Poesía colombiana: Santiago Ospina

Presentamos algunos textos del poeta colombiano Santiago Ospina (Bogotá, 1993). Es fundador, director y miembro del comité editorial de Otro páramo. Sus poemas han aparecido en varias revistas de poesía nacionales e internacionales. En 2013 fue finalista en el Concurso Iberoamericano de Poesía Gonzalo Rojas.

 

 

 

 

 

Memoria

 

Te hemos asediado con reproches. En tu cielo

nuestro sol nunca termina de amanecer,

nunca hay un claro mediodía para lo que fuimos.

Los rostros que amamos huyen con los pájaros.

 

¿Pero qué más da? Contigo no somos justos:

a la mano no se le pide que apriete el cuello del fuego.

Al ojo no se le pide que naden, en su estanque,

todas las estrellas planeando sobre el planeta.

 

No tengo quejas. Estoy en paz contigo.

 

Si muchas cosas no las recuerdo, te doy las gracias.

No quiero una vida donde tengan el mismo brillo

el recuerdo de mi madre entregando su alimento en la mesa

y el recuerdo de cuando el odio cierra mis manos.

 

Tú haces lo que nuestros corazones no pueden:

cuando alguien logra olvidarnos

nos otorgas el perdón que necesitábamos;

nos otorgas el amor a la infancia

cuando haces que oscurezcan, levemente, sus imágenes.

 

Eres la más humana de nuestras facultades.

De ti todo nace y a ti todo vuelve,

todo en tus manos es creado de nuevo,

todo renace en ti con un dolor distinto.

 

Ahora estoy sentado frente a la orilla. El mar

viene a borrar las memorias de la arena,

llega aquí a nacer otra vez junto a nuestras cenizas.

Que alguien nos recuerde es un regalo,

es lo que distribuye nuestra muerte entre más personas.

Ya no depende sólo de nosotros,

se comparte .

 

La grieta de luz en la ventana

iluminando el polvo:

así tú, memoria, y así los hombres.

 

 

 

 

 


 

Barca de otro viento

 

All day the stars watch from long ago

My mother said I am going now

When you are alone you will be all right

S. Merwin

 

 

Mi abuelo dijo: ya me tengo que ir.

Mi alma no regresará a otro cuerpo

pero el trueno, al morir, se vuelve parte del viento

y las flores reencarnan en las olas blancas del mar.

Que la lluvia te estreche contra su pecho,

que permanezca la casa que habita en nosotros.

Mira el cielo cuando la luna sale al mediodía,

ella es una semilla que siembra la noche.

Nadie sabrá que fuimos una palabra en llamas

que caminó sobre el agua, una espina

clavada en la respiración de la tierra.

Recuérdame cuando las abejas beban del jardín

suspendidas en la tarde marítima de Bogotá

y pases, barca de otro viento, entre tanta calma.

 

 

 


 

 

Última voz

  

*En 1989 murió el último hablante de la lengua kamasiana.
El pueblo kamasiano era una comunidad de cazadores nómadas que vivió en las montes Sayanes (Siberia)..

 

 

Atrás dejamos

los sauces sin reverdecer

y una aldea sin voces.

Cuando dormimos
ya no nos besan, callados,

los fantasmas.

Este cielo fluye y es transparente,

no carga las viejas heridas

de nuestras flechas.

Aquí el nombre de las cosas

es igual a su sombra.

Los cantos atrás quedaron

en la memoria blanca de los muertos.

La ceniza del viento, las palabras,

palabras que nos escucharon,

que trocaron nuestro miedo

por una lluvia de luz

bajo el estanque del cielo

y dejaron que el mundo se quedara

flotando, inmóvil y sin llamas,

ahora se evaporan,

se pierden y se desgarran

y se olvidan en el silencio de cada día.

Nadie queda del pueblo.

Nadie queda que hable mi lengua.

Yo soy la última voz.

 

 

 

 

 

I

 

Es la voz

una rama que alzamos

contra la luz violenta del día

El viento la mece, dobla su cuerpo

Apenas resiste

lo que pesan los nidos, la infancia,

el paso lento de la tarde

Por cada rostro que olvidamos

se bifurca y crece hasta el cielo

Por cada herida en su tronco

se cubre de hojas

bondadosas como una palabra

No intentes aferrarte a sus frutos:

son de la tierra y del aire infinito

Tendremos suerte

si un ave se posa en ella

y regala su canto

 

 

 


 

II

 

Es la sombra

una raíz secreta y hermosa

que nos une a la tierra

Desnuda, abraza las flores

Pide agua de lluvia, nieve, un poco de hojas caídas

Borra la luz, enciende el misterio del mundo

pero al final de su paso

todo queda tal como estaba

Su levedad demuestra

lo poco que se requiere

para sostener unos huesos

llenos de gozo

Gracias a ella sentimos

lo más sagrado y lo más terrible:

es el nervio de lo prohibido

Abarca únicamente

el espacio de nuestra muerte.

 

 

 

 

 

III

 

Y el corazón

es la semilla de nuestra muerte.

Parece un ave sin alas, un puño del tiempo.

Gira alrederdor de la vida

como un planeta caído.

Se instala en la tierra salvaje del cuerpo

y hay que cuidarla

para que florezca sin odio.

Hállale un bosque

donde comparta el cielo

con otras semillas;

hállale un viento, también,

un viento que le arranque sus frutos.

Cargarla en el pecho

es como cargar la lluvia:

ambas tienen el mismo canto,

ambas caen al mismo abismo.

 

 

 

 

Datos vitales 

Santiago Ospina Celis (Bogotá, 1993) es fundador, director y miembro del comité editorial de Otro páramo. Estudió Filosofía en la Universidad de los Andes de donde se graduó summa cum laude. Actualmente hace una maestría en Literatura en la misma universidad gracias a una beca. Sus poemas han aparecido en varias revistas de poesía nacionales e internacionales. En 2013 fue finalista en el Concurso Iberoamericano de Poesía Gonzalo Rojas. Planea publicar próximamente su primer libro de poemas. Sus temas de investigación son la poesía publicada en las Américas, la traducción desde diferentes lenguas y las poéticas de los escritores.

 

 

 

 

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