España en su poesía: Kirmen Uribe

Presentamos, en el marco del dossier de poesía española contemporánea, una aproximación al trabajo del poeta y narrador Kirmen Uribe  (Ondarroa, Vizcaya, 1970). Su novela Bilbao-New York-Bilbao (Seix Barral, 2010) fue todo un acontecimiento literario, traducido a doce idiomas, y por la que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica en euskera. Mientras tanto dame la mano, (Visor, 2003), fue galardonado con el Premio de la Crítica.

 

 

 

 

 

 

 

EL CUCO

 

Aquel año oyó el cuco a principios de abril.

Tal vez, porque estaba inquieto,

tal vez, por esa manía de ordenar el caos,

quiso adivinar en qué notas cantaba.

 

La tarde siguiente, allí estaba en el bosque,

con un diapasón, esperando.

Al rato, lo escuchó.

El diapasón no mentía:

Si-Sol eran las notas del cuco.

 

El descubrimiento se supo en todas partes.

todos querían probar si de verdad el cuco

cantaba en esas notas.

Pero, los resultados no coincidían.

Cada uno decía su verdad.

Algunos que eran Fa-Re, otros Mi-Do.

No se ponían de acuerdo.

 

Mientras tanto, el cuco seguía cantando en el bosque.

Ni Si-Sol, ni Fa-Re, ni Mi-Do.

Como hace mil años

cantaba: Cucú, cucú.

 

 

De Mientras tanto cógeme la mano (Visor, 2003).

 

 

 

 


EL RÍO

 

En otro tiempo hubo un río aquí,

donde ahora hay bancos y losetas.

Hay más de una docena de ríos bajo la ciudad,

si hacemos caso a los más viejos.

Ahora es sólo una plaza en un barrio obrero.

Y tres chopos son la única señal

de que el río sigue ahí abajo.

 

En cada uno de nosotros hay un río oculto

a punto de desbordarse.

Si no son los miedos, es el arrepentimiento.

Si no son las dudas, la impotencia.

 

Un viento del Oeste azota los chopos.

La gente avanza a duras penas.

Desde el cuarto piso una mujer mayor

está tirando ropa por la ventana:

tira una camisa negra y una falda de cuadros

y un pañuelo de seda amarillo y unas medias

y aquellos zapatos que llevaba

el día de invierno que llegó del pueblo.

Unos zapatos de charol, blancos y negros.

En la nieve, sus pies parecían avefrías congeladas.

 

Los niños echan a correr tras la ropa.

Al final, ha sacado su vestido de boda,

se ha posado sobre un chopo, torpemente,

como si fuera un pájaro grande.

 

Se oye un gran ruido. Se asustan los transeúntes.

El viento ha arrancado de cuajo uno de los chopos.

Las raíces del árbol parecen la mano de una mujer mayor,

que espera que cuanto antes otra mano la acaricie.

De Mientras tanto cógeme la mano (Visor, 2003).

 

 

 

 

 

 

ISLA

 

 

La felicidad.

Ese trabajador por horas.

Anne Sexton

 

Es domingo en la playa para la gente de buena voluntad.

Desde la isla se oye un rumor lejano.

 

Vamos al agua desnudos.

Anémonas, salmonetes, erizos.

Mira, el mar mueve la arena

como el viento mueve el trigo.

Bajo el agua te veo.

Me gusta el lento movimiento de brazos y piernas.

Me gusta tu pubis convertido en alga.

 

Salimos del agua. Hace calor. Hay sombra entre pinos.

Tus brazos están salados, tu pecho salado, tu vientre.

La misma fuerza que une mar y luna nos ha unido.

Los segundos se confunden con los siglos

y los siglos con los segundos.

Nuestros cuerpos son peras recién peladas.

 

Anémonas, salmonetes, erizos.

Es domingo en la playa para la gente de buena voluntad.

 

 

De Mientras tanto cógeme la mano (Visor, 2003).

 

 

 

 

 

 

VISITA

 

La heroína es tan dulce como hacer el amor,

decía ella en otro tiempo.

