Francis Bacon: sensualismo y epifanía de la bestialidad, por Fernando Salazar Torres

Presentamos un ensayo de Fernando Salazar Torres sobre el pintor irlandés Francis Bacon. Salazar Torres es un poeta y ensayista mexicano. Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM-I). Maestría en Humanidades por la misma casa de estudios.

 

 

 

Francis Bacon: Sensualismo y Epifanía de la Bestialidad

 

Para Eliza Arias quien me descubrió

la crueldad de este espectro de la pintura.

 

Cuando se está por vez primera frente a los cuadros de este pintor, la sensación que dejan es el hartazgo o el asombro. Las carnes rasgadas o los cuerpos fragmentados pueden asociarse y recordar los orígenes del arte grotesco aunque Francis Bacon (1909-1992) se desvía particularmente de eso. Charles Baudelaire (1821-1867), de otra manera, en su poemario Les fleurs du mal (1857), dispone de lo grotesco para perturbar la concepción de Belleza. Es importante mencionar dicha mutación estética porque se convirtió en el antecedente fundacional de las novedades y alternativas del arte en Occidente, incluso, este poeta es considerado el precursor de la crítica hecha a la condición humana de la Modernidad.

La nueva idea de lo Bello abandona la armonía en la representación, la moral y lo bueno en las expresiones, según la tradición clásica y la construcción metafórica aristotélica, por la presencia del horror en la idea, lo putrefacto y el mal de las acciones, así como la disonancia y polisemia de la metáfora semántica desarrollada a partir del siglo XIX. El poeta francés, en su poema, Une Charogne, expresa: “Les mouches bourdonnaient sur ce ventre putride,/ D´où sortaient de noirs bataillons/ De larves, qui coulaient comme un épais liquide/ Le long de ces vivants haillons. […] Et portant vous seres semblable à cette ordure,/ A cette horrible infection,/ Étoile de mes yeux, soleil de ma nature,/ Vous, mon ange et ma passion! […] Alors, ô ma beauté! Dites à la vermine/ Qui vous mangera de baisers,/ Que j’ai gardé la forme et l’essence divine/ De mes amours décomposés![1] (Baudelaire, 2014: 162-164). La carne putrefacta es tan hermosa como la flor, símbolo del eterno femenino; en su poética se habla de la flor enferma y maldita. En contraste, Bacon no formula la carne como analogía femenina ni de belleza sino como expresión de la decadencia humana en el siglo XX. Asimila, pues, la belleza de lo feo para vulnerar la naturaleza humana y exponer la fragilidad espiritual.

El pintor en cuestión recupera distintos elementos vanguardistas. Reinterpreta la disgregación de las formas y la desfiguración de los objetos según el movimiento cubista. Esta manera anómala de asimilar, le sirvió para alterar la estructura de la pintura de mitad de siglo mientras la mayoría del medio artístico desarrollaba otras singulares reglas del arte abstracto. Al ser contraparte de las tendencias estadounidenses, provocó que su propuesta fuera rechazada siendo después reconocida a causa de la renovación en los procedimientos pictóricos y en la manera de representar la crisis existencial del ser humano; es por estos motivos por los cuales fue transgresor, porque sus ideas cuestionan su tiempo. Bacon precede la neofiguración y, por tanto, es antípoda del arte abstracto y expresionista.

La distinción respecto a sus contemporáneos radica en la progresión de su estética hacia el uso del cuerpo. El cuerpo expone la corrupción y desgarramiento de la interioridad, lo interno del ser humano sucumbe ante lo externo del mundo. Esta dirección alrededor de fragmentos anatómicos es su impronta más característica que irá desenvolviendo, si se considera una de sus primeras obras, Tres estudios para figuras en la base de una crucifixión (1944). Esta pintura, de carácter onírico y metafísico, reconstruye las figuras de las Erinias al ser una suerte de tratado a partir de la muerte de Cristo. ¿Y qué significa esto? Las Erinias representan, en el pensamiento griego, las leyes naturales (acaso morales), que mantienen el orden (Cosmos); es decir, se vuelven el modelo a seguir, según la mitología, para el comportamiento humano. Entonces, el título de ese tríptico sugiere que, después de la Crucifixión del Hijo de Dios[2] (muerte de Dios), queda, como legado, el nuevo credo de Cristo, y su conducta es guía para la salvación humana. Paradójicamente este ideal es irrealizable. Bacon se aleja de estas intenciones teóricas para desplegar lo que, me parece, es el rasgo principal de su pensamiento: sensualismo y  epifanía de la bestialidad.

