Poesía argentina: Roberto D. Malatesta

Presentamos algunos poemas de La nada que nos viste, del poeta argentino Roberto D. Malatesta (Sta. Fe, 1961) Ha publicado los libros de poesía: Las Vacas y otros Poemas (1994). Por encima de los techos (Premio Municipal de Sta. Fe 2003) En el año 2010 obtiene el premio  José Pedroni de Poesía por La nada que nos viste (2010). Es también autor del libro, Del cuidado de la altura del níspero (2011). En el Año 2011 la Editorial Leviatán edita la Antología El silencio iluminado que reúne sus poemas escritos desde 1987 hasta la actualidad.

 

 

 

 

 

 

 

 UN HOMBRE ESCRIBE LA PALABRA REALIDAD

 

Un hombre escribe la palabra realidad

y la palabra tiene filo.

La pulsa cauteloso, fue herido muchas veces

por la misma palabra que ahora escribe,

no obstante la desea.

La escribe y considera estar a salvo,

cree que al exponerla ante él se desmorona

su tiranía hiriente.

Celebra armisticios entre él y la palabra.

Pero el hombre que escribe, ni inocente ni simple,

conoce su poder, lo sabe breve,

que vive lo que dura esa corriente

que mantiene con vida la escritura.

Si deja de escribir, la palabra lo engulle.

 

 

 

UN HOMBRE ESCRIBE LA PALABRA HIJO

 

Podría haber escrito niño o chico

y así la perspectiva lo haría más diverso,

pero teme que el vuelo le quite la tibieza

de una mano pequeña apretada a la suya.

Llega entonces la imagen de la rama podada

en la luna precisa y la explosión en ciernes.

Palabra que se quita para el bien del poema:

la mano que se suelta, así es la vida.

No deja de ser cierto que escribe esa palabra

en el lugar donde antes supo escribir amor.

Nadie mejor que él sabe, se exige buena letra.

Este hombre que imagina mientras el hijo duerme

en la pieza contigua, se gasta en la palabra,

es la piedra que el río nunca elude.

 

 

 

 

UN HOMBRE ESCRIBE LA PALABRA RÍO

 

Un hombre escribe la palabra río.

En ella está implicado el curso de sus días,

mucho de lo que sabe, mucho de lo que ignora,

como sólo sucede con las grandes palabras.

Escribe esa palabra y su infancia transcurre,

mientras pesca su padre él vaga otras riberas,

sueña el río real y lo duplica,

mientras unos se quedan él se va.

Cuando mucho se aleje el río irá a buscarlo,

invadirá los cuartos de su casa

y tendrá más preguntas y respuestas del río.

Un hombre escribe la palabra río,

le dice casi todo y aún no sabe

cuánto puede abarcar de sí esa gran palabra.

 

 

 UN HOMBRE ESCRIBE LA PALABRA OTOÑO

 

Un hombre escribe la palabra otoño,

algo cae, se desprende y la belleza

es abandono en la ciudad desnuda.

Un hombre solo y la palabra otoño.

¿Miel o naranja amarga ruedan por las veredas?

¿O aquella misteriosa música en que flotamos?

¿Vigilia de la luz o del vacío

que agobia de manzanas los árboles musgosos?

¿Cuánto del hombre cae, cuánto se eleva

y cuánto purifica al solo árbol del alma

esa vacilación de la caída?

Otoño tras otoño tras otoño

hasta que un día ceda la palabra

y un tapiz de hojarasca la sacie de silencio.

 

 

 

UN HOMBRE ESCRIBE LA PALABRA VENTANA

 

La sitúa ante sí, percibe su poder.

Su blanca magia lo arrebata,

la sabe redentora del poema.

Amiga de los niños, ángel de los cautivos,

la colma una escritura de noches estrelladas,

la abre para que sea el viento y sus perfumes.

Una palabra sola turba el flüir del tiempo,

el sol y la tormenta, el ayer y el futuro.

La sabe necesaria y demandante,

sin ella no hay infancia ni vejez,

sin su mansa quietud se opacan las palabras.

Sabe que un día habrá de ser cerrada,

habrá un chirrido de postigos y silencio.

Su afán es mantenerla abierta en su cuaderno.

 

 

 

UN HOMBRE ESCRIBE LA PALABRA LLANO

 

Un hombre escribe la palabra llano.

La sabe poderosa, capaz de transmutar

el nudo de su sangre en viento arisco:

un hombre escribe inmensidad.

Escribe el silencio y la música,

la lentitud del río, el vuelo de los pájaros,

la rama oscilante, la cosecha

y todo lo que oculta la distancia.

