Poesía mexicana: Luis Bugarini

El narrador, ensayista y poeta Luis Bugarini (Ciudad de México, 1978) nos ofrece una serie de textos de difícil clasificación. Se trata de fragmentos que en la tradición de Benjamin giran en torno a la imagen y al oficio de mirar y van del poema en prosa al aforismo, del lirismo al tono ensayístico. Poemas, brevísimos ensayos, minificciones.

 

 

 

 

 

Fenómenos ópticos

 

 

Metamorfosis mítica de todos los sentidos fundidos en uno.

Charles Baudelaire, Los paraísos artificiales

 

 

 

[Antes que escritor, en los días agitados de la adolescencia, deseaba el oficio de la pintura. El dictamen de la suerte me orientó por otra vereda. Aún se recuerda en la sobremesa familiar, no obstante, que dibujaba sobre cualquier hoja de papel, afiebrado, buscando esa representación que me confirmase el talento que yo intuía. De ahí nació una pasión por la pintura y los usos del espacio, que es una mirada sobre la luz. Esto se extendió al acto fotográfico, otro registro de la luminosidad. Nunca he dejado de asombrarme ante los hitos de la historia del arte. En cada viaje que realizo busco los museos, catedrales y otros rincones magnéticos. El colorido de los mosaicos de Rávena, en la Iglesia de San Vital, me sugirió la idea de este libro. Fue la mirada de Justiniano y su séquito, además de Teodora y su cortejo, lo que me insufló la temeridad para abordar la miniatura que dibuja una forma más amplia. También el pasmo ante el Alejandro Magno del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles —el llamado Mosaico de Issos—, que entrelaza los rostros de la ofensiva con caballos que dan su vida por causas que ignoran. Una tesela es cada una de las pequeñas piezas de piedra, terracota o vidrio coloreado que se utilizan para completar un mosaico. Cada una existe por sí, aunque su función es integrarse a un panorama más amplio. Aquí reúno algunas teselas e imagino que el resultado sugiere un mosaico decorativo, a través del color, espacio y memoria personal. Es un breviario que surge de fatigar cuadernos y se detiene a consignar la admiración ante ciertos objetos: actos o hechos que lindan con lo insólito. Todas las obras, autores y citas son verdaderos, hallados al azar, y escriben un diario de lectura ante el estímulo de cierta forma.]

 

 

[1]

El uso de la luz es una ética.

 

[2]

Imperios van y vienen, refiere la Historia, pero las imágenes permanecen. Las civilizaciones se preservaron a través de ellas. El Bósforo cambia de color según la hora del día y Hagia Sophia se restaura según las generaciones. Los íconos bizantinos celebran la grandeza del poder temporal: color azul con fondo de oro para pacificar la avaricia de la ortodoxia. Afuera, los pájaros intentan nuevas canciones y disfrutan los rayos del sol. Oportuno el dictamen de Epicteto: “no andes abrazando estatuas”. Porque te ignoran al paso y si pueden te desnudan. Nadie aspira a la confirmación de una perplejidad.

 

[3]

Sorprendió a Perseo el acabado de los muros del laberinto, con sus texturas insólitas y la proliferación de mosaicos para celebrar tantos combates. Ya no hubo tiempo de referirlo.

 

[4]

Se sabe apenas nada del biógrafo Cornelio Nepote. Un sitio de obscuridad para quien aportó tanta luz sobre sus contemporáneos.

 

[5]

Apolonio de Rodas, quien fuera director de la biblioteca de Alejandría, fue enterrado junto a Calímaco, su maestro: dos poetas reunidos para la eternidad en la negrura de un espacio cerrado.

 

[6]

El Panel de las manos en Puente Viesgo y el Real Alcázar de Sevilla: diseños geométricos con pulso lúdico para intuir la silueta de la forma. La búsqueda del pigmento es la del espíritu.

 

[7]

Sandro Botticelli rehúsa la forma tradicional del pesebre en su Adoración de los magos (c. 1475), encargo de Guasparre del Lama, y pinta la escena sobre un promontorio de piedra helada y ruinosa. Austeridad que contrasta con los tonos chispeantes con que visten los asistentes, y con la fortuna que amasó del Lama al final de sus días. Dejó sus bienes a los dominicos de Santa María Novella, en un testamento fechado en 1469. Aunque el hombre más rico de Florencia era Cosimo de’ Medici, sus hijos, Piero y Giovanni, además de él mismo, padecieron gota.

 

[8]

El padre de Jaques-Louis David murió en un duelo cuando él tenía siete años. Es la forma del acero en el Juramento de los Horacios. Pero logró su transformación interior en Roma y pintó La coronación de Napoleón, un lienzo monumental sobre el poder terrenal y la aspiración de trascendencia. Luego materializó en La muerte de Marat una sugerencia sobre el significado de la Revolución Francesa. El arte nos devuelve las interrogantes que habíamos dejado en la cajonera.

