Poesía mexicana: Alejandro Aura

Presentamos algunos fragmentos de “Volver a casa” del poeta, narrador, ensayista y dramaturgo Alejandro Aura (1944-2008).  En 1998, CONACULTA publicó, dentro de su colección Lecturas Mexicanas, el volumen Poesía 1963-1993. En 1973, con Volver a casa, mereció el Premio de Poesía Aguascalientes.

 

 

 

 

 

 

Volver a casa

 

 

1

 

Un día
abandonaremos
la ciudad de México;
la dejaremos en pie y desierta
para que
las conjeturas
crezcan,
y nos iremos a fundar
en otra parte
nuestras maravillas.

 

 

 

 

2

 

El jueves en la mañana
despertamos alegres,
llenos de sueños.
Desayunamos dorados panes
y jugos de las frutas;
bañamos en agua tibia
nuestros cuerpos sencillos
y salimos a mirar el sol.
Redonda y fina en calidad
fue la voz grande
de los demás.
–Vámonos,
ya vámonos,
se oía cantar.

 

 

 

 

3

 

Los bienes de la ciudad
fueron hechos
por los que estuvieron antes
y por nosotros.
Como flores
nos salieron de las manos
todas estas casas
y estas calles
y estos líricos hilos de la luz.
Y este humo espeso
que nos volvió ciudad de llanto.

 

 

 

 

4

 

Fuimos hechos con líquenes
y con palabras divinas;
amasaron
con jugos de flores
nuestra sustancia;
allá hicieron sacrificios,
en donde el tiempo pasa.

Está escrito:
cierta forma de
bocas
que abiertas
hasta la
obscenidad
miran al cielo.

Merecimos la sangre,
fuimos dotados
con el soplo de la conciencia
atribulada.
Fuimos hechos.

 

 

 

 

 

5

 

Se nos salieron las lágrimas
cuando vimos sucio
lo blanco de nuestros ojos.

¿Qué transparencia queda ahora
para mirar el amor?

¿Cómo he de llegar
llorando mugre
a las sábanas blancas
de mi amada?

 

 

 

 

 

 

6

 

Nos convidábamos agua
unos a otros;
el que tenía sed
abría el grifo
por donde la buena voluntad
de los demás
salía;
luego le agregábamos azúcar
y zumo de limón
y nos bebíamos la frescura
de nuestras comuniones.
Así éramos,
no os quepa duda.

 

 

 

 

 

7

 

Nuestra crueldad
no tenía límites;
sacrificábamos
a la doncella
y al mancebo
para que con su natural inquieto
no removieran
nuestras viejas armonías.
Quizá fue en esto
en lo único
en que encontramos
escueta y redonda
la verdad.

 

 

 

 

 

También puedes leer