Yusef Komunyakaa: 11th New York State Poet

Yusef Komunyakaa acaba de ser nombrado New York State Poet, el mayor reconocimiento que otorga la Ciudad de Nueva York a uno de sus poetas. Yusef Komunyakaa (1947) es el onceavo poeta laureado en la historia de la ciudad. Durante el anuncio dijo que, en los dos años como State Poet of New York: “me esforzaré  por cultivar una atmósfera  donde la poesía y la vida de la gente trabajadora se encuentren”. Komunyakaa estuvo en México recientemente, invitado al Encuentro Internacional de Poesía CDMX 2015. Presentamos su lectura en video del poema Camuflando la quimera de su libro Dien Cai Dau, publicado por Valparaíso México y Círculo de Poesía. Disponible en: valparaisoediciones.mx y en todas las librerías del país. La traducción es de Juan José Vélez y puede leerse abajo del video.

 

 

 

 

 

 

 

 

New York State Poet

Título completo: New York state Walt Whitman citation of merit for poets.

El titulo fue creado por mandato especial el primero de agosto de 1985 y, según la ley del estado de Nueva York: Se otorga a un poeta con amplios méritos literarios y una obra poética notable. El poeta laureado deberá promover y alentar la poesía dentro de Nueva York y efectuará dos lecturas públicas por año. El periodo como poeta laureado de la ciudad dura dos años y el honor para Yusef Komunyakaa inicia, oficialmente, el próximo 11 de febrero de 2016.

Los anteriores poetas laureados son:

Stanley Kunitz (1987-1989), Robert Creeley (1989-1991), Audre Lorde (1991-1993), Richard Howard (1993-1995), Jane Cooper (1995-1997), Sharon Olds (1998-2000), John Ashbery (2001-2003), Billy Collins (2004-2006), Jean Valentine (2008-2010), Marie Howe (2012-2014)

 

 

 

 

Camuflando la quimera

 

Nos atamos ramas a los cascos.
Nos pintamos las caras, y los fusiles,
con el fango de la orilla del río,

colgamos manojos de hierba de los bolsillos
de nuestros uniformes de camuflaje. Nos
fundimos con la selva
contentos de que los colibríes se fijaran en nosotros.

Nos ceñimos a los bambúes y luchamos
contra el viento que venía del río
arrastrando nuestros fantasmas

desde Saigón a Bangkok,
acordándonos de las mujeres
que habíamos dejado en América.
Apuntábamos a los pájaros de cantos ominosos.

En nuestras paradas sombrías
los simios de las rocas intentaban delatarnos
lanzando piedras al anochecer. Los camaleones

trepaban por nuestras espaldas, cambiaban
del día a la noche: del verde al dorado,
del dorado al negro. Pero esperamos
hasta que la luna se convirtió en metal,
hasta que algo se rompió
dentro de nosotros. Los Vietcong
se movían por la ladera, con sus vestidos de seda negra,

transportando equipos pesados por la hierba.
Allí estábamos escondidos. El río fluía
por nuestros huesos. Los animales pequeños se escondían
al notar nuestra presencia; contuvimos la respiración,

listos para llevar a cabo la emboscada
en L, mientras que el mundo daba vueltas
debajo de nuestros párpados.

 

 

 

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