Poesía peruana: Victoria Guerrero

Presentamos, en el marco del dossier de poesía peruana, preparado por Martín Zúñiga, textos de Victoria Guerrero Peierano (Lima, 1971). Acaba de publicar su novela corta “Un golpe de dados (novelita sentimental pequeño burguesa)” (Tijuana, 2014) que será editada próximamente en Perú. Ha publicado recientemente, y a dúo con el poeta chileno Raúl Zurita, “Zurita +Guerrero” (Guayaquil, 2014). Es doctora en Literatura por la Universidad de Boston.

 

 

 

 

 

 

 

Vivimos en una época de rivalidades ridículas

Nadie nos dijo qué debíamos hacer después de la guerra

Pero entre los poetas se cuecen habas

Nadie sabe bien por qué

(pero se sospecha)

se mueven entre el cortejo y el asesinato

Y asistimos a sus funerales sin pedirlo

 

Estos días dan ganas de no ser de este siglo

No asistir a su muerte mediática

Sino ir y escupir sobre su tumba

como antiguamente

Darles duro con el puño cerrado

Y quemar sus versos como flores marchitas

 

Poetas del Tercer Mundo: pobres poetas

A veces se estremecen ante un verso inusitado

Y dan ganas de abrazarlos

Pero los poetas del Tercer Mundo somos así:

Regurgitamos nuestros poemas o los retenemos como papel muerto

Entre las encías rojizas

Y tenemos miedo al llegar a casa

De recordar lo dicho

De releer lo escrito

 

Pobres poetas

Yo no les pido nada

Algún día sus versos dejarán de existir

Como ellos

 

 

 

 

 

 

 

DEJO LA PALABRA  LA OLVIDO

 

Ensarto hilos rojos negros azules fucsias verdes

 

Harta ya de los Concursos Públicos para Plazas docentes

Empecé a bordar cada prenda de mi ropero

Arreglé mis títulos doctorales y los guardé junto a la estantería de libros

Para que no se sintieran menos

 

CV a foja “0”

Lo archivo

lo fondeo

 

El mercado quiere profesionales en tiempo récord

Títulos y másters,

etc. a granel

Pero las costureras somos para siempre

Muchas veces he pensado en lanzarme por la ventana

Pero me pongo a escribir o a cortar papel

y se me olvida

 

 

 

 

 

1-02

 

Hoy le corté el pelo a mi hermana

Su cabello caía como grandes lágrimas sobre el zócalo frío

Lo barrí y lo tiré a la basura

Tanto pelo muerto cubría mis sueños

Soñé un día con el pelo muerto                      Otra vez unía sus hebras

Cada una se juntaba y me demandaba respuestas a mi triste hazaña

Yo permanecía muda-quieta

El pelo muerto insistía: ¿Estás allí? ¿Por qué me mutilaste?

Recogía el cabello y el rostro de mi hermana aparecía flotando a la distancia

¿Por qué arrojaste mis cabellos a la bolsa de basura?

 

La cabellera me exigía alimento también agua abundante agua

 

Pero mis manos estaban cosidas                    No podía dar de beber

Mis piernas no daban un brinco                     No podía buscar

Y mis senos estaban secos                              No podía dar de lactar

Yo estaba más tiesa que aquel pelo muerto que corté

O yo estaba más muerta o quizá ya había muerto y no lo sabía

 

Mi hermana sintió piedad de mí de mi silencio

Calmó a la cabellera

Le habló con voz dulce como si fuera una hija pequeña

Le exigió que descansara        que durmiera en mi sueño

En suma          que no jodiera

Después de todo qué es una madre si no dice estas cosas

 

Yo he de aprender por ella lo que hace una madre

Yo he de imitar a mi hermana para poder ser su madre

 

¿Soy la madre o imito a la madre?

Quizá solo ejerzo la maternidad como un remedo casi un chiste

Pues no tengo ningún hijo que legitime mi condición de parturienta

 

¿Qué hacer?

Todo lo que escribo se reduce a dos o tres palabras

Madre Hija Hermana

Es una trilogía no prevista por el Psicoanálisis

 

Mi hermana-hija

Mi hija-hermana

Aparece en mis sueños

Es real y me mira con ojos lastimeros:

 

¿Por qué botaste mis cabellos al tacho de basura?

 

 

 

 

 

 

EL CICLISTA

 

                                                                                  para el que sueña

                                                                                  para  los ciclistas de corazón

 

Para el que cierra los ojos a través de la mañana

Solo un sueño  una magnífica luz

ha sido dispuesta para él  el soñador  el juntaalmas

Aquel que se sumerge en la locura bienhechora y se eleva pedaleando

en su hermosa bicicleta

roja

 

Yo soy una ciclista mediocre

–he de reconocerlo–

Me angustia pensar en la soledad de los traseúntes

En el oblicuo resplandor de la mañana

Y en los miles de automóviles que apenas rozan el pavimento

 

Ah mi vieja bicicleta roja

comprada un domingo en la Feria del Mauer Park

Hace más de quince años podría haber pedaleado

por uno u otro lado del Muro

y mi sueño se soñaría distinto

 

