Ensayística joven de México: Génesis Jezabel Guerrero G.

Génesis Jezabel Guerrero G.Presentamos una muestra de la ensayística de Génesis Jezabel Guerrero G. (Guadalajara, Jalisco, 1993)  Ha publicado en el blog de La Zonámbula en la sección “Zonambulantes” y trabajó como asistente de editor en el suplemento “Ocio”. Escribió un mini relato para el No. 2 de la revista literaria La Cigarra. Becaria del “Curso de Creación Literaria 2013 Capítulo: Xalapa por la Fundación para las Letras Mexicanas 2013.

 

 

 

 

 

Recuerdo: reflexiones sobre Zweig

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Escuchar la canción a la que le pusimos copyright sin derecho ni papeleo alguno; hojear las páginas del libro que cuenta la historia de un Bastián trepado en un Fújur; comer otra vez arroz con leche en esa tacita floreada de bordes maltratados por el descuido. Aferrase al pasado, dicen, es dañino para la salud emocional, ¿sí? Cazar nostalgias definitivamente puede resultar tan mortal como cazar cocodrilos, pero, ¿es posible no recurrir diez mil veces al archivero y buscar inconscientemente en los días pasados, en los eventos que nos han hecho tomar forma de persona? Las memorias son las cuerdas que atan nuestra cabeza a la espiral del calendario. No hay modo de escapar de esos lazos, del recuerdo que salta ora para advertir peligro, ora para enchinarte la piel y ponerte ansioso.

Lo que ya pasó se vuelve un mecanismo de defensa que se relaciona mucho con el instinto más animal y más necesario de un hombre. “Una imprecisa inquietud despertaba en mi interior, como lo hace un pequeño dolor de muelas del que aún no sabe uno si procede de la parte izquierda o de la derecha, de la mandíbula inferior o de la superior.” Así describe Zweig a la sensación que nace del recuerdo olvidado, de las migajas que dejaste en tu cerebro después de haber intentado desaparecer la experiencia vivida. Puedes pretender tirar el pasado como si fuera posible, pero resulta una pérdida de tiempo porque siempre viene el mismo final: “Lo olvidado, como el pez en el anzuelo, resurge de un brinco de la fluida y oscura superficie, vivo y coleando.” Y muchas veces no es que nos dé miedo rencontrarnos con ese pez herido, es sólo que los viajes en el tiempo salen muy caros y las turbulencias son seguras.

A final de cuentas, lo que uno recuerda del recuerdo son los sentimientos. No importa tanto la acción, la compañía, el hecho mismo; lo que cala o reconforta es volverte a sentir como ahí, como “aquella vez”. Vendamos cada centímetro de la memoria con el afán de engañarla, de taparle los ojos y la boca con tal de que no nos cuente un chiste viejo y conocido. Y luego, cuando llega un día en el que un objeto o un aroma nos provocan ese dolor de muelas que menciona Zweig, queremos arrancar el vendaje cuanto antes. “Él no disponía más que de la magia del recuerdo, de aquella memoria incomparable que, en realidad, sólo había podido ejercitarse y formarse de aquella manera diabólicamente infalible por medio del eterno secreto de cualquier perfección: la concentración.” Nos enfocamos entonces en eso, en ser buenos enfermeros y en aprender a tener el control de nuestras gasas. Ponerlas y retirarlas a gusto, como si se tratara de una actitud voluntaria.

Pero vamos, si ni siquiera a nuestra curiosidad masoquista, que sabemos acabará convirtiéndose en una expedición por algún agujero negro y largo, controlamos. Nos hormiguea hasta el intestino con tal de cubrir nuestra necesidad básica de recordar. Y el remate ya todos lo conocemos: aun con las memorias más lindas, con la visita del tranquilo pasado, uno cae sin paracaídas y siente el débil aliento de lo que será una nausea aguda.  Pero, ¿quién verdaderamente puede calificar esa sangre que baja veloz a los pies o esa tiritona de los huesos como algo bueno o malo?  “Y entonces me paso la mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de un efímero encuentro.”(Cortázar) Como una bofetada repentina seguida de una paz adormecedora. ¿Será precisamente ese contraste lo que nos hace sentir hipnotizados por la nostalgia del recuerdo. Sufrir sentimientos contrarios despierta el interés en la persona porque significa violar completamente la afirmación Aristotélica, que aun sin saber sus orígenes y fundamentos, por “mero sentido común” defendemos. Básicamente se trata de que NADA puede ser una cosa y al mismo tiempo, en el mismo espacio y sentido ser algo diferente. O el filósofo olvidó a las memorias, o son éstas la excepción que valida su principio. Al narrar el momento pasado, nuestro presente se ve tocado por emociones que pueden ser opuestas y que no tienen que ver con la actual realidad. El famoso flashback burlón que te pone muy sonriente en un funeral o muy triste en el amor.

