Presentamos, en el marco del dossier de poesía colombiana preparado por Federico Díaz Granados, algunos textos de Bibiana Bernal (Calarcá, Colombia, 1985). Es poeta, narradora, editora independiente y gestora cultural. Su poesía ha sido traducida al griego, inglés y rumano. Directora de la Fundación Pundarika y la editorial Cuadernos Negros, fundada hace 12 años. Ha sido invitada a múltiples encuentros literarios e incluida en antologías de poesía y minificción y revistas nacionales e internacionales. Autora de dos libros de poesía y de varias antologías de cuento y minificción. Premio de Poesía Comfenalco 2003, Gobernación del Quindío 2016 y Finalista del Premio Nacional de Poesía 2017, con su libro “Pájaro de piedra”.
Invernal
Afuera la lluvia.
De este lado de la ventana,
el invierno respira sobre el cristal, opaca el tiempo en cautiverio.
Afuera el agua.
Cae sin respuestas sobre el asfalto, inunda de preguntas
los ojos que asisten al deshielo de la memoria.
Afuera el río,
se disfraza de calle,
se lleva el día
los días
la vida.
Deconstrucción
Construir
destruir
reconstruir
deconstruir
al otro
Para que permanezca
se vaya
sea
o deje de ser
Abreviarle la voz
sembrarle en las manos
el tiempo que no le cabe en los ojos
abrirle y cerrarle la noche
negarle la entrada
ofrecerle un abismo
ser su salida
tejerle unas alas
inventarlo
descubrirlo
encubrirlo
que sea si puede
que tenga cuanto le damos
que muera y vuelva a nacer para sí mismo por él o por nuestro artificio
que siempre lo construye y destruye
le da y le quita
y nos deja sin
yo
tú
él
sin nosotros
Biografía del mundo
Todo fue cegar las manos,
acariciar máscaras,
elegir el tiempo como única medida,
su aleteo de dudas entre infierno y edén.
En el sueño y el vuelo,
nosotros como único recurso del miedo.
Todo fue bajar la mirada,
escupir los pies de Dios,
creer en la semejanza, en el prójimo,
en el uno más uno igual yo, en el olvido, el no soy,
el Creador y el hastío perpetuo.
Todo fue encarnar el caos,
en el pasado que vendrá
a confirmar lo que no sabemos a refutar lo poco que aprendimos
para desnudar lo que no somos.
Mudanza
De este lado
no se oyen sollozos
ni pasos en la habitación.
Por la ventana no entran ramas.
En la pared no se estampan siluetas.
A ninguna hora viene un perro a saludar.
En esta cama no duerme un abismo.
La luz no se apaga en mi rostro.
Aquí, como allá, nadie dice mi nombre.
Lecho de nieve
A Robert Walser,
quien murió sobre la nieve
Rumor de hojas sus pasos.
Camina invisible dejando huellas sonoras.
Viene de lejos, va sin prisa.
Es la sombra de un espantapájaros que susurra en la noche.
Viene entre los crujidos del viento, es la voz rota del espejo.
Movimiento sin volumen que avanza entre la quietud.
Viene desnudo, sin piel,
en busca de la espesura.
Camina lento.
Es su tiempo desencarnado.
No hay espacio
entre su transparencia y la solidez.
No hay caminos.
Instante y eternidad
nievan en su cuerpo.
Alejandría
La ciudad que se sirvió de nosotros (…)
que nos envolvió en conflictos que eran suyos y
creíamos equivocadamente nuestros.
Justine – Cuarteto de Alejandría
Por sus calles de mujer desolada,
en atardeceres extraviados,
asciende el vaho de los días.
Moldea a sus hijos de barro
con luces mortecinas.
Sus lluvias se empozan
en los ojos de los hombres.
Lágrimas ocres tiñen el aire.
El tiempo se pudre en los puertos.
Todo lo sabe de quienes anidan en sus entrañas.
Revela su voz en los balbuceos de sus fantasmas.
Se canta a destiempo con los ausentes.
Hiere las sombras del mediodía.
Cura a los moribundos de la media noche.
“Huele a sudor a jazmín a fruta podrida”.
Se edifica sobre el deseo de quienes
nacen y mueren, aman y odian,
entre su penumbra y su miseria.
Credo
Creo en el hombre,
exilado todopoderoso,
buscador del cielo
creador del infierno.
Creo en el engaño,
su único argumento.
Concebido por obra
y gracia del relámpago, nació de
la mentira virgen, padeció bajo
el poder del instinto y fue
despojado de la sutileza.
Creo en el hombre,
en su efímera entrega,
en su amor tejido con espuma,
en sus palabras de perpetuo aire,
en sus promesas de niebla,
en su tiempo sin memoria,
en la debilidad de su carne
y en su soledad eterna, amén.
Improbable
Nadie es el otro,
ahora que un cerrojo
es certeza del regreso.
Al cerrar la puerta
que abre el universo habitual,
del otro lado quedan los gestos
que trazaron su mundo en otra realidad.
Al abrir la valija,
el viento que entra por la ventana
agita la ropa y propaga un olor a
encuentro imposible
a calle desierta en la madrugada
a sudor de un día que terminó al día siguiente.
De quién es el equipaje que trajo,
si todo huele a alguien que no retornó,
se pregunta la recién llegada.