Apuntes para una literatura ancilar: Poema de Mío Cid

En una nueva entrega de Apuntes para una literatura ancilar, Mario Bojórquez nos propone un acercamiento al Poema de Mío Cid, en el que aborda textos como la Historia Roderici, es decir, al Cid antes del Cid en los textos anteriores a 1207 que hablan del personaje histórico y sus gestas ya en latín. Además, nuestro autor nos recuerda que leer el “Poema del Mio Cid es una oportunidad inmejorable para conocer de cerca los usos y costumbres del periodo medieval…” entre otras particularidades de la fama épica del Campeador nunca vencido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Poema de Mío Cid

Por Mario Bojórquez

 

 

Se reconoce a este libro como el precursor de la literatura española y aunque se marcan diversas fechas para su posible  redacción, se sabe, hasta ahora, que el escribano Per Abbat preparó una versión del manuscrito en el año de 1207 de la Era Cristiana. Una de las características singulares de este cantar de gesta, es que a diferencia de los conocidos cantares franceses, éste sí trata de un personaje histórico verificable y que sus hechos comentados en el escrito pueden ser comparados con documentación que acredita su cercanía con la verdad histórica. Existen documentos anteriores al Poema de Mío Cid como son el Carmen Campidoctoris, un poema escrito en latín bajo la forma de la estrofa sáfico-adónica que en el caso del español ha sido establecida por Andrés Bello como una estrofa de cuatro versos, tres de ellos endecasílabos con acentos regulares en primera o segunda, cuatro, ocho y diez sílabas combinados con un verso pentasílabo llamado adónico y que tendría la función de ser el primer hemistiquio del verso sáfico:

 

 

Gesta bellorum possumus referre

Paris et Pyrri necnon et Eneae,

multi poete plurima in laude

que conscripsere.

Sed paganorum quid iuvabunt acta,

dum iam villescant vetustate multa?

Modo canamus Roderici nova

principis bella

Tanti victoris nam si retexere

ceperim cunta, non hec libri mille

capere possent, Omero canente,

sumo labore.

 

 

 

Gestas guerreras podemos narrar

de Paris y Pirro, y también de Eneas

que muchos poetas en loor suyo

las han reunido.

Mas ¿qué gozo han de dar los hechos paganos,

si por su antigüedad hoy pierden valor?

Cantemos entonces de Rodrigo príncipe

las nuevas batallas.

Pues si a recoger comienzo las victorias,

tan numerosas de este, ni mil libros

podrán reunirlas, aunque cante Homero,

con sumo trabajo.

(Guillon Barret, Ivonne: 1976: 86)

 

 

Así mismo la Historia Roderici, también escrita en latín por algún clérigo del siglo XII, y otras posteriores como la conocida Chrónica General de España de Alfonso X, la Crónica Najerense, o bien, el llamado Poema de las mocedades del Cid o El Rodrigo. En cuanto a la Historia Roderici, Menéndez Pidal y otros estudiosos afirman que el redactor debió ser testigo presencial de los hechos que ahí se registran; de la Crónica Najarense o Poema de Almería, nos recuerda Menéndez Pidal:

Insistiendo en el juicio de los contemporáneos, hallamos que el citado Poema de Almería nos trasmite, en la brevedad de un inciso hecho de pasada, el concepto que los hombres de entonces se formaban sobre los fundamentos de la fama épica del Campeador nunca vencido, y señala dos direcciones de la invicta energía: domeñar a los moros y domeñar a los condes malevolentes:

 

Ipse Rodericus, mío Cid saepe vocatus, de quo cantatur

quod ab hostibus haud superatur,

qui domuit mauros, comites domuit quoque nostros… (Menéndez Pidal, Ramón: 1964: 246)

 

El mismo Menéndez Pidal nos refiere que la Chrónica General de Alfonso X, en su tratamiento del personaje cidiano, debió ser nutrida con alguna versión ya para nosotros desconocida:

 

El Mío Cid que usaba el compilador era una refundición dilatada del poema primitivo, en la que ya se observan los síntomas internos de la decadencia de la poesía heroica, a los cuales se viene a sumar el síntoma externo de la gran longitud, pues a juzgar por la Chrónica, no tendría menos de 5.500 versos, u 8.000, si acaso formaban parte de él los capítulos finales de la vida del héroe. La extensión de estos cantares es siempre menor que la de las chansons francesas. (Menéndez Pidal, Ramón: 1942:176)

Las mocedades del Cid o El Rodrigo, fue publicado mucho tiempo después, sin embargo se piensa que algunas composiciones son mucho más antiguas que la fecha de publicación, a la suma de éste con el de Cantar de Mío Cid se forma el Romancero del Cid que reúne los romances más primitivos con los escritos siglos después. Del romancero judío-español; Menéndez Pidal, nos refiere dos ejemplos que han sido conservados en su pureza épica, el del Destierro del Cid y el de Búcar sobre Valencia, recogidos en Tánger:

 

 

Destierro del Cid (Tánger)

 

—¿Onde habéis estado, el Cide, que en Cortes no habéis entrado?

¡la barba traéis velluda, el cabello crespo y calvo!

—Allá estaba en las montañas con los moros guerreando

—Viñas (sic) y castillos, Cide, me han dicho que habéis ganado.

—Si los gané, señor rey, muchas penas me han costado,

sangres de condes y duques, señores de gran estado

—partidlo con conde niño, que aunque pobre es hombre honrado.

—partid los vuestros señor, que los habéis heredado.

—yo te destierro, el cide, de mis tierras por un año.