Para mi guía berlinés soy un permanente fastidio

Él va siempre delante mío como un Príncipe indiferente

manejando su enorme bicicleta azul

–azul como los ojos de mi abuela–

No puede entender mi extraña ensoñación ni mi angustia

Ha adquirido la confianza del que lleva kilómetros de pedaleo constante

 

Hoy que voy montada en bicicleta

Recuerdo el color de sus ojos

Su ingreso en la locura   Su permanente exilio

 

Cierro los ojos como cuando era niña

Suelto el timón           Lo dejo a la deriva

Caer a tierra es siempre una posibilidad del ridículo o la Muerte

Quizá cierta locura materna

me humaniza entre tanto cadáver que junté en mi adolescencia

 

Mi centro: La pequeña Lu se ríe de mí

Sabe que tengo miedo

Y goza y hace fiesta cuando ve la fotografía

“Es una bicicleta para niños”—dice

 

Y nos reímos juntas

Y berlín ya no es más Berlin ni sus perfectas ciclovías

Ni sus cientos de museos en honor a la Muerte

Hoy es Lima y en Lima no se montan bicicletas tan seguido

porque te las roban o te atropellan en cualquier esquina

Y no existen museos para honrar a los cadáveres

de mis diez, de mis quince, de mis veinte años

 

Mas este poema lo escribí para el que todavía sueña

Para el que atraviesa las fronteras feliz e indocumentado

Para todo aquel que se rebela contra los asesinos del mundo

 

Para el ciclista que escribe un poema en cada vuelta de pedal

 

 

 

 

 

 

LA CIUDAD DEL RECICLAJE

(por estos días)

 

con el corazón hecho trizas atravieso un puente

una superficie metálica incapaz de corromperse

abajo

se asoma un río inmenso

gélido

un hermoso espejo azul que cobija a sus muertos:

tres punks

un profesor universitario

una mujer desconocida (siempre lo somos)

 

flotan sobre sus aguas

yo les llamo mis ofelias postmodernas en la ciudad del reciclaje

(do not recycling is illegal –dijo la dueña de casa

y enseguida me puse a separar las astillas de mi corazón)

 

nadie diría que esos cuerpos me atraen

y sin embargo

una parte de mí se inclina hacia ese lado

desde donde se mira el vacío como recuerdo de una infancia feliz

las aguas me esperan

   y me acobardo

 

tiro del otro lado

no menos incierto

por donde las luces de los autos se devoran

unas tras otras

unas tras otras

y mi cuerpo quedaría engullido tragado por ellas

una desnudez de espanto

―me digo

y otra vez

me acobardo

 

al otro lado del puente (el principio o el fin poco importa)

un río menos brillante cruza bajo mis pies

el rímac se eleva sobre mi memoria como lo que es:

un lecho oscuro que opaca nuestra miseria

y sin embargo

ese lecho de barro hostil tal vez alguna vez fue bueno

y meció entre sus garras tiernas

a mis abuelos

a mi padre

a mi madre

a mi hermana

a la pequeña luz maría

o a mí

sudaca cuya sombra se refleja en un hermoso río pálido

dispuesto a quebrarse a la primera bocanada de luz

o  al chillido de otro cuerpo (el splash de la muerte)

─como todos estos─

heridos de inocencia

en la ciudad del reciclaje

cuyos puentes jamás se quiebran

 

 

 

 

 

contemplación

 

el ojo de una rata me observa

su único ojo rojo me mira

y yo miro la oquedad de su ojo izquierdo

por ese hoyo tal vez se pudiesen entrever

otros mares de arena   otras orillas

como la primera orilla de la que partí:

en el ojo de fuego de mi madre

entonces todo volvería a arder

el agua            el ojo              el fuego

y mi cuerpo se diluiría en arroyuelos y ríos sin fin

pero esa oquedad no existe

sólo mi miedo y el ojo solitario de la rata

que ejerce su dominio sobre mis ojos

que son dos ojos pequeños y miopes

por los cuales ella me observa:

ahogar los abrazos en una parada de autobús

reposar la cabeza sobre el ombligo de mi esposo

 

ahora el viento es suave

y las hojas suben al cielo

desde donde una pequeña ave de rapiña

desafía al sol

y nos contempla

 

 

 

 

 

Datos vitales

Victoria Guerrero Peirano (Lima, 1971). Poeta e investigadora. Acaba de publicar su novela corta “Un golpe de dados (novelita sentimental pequeño burguesa)” (Tijuana, 2014) que será editada próximamente en Perú. Ha publicado recientemente, y a dúo con el poeta chileno Raúl Zurita, “Zurita +Guerrero” (Guayaquil, 2014) y el compilatorio de su poesía bajo el título de “Documentos de Barbarie (poesía 2002-2012)” (Lima, 2013) que comprende los libros: El mar ese oscuro porvenir, Ya nadie incendia el mundo, Berlin y Cuadernos de quimioterapia. Sus poemas han aparecido en diversas revistas y antologías nacionales e internacionales, y traducidos al alemán, inglés, francés, portugués y finés. Ha sido invitada, entre otros, al World Village Festival de Helsinski, la Feria del Libro de Bogotá, el Parnassus Festival de Londres y el Latinale de Berlin. Es doctora en Literatura por la Universidad de Boston y diplomada en Estudios de Género. Actualmente cuida de su gato y ejerce la docencia en la Universidad Católica.

 

 

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