Poetas colombianas de hoy

Presentamos una gran muestra del trabajo de poetas colombianas contemporáneas. A propósito del debate que ha surgido por la mínima participación de escritoras en la delegación colombiana que estará en París en los actos del Año Francia-Colombia y por la exclusión, una vez más, de la poesía de los sitiales privilegiados de la programación oficial, el poeta Federico Díaz-Granados les recuerda a los comisarios, curadores y responsables del Ministerio de Cultura un listado, urgente y afectuoso, de algunas poetas vivas de su país. La imagen de portada es de Debora Arango.

 

 

 

 

 

 

MARUJA VIEIRA

(Manizales, Caldas, 1922)

 

 

El nombre de antes

 

No es fácil escribir

el nombre de antes.

Es como volver a un traje antiguo,

unas flores, un libro,

un espejo, amarillos por los años.

Con aquel otro nombre

era como tener entre las manos

toda la luz del aire.

Ahora vuelvo

a mi nombre de antes.

Mi nombre de ceniza,

el que anduvo conmigo por el tiempo

y por las soledades.

Ahora estoy frente a mí, frente a mi nombre,

con la fría y terrible sensación de regreso

que conocen los náufragos.

Pero escucho una risa y unos alegres pasos.

Todo no se ha perdido.

Aquí estoy otra vez, frente a la vida,

con el nombre de antes.

 

 

 

 

 

 

OLGA ELENA MATTEI

(Poeta antioqueña nacida en Arecibo, Puerto Rico, 1933)

 

 

El Desconocido

 

Despierto,
llena de conmoción,
del más intenso sueño:
Un beso hueco
con un hueco
negro
aspirando galaxias
en mitad
de las gargantas!
Galaxias ácidas
que recorrieron
todos mis nervios
convirtiendo
mi cerebro
en una supernova
efervesciendo!
Y eras tú, el desconocido,
el que aún no ha venido.
El que he estado buscando
entre todos
los rostros
de soldados
egipcios
y de ejércitos
chinos
plasmados
en barro…
El que busqué hace años
dentro de los ojos
de mis amigos…
El que sigo buscando
sin que jamás desista…
El que hoy me ha besado…
Tú, el que
tal vez no exista!

 

 

 

 

 

 

 

AMPARO OSORIO

(Bogotá, 1951)

 

 

Resurrección

 

Caminaré de nuevo.

Levantaré las ruinas de mi casa

y las ruinas de mi corazón.

Me vestiré de alas y de soles

de presencias amadas.

Hallaré en otros labios

aguas para mi sed

y en otros ojos

prolongaré caminos.

 

Yo signada de viento

desafiando conjuros…

ceñiré nuevamente mi relámpago.

 

 

 

 

 

 

LUZ MARY GIRALDO

(Ibagué, Tolima, 1951)

 

 

¿Canto de pájaros?

 

Sorda la vida

y este dolor de huesos rotos.

¿Por qué tan poca luz

por qué los ángeles se esconden

y corre sangre en los puntos cardinales?

 

Piden un canto de pájaros

un arcoiris en palabras

nada de ausencias, cruces, miedos, ruidos.

Anestesio el dolor

lo escondo entre las páginas

levanto mi cuerpo desvalido

y el rojo se extiende como sábana.

 

Sorda la vida y este dolor

de huesos rotos.

 

 

 

 

 

 

PIEDAD BONNETT

(Amalfi, Antioquia, 1951)

 

 

Las cicatrices

 

No hay cicatriz, por brutal que parezca,

que no encierre belleza.

Una historia puntual se cuenta en ella,

algún dolor. Pero también su fin.

Las cicatrices, pues, son  las costuras

de la memoria,

un remate imperfecto que nos sana

dañándonos. La forma

que el tiempo encuentra

de que nunca olvidemos las heridas.

 

 

 

 

 

 

EUGENIA SÁNCHEZ NIETO

(Bogotá, 1951)

 

 

Señales particulares

 

Al mirarme al espejo no estaba allí

alguien que no reconocía me observaba

de aquel rostro sólo poseía mi pensamiento

levantaba los brazos como pidiendo auxilio

mis brazos se reflejaban

pero aquel rostro continuaba en silencio

ningún gesto delataba un rasgo común.

 

El día, la noche caía uno a uno

permanecí largo tiempo

procurando recuperar mi imagen

a cambio diversos rostros me atrapaban

no tenía certeza de nada

en varios espejos a la vez me buscaba.

 

Diversas imágenes hacían gestos, reían

fui asumiendo uno tras otro los múltiples rostros

me acostumbré a ellos

la que fui se perdió irremediablemente

ni la memoria lograba retener un gesto

 

Alguien murmuraba suave al oído: Nada es, nada es

observé mis dientes transformados al filo del espejo.

 

 

 

 

 

 

 

MERY YOLANDA SÁNCHEZ

(Guamo, Tolima, 1956)

 

 

Periódico viejo

 

Cuando ya no importa

que los muertos se mojen

es fácil cubrirnos de la lluvia

con un periódico viejo

las manchas de las noticias

se deslizan por el cuello

dejando nombres propios en la piel.

 

Recorremos el invierno

atragantados con los mismos titulares

de ayer, de mañana y cien años más

con un hombre inmóvil en cada semáforo

como última señal

de que estamos cambiando de piel.

 

 

 

 

 

 

 

YIRAMA CASTAÑO GÜIZA

(Socorro, Santander, 1964)

 

 

 

Rumor del valle

 

Para Karin Kuhfeldt

Cuando comencé a viajar,

no pude resistir la tentación de parar

en la estación equivocada.

