Premio Nacional Poesía en Paralelo Cero 2018: Christian Zurita Estrella

El poeta Christian Zurita Estrella (Quito, 1993) mereció el Premio Nacional Poesía en Paralelo Cero 2018, junto a Edison Navarro. Zurita Estrella es comunicador social para el desarrollo. Gestor de proyectos, locutor radial y relacionista público, fue reportero en la Revista Utopía. Formó parte del grupo de poesía El tornillo. Ha publicado el libro: Siempre fue la lluvia (El Angel Editor, Col. Opera Prima, 2017). Voluntario en el COVI (Centro Opción de Vida), imparte talleres de oratoria y poesía en la comunidad quichua-hablante de San Diego.

 

 

 

 

 

Eurus

 

Para mi perro, aliado presente,

que me llama en el viento del Este

 

Quito de agua:

se acerca el viento del Este con tinta de océano,

se acerca veinteañero desde Troya.

 

He quitado bisagras a las ventanas,

me quedo como Adán en la hojarasca

enverdecido de la espera

con la poca sustancia del olivar

que presiente la brisa quemada

al oír llover.

 

La ciudad se esconde, tras la vuelta de las esquinas con sedientas aceras

y en torrentes elegidos para los amantes inconformes.

Al amor le nace helechos gigantes, camas sin tregua,

viejos mares de leche donde las olas se aparean.

Le nace poetas y alumnos de poetas.

Le nace lozanos camaradas.

 

Al amor inconforme le trepa la actitud de libertad

le explota la yugular de las alarmas

le queda pequeño el negro rojizo del luto.

 

Argos no conoce la muerte del hermano

sin embargo conoce la muerte que llega sobre el viento del Este,

conoce el amor mendigo

reconoce el amor ateniense

y naufraga en la lágrima de Odiseo:

 

el que me habita en los antárticos ladridos del recuerdo.

 

 

 

 

 

Paraíso paraIza

 

La ola más grande de la tierra

nos tragará por necios

Ana María Iza

 

 

I

 

Ana:

desvestida pétalo por página

manantial de pretéritos

permaneces en la imagen acústica de tu legado

te enconas en los arrecifes del poema

dejas en libertad al kraken que acaricio a sangre fría.

 

Modelaste pecados predicados

y salvaste al sujeto

de algún naufragio.

 

Vengo buscando mala yerba

huecos en el zapato

vengo huyendo desde ti

al que soy

y otro yo me sale del aliento

toma forma de alondra

trina por alimento

bajo la rama de tu infancia.

 

Soy estudiante de tu rabia

de tu cátedra de ironía.

Hijo de tu poesía soy,

almendraste las heridas de mis tierras

disecaste los frutos de mis madrugadas.

Jardinera, me dueles en la espiga

porque sigo buscando mala yerba.

 

 

 

 

 

Tu siervo escucha

 

Una nube habló

y apenas la escuché desintegrarse.

 

Dijo:

 

Mi desayuno continental

es el cielorraso

y un potaje de mares infinitos.

De postre, el celaje

de un viejo meridiano.

 

Contesté:

 

Bisabuela de la yerba,

sobre cumbres camaradas

desmayas tu santo discurso

de aliento.

 

Debajo del eco terroso

me quedo verticalmente solo

neblineado

con la mirada seca

volviéndome el rostro a tus colores.

 

Sé hacerme al silencio,

volar sobre el arco celeste

y traducir el sonido delicioso

con el que pronuncias: Tungurahua.

 

Tomas forma, te deformas

tomas viada, te desparramas

sin filtro

desnuda

en la tarde horizontal y suspendida.

 

 

 

 

 

Desde mis raíces

 

Me pareció verte reflejada

saliéndote una luz desde el pecho

llevándose delfines desde tierra

y posándose mariposamente

en mi regazo.

 

¿Qué hago con esta luz?

 

¿Se la doy de beber al colibrí?

¿La inyecto en el alma cuando transmigre a lo ajeno?

¿La froto contra esperanza?

¿Desde la trinchera?

¿Desde el diente roído de la infancia flaca?

 

O quizá

desde la fe minúscula

tejida del mimbre-esfuerzo de bajar por el discurso parco

frío y obsceno de la teoría.

La dimensión de un grano de mostaza

va difuminándose en nubes violetas

que surcan la alborada.

 

Entonces –con fe-

haces, de la teoría,

la práctica:

 

Te llevas desde mis raíces

las mil aguas de abril.

 

 

 

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