Ángel de las piernas chuecas, poema de Vinícius de Moraes

Garricha

Presentamos el poema “Ángel de las piernas chuecas”, soneto que escribiera Vinícius de Moraes a propósito del extremo derecho brasileño Garrincha, “La alegría del pueblo”. El poema pertenece al volumen Todos los ritmos: Siete poetas del Brasil, traducido espléndidamente por Eduardo Langagne. El libro fue coeditado en 2012 por Círculo de Poesía y el CECAP.

 

 

 

 

O anjo das pernas tortas

A Flávio Porto

 

A um passe de Didi, Garrincha avança
Colado o couro aos pés, o olhar atento
Dribla um, dribla dois, depois descansa
Como a medir o lance do momento.

Vem-lhe o pressentimento; ele se lança
Mais rápido que o próprio pensamento
Dribla mais um, mais dois; a bola trança
Feliz, entre seus pés – um pé-de-vento!

Num só transporte a multidão contrita
Em ato de morte se levanta e grita
Seu uníssono canto de esperança.

Garrincha, o anjo, escuta e atende: – Goooool!
É pura imagem: um G que chuta um o
Dentro da meta, um 1. É pura dança!

 

 

 

El ángel de las piernas chuecas

 

A un pase de Didí, Garrincha avanza:

El cuero junto al pie y el ojo atento.

Dribla a uno y a dos, luego descansa

Como quien mide el riesgo del momento.

 

Tiene un presentimiento, así se lanza

Más rápido que el propio pensamiento,

Dribla uno más, dos más, la bola alcanza

Feliz entre sus pies, los pies del viento.

 

La lleva, así la multitud contrita

En un acto de muerte se alza y grita

En unísono canto de esperanza.

 

Garrincha, el ángel, oye y dice: ¡goooool!

En la imagen la G chuta en la O

Dentro del arco entonces la L danza.

 

 

 

 

 

Garrincha

Eduardo Galeano

 

Alguno de sus muchos hermanos lo bautizó Garrincha, que es el nombre de un pajarito inútil y feo. Cuando empezó a jugar al futbol, los médicos le hicieron la cruz, diagnosticaron que nunca llegará a ser un deportista este anormal, este pobre resto del hambre y de la poliomelitis, burro y cojo, con un cerebro infantil, una columna vertebral hecha una S y las dos piernas torcidas para el mismo lado.Nunca hubo un puntero derecho como él. En el Mundial del 58 fue el mejor de su puesto. En el Mundial del 62, el mejor jugador del campeonato. Pero a lo largo de sus años en las canchas, Garrincha fue mas: él fue el hombre que dio mas alegrias en toda la historia del fútbol.

Cuando él estaba allí, el campo de juego era un picadero de circo, la pelota un bicho amaestrado, el partido, una invitación a la fiesta. Garrincha no se dejaba sacar la pelota, niño defendiendo su mascota, y la pelota y él cometían diabluras que mataban de risa a la gente; él saltaba sobre ella, ella brincaba sobre él, ella se escondía, él se escapaba, ella lo corría. Garrincha ejercía sus picardías de malandra a la orilla de la cancha, sobre el borde derecho, lejos del centro; criado en los suburbios, en los suburbios jugaba. Jugaba para un club llamado Botafogo, que significa prendefuego, y ése era él; el botafogo que encendía los estadios, loco por el aguardiente y por todo lo ardiente, el que huía de las concentraciones, escapándose por la ventana, porque desde los lejanos andurriales lo llamaba alguna pelota que pedía ser jugada, alguna música que exigía ser bailada, alguna mujer que quería ser besada.

¿Un ganador? Un perdedor con buena suerte. Y la buena suerte no dura. Bien dicen en Brasil que si la mierda tuviera valor, los pobres nacerían sin culo.

Garrincha murió de su muerte: pobre, borracho y solo.

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