encuentra deleite en las entelequias y artefactos. En sus líneas tradición y modernidad conviven en la narración de tiempos que no tienen tiempo y las historias que no tienen final y sin embargo no están inconclusas. La serpiente persiguiéndose la cola.

 

 

seis.

No queda duda de que Mircea Eliade leería los libros de Calasso, haciendo comentarios aquí y allá, poblándolos de interpretaciones que generarían otras interpretaciones. Y es dable pensar que al menos podría aprobar su iniciativa de reconfigurar el plano mítico para reintegrarlo al flujo de nuestro tiempo. Eliade, escrupuloso, no podría aceptar que esa riqueza quedara en la sombra. Su pecado fue el amor por el mito y su revaloración. Pecado compartido con Calasso.

 

 

siete.

Los libros de Calasso admiten la lectura de quien busca compendiado, a la manera de una vasta enciclopedia, el grueso de historias originarias de donde se desprende la imaginación concebible de los hombres. Pero esos patrones, anclados en tiempos sin memoria, están presentes del mismo modo en nuestro tiempo. La exposición que realiza pende de un sutil vértice que no cede ni queda bien prendado, sino que permanece oscilando y no tolera la conclusión terminante. Lo eterno, no obstante ser un elemento vedado a los hombres, aparece con fugacidad en páginas que no develan su contenido a los ojos distraídos.

 

 

ocho.

La memoria del mito es la memoria del género y la forma y ésta, convertida en palabra en manos de Calasso, no admite otra taxonomía que la de la obra total. “Literatura absoluta” según palabras del autor florentino.

 

 

nueve.

Los fragmentos que pueden leerse en sus libros tienen pleno significado en sí y parecen no requerir una operación vivificadora de la hermenéutica. Calasso no ignora que el destino primordial del mito es pasar como una tradición, esto es, como el conjunto de vivencias inmemoriales e intransferibles de ciertos grupos humanos. La palabra es memoria y el mito creación: al volver a contar la historia de los dioses, éstos aparecen, vuelven a la vida y florecen.

 

 

diez.

Es dable pensar que los mitos que refiere Calasso siguen los textos originales. Pero: ¿tendría algún sentido exigirle a Calasso elementos de verosimilitud en su rescritura? ¿Qué se gana con una fidelidad a ciegas?

 

 

once.

¿Será posible que las puertas de la iluminación no se hayan cerrado aún y que la experiencia mítica sea aún una posibilidad en plena modernidad, en este tiempo borracho de sí mismo y presto para descalificar todo lo que no puede abrirse de un empaque, para desecharse un instante después? Calasso hace dudar, pues el mito conecta de manera natural con la posmodernidad.

 

 

doce.

La trama del mito no está sujeta a las condiciones opresivas del tiempo y por tanto no envejece. Se agota, en cambio, el modo de transmitirlo, pues es, al fin y al cabo, acto verbal. La lectura de Calasso hace pensar que sus lecturas reiteradas de los mitos originarios le hicieron percibir el acartonamiento de ciertos relatos, optando por filtrarlos de nuevo él mismo con las herramientas de su imaginación y estilo. El resultado es un mito enriquecido y, a la vez, idéntico.

 

 

trece.

El autor florentino, sin pretenderlo del todo y sin ningún afán de ostentación servil, imparte una cátedra de eso que durante siglos fue un paradigma de espíritu culto y que, después de las convulsiones del siglo XX, ha terminado por deslucirse hasta volverse una imagen más borrosa que certera: la imagen del espíritu europeo. Un tipo de mentalidad que lograba asimilar las influencias culturales del tiempo presente y pasado, logrando trastocarlo, como el arte mismo lo requiere, para crear una riqueza intelectual y espiritual de proporciones admirables.

 

 

catorce.

El monoteísmo, sugiere Calasso, es una limitante a la imaginación de los hombres, además de propiciar el patriarcado y el culto a la personalidad. Durísimo.

 

 

quince.

Encuentro una tentativa similar a la de Calasso en Peter Brook. Su adaptación teatral de El Mahabaratha es, acaso, lo más cercano a la transformación de los mitos tradicionales en variaciones adaptadas al lenguaje contemporáneo. Pero el mito sigue y late y está presente en la narrativa diaria. Purgamos la condena de ser entes míticos.

 

 

 

 

 

 

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