Pequeño pueblo de bombilla en la escalera,

habitar cualquiera de tus casas era bailar

en una ronda de gaitas y tambores.

No importaba la lengua arenosa,

ni el calor colándose en la pared de la cocina.

Bastaban eso sí los olores de la tierra,

la lentitud descalza en el centro de la plaza.

Nadie tenía nombre

y sin embargo todos se llamaban.

Las mujeres pintaban sus labios

en punto de las seis

y los hombres aplastaban fichas

en medio de los gritos y la fiesta.

Pero un día llegaron los falsos monjes

a pintar con aerosoles

agujeros negros en tu cielo.

Pequeño pueblo,

ahora que vuelvo con el camino despejado,

ahora que la brújula señala el norte sin equívoco

hay algo que no entiendo,

todos callan

y una fila de cantadoras

con velas en las manos

alumbran la marcha

que aleja a los niños

de la prometida tierra.

 

 

 

 

 

 

 

ORIETTA LOZANO

(Cali, Valle, 1956)

 

 

Esta noche

Como duelen los vientos esta noche
cuando lejos los tambores de la guerra
se acarician tristemente y pedazos de cielo
se desprenden podridos, fatigados.
Esta noche en la habitación con aroma de durazno
los amantes susurran como soldados heridos
y recuerdan su primer beso como una suave bala.
En los vejados divanes, los abuelos de risa lánguida
sólo esperan la fría caricia de la muerte
y se entretienen, tejiendo, sus horas de recuerdos.
La noche avanza como un gran dios que hechiza en el miedo
más allá de los bosques y las sombrías trampas,
más allá del salvaje amor de la hembra humillada.
En esta noche de mirada de lobo
cómo duele el silencio que reposa como muchacha febril
detrás de los cristales de las casas.

 

 

 

 

 

 

CLARA SCHOEBORN

(Cali, Valle, 1957)

 

 

 

Viajes

 

Para llegar a mí misma

primero me quitaré las partes que soy.

 

Simple como un sol

recobraré mi debilidad.

 

Me iré hacia otros,

me poblarán sus voces,

la temperatura de sus partos.

 

Habré muerto como nunca

hacia afuera -derramada-

para nacer como nunca

de lo perdido -de un escape.

 

Una flor cree que es una flor

pero todo lo que hay en ella

es una flor.

 

 

 

 

 

 

CATALINA GONZÁLEZ RESTREPO

(Medellín, Antioquia, 1976)

 

 

Pirómanos

 

Personajes que se van quemando con los días,

goteras que caen a la fogata,

está nevando con chispas de fuego.

 

No me pidas sed

no hagas camino con las llamas

no juegues con las cenizas de la que soy

no codicies mis huesos

no me dejes el fantasma de la espera

lejana no me ames.

 

Bébete el granizo de la que seré

derrumba las fortalezas de la muerte

hazme tragar el sol del miedo

ahógate con el agua evaporada de mis dedos

que estoy bailando en el erebo

y tengo los ojos rojos.

 

 

 

 

 

 

 

 

LUCÍA ESTRADA

(Medellín, Antioquia, 1980)

 

 

VIII

 

 

Quien vuelve la mirada, reconoce su rostro entre la sal,

bajo las piedras, en el arbusto silencioso,

en el sabor amargo del trébol,

en el muro del jardín donde una noche mediste con tu mano

la distancia del azul.

 

Voces oídas a lo lejos, cantos que te previenen contra el olvido.

Crece mi corazón entre la hierba.

Mi sombra en la ventana descifra un paisaje incierto.

 

Todo lo que mires volverá de la herrumbre para sostener tus pasos.

 

 

 

 

 

 

 

ANDREA COTE BOTERO

(Barrancabermeja, Santander, 1981)

 

 

Lección única sobre cosas viejas

 

 

Ya dije

 

no sé quién inventa el olor de las casas,

 

no sé.

 

Más aún si lo que te gusta es mirar desde arriba

la vista ruinosa de los tejados

y la pared deslucida

y los muros

y las sucias puertas de las casas viejas de aquí.

Más aún,

si ya no recuerdas que

no es el olor

sino la bondad de la cosas

al exhibir su derrota.

 

 

 

 

 

 

 

 

CAROLINA DÁVILA

(Bogotá, 1982)

 

 

No nos engañe la apariencia

 

Las primeras que anochecen son las nubes

a las seis y quince

más oscuras que el universo

sirven de fondo a las luces

que inútiles aún

se van encendiendo

 

Pero no nos engañe la apariencia

después, más de lo mismo

la media noche es igual al medio día

 

como si el tren que se detuvo entre dos pueblos

los hombres que conocen nuestros movimientos

la muerte de otro poco de esperanza

pasara, fugitiva

impunemente

sin hacer mella

sin dejar cicatriz en su blancura.

 

 

 

 

 

 

 

ANNABELL MANJARRÉS FREYLE

(Santa Marta, Magdalena, 1985)

 

 

Premonición

 

Incluso antes de esta historia

De copas y espadas

Anudada en mi garganta.

En esos tiempos

En el que parecíamos

Ejemplo del amor

Encarnado en la tierra.

Yo, como Casandra

En quien jamás creíste,

Ya escribía poemas de desamor.

 


 

 

 

 

 

BEATRIZ VANEGAS ATHÍAS

(Majagual, Sucre, 1970)

 

 

El gran amor en vilo

 

 

6

 

Yo sé  bien cuando me sueñas.

