Poesía mexicana: Mariana Bernárdez

Presentamos algunos poemas de Mariana Bernárdez,  poeta y ensayista. Algunos de sus libros publicados de poesía: Trazos de esgrima, México: Ediciones Sin Nombre y UAM, 2011, Don del recuento, México: Parentalia, 2012. Escríbeme en los ojos, México: Ediciones del Lirio, 2013; Nervadura del relámpago, Estado de México: FOEM. Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal. Gobierno del Estado de México. Colección Letras/Poesía, 2013; y En el pozo de mis ojos, México: Papeles Privados, 2015.

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Fotografía por Claudia Nierman

De “Sobre una piedra blanca”. En el pozo de mis ojos. México: Ediciones Papeles Privados, 2015.

 

 

Porque el final de los tiempos

es igual a su principio—

repetías sin cesar

mientras la bruma abatía las calles

y París se incendiaba

en el imaginario de la guerra

 

No quedó respiro alguno

ni siquiera el limo de un ave fénix

que pudiera alimentar la esperanza

de la resurrección

 

Ni la palabra cabe en el temblor de una pluma

ni las sendas en el grano de arenisca

 

Contención

 

el dolor se desborda y se aprisiona

en la miríada del gorjeo

o en el balbuceo de quien perdido

avizora el calado de la razón.

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Crecí en la cifra de un nido

Y toqué una y otra vez

el filo del acantilado

cuando el chillido del águila

era profecía del desplome

 

Parece que en el cielo

se derrumba

lo que en la tierra

se cree un para siempre

 

¿y el alma?

¿será esa vida que no cesa?

 

Durante el alud

el azote seco bastaba

para borrar todo sosiego

de las aguas abisales

que alguna vez acusaron

el gozo de su alumbramiento.

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Regresar

sin saber de las voces

que inscriben y borran

el vaivén inevitable de ignorar

dónde arriba

dónde abajo

aún de conservar el voto del plumaje

 

Regresar

sin mediar evidencia alguna

confesión a hurtadilla

ni pálpito de culpa

sin silbo que arrecie

o haya oriente

o mar embravecido

 

sólo tus ojos en medio del caos

como dos agujeros

donde la luz no era un punto

pero sí un derramar de agua

para abrevar en los ríos de la creación

 

y yo

muda

a la mitad del nudo

prestando mi lengua a tu misericordia

cantando a borbotones alabanzas

de las que no puedo constatar

salvo la marca de resplandor

en mi garganta

 

y yo ya no soy yo

y tú no eres tú

quizá ahora sólo huella del azoro

o letra negra sobre piedra blanca.

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Vino de día

 

Toma tus cosas —dijo

 

—Pero yo no quiero salir de casa

No quiero no cosechar los olivos

ni perder la dulzura del almizcle del manzano

o la frescura del agua del pozo

o la brisa al decaer la tarde

 

Aquí yacen mis muertos

esta es mi huerta y mi almendro

¿que será de mí en el abandono del camino?

 

—Guarda tu verdad y tu origen

Y echa andar

Aquí sólo te espera la desolación

De prisa

que el cierzo se alza incansable

y atruena el cielo

auspiciando el consumar de los días

 

Lloraba lo que habría de ser atesorado

Acariciaba los pilares

y deambulaba de cuarto en cuarto

condenando al quebranto las queridas cosas

 

Advertí sus ojos glaucos

y me escuché jurar

 

—No habré de llevar

ni tristeza ni olvido

pues sin tierra por donde vagar

ningún fruto habrá de echar raíz

 

Sea la madrugada testigo

Y la ira de Dios sólo para ti.

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Y vino el ángel

y tomó mi cuerpo reblandecido

por las aguas del Perath

 

Brutal pesadilla la de caer

cuando se es polvo puro

piedra negra sobre letra blanca

que en el fondo y en la oquedad

reverbera en su ínfima urdimbre

 

¿En qué triza o monte habré de afincar?

 

Mi piel rehúsa

los días de sudor y labranza

 

Aléjate

No me consueles en mi llanto

Elévame nuevamente más allá

que Dios es justo y en su justeza

Él tampoco querrá abatirse

 

Y recogió un grano

y lo postró a mis pies

Hueca moneda de canje

un puño de sal

a cambio de mi buenaventura

y la risa callada en la parra del Edén.

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Ángel de la muerte

que sea dulce el vino que tu mano ofrezca a mis labios

cuando la hora del sereno taña las cuerdas

 

Aleja de mi boca el amargor de la cicuta

o el remordimiento que sobreviene

a quien no arrancó la espina de su frente

o no comprendió la runa inicial del desprendimiento

ni la última

cuando la lanza sublevó el signo de la cruz

 

Bien.dice.me

y sostenme en la lucha

como quien batalla con tu fuerza

en la revelación del arrebato

y vence la larga noche

en el abrazo de tu consuelo.

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Llegaste con tu espada en luna

Y tras la gracia de lo justo incendiaste las calles

abriendo el caos para los que hacían tremar

al mendicante y al asesino

 

Invocaste una plegaria inaudible

azuzando el torbellino inmisericorde

y el monzón que disolvió la montaña en río

 

En tu furia mancillaste

al ignorante de la escritura

al desposeído de los dioses

hasta alcanzar la orfandad

que trasiega en desdicha

 

Tu rugido arreciaba las horas últimas

y conservabas entre tus dedos

la simiente dorada

para que cumplido el plazo

—y de ser necesario—

libraras una nueva guerra de Troya

aunque Troya ya no existiera

salvo en el memorial de lo ingénito

 

Dónde semillarla

en qué rumor descarnado—

musitabas

mientras las nubes ennegrecidas

auspiciaban una mayor negrura en el ánimo

 

¿Y el perdón?

 

Yo nada sé de ángeles

sólo de la ceniza con la que dibujo su osadía.

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Datos vitales

Mariana Bernárdez, www.marianabernardez.com, poeta y ensayista, realizó estudios de posgrado en Letras Modernas y en Filosofía por la Universidad Iberoamericana. Ha sido traducida al italiano, inglés y catalán. Algunos de sus libros publicados de poesía: Trazos de esgrima, México: Ediciones Sin Nombre y UAM, 2011, Don del recuento, México: Parentalia, 2012. Escríbeme en los ojos, México: Ediciones del Lirio, 2013; Nervadura del relámpago, Estado de México: FOEM. Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal. Gobierno del Estado de México. Colección Letras/Poesía, 2013; y En el pozo de mis ojos, México: Papeles Privados, 2015.


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