De cómo un poeta llamado Ocean pretende arreglar la lengua inglesa

Ocean Vuong (1988) es la sensación de la nueva poesía norteamericana. Ha llegado a decirse que su lenguaje poético renueva el inglés todo. Presentamos la conversación que hoy mismo, en el New Yorker, sostuvo con Daniel Wenger. Ocean Vuong es autor de los libros de poemas: Burnings (2010), No (2013) y Night Sky with Exit Wounds (2016), La traducción de la entrevista es de Esteban López Arciga y la fotografía de portada de Peter Bienkowski.

 

 

 

 

De cómo un poeta llamado Ocean pretende arreglar la lengua inglesa

Ocean Vuong no es un poeta experimental, pero es un poeta del experimento americano. En “Notebook Fragments”, un largo poema de dudas y choques, escribe: “Un soldado americano se cogió a una chica de pueblo vietnamita. Ergo mi madre existe. /Ergo yo existo. Ergo no bombas = no familia = no yo.” Después agrega: “Uff”. Unos versos más abajo, la voz poética besa el cuerpo de un hombre,

                suavemente, como uno besaría una granada
antes de arrojarla a la boca de la noche.

                Quizá la lengua es también una llave.
Uff.
Podría comerte me dijo, acariciando mi mejilla con sus nudillos.

Vuong nació en 1989, en una granja de arroz afuera de Saigón; dos años después, él y sus seis parientes emigraron a Hartford, Connecticut, donde vivieron juntos en un apartamento de una habitación. En la escuela, Vuong fue abofeteado por el inglés antes de poder usarlo —su familia era analfabeta, y él no aprendió a leer hasta los once años.

“Para un americano nacido aquí, lo mundano podría ser aburrido, pero para mí el inglés coloquial era un destino”, Vuong me dijo recientemente la tarde de un martes, acomodado en una cabina del Caffè Reggio, su guarida en Greenwich Vilage. Ahora de veintisiete años, recientemente ganó el Whiting Award, y esta semana Copper Canyon Press publicó su primer libro Night Sky with Exit Wounds. Hace dos años, cuando le dijeron a Vuong que su manuscrito había sido aceptado, él estaba tomando un tren de su casa en Astoria a su primer taller en la New York University, donde está a punto de terminar su maestría.

En el Caffè Reggio, Vuong bebió té de jazmín y vistió una camisa de seda negra con un estampado de puntos blancos. “Este lugar es un viaje en el tiempo”, dijo apuntando a los toneles plateados que alguna vez producían expresos —La primera máquina así en América, hecha en Italia— y al mostrador donde Joseph Brodsky, otro poeta de lengua Inglesa que no empezó con el inglés, alguna vez recogió su correo. Era un ambiente adecuado para alguien influenciado por la franca ironía de Frank O’Hara y el folclorismo exótico de Federico García Lorca.

Leer a Vuong es como ver a un pez moverse: sortea las distintas corrientes del inglés con intuición muscular. Sus poemas son por momentos agraciados (“Tú, empujando tu cuerpo /al río /para estar sólo/ contigo”) y sorprendentes (”Di rendirse. Di alabastro. Navaja/Madreselva. Solidago. Di otoño”). Sus versos son tanto cortos como largos, su pose narrativa y lírica, su dicción formal y despreocupada. Desde el exterior, Vuong ha creado una poesía de inclusión.

En su oreja derecha, Vuong usa un pequeño arete de perla que alguna vez le perteneció a la madre de su madre. Suele hablar de cómo fue criado por mujeres —Su padre fue encarcelado por golpear a la madre, poco después de que la familia llegó a Hartford, la pareja se divorció casi de inmediato. Cuando Vuong era un niño su madre y su abuela le enseñaron sus canciones de campo y sus aforismos. En Notebooks Fragments las parafrasea diciendo: “Incluso la dulzura puede raspar la garganta, así que revuelve bien el azúcar. Abuela.”

