Presentamos el poema “Desazón” de Abigael Bohórquez, perteneciente a Poesida (1994). Bohórquez se ha convertido en uno de los poetas de culto de la tradición lírica mexicana. El año 2000, Dionicio Morales publicó la antología Las amarras terrestres en la Universidad Autónoma Metropolitana. A partir de entonces, la obra de Bohórquez se comenzó a leer con fervor.
Desazón
Cuando ya hube roído pan familiar
untado de abstinencia,
y hube bebido agua de fosa séptica
donde orinan las bestias;
y robado a hurtadillas
tortilla y sal y huesos
de las cenadurías;
y caminado a pie calles y calles,
sin nómina,
levantando colillas de cigarros,
y hubime detenido en los destazaderos,
ladrando como perro sin dueño,
suelo al cielo, mirando a los abastecidos.
Cuando ya hube sentido,
en pleno vientre el hueco
requebrajado y yermo
del hontanar vacío,
y metido la mano a los bolsillos locos
y, aun así, levantada la frágil ayunanza
del alma en claro,
me conformo claro, me he dicho:
Dios asiste, y espero.
Cuando ya hube saboreado
sexo y carne y entraña,
y vendido mi cuerpo en los subastaderos,
cuando hube paladeado
boca, lengua y pistilo,
y comprado el amor entre vendimiadores,
cuando hube devorado,
ave y pez y rizoma
y cuadrúpedo y hoja
y sentado a la mesa alba y sofisticada
y dormido en recámara amurallada de oro,
y gustado y tactado y haber visto y oído,
me conformo, me he dicho:
Dios asiste. Y camino.
Cuando ya hube salido
de cárceles, burdeles, montepíos, deliquios,
confesionarios, trueques, bonanzas, altibajos,
elíxires, destierros, desprestigios, miseria,
extorsiones, poesía, encumbramientos, gracia,
me conformo, me he dicho:
Dios asiste. Y acato.
Por eso, ahora lejos
de lo que fue mi casa,
mi solar por treinta años,
mi heredad amantísima,
mis palomas, mis libros,
mis árboles, mi niño,
mis perras, mis volcanes,
mis quehaceres, la chofi,
sólo escribo a pesares:
Dios me asiste.
Y confío.
Y de repente, el Sida.
¿Por qué este mal de muerte en esta playa vieja
ya de sí moridero y desamores,
en esta costra antigua
a diario levantada y revivida,
en esta pobre hombruna
de suyo empobrecida y extenuada
por la raza baldía? Sida.
Qué palabra tan honda
que encoje el corazón
y nos lo aprieta.
Afuera, al sol,
juguetean los niños,
agrio viento,
con un barco menudo
en mar revuelto.