El caos de la mente, de un modo irónico, representa una estructura ordenada que hace permanecer al entendimiento vivo en la persona. Un laberinto que encierra en su interior al raciocinio y a la imaginación; reúne al bien y al mal en un solo lugar y encajona las emociones que se pelean por salir todas al mismo tiempo y sin filas indias. La mente es la contradicción más grande que hay y está siempre acompañándonos a todas partes, cargando sus maletas llenas de recuerdos llenos de información llena de sensibilidad.

En dos mentes no habrá nunca memorias iguales. El desorden que escondemos por miedo a que nos crean locos, todos lo tenemos. Un desorden que si bien la totalidad de la gente lo acomoda patas arriba, esas patas son completamente singulares y ni el que tienes al lado, adelante o debajo lo va a percibir como tú. Entonces lo fascinante de los recuerdos no está solamente en el absurdo de los contrarios, sino que también se halla en lo inimitables que son. “Todo lo que es único resulta día a día más valioso en un mundo como el nuestro, que de manera irremediable se va volviendo cada vez más uniforme.”

Vivir el presente es cosa de recordar el pasado. Tenerle miedo, enojo, agradecimiento, amor o inquina a los días arrancados no está mal; es natural recurrir a ellos ya que justo ahí se gesta nuestra humanidad. La nostalgia va a exteriorizarse siempre, pidiendo a suspiros la añoranza de lo que está flotando en el agua. Aunque la mitad se halle debajo, siempre vas a poder sentir la otra fracción que se asoma en la superficie; y verla, esa sí por completo. “Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese perfume de tu carne más secreta, quisiera no abrirlos a este ahora donde leo y fumo y todavía creo estar viviendo.” (Cortázar).

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Armisticio

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Siempre me cayeron mal los “tapos” en los juegos de correr y atrapar al otro. Quizás se debía a que me parece muy frustrante parar una actividad que te exige ánimo, agitación y adrenalina para hacerla bien y disfrutarla. Cortar de golpe la inspiración y el trote mientras “la traes”, además de darle tiempo al cuerpo para sentir el cansancio que antes ni notabas, da la sensación de que el juego es eso nada más: un juego.

Comprometerse con la actividad es no dejar que algo sea más poderoso que conseguir el resultado. La cosa no se debe parar antes de haber encantado a todos, antes de haber atrapado a los ladrones o antes de haber dejado a tus contrincantes con suficientes taches para volverte el mejor contador de pasos largos y cortos. Por eso, cada vez que algún cobarde paraba el juego para ir a hacer pis o abrocharse la agujeta, todo tomaba otro ritmo y la pausa bajaba definitivamente el volumen de las risas de antes. “Tapo” es restar importancia, es creerte más fuerte que la situación y no tomar en serio tu rol de salvador de ti y de todos tus amigos.

Entonces si se vale llenar de paréntesis el juego, también se debería valer pararlo para siempre, tener la oportunidad de cambiar las reglas o emigrar de bando; incluso hacer válida la existencia de un solo equipo, donde todos tuvieran encima la roña. Es como olvidar el motivo por el que has dejado de hablar con alguien, como ya no saber ni por qué haces algo. Se pierde la credibilidad y el “Lobo, Lobito” se convierte en “niña, niñita”.

Por eso, para evitar todo falso interés, los “tapos”, o deberían usarse sólo para ponerle un fin absoluto al juego o no deberían existir en lo absoluto. Si la pelea tiene de veras una razón de ser, que sea, pero que no se valga mandar al otro a aguantarse cinco minutitos en lo que abren los soldados los regalos de Navidad. La capacidad de llegar a un acuerdo para aplazar los ataques, es la misma que te permite tomar la pluma y firmar un tratado de paz –lo último hasta lleva menos tiempo.

Cuando se juegue, que se juegue bien. No existen las treguas de ratos, tampoco se pueden poner a hibernar los tanques. Mejor sería parar definitivamente la partida, de todos modos, los nudos en los cordones no son eternos y uno no se puede aguantar para siempre las ganas de orinar.

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Datos vitales

Génesis Jezabel Guerrero G. nació en junio de 1993 en Guadalajara, Jalisco. Es estudiante de la Licenciatura en letras hispánicas de la UdeG. Ha publicado en el blog de La Zonámbula en la sección “Zonambulantes” y trabajó como asistente de editor en el suplemento “Ocio”. Escribió un mini relato para el No. 2 de la revista literaria La Cigarra.
huracanessospechosos.wordpress.com
@GeneJezabel

 

 

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