 

Los médicos dicen que no ha ido a peor,

día va día viene, y que nos lo tomemos con calma.

Hace un mes que no ha vuelto a despertar,

desde la última operación.

 

Y sin embargo seguimos visitándola todos los días

en el sexto box de la unidad de cuidados intensivos.

Al entrar, el enfermo de la cama de enfrente lloraba,

no ha venido nadie a visitarme, le decía a la enfermera.

 

Hace un mes que no oímos la voz de mi hermana.

No veo como antes toda la vida por delante,

nos decía,

no quiero promesas, no quiero disculpas,

tan sólo un gesto de amor.

 

Ahora sólo le hablamos mi madre y yo.

Mi hermano, antes, no decía gran cosa;

ahora ni siquiera aparece.

Mi padre se queda en la puerta, callado.

 

No duermo por las noches, nos decía mi hermana,

tengo miedo a dormirme, miedo a las pesadillas.

Las agujas me hacen daño y tengo frío,

el suero me enfría las venas.

 

Si pudiera huir de este cuerpo podrido.

 

Mientras tanto dame la mano, decía,

no quiero promesas, no quiero disculpas,

tan sólo un gesto de amor.

 

 

De Mientras tanto cógeme la mano (Visor, 2003).

 

 

 

 

 

 

UN POCO MÁS ALLÁ

 

Mi padre y mi tío se embarcaron por primera vez con nueve años,

y aprendieron a navegar en el “Bustío”.

Eran duros los patrones de entonces,

 

de aquellos que en días de tormenta apretaban los puños

y mirando al cielo amenazaban a Dios:

“¡ven aquí si tienes lo que hay que tener!”.

 

Cuando eran chiquillos, los cuatro hermanos mayores

tenían que ir a misa por turnos,

ya que sólo había un traje en casa. Cuando uno volvía de la iglesia,

 

se quitaba el traje, se lo daba al siguiente,

y así solían ir a misa,

cada cual a su hora, cada uno con sus propios zapatos.

 

Cuando era niño, el día en que mi padre llegaba del mar,

solíamos esperarlo en el espigón más alejado del puerto,

mirando hacia el Oeste. Aunque al principio

 

no se veía nada, pronto

uno de nosotros divisaba en el horizonte

un punto negro, que poco a poco se convertía en barco.

 

Tardaba una hora en llegar hasta el espigón,

y giraba frente a nosotros antes de entrar a puerto.

Mi padre nos saludaba con la mano.

 

Nada más pasar el barco, corríamos

hacía el lugar donde atracaba.

Incluso estando en las últimas, mi padre

 

siempre alababa la vida,

nos decía que hay que vivir el momento,

que si siempre estás preocupado la vida se te escapa.

 

Y nos decía: tenéis que ir

más al Norte, no hay que echar la red

allí donde sabéis que seguro habrá pescado,

 

hay que buscar un poco más allá,

sin conformaros con lo que ya tenéis.

“La muerte no vencerá”,

 

escribió Dylan Thomas,

pero de vez en cuando gana,

y así terminó también la vida de mi padre,

 

como un barco que se pierde en el horizonte

girando hacia el Oeste,

dibujando recuerdos en su estela.

 

De Mientras tanto cógeme la mano (Visor, 2003).

 


 

 

 

 

MAYO

Déjame mirarte a los ojos.

Quiero saber cómo estás.

Rainer W. Fassbinder

 

 

Mira, ha entrado mayo,

Ha extendido su párpado azul sobre el puerto.

Ven, hace tiempo que no sé de ti,

Se te ve tembloroso, como esos gatitos que ahogamos siendo niños.

Ven, y hablaremos de las cosas de siempre,

Del valor que tiene ser amable,

De la necesidad de arreglárselas con las dudas,

De cómo llenar los huecos que tenemos dentro.

Ven, siente en tu rostro la mañana,

Cuando estamos tristes, todo nos parece oscuro;

Cuando estamos fuertes, el mundo se desmigaja.

Cada uno de nosotros guarda algo desconocido de las vidas ajenas,

Sea un secreto, un error o un gesto.