Siento tus sobresaltos

en la escena agónica

donde el beso no pudo ser.

Sé si tu sueño conmigo

es territorio para el golpe seco

o si en tu mundo han florecido

los girasoles que comienzan a caer

como ángeles maduros.

Yo sé bien cuando me sueñas,

pende mi vida del hilo de tu sueño.

Y cuando cansada te ofreces al día,

empiezo yo a soñarte,

y tú sabes bien cuando te sueño.

 

 

 

 

 

 

MARISOL BOHÓRQUEZ GODOY

(Santa María, Huila, 1982)

 

 

Noche

 

Todo se ha detenido:

las horas de los hombres que duermen,

las alas de los pájaros que hallaron el nido

y el rayo de sol que vi partir tras la tarde.

 

Sombras misteriosas inician su danza,

festejo nocturno,

luto del espejo,

que niega la existencia.

 

 


 

 

ANGÉLICA HOYOS GUZMÁN

(Barranquilla, Atlántico, 1982)

 

 

Telar de certezas

 

Hay ciertas formas de morirse que viven de los instantes,

ciertas palabras dichas que desdicen,

ciertos olores que pudren a los jazmines,

ciertos soles que oscurecen las avenidas de recuerdos,

ciertos números que nombran las calles calladas,

ciertas amenazas que vuelven valientes la cobardía de los sueños,

ciertos amores que se entierran al germinar las aves.

Una costura repleta de agujas sin hilos ensartados.

 

 

 

 

 

 

MARÍA GÓMEZ LARA

(Bogotá, 1989)

 

 

 

Contratono

 

único tono

el agua contra el agua

                                                          Blanca Varela

 

aprendimos

a despertar en medio de la noche

con el ruido del agua

 

conocíamos la errancia

de hace años                     nuestro sueño era frágil

 

los ojos entrecerrados casi abiertos dormíamos

como quien vela

 

atentos al derrumbe

las manos en la cabeza

por si los escombros

y los pies alzados

ya para correr

 

pero una madrugada gota

a gota

lo intuimos

 

oímos resonar

el nuevo escape

 

algo nos cantaba

en contratono

 

que esta vez huir

sería quedarse

 

 

 

 

 

 

YENNY LEÓN

(Medellín, 1987)

 

 

 

cuando el intruso

atraviesa la piedra

el vacío se desdobla

la noche no revienta

un espasmo de sentidos anudados

blanquea sobre el árbol

 

hasta que la luz con su penumbra

deja caer

gota a gota

su plumaje antiguo.

 

 

 

 

 

 

 

SANDRA URIBE PÉREZ

(Bogotá, 1972)

 

 

 

[Cartografía]

 

Trazo el poema y su desnudez me aterra.

El fervor con que se aferra al papel

es el mismo de la sangre en tránsito.

 

Cada palabra es una iluminación

que antecede a la niebla,

un paso certero hacia el abismo.

 

Y esa verdad de tinta que se enreda en los ojos,

ese mapa de horas a punto de extinguirse

se convierte en la memoria inútil de tu tiempo.

 

La sombra es ahora un pájaro del que no puedes huir.

Toda la música de lo escrito arde en tus venas

y te condena a tu propia destrucción.

 

 

 

 

 

 

ALEJANDRA MORENA MORAES

(Bogotá)

 

 

Hambre

 

me escruto al vacío

el fulgor

la luz palideciendo bajo mis cejas

me veo hecha cicatrices

crispada como una hoja seca

con la piel

templada a los huesos

 

 

 

 

 

 

DIANA MARCELA GÓNZALEZ

(Bogotá)

 

 

Pursuance

 

Errante, horadando el fulgor del mundo en los montes arcanos

Derribó estructuras para adentrarse en las laderas infatigables

de improvisaciones que son semejantes

a la espiral de fuego.

freejazz

Para ampliar el horizonte de la vida

De tal forma que el vuelo sea mayor

de alas de águila

de rayo infatigable que es rosa del sonido.

 

 

 

 

 

 

TANIA GANITSKY

(Bogotá, 1986)

 

 

Los tigres atraviesan las flores

sin el cuidado de rodearlas.

Me aproximo.

Recojo el desastre que flota en el aire.

Los pétalos enfermos,

los granos de tierra

fuera de su espacio y tiempo.

Por acá han pasado los tigres.

Mi escritura guarda su desastre.

 

 

 

 

 

 

 

LILIAN SILVA

(Bogotá, 1980)

 

 

Ausente

 

A la intemperie de los paisajes heridos,

en la niñez que aun mece el columpio,

vive la mirada de una anciana

soportando el juego del despojo

 

sonríe con la boca seca

escucha el pasar de los niños con la pelota,

acostumbra alcanzar las propias sílabas

adelgazarlas

hasta el mutismo

 

en su pañolón las motas encuentran

un collage de lluvias.

 

La posición de su asiento

está esculpida en el aire

y juntando las manos en un salmo

sabe esperar.

 

 

 

 

 

 

LILIANA MORENO MUÑOZ

(Bogotá, 1974)

 

 

 

…DEL SENTIDO

 

Marioneta lanzada al escenario en llamas,

mientras los niños dan a luz

desfiguradas sonrisas.

 

Se cierra el telón.

Mis cenizas buscan al titiritero.

 

 

 

 


 

MARÍA FERNANDA CEBALLOS

(Cali, 1978)

 

 

En este sur

En este Sur

Tan demolidos y caídos

Tan llenos de nuestro propio peso

y del peso de los otros,

de las culpas que nos cuelgan en las ojeras.