Como suele acaecer con las grandes palabras

no sabe dónde nace tanto amor,

si en la mirada o en el cerrar los ojos.

Un hombre escribe y multiplica su alma,

escribe y se desmadra su razón.

Un hombre se asemeja al infinito.

 

 

 

UN HOMBRE ESCRIBE LA PALABRA GRAMILLA

 

La sabe una palabra a punto de extinción,

una palabra  dulce, “i” entre dos “a”:  sonora.

Pero el mundo es punzante, eléctrico y opaco,

expulsa los vocablos de escaso pragmatismo.

En un mundo que apuesta al cemento y al plástico,

a la asepsia del césped, al espacio virtual,

quién dejará crecer esta palabra inútil,

desnudará su pie en su mullida especie.

Un hombre escribe y a sí mismo se consuela,

reúne la mañana en su palabra agreste,

consciente de que nace y muere en su cuaderno.

Sabe que cuida un mínimo jardín significante.

En el centro de un orbe que avanza y se devora,

cultiva los catorce versos de su palabra.

 

 

 

 

UN HOMBRE ESCRIBE LA PALABRA PÁJARO

 

Un hombre escribe la palabra pájaro,

oye la música que escribe:

un gorjeo en su mente, pocas notas perfectas.

El pájaro es un mundo que se basta a sí mismo.

Comprende que ya nunca encontrará el secreto

que el diminuto ser ignora que posee,

imposible es reunir la música de un verso

tan perfecto capaz de igualarse a un gorjeo.

El canto se dispersa por el aire temprano,

él siente que el poema se asemeja a una jaula,

por eso escribe pájaro y nada más escribe.

Mas luego anota: frágil, se envuelve de silencio,

hermana las palabras, lo frágil multiplica.

Si el canto atrapa el eco la jaula es infinita.

 

 

 

 

UN HOMBRE ESCRIBE LA PALABRA AMANECER

 

Un hombre escribe la palabra amanecer,

una voz pura para su cuaderno raído

y el peso de una vida gravitando en su espalda.

¿Qué nos quieren decir este hombre y su palabra?

No parece enmarcar un tiempo culminante,

no luce ropas nuevas, siquiera se ha afeitado,

ningún indicio externo, tan solo ante él, la hoja última

en la cual se destaca:  amanecer.

¿Cuáles son las razones que impulsaron

la fe de este hombre viejo a un sonido

que al parecer ya no le viene al uso?

¿Quizás un amuleto palpable en su pecho?

¿Un signo más allá de sus propias palabras

escrita cuando todo parece derrumbarse?

 

 

 

UN HOMBRE ESCRIBE. ¿POR QUÉ UN HOMBRE ESCRIBE?

 

Un hombre escribe ¿Por qué un hombre escribe?

¿Por qué papel y no un desierto?

¿Por qué una palabra y no un puente?

Un hombre se detiene a escribir y camina.

 

¿Camina sobre el mar? ¿Camina sobre arena?

Un hombre escribe un poema. ¿Qué es un poema?

¿Quién se detiene a caminar con él?

Con la palabra rota todos ríen.

 

¿Se resiste al saqueo o es sólo convicción

impar que lo mantiene como un sobreviviente

de la palabra-música del poema?

 

Un hombre escribe: pulso, papel, tinta,

hermano del ignoto que dibujó en las rocas.

Todos se han ido. Un viento enciende la palabra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Datos Vitales

 

 

Ha publicado: Las Vacas y otros Poemas (1994). Por encima de los techos (Premio Municipal de Sta. Fe 2003) En el año 2010 obtiene el premio  José Pedroni de Poesía por La nada que nos viste (2010). Es también autor del libro, Del cuidado de la altura del níspero (2011). En el Año 2011 la Editorial Leviatán edita la Antología El silencio iluminado que reúne sus poemas escritos desde 1987 hasta la actualidad. Ha sido incluido en Antologías, entre ellas “Señales de la nueva poesía Argentina” Gijón España. 2004. “Voix d´Argentine” 2009 Le temps des Cerises- Ecrits des Forges- Leviatán,  Québec, Canadá. Poetas 2 “Autores argentinos de fin de siglo” Ediciones desde la Gente. 1999 En el 2013  la editorial “Huesos de Jibia” lo incluyó en la antología “Cuestión de luz. Diecisiete poetas argentinos”. Coordina el taller literario del Sindicato de Luz y Fuerza en la ciudad de Santa Fe. Colabora con reseñas en el diario “El Litoral” de la ciudad de Santa Fe.

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