El sensualismo en los cuadros de este artista corresponde a los placeres emanados de la violencia hasta volverse irracional. La maldad, lo brutal y lo bestial del hombre se consagran en epifanía; el dolor se manifiesta en festividad. El contexto de este pintor es el siglo pasado, el periodo de guerras, los totalitarismos y el terror; es el recrudecimiento de la muerte, perversión, malestar y salvajismo. El sufrimiento es el mayor de los placeres y el máximo de los bienes. Así como se desmiembra la carne de los cuerpos, razón y sentidos se fracturan a tal grado que la entidad física se automatiza y la propia racionalidad se disuelve en angustia.  Bacon usa el absurdo de la vida como símil de la barbarie y pone en duda el destino y la vida. Al examinar la mayoría de sus pinturas, pareciera que se camina por la carnicería del mundo en donde las bestias surgen mediante el arquetipo humano; sus colores son una serie fotográfica, que reflejan de manera paulatina la crueldad y animalidad del ser humano.

Por otra parte, también se significan las víctimas desconocidas. Afirmo esto porque de manera indistinta se presenta la despersonalización en gran parte de su trabajo: rostros y cuerpos, en realidad, carecen de identidad. Un ejemplo de ello es Pintura (1946). Lo cierto es que Pintura no es un título; en otras palabras, nombrar un trabajo pictórico con el sustantivo al que se le refiere lingüísticamente es decir nada. Detrás del cuerpo hay un trozo enorme de carne despedazada, lo que vendría a señalar la fragmentación de las facultades espirituales y axiológicas de la raza humana. El autor también elabora distintos trípticos y autoretratos, entre los que resaltan Tríptico de George Dyer (1964), Tres estudios de Lucien Freud (1969), y Triptico mayo-junio (1973).

Ahora bien, ocasionalmente existe un soporte para la elaboración de sus obras. Me refiero a las fotografías situadas para los retratos y autoretratos, el empleo real de desperdicios de reses como el patrón a reinterpretar a manera de incrustación o técnica del collage. Estas fórmulas le permitieron a Bacon progresar de modo individual en su programa estético y continuar con su crítica a la Historia a través de la resignificación del cuerpo. Lo relevante de esto último es el múltiple significado que adquiere la figura humana: desesperación, soledad, muerte, crimen, desesperanza, abyección, inmundicia, sufrimiento, dolor. Los tópicos son infinitos y la semántica muchas veces deriva de los colores puestos. La estética de este pintor representa el ocaso en la Historia.

 

 

 

Bibliografía

Baudelaire, Charles (2014), Las flores del mal, Cátedra, Madrid.

Hegel, Friedrich (1993), La fenomenología del Espíritu, Fondo de Cultura Económica, México.

Nietzsche, Friedrich (2014), La ciencia jovial, Gredós, Barcelona.

 

 

[1] Los insectos zumbaban sobre este vientre pútrido,/ del que salían negras tropas/ de larvas, que a lo largo de estos vivos jirones —espeso líquido— fluían. […] Y serás sin embargo igual que esta inmundicia,/ igual que esta horrible infección,/ tú, mi pasión y mi ángel, la estrella de mis ojos,/ y el sol de mi naturaleza. […] ¡Entonces, oh mi hermosa, dirás a los gusanos/ que a besos te devorarán,/ que he guardado la esencia y la forma divina/ de mis amores descompuestos.” (Traducción: Luis Martínez de Merlo).

[2] Friedrich Hegel (1987: 434-437) y Friedrich Nietzsche (2010: 439-441) son los autores que han explicado este problema. Bajo el contexto histórico, contenidos y proceso creativo de Bacon, ambas autoridades permiten comprender mejor las causas de la caída de lo divino a cambio de la supremacía del cuerpo como fenómeno espiritual del siglo. Hegel afirma la contingencia del cuerpo aunque para tal propósito considero más cercano el planteamiento del segundo filósofo. Nietzsche señala la muerte de Dios como consecuencia del pensar y actuar humanos, está presente la ausencia divina dada la necesidad de nuevos valores: la transvaloración.

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