Vaya a saberse

en qué esquina la muerte nos espera.

En esta distancia tan vacía

Este tráfico de recuerdos y de ausencias.

 

El tiempo late como una predestinación,

como un aviso dicho y del que nadie se dio cuenta.

Vi tus manos hundirse en este naufrago,

en este barco anclado al abismo de tu sentido

Las huellas de mis manos quedaron fijas en tu cuello.

No me esperes porque seguramente el regreso se ha venido de vuelta.

 

En este Sur

las embarcaciones han cedido a nuestra quiebra

y han quedado sumergidos nuestros cuerpos

en el fuego de la lluvia.

 

 

 

 

 

 

BIBIANA BERNAL

(Calarcá, Quindío, 1985)

 

 

 

Pájaro de piedra

 

Ser de piedra y creerse pájaro

porque el viento propaga el polvo de las manos.

 

Verse ave en el reflejo,

aunque inmóvil sobre el asfalto,

abrasado por la luz de las cinco de la tarde.

 

Saberse nido

en un recodo del día que agoniza,

sin poder roer el aire.

 

Ser de carne y creerse hoja o pluma

y al final de la jornada ser quien cae.

 

Ser uno y creerse otro y otro y otro,

hasta anochecer sobre sí mismo

y volver al origen,

donde la arcilla no tenía rostro

y las alas no pesaban tanto.

 

 

 

 

 

 

PATRICIA SUÁREZ

(Bogotá, 1956)

 

 

 

Holladura

 

Recoge las oraciones de la noche

Lleva sus anuncios

Mira los delfines beber la luz del ensueño

No dejes brotar la hiel que precipita

Los espejos del mar

Crustáceo que rasgó arenas y latidos de piedra

roza con el perfil de la mano el infinito

la holladura

la nada

errante de la noche abre tu boca

deja que pase mi aliento

 

 

 

 

 

ÁNGELA GARCÍA

(Medellín, 1957)

 

 

 

Lo propio y lo ajeno

 

El idioma me rebota. La lengua quiere pensarme.

No tengo la palabra vernácula para vacío.

 

El diccionario a la mano como un llavero,

como un diario, como una lapicera,

como la comida, como el abrigo.

 

La vida me envuelve como el día.

Allá y acá me acompañan y me asedian

el íntimo y el forastero.

 

 

 

 

 

 

 

LUISA FERNANDA TRUJILO AMAYA

 (Bogotá, 1960)

 

 

Conjuro

 

a través de una lente de aumento

busco en la piel un indicio que me calme

que me recuerde el olor del musgo

atrapado en la humedad

 

tanto sol

tanto hielo a la vez

han cuarteado sus escamas

 

alguien exhala sobre ellas

un aire tibio conjura su memoria y abre

caminos en sesgo que dibujan

un lenguaje parecido

al del amor

 

 

 

 

Renata Durán

(Bogotá 1950)

 

Aquí pasa el silencio vagabundo…

Aquí pasa el silencio vagabundo.

Aquí cae la lluvia de la tarde,

y humedece los ojos de cristal.

Es la ciudad mi cárcel.

Y eres tú mi verdugo.

En tus brazos de fieltro

me someto al suplicio

de tus besos de hielo.

Repites los gestos conocidos

y penetras mi cuerpo somnoliento.

No tengo alma que vuele,

cante o gima.

Para el amor he muerto.

 

 

 

 

CLARA MERCEDES ARANGO

(Bogotá, 1961)

 

 

 

Confesión

 

En el espejo hallarás

la memoria que dejaron

tus manos y las mías

cuando estuvieron en la piel.

Mírate y repite en sordina

mi nombre como una letanía

hasta que al fin

encuentres

el inicio

de tu desazón.

 

 


 

 

 

ANGYE GAONA

(Bucaramanga, 1980)

 

 

Jordán Sube

 

Un ser que parece loco a los demás es un ser que abre

caminos en la piedra

Quien vino a fundar este pueblo en el fondo del cañón pudo

 parecer un loco

Hay poblaciones llenas de dementes, pero aún así les

instalan hoteles

Hay constancia de que la gente sube y baja por el camino

hasta enloquecer

Locos los que bajan y suben los riscos con el sol

perpendicular al rostro, sí

A cada paso heredan el verano

Locos los que ahogan vestidos nuevos en la alberca cuando

pasan turistas, sí

La libertad alista su aspereza

 

 

 

 

 

FÁTIMA VÉLEZ

(Manizales, 1985)

 

 

 

Sótano

 

que quieres quitar de ahí

las telarañas

las capas de moho

inténtalo

a ver si no aparece de pronto la olla

con el arroz pegado

los guantes amarillos

que protegen

del jabón quitagrasa que te agrieta la piel

y en el silencio

de quien lava platos y olvida poner música

el poema se tararea solo

como si tuviera pies

y quisiera hacer de ti un salto

es

no cabe duda

ese que dice

que se llegó al final de la carrera

y el premio es otra carrera

 

y si el premio es una pared

y si el premio es mugre coagulado en un sifón

y si todo fondo no es más que horas percudidas en la cortina de baño

la sala donde la luz pega directamente en el reflejo de la infancia

donde también el tema con la luz

es cosa seria

 

los niños

sus deseos

su canto de sirena

que tratan de arrastrarte

a la inacción

a no ser

otra cosa

que calor atemporal

 

 

su belleza

que crece

sobre  filo

en tu garganta

raíz

que no se ve en ningún espejo

pero sabes

si no la cuidas

no la riegas

no la podas

recuerda

poner papel conciencia en las paredes

quien se ha cortado con papel sabe

lo que guarda en sus bordes el blanco

 

 

 

 

 

 

JENNY BERNAL

(Bogotá, 1987)

 

 

 

Sobre los oficios

 

Incluso para ser mendigo hay que conocer bien el oficio

saber cuál es la esencia de su infortunio

buscar de los callejones el mejor espacio para resguardarse del frío

reconocerse un ser vulnerable; vestir su fragilidad de trapos viejos

ver en la mirada del otro un espejo de sus miserias.

