Abigael Bohórquez, un inmortal mexicano

El pasado 13 de marzo, se rindió homenaje nacional al poeta mexicano Abigael Bohórquez (1936-1995) en el Palacio de Bellas Artes. Durante el homenaje se presentó el libro, Abigael Bohórquez: Poesía reunida e inédita, con edición, estudio y notas de Gerardo Bustamante, y publicado por el Instituto Sonorense de Cultura. Presentamos el discurso de Mario Bojórquez durante el homenaje a este poeta inmortal de nuestras letras.

 

 

 

 

 

 

Abigael Bohórquez, un inmortal mexicano

La poesía es un lenguaje que siempre dice más de lo que enuncia, es un lenguaje cifrado cuyos códigos remiten a otros textos, a otras lenguas, a otras tradiciones. Leer al poeta Abigael Bohórquez es una experiencia literaria que conmueve porque su pensamiento es el reflejo de un prisma que ha quebrado los haces de luz en una multiplicidad desbordante. Por debajo de la frase literal que leemos hay otro código que se desdobla en nuevas percepciones y más allá nuevas relecturas ofrecen inesperadas interpretaciones. El estudio de la función poética del lenguaje en la obra del sonorense apenas se ha esbozado en el trabajo crítico de algunos estudiosos, siempre dejando para después un análisis de mayor profundidad, la razón es muy simple, resulta de tal envergadura (para acudir al calambur al que era tan afecto nuestro poeta) el corpus a estudiar que necesita algo más que paciencia y dedicación.

No quiero aburrirlos con explicaciones gramaticales complejas, pero imaginemos un idioma que se renueva trastocando sus leyes elementales, verbalizamos sustantivos y adjetivos, y, aún más, sustantivamos verbos y adverbios y hasta preposiciones, por medio de elipsis invertimos el orden sintáctico y alteramos el plano semántico, al nivel morfológico establecemos morfemas inusitados con sufijos y desinencias que alteran en su estructura a las palabras, utilizamos una doble raíz lexemática, y aún más, lo hacemos en cuatro o cinco lenguas como el náhuatl, el yaqui, el inglés, el portugués y desde luego, el español.

Todo esto que acabo de decir, pero además haciéndolo con un humor hilarante desde variables que incluyen, por supuesto, la execración, la crítica social, la transvaloración de la moral al uso, generando un tremendo pitorreo que va desde la broma macabra, tétrica en Poesida hasta la carnavalesca y locorrona de la policía en Digo lo que amo. El slang, el caló, la cita culta mezclada con la cita de una canción de la radio, de Rubén Darío hasta el cantante Raphael con la expresión “Yo soy aquel…”, la deformación de los vocablos, el doble sentido, el albur descarado, el chilóntzin, el cámotl, la mazacóatl, armando gran pédotl.

En todos sus libros de poemas así como en sus obras de teatro estamos presenciando en cada página este milagro de una verbalización que subvierte el orden de lo fonológico-morfosintáctico-semántico, es decir, ya desde su nombre encontramos una modificación fonológica, su nombre verdadero es Abigail que él transforma en Abigael, su apellido Bojórquez, lo modifica por Bohórquez, que puede ser pronunciado con una hache aspirada al modo árabe.

Veamos estas realizaciones verbales de sustantivos: “péchame a tierra y léñame” imposibles de conjugar y menos en reflexivo: ‘yo péchote, tú péchame, el péchase-yo leño, tú leñas, él leña.” O bien, al revés, sustantivando verbos: “de entrares y salires se volunta” ‘entrar’ es un verbo en infinitivo al igual que ‘salir’, aquí además de darles un carácter de sustantivo, todavía agrega la desinencia imposible del plural masculino, y, remata dando al sustantivo ‘voluntad’ el carácter de verbo reflexivo ‘se volunta”, es decir, logra su propia voluntad, que no podemos conjugar de nuevo: yo volunto, tú voluntas, él volunta. En muchos otros poemas de diversos libros vemos este mismo recurso de verbalizar sustantivos: ‘ruiseñoreaba, empueblecida, engaviotiza, empalomar, tortolar, hotelea’.

