Poesía joven de México: Laura Itzel Domart

Presentamos una muestra de Laura Itzel Domart (Ciudad de México, 1992). Egresada de Ciencias de la comunicación de la UNAM. Fundadora de El Vagón Literario (CCH Sur-UNAM), proyecto de formación literaria y construcción de sueños. Ha publicado poemas, cuentos y artificios en diversas antologías, editadas por el CCH-UNAM. Ganó el 1er lugar en cuento en el “3er Concurso de Poesía y Cuento Breve”, organizado por El Vagón Literario. En 2015 fue finalista en la primera edición del concurso “Más de 43”, organizado por Master Peace México.

 

 

 

 

Condición de pez

 

La vida es un hospital en el que cada enfermo

está poseído por el deseo de cambiar de cama.

Charles Baudelaire

 

A esta sala la asisten las tumbas de hielo. Mi tía, por ejemplo, está en una de ellas. Recostada en su camastro de estación me mira como el pez de los supermercados, con esa tristeza enorme que cuelga de sus cuencas. La tomo de la mano, le acaricio el rostro para siempre enfermo. Pero ella no deja de mirarme, de enterrarme el tiempo que va dejando de ser. Con los ojos, le señalo la ventana porque morir viendo el día es la mejor manera de fingirse libre. Ella hace silencio, uno largo y ruidoso. Bien sabemos que aquí vinimos a  concentrar la soledad del mundo.

 

 

 

 

Vida de insecto

 

La primera vez que vi un cadáver, estaba tendido sobre la calle. Lo miré con curiosidad, le faltaba la sangre y el horror. Me enamoré de él o de ella, de su tristeza perenne y sus cabellos lacios.

Después, vi un cuerpo colgando de un puente. Era hermoso, terriblemente hermoso. Pasé junto a él y vi su inocua mirada. Me entretuve en la levedad del tiempo, del suyo y del mío.

Cuando creí haberlo visto todo, pisé una fosa. De ella brotaron huesos

cabezas

ojos

piernas

manos.

 

Sentí tanto amor por todo, por todos. Me enamoré de todos, de sus tiempos detenidos y del mío atravesado. Lloré con desesperación, como un insecto que ama a su presa. Después aprendí a ser ese insecto mil veces repetido.

 

 

 

 

Sin título

 

A mi cara le nacieron dos cuencos,

donde reposa el Mar Negro.

No el Báltico ni el Rojo, sino el Negro.

En ellos, se hacen:

el silencio, las olas, el amor, las guerras.

O lo que es lo mismo: el mundo.

 

A veces lloro por ellos,

por llevar entre sí a los muertos,

a las mujeres locas y a los niños huérfanos.

 

¡Ay mis cuencos!, digo con afán de querer

arrojarme de los ventanales.

 

A veces

hago el amor con ellos.

Unión de bobos la nuestra,

de niños desamparados a mitad de la isla.

De niños, ¡maldita sea!, de niños.

 

Otras,

somos tres tontos sobre la nada.

Tres tontos que se aman.

 

 

 

 

¿Esto es agua?

 

Nunca he creído que el agua es agua

por la misma razón por la que confundo la vida con la muerte.

Porque el pez que me mira desolado desde su pecera lo hace desde su funeral.

La mujer de la taquilla que me atiende todos los días con su inexpresivo rostro,

no es otra cosa que una mujer deprimida, abandonada en una habitación vacía.

El niño uniformado que corre, con desgano, hacia el colegio,

no me reconoce por aprender de la prisa atravesada por humanos.

El hombre del bus que me da la mano para habitar el reino de la necesidad,

atropelló su libertad en alguna esquina de paso.

Mi madre me escucha para evitar el cúmulo de los días inevitables.

Los perros me ladran por el instinto deslavado de mi presencia entorpeciendo su paso.

Dios no me mira y mucho menos me odia,

acaso muerde la existencia que resume mi historia.

 

 

 

 

Entrevista a cualquier persona

(en días festivos)

 

Día de la mujer:

Van a ser __ años que yo no sé nada de mi hija_______,

dice _______mientras se rasca el infinito que le cruza la mano izquierda. 

 

Día del niño:

Los hijos siempre tienen un olor… que va desapareciendo…,

tartamudea _______ en medio de una multitud de rostros en blanco y negro.

 

Día de_______:

 

30 000… ¡Presente!

Desde el poste, _______ recuerda que ese día estaba lloviendo.

 

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