 

Incluso para amar hay que conocer bien el oficio

saber cuál es la esencia de su infortunio

buscar de los callejones el mejor espacio para resguardarse del frío

reconocerse un ser vulnerable; vestir su fragilidad de trapos viejos

ver en la mirada del otro un espejo de sus miserias.

 

Incluso para  olvidar, perdonar…

hay que conocer el oficio.

 

 

 

 

ELVIRA ALEJANDRA QUINTERO

(Cali 1960)

 

 

 

Hotel con ciudad

 

San Telmo, Buenos Aires

 

La mujer que espera a su amor

en un cuarto de hotel de esta ciudad inmensa

sellada para el mundo

convencida de que existe la dulzura en los ojos del ausente

y sólo allí

su sueño tiene forma de historia real.

Leyó a Onetti, a Flaubert, a Wolf

pero erró su memoria

en aquellos recodos donde veía su propia sombra.

Una ciudad respira afuera, inmensa y desconocida.

Una ciudad cerrada para ella

como el amor, cerrada

como su amor, difícil e inconstante.

Todos en algún momento la convirtieron en una mujer que espera.

Todos fueron el hombre en su centro

el sentido secreto

el nombre de una ausencia.

Pero gira alrededor de su habitación una ciudad en rueda inútil

muda y secreta gira afuera

de ese cuarto donde yace su abandono.

 

 

 

 

 

 

TATIK CARRIÓN

(Chía, Cundinamarca 1985)

 

 

 

Extravío

 

Arrojo palabras al cielo que se vuelven pájaros.

Presagio colores

y ellos,

se tiñen de amaneceres

y tormentas.

En el paraíso de mis memorias

posándose sobre las breves angustias

de este territorio olvidado;

viajan hacia otras orillas

donde la herrumbre no sabe a pérdida.

Proclamo palabras en las tristes horas de este rostro,

ave que recorre los cielos

en busca

de mi extraviado canto.

 

 

 

 

 

ELA CUAVAS

(Montería, 1979)

 

 

 

Herencia

 

I

 

Muda la existencia del hombre

porque las palabras aún no corrían

por las raíces del árbol.

El hombre vagaba por el bosque

y recolectaba frutos,

y entonces fue verbo su alimento.

Él lo supo siempre;

por eso este lápiz con el que dibujo

los signos que me heredó el árbol.

 

II

 

Recuerdas la noche en que te fueron dadas las palabras.

Tú dormías junto al río y despertaste sediento,

y bebiste de la orilla, donde abundaban flores.

Un pequeño grito de placer fue el primer indicio.

 

 

 

 

 

 

ANA MILENA PUERTA

(Cali, 1961)

 

 

 

ORACIÓN DE LOS INSACIABLES

 

Recuerdo haber dicho

que detesto los rompecabezas,

el tiempo que muere

mientras se arman,

y una vez concluidos

mirarlos

-tristemente-

como quien sabe que sus días

se escapan por una ventana

y no puede detenerlos.

Por eso pido

que la vida me llegue completa

que se me vierta el mundo,

que la luz me acose,

que tenga las manos tan llenas

y que su peso sea tan grande

que no pueda soportarlo.

Amén.

 

 

 

 

 

LUZ HELENA CORDERO VILLAMIZAR

(Bucaramanga, 1961)

 

 

Proyecto de un libro de poesía

 

Ha de ser vasto como el amor

Debe tener los folios salados

para devorarlo de un bocado

Tiene que ser suave y ofensivo

ancho y lleno de sustancia

Debe venderse por las calles

como los dulces o el agua

para que viaje en maletas escolares

y salga de paseo con los perros

Ha de tener ojos para ciegos

y espinas en las hojas

Debe reciclarse en los muladares

y pescarse en las cloacas

Imagino un libro como cirio en aquelarre

hecho canto o insulto

conejo en la levita de los magos

impertinente y súbito

volando por habitaciones estrechas

riéndose de los libros que yacen

en las estanterías del tedio

Un libro que suplante a Dios

en sus siete días de génesis

Para qué otro delirio pueden servir las palabras.

 

 

 

 

 

 

CAROLINA CÁRDENAS

(Bogotá, 1984)

 

 

 

Ciudad

 

                                                                        A los falsos positivos

 

 

La luz con el pendular de las horas se desvanecía.

Cerrado el cielo, los ojos se nublaron

y la palpitación de cada hombre se desbocó.

 

El arribo de la oscuridad daba paso a otro mundo:

luces inmóviles, aferradas a cada esquina.

 

Desde  el mundo subterráneo se elevaban

aullidos, pasos, silbidos y el chirriar de bisagras.

Hilos de lluvia se resbalaban por los tejados,

las paredes y las hendiduras de las alcantarillas.

 

Los disparos se escuchaban

como graznidos de buitres.

Hilos de sangre rodaban por el suelo

y sobre las cabezas de algunos cuerpos

que yacían encima de los escombros de las calles.

