Poesía mexicana: Alejandra Torres García

Presentamos una muestra poética de la artista visual y poeta Alejandra Torres García (Chihuahua,1988). Es egresada de la Facultad de Filosofía y Letras  y  Maestra en Artes por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Desde su formación temprana, su inclinación literaria se amalgamó con las artes plásticas, manteniendo un particular enfoque plástico-literario en sus creaciones. Ha publicado en  “Otro Paramo”,  “Río Grande Review” de UTEP, “Revista Asalto”, y “Synthesis” de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Fue becaria del encuentro Signos en Rotación, del festival Interfaz del ISSSTE en febrero del 2015.  Actualmente se desempeña como creadora del círculo de lectura “En Blanco y Negro” y el Taller Permanente de “Experimentación Plástica” en la Facultad de Enfermería y Nutriología de la U.A.Ch. La imagen de esta entrada es de su autoría. 

 

 

 

 

 

 

Escenas venatorias

 

Se puede dormir en la misma cama sin tener el mismo sueño.

Pastilla de menta Usher

 

Quisiera saber qué piensan mis perros cuando tú y yo hacemos el amor.

Parecen cuidarnos en su inocente duda,

e inmóviles, los ojos rojos les brillan en la oscuridad.

Casi no hacen ruido, pero no fingen dormir.

Sus manchas,

forman figuras extrañas

que logro distinguir con los sedales de luz a media noche.

Nos reviste un encaje de sombras y destellos.

A mí me da poca vergüenza y no hago sonidos.

Nunca te digo nada.  

 

Yo quiero saber qué piensan mis perros cuando tú y yo,

a veces, hacemos el amor.

La gota larga del fregador cuenta en su caída los compases de tus piernas.

Y van chorreando entre mis sienes tus cercanas palabras.

Nunca me dices nada.

 

Acurrucados entre cobijas, parecen saber la distancia.

Ellos huelen la ternura muerta, el deseo pintado.

Lamen nuestras heridas de bestias disfrazadas

y nos llevan de paseo hasta la orilla.

 

El borde de la cama.

Sin mirar a tras recordamos a Lot en su marcha salada,

y caemos uno sobre el otro entre ramas secas,

uvas y manzanas verdes.

Naturaleza muerta desde siempre.

Escenas venatorias,

tazones con frutos y moscas,

tulipanes afiebrados.

 

Derrumbada en la cama repito el acto,

narrando de memoria mi memoria,

como la Virgen Loca.

 

Los perros recuestan sus cabezas en el suelo frio,

abanicándose con la lengua los malos pensamientos.

Algún día van a crecer también.

Y como los conejos se reproducirán por centenares.

 

***

 

Al final de la tierra  hay un páramo caliente,

y fumar solo ahí,

sirve para pensar en el agua que se agota.

Abismar en el principio de las formas

donde todo tenía vida.

Cuando los cuerpos se movían de una manera extraña sobre las aguas;

y los niños sedientos

pedían a los vecinos

beber del grifo en sus jardines.

 

Desabrigado en medio del yermo

se me encajan los ríos en los ojos,

erosionando el recuerdo de haber nacido de una gota.

Y mi alma se inquieta al presentir la sequedad que gobierna.

La oscuridad precipitada

donde habitaban las criaturas microscópicas.

 

Ha hecho calor en mi cabeza endurecida.

Arden las suelas de mis zapatos de charol

en el largo viaje sobre las azoteas del mundo.

Mi lengua sabe a hormiga.

Un veneno desnutrido.

 

No queda más saliva por decir

y pienso en las frutas,

en las fibras del mango,

en el jugo de todas ellas que me hablan de la vida,

de la humedad clavada en los huecos,

mientras muero como un microbio rumiante

en el páramo solitario.

 

 

 

Moscamuerta

 

El que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe.

Pastilla de Yerbabuena Usher

 

He querido morir

imaginando dislocarme como un cubo rubik

que se gira en partes.

Los dedos en partes.

Las piernas en cientos de partes.

Y los ojos de mil colores

presintiendo el crucigrama infinito.

 

No importa estar vestido o desnudo sobre la cama.

Todo se resumiría

a cuadros y giros matemáticos del espíritu.

 

Sin perder la conciencia,

por un rato el alma se haría diminuta

y jugaría con las moscas domésticas a la mano negra.

Andaría la habitación en vuelcos instantáneos,

esquivando las caras tristes,

los alaridos de la viuda y el huérfano.

 

Más tarde en el velorio,

larva de mi propio cuerpo,

nacería multiplicada de las llagas verdes.  

posándome sobre los pétalos,

duplicando las rosas en dos parpadeos de moscamuerta.

Rojas, blancas y amarillas.

360° de espectros luminosos masticándome los ojos.

Quitaría meticulosamente con mis patas delanteras

el miedo de mi rostro.

Y confiaría en las palabras desoladas de Rulfo.

Supongo que después de eso

ya nada dolería.

 

 

 

Si te dicen que tienes ojeras de perro bailarín, no te sientas mal

 

 

Yo soy mis ojos.

rodajas de ciruela estéril

curiosas de girar al filo de la hoja.

 

Enmarcados por la marialuisa áspera,

mis ojos se cuelgan de alguna rama negra

esperando ser encontrados.

Macilenta espera a campo abierto.

 

Sin dormir,

mis ojos como niñas saltan la cuerda,

buscando desterrar el Problema

del baldío radial que las conjuga.

 

Han sabido replegarse con el tiempo.

mirar hacia otro lado.

sujetarse el vestido.

Hilando la intriga inédita que a nadie importa.

 

 

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