Ven y pondremos verdes a los vencedores,

Saltaremos desde el puente riéndonos de nosotros mismos.

Contemplaremos en silencio las grúas del puerto,

Porque estar juntos en silencio es

La mejor prueba de la amistad.

Vente conmigo, quiero cambiar de país,

Dejar este cuerpo mío a un lado

Y meterme contigo en una concha,

Con nuestra pequeñez, como los bígaros.

Ven, te espero,

Continuaremos la historia interrumpida hace un año,

Como si no tuvieran un círculo más

los abedules blancos de la rivera.

De Mientras tanto cógeme la mano (Visor, 2003).

 

 

 

 

 

 

 

PÁJAROS EN INVIERNO

 

Nuestra misión era salvar a los pájaros,

salvar a aquellos pájaros atrapados en la nieve.

 

La mayoría los encontrábamos cerca de la playa,

protegidos por el negro mar.

 

Los pájaros también eran negros.

Los sacábamos de su escondite y los llevábamos

a casa metidos en los bolsillos.

Pájaros diminutos que apenas cabían en nuestras

pequeñas manos de niño.

 

Luego, los poníamos junto a la calefacción.

Pero los pájaros duraban muy poco.

En dos o tres horas morían.

Nosotros no entendíamos por qué,

no entendíamos porqué eran tan desagradecidos.

Y eso que les dábamos de comer migas de pan

mojadas en leche y les preparábamos la cama

con nuestras bufandas de colores.

 

En vano, se morían enseguida.

 

Nuestros padres, enfadados,

nos decían que no lleváramos más pájaros a casa,

que se morían por exceso de calor,

y que la naturaleza es sabia

y que llegaría otra vez la primavera,

con sus pájaros.

 

Nosotros dudábamos por un momento,

quizás nuestros padres tengan razón.

Sin embargo, al día siguiente volvíamos a la playa

una vez más, a salvar a los pájaros,

aún sabiendo que nuestro esfuerzo no tenía sentido,

que era tan inútil como aquellos copos de nieve que caían al mar.

 

Y los pájaros seguían muriendo,

aquellos pájaros morían.

 

 

Inédito.

 

 

 

 

 

 

POEMA DEL DOLOR

 

La muerte ha ganado al final, amigo mío.

Fuimos muy confiados, incluso llegamos a creer,

por un momento, que nunca nos atraparía.

 

Pero te ha llevado, cuando menos lo esperábamos,

y a la manera más inverosímil.

Pensábamos que nuestra amistad era para siempre.

 

No había miedo. Aunque estuviéramos largo tiempo

separados, como cuando hacías esos largos viajes.

Esperaba con ansiedad tus llamadas.

 

Nadie como tú para contar historias.

En tus labios, las cosas más vulgares

se convertían en mágicas, esenciales.

 

Pero en aquella maldita mañana,

sentí que mi cuerpo se rompía en dos.

Que de la Antártida se desprendía

 

un enorme bloque de hielo, creando icebergs de angustia,

que, al rozar, quemaban mi corazón.

Y, ahora, trato de recordar cada palabra que dijiste

 

la última noche que pasamos juntos.

Nervioso, como un niño perdido que quiere

acordarse del número de teléfono de sus padres.

 

Qué voy a hacer ahora, mi cómplice.

Es invierno y  los lobos rondan la casa.

Temo el ataque de mis peores pensamientos.

 

Tú los ahuyentabas tan fácilmente.

Tus palabras siempre tenían sentido.

Curaban, aunque no fueran del todo verdad.

 

Era un gran amigo para ti,

me dicen. Más que eso.

Como un hermano. Mucho más.

 

Hace poco, en su sueño, me dijiste,

Tan positivo como de costumbre: “Kirmen,

No podremos juntarnos, pero hablaremos”.

 

Me quedo, pues, esperando tus palabras,

como cuando hacías aquellos largos viajes,

seguro del amigo que nunca perderé. Y orgulloso.

 

 

Inédito.

 

 

 

 

 

 

UN DIOS PEQUEÑO Y JUGUETÓN

 

Quisiera ser aquel dios que te dibujó los lunares,

un dios pequeño y juguetón

pintando miles de puntitos en tu piel.