 

En ese instante en que los sonidos

y escenas mortuorias de la noche despertaron,

todo se hizo indivisible con las sombras,

se transformaron en eternidad,

pórtico sin salida y  escena repetitiva en la memoria,

para los que observaban temblando tras las cortinas.

 

 

 

 

 

MARGARITA LOSADA VARGAS

(Neiva,  1983)

 

 

Lamento

 

la hoja trasciende en su viaje por el viento

y la rama

lentamente al partirse

astilla un pedazo de la memoria del árbol

 

¿qué es el corazón de un hombre

al lado del corazón de un pájaro?

 

 

 

 

 

MARIA CLARA OSPINA

(Bogotá)

 

 

Polvo de estrellas

Recuerdo

la tibia luminosidad

de un astro

que susurró calor

en mi atento oído.

Y

tenuemente

dejó polvo de estrella

sobre mi lino.

 

 

 

 

 

 

HANNAH ESCOBAR

(Titiribí –Antioquia, 1985)

 

 

 

 Elegía funeral a una joven dormida

 

Rilke ha muerto

Orfeo ha abierto los ojos y tiene sed

El cuerpo de una joven blanca reposa sobre mi cama

Rodeada de flores, parece el otoño.

 

Le he preguntado a mi madre si habrá de quedarse mucho

A dormir,

Mi madre ha dicho que debemos preparar la mortaja.

 

He entrado  a hurtadillas a mirarla

A hurtadillas como un ángel pequeño

Con el ardor de la infancia en el corazón

Con el brillo de la infancia en los ojos

Con la impaciencia de la infancia en las manos.

 

Le he preguntado a mi padre si la conoce

Su nombre, un nombre,

Mi padre ha guardado silencio.

 

Afuera las flores,

El olor a jazmín era insoportable.

 

 

 

 

 

 

ALEJANDRA LERMA

(Cali – Valle del Cauca, 1991)

 

 

 Oscuridad en luz alta

 

La vida es un pasillo oscuro

En el que nuestra sombra enciende velas

 

Sonreímos

Y en el fondo hay violencia

Somos un dolor intermitente

 

Hemos llegado al mundo

Destrozando otro cuerpo

 

Para  poder vivir  hay muerte en abundancia

Dejamos nuestro rastro  de caníbales

Perseguimos el oro y el fracaso

 

Estamos ciegos

Iluminados de angustia

Cansados de querernos

 

Todo es  hermoso

Un  río marchito  que resuena en la mente

 

Jamás comprenderemos

La eternidad es silenciosa

 

Intentamos amar a los otros

Ver en la deformidad la belleza de Dios

 

La oscuridad es un pacto de la luz

Para podernos ver.

 

 

 

 

 

 

 

DANIELA PRADO

(Cali – Valle del Cauca, 1994)

 

 

Pienso en los niños que no nacieron y que pudieron ser mis amigos

 

Aprieto la tierra fuerte con las manos

beso a mi madre

beso a mi perro

Pienso en los niños que no nacieron

y que pudieron ser mis amigos

Abrazo el recuerdo que me da un árbol con su sombra

las cuerdas de un columpio roto

 

Quiero creer en los hombres

como pequeñas corporaciones que emplean gente

Quiero creer en los niños

como gotas de agua nueva

 

Lloro este siglo como si fuese el último

Temo mi vida como un suceso fracasado

Beso a una piedra y me aferro a ella

entre este mar de brea y sueño

 

Pienso en un indio milenario

que me bendice desde el pasado

Pienso en los hombres que fui y en las mujeres

y en ese animal extinto que me lee

mientras incinero este poema.

 

 

 

 

 

 

 

DIANA PATRICIA TORO ÁNGEL

(Filadelfia –Caldas, 1981)

 

 

Tango de pasos

 

El tac-tac-tac de sus tacones

siempre me obsesionó desde niña.

 

Recuerdo con amor,

como me sentaba a esperar esa música,

casi idílica, casi celestial de sus pasos.

 

No entendía su llegada

sin su taconeo constante

y mis oídos buscaban entre el ruido

a veces gris de la calle

el tango azul de sus zapatos.

 

Como el tacón sobre el pavimento,

muchas veces me imaginé

el perfecto tono de un tango,

y cuando entendí por primera vez alguno,

mi corazón latió desesperado

buscando entre montañas de sonidos

aquel baile de sus pasos.

 

No comprendo su llegada sin un tango,

y es que entre tantos caminos,

algo en mí se ha desquiciado

y he olvidado que los pasos son sólo pasos

y los tangos, sólo tangos.

 

 

 

 

 

 

NANA RODRÍGUEZ ROMERO 

(Tunja 1956, Colombia)

 

 

 

 

Nutrientes

 

Hay un pájaro azul en mi corazón

que quiere salir

                        Bukowski

 

Me dieron a masticar la sustancia del desierto

en grageas con excipiente sin registro

mientras en mi cuerpo crecían raíces aéreas

alfabetos de luciérnagas que iluminan la vigilia

 

Tengo el rostro del cincel, la risa que aparece

en las encrucijadas de la incertidumbre

cuando la presencia inerme de las sombras

que fueran mis testigos, apacentaban los corderos

al borde del abismo

 

No sé de profundas alegrías, de abrazos infinitos

en medio de la insaciable oquedad del mundo

mis actos de fe reposan en estanterías ocultas

donde duermen pájaros azules al acecho

 

 

 

 

 

 

GLORIA SUSANA ESQUIVEL

(Bogotá,1985)

 

 

 

Chelsea Market

 

Ciento cincuenta tenazas de langosta no quebraron los talones:

resistí con entereza el ataque crustáceo.