Fue la madre de Vuong, una manicurista, la que le dio su nombre (nació como Vinh Quoc Vuong). En un día de verano en el salón de pedicura, ella le dijo a un cliente que quería ir a la playa. Decía reiteradamente “Quiero ir a la playa[1]“ Vuong me dijo. El cliente sugirió que usara la palabra Ocean. Al saber que el océano no era una playa, sino un cuerpo de agua que toca varios países —incluyendo Vietnam y los Estados Unidos— decidió renombrar a su hijo.

El océano es un cliché poético, y Vuong se toma los clichés muy en serio. “Vienen de una crisis del lenguaje” dijo. “Han perdido su uso”. En “Someday I’ll love Ocean Vuong” publicado el año pasado en esta revista[2], Vuong le inyecta a su nombre nuevo significado. Empieza:

                Ocean, no tengas miedo.
El fin del camino está tan lejano
que ya está detrás de nosotros.
No te preocupes. Tu padre es sólo tu padre
hasta que alguno de los dos lo olvide.

Después, Vuong combina la ubicación oceánica con otro tropo cercano, el lenguaje de la auto-motivación: “Ocean, /¿Escuchas?” “Ocea- /Levántate.” El mar se convierte en un organismo necesitado de una reparación imposible, y la voz poética se convierte en el mar mismo, proteico y poderoso. La idea, Vuong dice, es que “Podamos convertirnos en más de una cosa a la vez”. Me recomendó “Kathy” de O’Hara. Su penúltimo verso dice “Algún día amaré a Frank O’Hara.” Su verso final: “Creo que estaré solo un rato.”

Vuong gusta de O’Hara y de otros poetas de la escuela de Nueva York por su manera franca de hablar del sexo. “¿Qué puedo hacer?” dijo. “Me gustan los penes.” Mientras crecía, contestaba llamadas en el salón de pedicura, y miraba a Oprah y a Ellen mientras trabajaba. Leía poca poesía en la primaria, principalmente a Dr. Seuss y la revista infantil Stone Soup. En preparatoria, tuvo la idea de grabar la sabiduría familiar en su diario. En las páginas blancas, anotaba sus “pequeñas cosas” propias, como describe sus primeros poemas.

En 2008, fue a Pace University para estudiar mercadotecnia, esperando poder mantener a su familia, pero lo dejo a las tres semanas. En Brooklyn College, entró a la carrera de Inglés, escribiendo poemas en postales y regalándoselas a sus amigos. Los sonetos, me dijo, antes se pasaban como notitas —“en tiempos de Shakespeare, antes del chat.”—. Cuando el poeta y novelista Ben Lerner se unió a la facultad, le dio a Vuong la idea de que una vida de escritor podría ser posible. Antes de eso, Vuong dijo “Creía que todos los poetas eran predestinados. El gobierno decidía. Obama o Bush, o quien sea, decía ‘tú, tú, tú.’”

La abuela de Vuong murió de cáncer de huesos, mientras él estudiaba en Brooklyn. Fue enterrada en Vietnam, y Vuong viajó ahí para el funeral. “Fue demasiado, porque todos parecían mi familia” me dijo. Sugerí que algunas personas encontrarían confort en esta familiaridad. “Me gusta ser más precavido,” Vuong dijo. “Entonces cosas raras pueden pasar.”

Se acabó su té. Afuera la calle Thompson había oscurecido; adentro, la multitud universitaria había disminuido. “Mi madre desenvolvía los billetes de un dólar de las propinas, y con eso comprábamos la cena,” Vuong dijo, mientras nos daban la cuenta. ”Todo dólar era tangible, un símbolo sentido.” Su familia tiene problemas para entender su carrera, lo llaman “un académico” y él no los corrige. “Sus voces están en mi cabeza cuando escribo, cuando pienso, y no creo que llegue jamás el día cuando no me pregunte que debería de hacer con estas manos.”

 

 

 

 

 

Notas del traductor:

[1] Lo que dice la madre de Vuong es “I want to go to the bitch”, haciendo referencia a la dificultad de la mujer por pronunciar beach (playa), diciéndolo como bitch (perra)

[2] The New Yorker

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