 

Me gustan tus lunares,

me gusta contarlos como si fueran estrellas.

Encontrarme cada día con uno nuevo,

como si fuera un astrónomo que halla una supernova,

escondida en algún lugar recóndito de tu espalda

o bajo tus pechos.

 

Me gusta recorrer tu piel con mi mano,

seguir las líneas invisibles

que se van creando entre los planetas.

Muy poco a poco, como el telescopio más preciso.

 

Tú dices que no te gustan,

que quisieras no tener ningún lunar,

tener una piel blanca y lisa.

Pero qué sería entonces de mí,

marino sin rumbo en la noche cerrada.

 

Recuerdo que te pedí un lunar

La noche que nos conocimos.

Aquel que tienes junto al ojo.

Me bastaba esa pequeña Ítaca

para construir en ella mi casa.

Y tú, generosa, dijiste:

serán todos para ti,

si adivinas cuantos tengo en total.

 

Quisiera ser aquel dios que te dibujó los lunares,

un dios pequeño y juguetón.

Y besar tus lunares cada noche,

Con cuidado, con mucho cuidado,

para que no se despeguen.

 

 

Inédito.

 

 

 

 

 

NACER

 

Naciste a mis ojos con trece años.

Así, de repente.

 

Fue un nacimiento muy original,

pues naciste mientras cenábamos una pizza.

No hubo embarazos,

ni noches en vela, ni pañales.

No te llevé a la escuela tu primer día,

cogido de mi mano.

No te enseñe a jugar al escondite

ni al juego del truquemé.

No te lleve a la playa

a ver a aquel delfín enfermo.

 

Pero te prometo que quisiera haber hecho todo aquello,

y que todos los días lo echo en falta.

Pero naciste con trece años,

así, de repente, y con una pizza.

 

Sé que en realidad viniste al mundo

en una fría primavera en Dinamarca.

Y que los prados estaban helados en tu día.

Sé que tienes padre,

que tienes gente que te quiere a tu al rededor,

Amigos, primos, tías, abuelos

y cómo no, una madre.

Y es que nadie es sólo para uno mismo,

hay que aprender a compartir a aquellas personas que amamos.

Y yo soy otro más, el último en aparecer a la fila.

 

Sólo te diré,

que soy yo el niño cuando estoy con tigo,

y que aprendo mucho cuando estoy junto a ti,

como si no tuviera ni idea del juego del truquemé,

como si fuera la primera vez que veo a un delfín enfermo.

 

Sólo te diré,

que tú has nacido de verdad para mí,

aunque hayas nacido con trece años,

así, de repente, y con una pizza.

 

 

De la novela Bilbao-New York-Bilbao (Seix Barral, 2010).

 

 

 

 

Datos vitales

La obra de Kirmen Uribe supone, según el crítico literario Jon Kortazar, una «revolución tranquila» en el ámbito de la literatura vasca. Nacido en Ondarroa (Vizcaya), en 1970, se licenció en Filología Vasca y cursó estudios de postgrado de Literatura Comparada en Trento. Su novela Bilbao-New York-Bilbao (Seix Barral, 2010) fue todo un acontecimiento literario, traducido a doce idiomas, y por la que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica en euskera. La crítica resalta su carácter innovador en lo narrativo sin perder una pizca de comunicación con el lector. Es autor de proyectos multimedia que combinan la literatura con diferentes disciplinas artísticas y ha participado en numerosos encuentros literarios en Europa, Asia y América. Su libro de poemas Mientras tanto dame la mano, (Visor, 2003), fue galardonado con el Premio de la Crítica y elegido finalista al mejor libro de poesía traducido al inglés en 2007 por el PEN American Center. Colaborador en varios medios de comunicación como The New Yorker, en 2011 recibió el Premio de Periodismo El Correo-Vocento por su artículo “El derecho a la individualidad”. The Harvard Book Review ha dicho de él, “Uribe hunde sus raíces en el País Vasco pero su obra es totalmente universal”. Lo que mueve el mundo, (Seix Barral 2013) es su última novela.

 

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