Desde entonces me rindo al ocio

sumergida en agua hirviendo

entre mantequilla y ampollas.

Ya la carne enrojecida no se cuece,

es coraza.

 

 

 

 

 

JENNIFER GARCÍA ACEVEDO

(Medellín, 1995)

 

 

El ritual

Son estos mismos soles,

los que tan generosamente

nos abrieron a la vida,

limpia la mañana, limpios los deseos,

limpio el corazón, limpios los pasos

antes de someternos a las estaciones

todo en nosotros

gozaba de una pulcritud cierta

luego vinieron los desconciertos

a empujarnos hacia la penumbra

desde allí blanco y negro

son la misma cosa

solo el ritual de las querencias

abre la posibilidad a una huida

 

 

 

 

 

 

GABRIELA S. ARCINIEGAS

(Bogotá, 1975)

 

 

 

 

El río

 

Recorremos Notre Damme

Tu corazón se salta un latido

Yo lloro

Caminamos a lo largo de “la Senne”

Nos detenemos en Pont Neuf

En la fila del Arco del triunfo

nos duelen los pies

El mismo dolor

La misma dicha

Tú desde tu calle

Yo por la mía

Qué ganas tengo

De atravesar corriendo la calle

Y tocarte

Entre tu calle y la mía

la Senne

Tu calle y mi calle son la misma

Pero el río que pasa es otro río.

 

 

 

 

 

 

TALLULAH FLÓREZ

(Barranquilla, 1957)

 

 

 

Fin de fiesta

 

 

Entonces di vueltas y dije en voz alta:

Yo, que combatí sin venganzas los horrores del día

tan ciertos,

que renuncié a descifrarme en el sol, en su tiempo,

que accedí a perpetuar el deber, la pereza.

Para cada trayecto una versión de mi rostro,

una conciencia suelta

que aprendí a brincar desde adentro

cuando puse los pies en la tierra.

Podré tener la noche?

 

Y traspasé con la mano una puerta.

Del  otro lado

la puerta

con la sola esperanza sin ojos de cada nube negra,

adoré a mis demonios sintiendo el temor de tenerlos tan cerca.

 

Y así estuve presente en el silencio rojo

sin señas

de las cómodas sillas que no tienen regreso,

en el exilio suave, los bares que cuentan

que no es otra la historia:

mentiras en humo al final de la fiesta.

 

 

 

 

 

 

 

MARÍA CLARA GONZÁLEZ DE URBINA

(Bogotá, 1952)

 

 

 

Entre dos luces

 

Entre dos luces se vislumbra el encuentro

el párpado entreabierto anticipa

los archivos de forma el signo de las cosas

 

Amanece

 

Y ese otro que mira

que nos mira

desde el espacio inmóvil

se oculta.

 

En la pupila

el universo continúa su curso

mientras mira.

 

 

 

 

 

ANA MERCEDES VIVAS

(Cali, 1960)

 

 

 

El regreso

 

Habrá que levantar los muros

quemar la maleza de la huerta

y volver a trazar las huellas del camino.

Pasarán muchas lunas

antes de ver crecer los frutos.

¿Me estarás esperando

cada tarde

a la sombra del árbol,

como siempre?

Traeré flores

lo prometo.

 


 

 

 

FADIR DELGADO

(Barranquilla, 1982)

 

 

El último gesto del pez

 

¿Y quién eres?

El último gesto del pez

Una silaba que nadie usa

Las sobras de un abrazo

Un circo con ciegos trapecistas

La mueca del payaso

Un calendario de cuerda

Un puñado de alfileres

Una jaula para hormigas amarillas

Un pez que llegó a morir lejos del mar

¿Y tú quién eres?

El mar que vino a ver cómo mueren sus peces.

 

 

 

 

 

 

IVETHE NORIEGA HERAZO

(Purísima, Córdoba 1977)

 

 

El ángel amado

 

Tomas mi mano

y la mar lo disuelve

en el pacto de los pájaros.

 

Aunque

las alas sean de papel.

 

 

 

 

 

 

LAUREN MENDINUETA

(Barranquilla, 1977)

 

 

A la doble que soy

 

Hay fotografías en las que no me reconozco.

Mi yo cobarde al mirarlas

me obliga a pensar que existo en una sola

y no en la suma de quien soy

con esa otra que me suplanta en la imagen.

Cuesta creer que la desconocida también soy yo

esa mujer suspendida y fea

con un rostro que sin ser mío no es ajeno.

Entender el mundo bien puede ser eso:

aceptar que soy esa a quien desconozco.

 

 

 

 

 

PATRICIA IRIARTE

(Sucre, 1962)

 

 

Tiempo de mar

 

Miro el reloj:

han pasado treinta años.

 

No espero más

Renuncio a sentir

el ardor en medio de mi pecho.

 

Cansada,

pongo sobre mí el mar

como una manta.

 

 

 

 

 

 

DINA LUZ PARDO OLAYA

(San Marcos, Sucre, 1973)

 

 

 

El lamento de un acordeón

El lamento viene con el viento

vestido de acordeón

y llora cada nota en reposo

o cuando se estremece  el corazón.

 

¡Ay!, cómo llora el acordeón en sus manos,

se turba la noche, se enfada el día

y la montaña pierde su equilibrio;

es un eco tan sublime

que viene de los confines del mar.

 

Cada melodía es una historia,

esta historia, una lágrima

y cada lágrima un hueco en el corazón.

¡Ay, corazón!,

corazón de mis silencios y mis alientos

reposados en la gaviota del adiós.