 

[9]

Se refiere que toda epifanía se experimenta como un golpe de luz. La intensidad es atributo del beneficiado. Diógenes Laercio, al relatar aspectos sobre Aristón de Quíos, subraya el contrasentido: “dícese que, siendo él calvo, fue quemado por el sol [en la cabeza] y que de ese modo murió”. Aterrizar en una cama de agua.

 

[10]

A una semana de haber pintado Trigal con cuervos, Vincent Van Gogh se suicidó. Él: místico del color: epiléptico. Esta pasión es un tumulto de los sentidos. También calificó de “eléctrico” el debate que sostuvo con Gauguin. En el azul y amarillo habitan los ecos de Provence.

 

[11]

Aunque los sentidos son rendijas, abrir los ojos con teatralidad no permite más entrada de luz. Goethe refuta esta idea y perfila una posibilidad: “cada nuevo objeto, bien contemplado, abre un nuevo órgano en nosotros”. Apertura de puertas, limpieza de ventanas. Los días soleados permiten especular con serenidad. Y él desarrolló la forma más perfecta de mirada: la clarividencia, que es una forma de meditación.

 

[12]

Henry Moore fotografiaba sus esculturas, al finalizarlas. Reafirmaba los límites de sus contornos a través de la luz, pues el valor de la fotografía es incalculable debido al dictamen de Heráclito.

 

[13]

Empédocles, siciliano, saltó al Etna. Buscaba develar el misterio de la luz y una vía a la iluminación. Descubrió que el universo podía explicarse a través de la geometría, que es otro misterio. También sostuvo que la luz salía de nuestros ojos e iluminaba los objetos. Faros de la percepción. El rayo láser, tan moderno, acaricia los contornos para bosquejarlos. Estobeo es ineludible: “toda pasión es un apetito excesivo”. Las propiedades de la luz no sólo le pertenecen a ella y lo que parece una mancha podría ser la forma esencial.

 

[14]

El hechizo de la forma produce melancolía, pues que una obra sea única no la hace invaluable. Además: el arte naive refiere la universalidad de la mímesis. Que la imitación sea el inicio de la labor creativa cierra el círculo que se abre cuando la asociación entre luz y verdad nos obliga a perseguirla. Imposible dejar de lado a Píndaro: “no lucharé por la mentira”. No olvidar que son los colores los que explican la naturaleza de la luz y que la percibimos a través de vibraciones. En síntesis: la mirada es el primer placer corporal.

 

[15]

La luz bautiza y no el agua. Inmersión vuelta roce de un haz divino. “Los sentidos no engañan, el juicio engaña”, explica Goethe. El baptisterio debe estar más iluminado. Y es que de las múltiples representaciones de La anunciación, lo que menos interesa es el mensaje. Eugène Ionesco es provocador: “el arte nos hunde en el corazón de lo inefable, el arte, el único sistema de vida y de expresión que nos dice casi aquello que no puede decirse, es decir lo indecible”. Primero la afasia y después la imperturbabilidad ante la obra, luego la convulsión interior.

 

[16]

El frío interior de las catedrales presagia el instante que habrá de reunirnos. Se diseñó la forma del domo, en la catedral, a imitación del cielo. Firmamento de ensueño. La Capilla de los Scrovegni, decorada con los frescos de Giotto, resume la tentativa del arte. Para llegar a la forma es necesario diluirla.

 

[17]

La belleza es otra aporía. Pirrón defendió la inestabilidad, indiferenciación e indeterminación de las cosas. Todos los cuadros, al ser objetos del mundo, son uno solo. Sexto Empírico, por su parte, se pronuncia por la “suspensión del juicio”. Otra paradoja.

 

[18]

El maquillaje es una forma de autorretrato y la vida contemplativa es un arte que mira a otro. Cees Nooteboom arriesga una línea: “un pintor se retrata a sí mismo. Pero ¿cómo lo hace? Da un poco de miedo, la verdad”. Esto debido a que las estrellas guían al marino y al peregrino, un viajero con aspiraciones espirituales que camina errante en busca de un lugar para recargar la cabeza. Así, se deambula para desacostumbrarse a las mismas formas y toda visita al museo es un ejercicio de peregrinación.

 

[19]

Aldous Huxley sostuvo que La resurrección de Piero della Francesca era el mejor cuadro del mundo. Proust hizo lo mismo de Vista de Delft de Johannes Vermeer. Carnéades hizo de lado la dicotomía de “verdadero/falso” para postular los “conocimientos probables”, los “conocimientos probables y contrastados”, y los “conocimientos probables, contrastados y no desconcertantes”. El arte se fuga de las categorías, pero ¿cuáles son los límites del entusiasmo?

 

[20]

“Autopsia”: ver algo con los propios ojos. Es posible entender el arte como una experiencia que disecta objetos vivos, muertos o en tránsito. La agonía anda por otro sendero, no obstante. Estas fronteras realzan el carácter inaudito de una práctica ideada desde la gratuidad y el binomio se resume: experimento/experiencia. La visita a un museo inicia el protocolo de una autopsia que se emprende sin instrumental y apenas higiene.

 

 

 

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