Construir una literatura a partir del saqueo ortodoxo de la gramática, transformando en nuevos usos lo que la academia de la lengua trata de conservar y explicar, era en otro tiempo una práctica divertida de la escritura, Cervantes, Quevedo y Góngora en nuestra lengua ensayaron sobradamente este lúdico ejercicio antes de que apareciera el diccionario de la RAE y con toda la libertad de su imaginación.

El grado de subversión de Bohórquez alcanza la sustantivación de frases adverbiales en: “los cuánto, los por dónde”, con adverbios de cantidad y de lugar. Y también la sustitución, en este caso de la palabra SIDA por ausencia, un sustantivo por toda una frase completa que es un eufemismo: “Era muy jovencito / cuando le revelaron / que estaba muerto de / “qué vergüenza de la familia”. Veamos otra forma de elipsis compleja con cierto aire de quiasmo inverso: “No supimos la causa de su sangre / llegó chorreando angustia” y esta otra elipsis con cronografía y topografía: “respirando a pleno mar un sexo / y poseerlo canallamente abril / sobre la playa”.

El chacoteo y la carnavalización de los sentimientos más atroces, la persecución social y policiaca de los homosexuales, su condena a vivir una realidad subrepticia, el SIDA como la cristalización de todos los desprecios, debe ser cantada con estos otros modos de transgresión poética. En estos días de marzo, hace cien años, en 1916, Ramón López Velarde nos alertaba al respecto de la insustancial retórica balbuceante de las incipientes vanguardias europeas: ‘Yo anhelo expulsar de mí, cualquier palabra, cualquiera sílaba que no haya nacido de la combustión de mis huesos.” Abigael Bohórquez es a un tiempo el más sincero poeta de su tema, el amor homosexual, como el activista civil de rompe y rasga que audazmente confronta al Estado con su poesía y el hombre reflexivo que lucha por no olvidar la alegría de vivir en medio de tanta herrumbre, tanto vacío, tanta abyección.

Observemos un grado más allá el tejido morfológico de la poesía bohorquiana, cuando una palabra es compuesta por dos raíces o lexemas -lo que Humpty Dumpty explica a Alicia a través del espejo con el poema Jabberwocky-, se trata de ‘palabras-maleta’ o ‘palabras portmanteau’, es decir una palabra que incluye dos significados, veamos los procedimientos que solidarizan la ejecución en Bohórquez: ‘Hombrehembra’ la solidaridad primigenia es sonora, apenas con variaciones vocálicas, la misma hache muda, los fonemas mbr (la bilabial nasal sonora, el bilabial oclusivo sonoro y la alveolar vibrante simple) que comparten las dos palabras y que pueden ser indicio de una misma raíz que se ha perdido, o que se conserva en palabras más alejadas como sombra o umbrío que si se hermanan entre sí, el carácter del sustantivo que define a un hombre que es hembra y, más bien, a una hembra que es hombre, ya que el artículo la define: “esta hombrehembra de picapleitos (…) mujer de pelo en pecho.” Otra solidaridad es el contraste, el oxímoron evidenciado, en otros modelos menos felices, la raíces no se dan por sustantivos sino que ocurren mezclas de adjetivos-sustantivos-verbos-adverbios-preposiciones en la misma operación: salilunar, cachagranizo, florángela, dulcanácar, entremedio, carnetrigo, pobrera, dondecuando, estadogozo, pastoreazul, plenifrutal, fulgidasol, acontrañil,  lucisombra. Cuando la alteración es desinente, el sufijo elegido ofrece una variación significativa, quiero decir que modifica el significado: ‘primaverizo, deleital, ternúrico, matutinal, silvestrecido, veranideces.’

Aquí otra vez un esbozo pálido del gran estudio lingüístico que merece la poesía de Abigael Bohórquez, aquí apenas una muestra de ese pasmo estético que produce su lectura, pero que nos sirve al menos para establecer de algún modo la pertinencia de una obra del mayor calado en la tradición de la poesía mexicana. Hace 20 años en esta misma sala presentábamos Poesida lamentando la reciente pérdida de nuestro poeta querido, hoy con él nos alegramos de estos 20 años de aventura que han corrido sus versos encontrando al fin a sus lectores. Esta es la suprema alegría de un poeta, esta es la forma en que alcanza validez y presencia el trabajo de la poesía. Esta es la forma más perfecta de la inmortalidad literaria.

Palacio de Bellas Artes, 13 de marzo de 2016.

Mario Bojórquez

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