—si me destierras por uno, yo me destierro por cuatro.

 

 

Búcar sobre Valencia (Tánger)

Oh Valencia, oh Valencia Valencia la bien cercada,

Primero fuiste de moros que de cristianos ganada,

Y ahora, si Aláh me ayuda a moros seréis tornada…

Ese perro de ese Cid  yo le pelaré las barbas.

(Menéndez Pidal, Ramón: 1941: 150)

 

De los romances recogidos en Flor nueva de romances viejos del propio Menéndez Pidal, hay uno que recupera casi las mismas palabras del conservado en Tánger, pero que impresiona sobre todo por la exigencia tan dura que expresa el Cid al rey Alfonso VI y que también quedará registrado en el famoso Romance de la Jura de Santa Gadea de Burgos, donde el Cid hace jurar al rey que no tuvo algo que ver con el asesinato del rey Sancho II en el Cerco de Zamora:

 

 

—Villanos te maten, rey, villanos, que no hidalgos;

abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo;

traigan capas aguaderas, no capuces ni tabardos;

con camisones de estopa, no de holanda ni labrados;

cabalguen en sendas burras, que no en mulas ni en caballos,

las riendas traigan de cuerda, no de cueros fogueados;

mátente por las aradas, no en camino ni en poblado;

con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados;

sáquente el corazón vivo, por el derecho costado,

si no dices la verdad  de lo que te es preguntado:

si tú  fuiste o consentiste en la muerte de tu hermano.

A lo que el airado rey responde:

¡Vete de mis tierras, Cid, mal caballero probado,

y no me entres más en ellas desde este día en un año!

—Que me place —dijo el Cid—,  que me place de buen grado,

por ser la primera cosa que mandas en tu reinado.

Tú  me destierras por uno, yo me destierro por cuatro.

(Menéndez Pidal, Ramón:1969: 167)

 

 

De las diferencias entre los poemas de la antología Flor nueva… y el Romancero del Cid, destaca el falso nombre del padre de doña Jimena, pues allá se usa el nombre del conde Lozano y en éste el de conde Gormaz, aunque se conservan los detalles injuriosos al padre del Cid, Diego Laínez, razón por la que cobra venganza y finalmente es casado con la ofendida a propuesta del rey:

 

 

“Callades, doña Jimena,  que me dades pena grande,

Que yo daré buen remedio para todos vuestros males.

Al Cid no he de ofender,  que es hombre que mucho vale

Y me defiende mis reinos,  y quiero que me los guarde;

Pero yo faré un partido  con él que no os esté male,

De tomalle la palabra    para que con vos se case”

Contenta quedó Jimena  con la merced que le face,

Que quien huérfana la fizo,  aquese mesmo la ampare.

(Sainz de Robles, Federico Carlos: 1976: 38)

 

 

En cuanto al Poema de Mio Cid podemos mencionar que es una larga composición de 3735 versos incluido el explicit final, donde se hace mención a que el copista más antiguo fue Per Abbat, de 152 tiradas o grupos de versos que no constituyen propiamente una estrofa pues existe la irregularidad de extensión, aunque se agrupan por la asonancias que conservan, lo mismo ocurre con los versos que marcan irregularidad en su métrica, aunque se evidencia el uso de hemistiquio como medida de pausa en cada verso, su número de sílabas es variable y recaen esencialmente entre las 14, 15 y 16 sílabas principalmente, la razón más pertinente puede ser que aún no existía la sinalefa en la versificación castellana. El texto está dividido en tres Cantares, el primero va del destierro del Cid hasta la derrota del Conde de Barcelona, el segundo, relata principalmente la conquista de Valencia y el matrimonio de sus hijas con los infantes de Carrión a propuesta del rey Alfonso que ya ha perdonado al Cid, y, finalmente, el Cantar tercero que refiere el temor de los infantes de Carrión en el episodio del león y su venganza, el Cid pide justicia al rey y se concierta un nuevo matrimonio con los príncipes de Navarra y Aragón.

 

Sin duda, el Poema del Mio Cid es una oportunidad inmejorable para conocer de cerca los usos y costumbres del periodo medieval en España, su vínculo con los árabes y el proceso que durará varios siglos para que los territorios españoles regresen a la corona en Granada. Al mismo tiempo, podemos reconocer aquí ciertos valores que dan plasticidad y lustre a las relaciones entre rey y vasallo, como son: la honra y el descrédito social, aquí descrito como destierro, las cortes y su notable eficacia como aglutinante social para resolver los conflictos que por parte de la justicia elevan los vasallos ante la autoridad del rey. Leer el Poema del Mio Cid, nos abre la percepción al respecto de cómo fue construida la nación española y los enredados procesos que hubo de pasar para construir una identidad que le es propia.

 

Mario Bojórquez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

Anónimo, Poema de Mío Cid, Clásicos Castalia, Madrid, 2001, 457 pp.

Guillén-Barret, Ivonne, Versificación Castellana, CGE, México, 1976, 234 pp.

Menéndez Pidal, Ramón, El Cid Campeador, Espasa-Calpe, Madrid, 1964, 246 pp.

Menéndez Pidal, Ramón: Estudios Literarios, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1942, 264 pp.

Menéndez Pidal, Ramón, Flor nueva de romances viejos, Espasa-Calpe, Madrid, 1969, 246 pp.

Menéndez Pidal, Ramón, Los romances de América, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1941, 203 pp.

Sainz de Robles, Federico Carlos, Romancero del Cid, Aguilar, México, 1976, 375 pp.

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