La enfermedad de amor. Texto de Andrea Cote

La poeta colombiana Andrea Cote (1981) escribe un texto en el que nos acerca al motivo literario de la enfermedad de amor a través el famoso comentarista de Ovidio, Andreas Capellanus. Su reflexión se redondea con poemas de célebres “enfermos” como Garcilaso, Lope de Vega, José Asunción Silva y aún Sor Juana.

 

 

 

 

La enfermedad del amor

 

El amor corre hacia el amor como los escolares huyen de los libros, pero el amor se aleja del amor como los niños se dirigen a la escuela, con ojos entristecidos”

Romeo y Julieta. William Shakespeare

 

 

 

Una de las más prolijas y antiguas formas de aproximar el tema del amor en la literatura ha sido la personificación del sentimiento en figuras que resaltan su carácter impredecible y travieso. Pensamos, por supuesto, en Cupido o en relatos sobre poderosos brebajes que suspenden la capacidad de razonar del amante. Así también, existe una tradición que habla del amor como padecimiento físico, esto es, una enfermedad como cualquier otra, con síntomas, tratamientos y -sólo en ciertos casos- cura.

Una larga tradición en el pensamiento occidental que se refiere al tema del amor y a sus manifestaciones, ya en el Fedro Platón se preguntaba por las tretas del amor y advertía del carácter alterado de un amante, aquel que en su enamoramiento a menudo toma decisiones de las que suele arrepentirse luego. Pero es en la Edad Media cuando la idea del amor como un padecimiento físico se afianza y el mal de amor empieza a figurar incluso en los tratados médicos de la época. En un texto llamado Questiones Super Viaticum, (1250), Pedro el Hispano, teólogo y médico, describe las características de cierta dolencia llamada amor hereos, aegritudo amoris, es decir, la enfermedad del amor.

Pocos años antes Andreas Capellanus, también conocido como Andrés el Capellán, había escrito un tratado llamado De amore, un texto descriptivo sobre el amor y sus síntomas. Se dice que el autor se basó para esto en El collar de la Paloma: Tratado del amor y los amantes, libro escrito en 1023 por el poeta árabe Ibn Hazm, visir de Abderramán V en el Califato de Córdoba. En dicho tratado Ibn Hazm se refiere a la naturaleza del amor como fuerza externa y poderosa que provoca fuertes reacciones en quien le experimenta. Ambos textos, además, describen un sistema de señales asociadas al amor entre las cuales se encuentran, por ejemplo: la falta de sueño y de apetito, la intensa reacción al oír pronunciar el nombre de la amada, la forma ansiosa de mirar al firmamento o los temblores cuando se aproxima el ser querido.

El libro de Andrés el Capellán define también una serie de reglas y procederes necesarios para identificar al verdadero amor. Hacen parte de sus características el que el caballero profese su total devoción a una sola mujer y que a ésta muestre absoluta lealtad a través de obras y sacrificios. Este tipo de afecto, llamado también del “amor cortés”, tiene lugar tan sólo entre personas nobles y no ocurre jamás dentro del matrimonio. La filosofía del amor cortés se corresponde con el imaginario de la lealtad feudal que ubica a la amada en el lugar del señor frente al vasallo y a menudo también en el sitio del creyente ante su fe.

Para citar tan sólo un caso entre los muchos célebres enfermos de amor de la literatura de Occidente traigo a colación el nombre de Don Quijote de la Mancha quien en la Sierra Morena, emulando a su Amadís de Gaula, realiza una penitencia de amor caballeresca, desnudo y parado de cabeza para que Dulcinea sepa del tamaño de su amor cuando escuche de su pena y sacrificio.

Ahora bien, la colección de sonetos del mal de amor que aquí presento se compone de tres sonetos del Barroco español, escritos por Quevedo, Lope de Vega y Garcilaso; un texto de la poeta mexicana del Siglo XVII Sor Juana Inés de la cruz y un soneto del Siglo XIX, escrito por el poeta colombiano José Asunción Silva. Todos estos poemas pertenecen a esta tradición de; canto amor hereos, la inexplicable dolencia que consume todo aliento y todo lo gobierna y de la cual, no obstante, no hay quien quiera salvarse.

 

 

 

 

Desmayarse

 

Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso:

no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso:

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor suave

olvidar el provecho, amar el daño:

creer que el cielo en un infierno cabe;

dar la vida y el alma a un desengaño,

¡esto es amor! quien lo probó lo sabe.

 

Lope de Vega

 

 

 

 

Amor constante más allá de la muerte

 

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día,

y podrá desatar esta alma mía

hora, a su afán ansioso lisonjera;

 

Mas no de esotra parte en la ribera

dejará la memoria, en donde ardía:

nadar sabe mi llama el agua fría,

y perder el respeto a ley severa.

 

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,

venas, que humor a tanto fuego han dado,

médulas, que han gloriosamente ardido,

 

su cuerpo dejará, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.

 

Francisco de Quevedo

 

 

 

 

Al que ingrato me deja, busco amante

 

Al que ingrato me deja, busco amante;

al que amante me sigue, dejo ingrata;

constante adoro a quien mi amor maltrata;

maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,

Y soy diamante al que de amor me trata;

Triunfante quiero ver al que me mata,

Y mato a quien me quiere ver triunfante.

Si a este pago, padece mi deseo;

si ruego a aquél, mi pundonor enojo:

de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo,

De quien no quiero, ser violento empleo;

que de quien no me quiere, vil despojo

 

Sor Juana Inés de la Cruz

 

 

 

 

Capsulas

 

El pobre Juan de Dios, tras de los éxtasis

del amor de Aniceta, fue infeliz.

Pasó tres meses de amarguras graves,

y, tras lento sufrir,

se curó con copaiba y con las capsulas

de sándalo Midy

Enamorado luego de la histérica Luisa,

rubia sentimental,

se enflaqueció, se fue poniendo tísico

y al año y medio o más

se curó con bromuro y con cáspsulas

de éter de Clertán.

Luego, desencantado de la vida,

Filósofo sutil,

A Leopardi leyó y a Schopenhauer

Y en un rapto de esplín,

Se curó para siempre con las cápsulas

De plomo de un fusil

 

José Asunción Silva

 

 

 

 

 

Soneto V

 

Escrito está en mi alma vuestro gesto,

y cuanto yo escribir de vos deseo;

vos sola lo escribisteis, yo lo leo

tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

 

En esto estoy y estaré siempre puesto;

que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,

de tanto bien lo que no entiendo creo,

tomando ya la fe por presupuesto.

 

Yo no nací sino para quereros;

mi alma os ha cortado a su medida;

por hábito del alma mismo os quiero.

 

Cuanto tengo confieso yo deberos;

por vos nací, por vos tengo la vida,

por vos he de morir, y por vos muero.

 

Garcilaso de la Vega

 

 

 

 

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