Cinco poemas de Mariel Damián

Presentamos cinco poemas de Mariel Damián (Cd. de México, 1994). Por su libro “La chica que se ha quedado sola” ha sido merecedora del III Premio Internacional de Poesía Ciudad de Almuñécar promovido por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento sexitano y la colaboración de Valparaíso Ediciones.

 

 

 

MI MENTE EN UNA CITA

 

Tú miras mis ojos mientras hablas,

yo miro tus labios moverse.

 

Cada palabra que nace en tu boca

es un beso que he perdido.

 

 

 

VISIÓN DEL CIELO

 

Cuando era niña creía

que el cielo tenia la textura

de un algodón de azúcar.

Después supe que no era cierto,

que en el cielo hay

varias capas de gases

y que al tacto todo eso

es ausencia.

Pero eso hoy no me importa,

yo tengo la certeza de que el cielo

tiene la textura de una lengua,

una lengua rosada y húmeda

 

 

 

LETRAS PERDIDAS

 

(A mi abuela Enedina)

 

Hace mucho tiempo,

una mujer quiso escribir poesía,

y no lo hizo

o tal vez sí,

no lo sabemos.

 

En esa época donde

siempre era de noche,

había mujeres soñando las estrellas

anhelando la vida de otros,

a escondidas,

sigilosas

con miedo.

Porque el mundo no era para ellas,

el destino era otro,

era materno,

estaba lejano

siempre enterrado en la tierra como

semillas de flores que no germinan nunca.

 

A veces, a mitad de una clase de Biología,

pienso en ellas como pienso en la historia de mi abuela.

 

Ella hubiera sido botánica, lo sé

había un jardín de bugambilias en sus ojos,

hablaba en el idioma de la lluvia,

hablaba en el idioma de las nubes con tristeza

y me decía:

 

-Enséñame a escribir, mi niña, para enseñarle a los muertos

Aunque lo último que sepa sea leer mi nombre en una tumba.

Enséñame lo que aprendes en la escuela.

A mi también me hubiera gustado escribir poesía.

 

 

 

SERÁ QUE NO SUPISTE

 

¿Te acuerdas, cuando tenía miedo de hablarte?

¿Cuando vi tu sombra gigante y supe

que en ti también me encontraría?

Mirabas las manos sordas

de las hojas que aplauden con el viento.

Mirabas los límites fortuitos del verde-cielo

y ahí estaba yo, o ¿acaso no lo sabías?

 

Te acuerdas que no supe hablarte,

y que me fui a mi casa pensando en ti hasta la noche

donde soñé que eras más mía que del mar donde morimos.

 

Soñé que me querías

y que yo también te quería.

Pero a mí el pecho me sangraba por quererte,

a mí se me aplastaron los pulmones

bajo el agua de tu nombre,

y se me desgarró la voz por repetirlo.

 

¿Te acuerdas cuánto miedo tuve de besarte?

de tomar tu mano por el mundo de la muerte y el olvido.

Miedo de cruzar la calle

y que la calle misma me escupiera.

Miedo de acercarme a ti y alejarme de la vida.

 

Eras el augurio de lo inevitable, niña-triste,

pero tú no lo sabías.

 

 

 

TE QUEDAS

 

Te vas, mi amor, pero me dejas,

tu recuerdo en mis huellas dactilares.

Así, cada cosa que toco

se convierte en tu espalda.

Así, deslizo mi mano sobre la mesa

pensando que eres tú, recostada

y me siento menos sola pero más triste,

porque descubro que haces falta.

Que todo en este mundo,

excepto tu cuerpo, sobra.

 

 

Del poemario “La chica que se ha quedado sola”

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