El Síndrome de Esquilo: Leñero, la vida que se queda

En esta entrega de El síndrome de Esquilo, columna del narrador y periodista Vicente Alfonso (Torreón, 1977), nos presenta un emotivo texto a manera de homenaje para la figura del gran novelista mexicano Vicente Leñero. En este texto Vicente Alfonso nos presenta a un Leñero generoso y siempre atento a dialogar con los autores jóvenes, pero también al autor entregado al oficio del narrador que explora  e indaga en las estructuras de su propia narrativa.   

 

 

 

 

 

 

 

A Vicente Leñero lo conocí en Torreón hace catorce años, en un taller que impartió en el Teatro Isauro Martínez y que duró varios días. A partir de entonces charlamos varias veces. Fue siempre muy generoso y en cada ocasión se confirmó como un modelo a seguir como escritor, como periodista, como persona.

Una de esas charlas ocurrió en 2004. Recién me había mudado a la capital y fui a entrevistarlo en su casa. Antes de comenzar me preguntó qué me llevaba a la ciudad, y le confesé que trataba de escribir mi primera novela. Pensé que había echado mi comentario en saco roto, pero al final de la entrevista, cuando le pedí que escribiera una dedicatoria en mi releído ejemplar de Los Albañiles, escribió: “Para mi tocayo, en espera de su novela”. Tuve ese ejemplar junto a la computadora como una especie de amuleto, un recordatorio de que debía acabar mi libro. Volví a su casa dos años después con los originales de mi novela bajo el brazo. Como estaba de viaje, le dejé el engargolado con una nota.

Como certeramente apunta Juan Antonio García Villa en un artículo publicado hace dos días en este diario, Leñero era tan versátil que hay partes de su obra que, en el pesar que ha causado su muerte, han quedado un poco a la sombra. A sus perfiles como periodista, dramaturgo, guionista, narrador y tallerista se añaden sus estudios de ingeniería, sus aficiones al ajedrez, al béisbol, a la novela policiaca…

Uno de sus más asombrosos logros es su última novela, titulada La Vida Que Se Va (Alfaguara, 1999). Se ha escrito mucho acerca de ese libro, pero menos de lo que la novela merece. Yo la reseñé aquí el año pasado, con motivo del cumpleaños ochenta del Maestro. Escribí entonces que es una de las novelas más asombrosas y mejor construidas que haya leído jamás. No exageré.

Podemos resumir la historia así: Norma, una anciana misteriosa, narra su vida a un periodista. Sin embargo, al volver a enfrentarse a cada una de sus grandes decisiones, la abuela no toma uno de los caminos de la encrucijada, sino los dos: se casa y a la vez sigue soltera, se muda y se queda en la casa de siempre. De este modo el destino de esa mujer se va ramificando y la abuela vive muchas vidas. Los diferentes caminos que toma la llevan a ser, al mismo tiempo, una burguesa afrancesada en París o una activista que promueve el socialismo en las calles de la Ciudad de México.

Con La Vida Que Se Va Vicente Leñero enfrentó el desafío de armar un libro de escritura difícil y lectura fácil; un libro divertidísimo, pleno de historias que exigen toda la habilidad del escritor para ser contadas. Muestra de ello es la numeración de los capítulos: si bien está formado por diez grandes segmentos (titulados con números romanos); éstos presentan subsegmentos que representan los diferentes borradores armados por el periodista basándose en las memorias de la abuela. Debido a las bifurcaciones que surgen de las diferentes vidas de la abuela, tenemos por ejemplo dos capítulos dos y cuatro capítulos tres, en donde la abuela vive al mismo tiempo en Europa, en Guanajuato y en el Distrito Federal.

Alguna vez le pregunté al maestro cómo nació la idea de escribir un libro así. Me respondió: “quería escribir una novela sabrosa, que me gustara, que se leyera y no tuviera más experimentos formales que los que pudiera sustentar una trama. Siento, a veces, que me quedé corto, hay resabios de las trampas antiguas… Pero quise jugar limpio. Ahí quería llegar, a algo como esta novela. Tenía esa asignatura pendiente”.

Vi siempre a Norma Andrade como un alter ego del maestro Vicente Leñero. ¿Cuántos hubiera puede tener una vida? Como su octogenario personaje, Leñero le exprimió a la vida todas las posibilidades. Sus inquietudes y proyectos parecen abarcar distintas existencias. El tiempo que invirtió en esa obra es la vida que se queda con nosotros, el Vicente Leñero que queda y quedará. ¿De dónde sacaba tiempo para hacer tanto y además para leer?

Porque leía, y mucho. También como lector era muy generoso. Un mediodía, a fines de 2007, sonó mi celular. Era Leñero. Tocayo, acabo de terminar tu novela y me gustó mucho, me dijo. ¿Por qué no vienes a la casa mañana y platicamos? Por supuesto, allí estuve al día siguiente. El Maestro fue a su legendaria máquina de escribir, sacó una hoja del rodillo y me la entregó. Era el texto que aparece en la contraportada en las distintas ediciones de mi primera novela. Yo estaba más que contento, y le pedí que firmara aquella hoja que aún conservo, enmarcada, junto a mi escritorio.

Comentarios: cajondesastre77@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

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