 

Dolió tu partida  al son del tambor,

del “wiro”,  la caja y la armónica.

Ellos, junto al acordeón de tus sueños,

guardan un espacio que esparce

tu esencia en mi memoria.

 

Yo sin ti… yo sin ti soy

lo que este acordeón es

sin el viento de tus besos.

 

¡Ay!, Cómo llora el acordeón…

sin tus manos, sin tu canto.

 

 

 

 

 

LILIANA GASTELBONDO BERNAL

(Ibagué, 1978)

 

 

El padre

Era el padre

de la desilusión

del error.

 

Solía alumbrarme

con su sonrisa ebria

o acariciar mi pelo

en espirales a la nada.

 

Luego estropeaba la calma

con un grito

al seguir el dictamen

de su enredada visión.

El padre cantó a pesar

de que el planeta no tuvo

oídos para su voz.

Perdido y confuso

al parecer como mi canción

compuesta por el desvarío.

 

 

 

 

 

 

ESTEFANÍA ANGUEYRA

(Bogotá, 1992)

 

 

 

The Falling Man

 

Doscientas personas

saltaron de las altas torres

 

De todas ellas

sólo nos interesará

un hombre

 

Su vuelo sostenido

hace olvidar

que el tiempo existe

que el suelo existe

 

Qué reconfortante pensar en un muerto

que flota para siempre.

 

 

 

 

 

 

IRINA HENRIQUEZ

(San Juan Nepomuceno, Bolívar, 1988)

 

 

 

Sólo un destino poseo.

 

A Lucía Estrada

 

Solo un destino poseo

(Y la sospecha

de que resbala de mis manos

sin poderlo reclamar)

 

Sólo una contracción espiritual

ante este espejo que nada dice.

(Y la certidumbre

de que la araña existe

a pesar de su belleza inútil)

 

Unas manos precursoras,

estos ojos temerosos de la noche

y unas cuantas vidas aplazadas

tan sólo poseo.

 


 

 

 

 

MARÍA PAZ GUERRERO

(Bogotá, 1982)

 

 

 

Descarga su peso sobre las horas

como si el atardecer

torbellino,

como si la vista desde el piso octavo

lo acercara a Marina

79 años

se desploma contra el césped

se parte los dientes.

En al ascensor Marina

le agradece a Dios

y tapa su boca mueca

 

 

 

 

*

 

Desde el piso octavo busca historias:

Antes, la sangre de Marina era

el ciclo solar de su cuerpo.

Ahora la mano temblorosa

arranca un diente

y esta nueva sangre

le recuerda cómo la carne

-no solo el iris, ni el tiempo-

también se parte

 

 


 

 

 

LAURA CASTILLO

(Bogotá,  1990)

 

 

Desplazamiento

 

A las tejedoras de Mampuján

 

Tras el golpe de omisión

en el vientre de la tarde

Mampuján anochece

con un terco afán de dormir.

No hay tiempo,

susurran doce cuerpos en los labios,

hay que cargar hamacas y vasijas,

hay que dejar que la hierba seca

sea el huésped que habite la casa,

hay que silenciar.

 

Lejos,

en lo profundo de una habitación,

una mujer peregrina aguarda

entre hilos y retazos que convergen en sus manos.

 

Tejer es su forma de nombrar

la ausencia de arraigo

en la punta de los dedos.

 

 

 

 

 

 

AMALIA MORENO

(Medellín, 1988)

 

 

 

Poema de amor 2

 

Tus restos en una bolsa negra.

Volver al mundo como si nada.

 

Lavarse las manos

lavar la camisa limpiar la casa

mejorar de genio por no generar sospecha

hacerse de día en día el pendejo

pasar por vivo que por muerto

pasar por encima del hecho en concreto

y volver al mundo como si nada.

 

Cargar con tu muerte con tu cadáver

con tu cuerpo en una bolsa negra.

El amor nos cambia.

 

 

 

 

 

ALEJANDRA BECERRA
(Bogotá, 1992)

 

 

Un velero suelta la noche

 

El marinero con tristeza en los labios

bebe alcohol y en el infinito todos sus años desaparecen.

 

Grita su silencio y toda la lluvia regresa a los párpados,

agita las páginas de aquel diario que no escribe

y abandona el recuerdo arponeando de lejos la incoherencia de las olas.

 

Trae de a tanto una red,

dos zapatos y un ballenato

que ha dejado la contemplación del fondo para correr en los cauces de los mercados vecinos.
Se conmueve el espacio agua hombre y surge el adiós del alba con sus manos.

 

Bebe otra bocanada de ron

recoge aquel instante y encuentra en el aire un tono ante las voces que interrogan lo que su muerte desconoce.

 

Será otro día en la playa buscando el comienzo de la vida, será otro día y la noche en que la boca surja de la arena

para contradecir el vacío de estos párrafos.

 

 

 

 

 

MARTHA CECILIA ORTIZ QUIJANO

(Tumaco, Nariño)

 


El parque

Las horas se esconden de las sombras

le cuchichean a la noche

para no ser acribilladas por el miedo.

Los gatos salen a hacer guardia,

el parque no hila más historias de amor.

Se han quedado solas sus bancas.

 

 

 

Luisa Fernanda Jaramillo

(Riosucio, Caldas)

 

Morirse.

Morirse es desmentir el tiempo.

Morirse a pedazos

a deshoras

a palabras

a sueños.

 

Morirse sin ganas

sin destino

sin proezas

sin presagios.

 

Morirse de prisa

de amor

de angustia

de miedo.

Pero morirse…

 

 

 

 

 

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