Poesía de Puerto Rico: Ana María Fuster

Como parte de la muestra de poesía de Puerto Rico que prepara Rubén Márquez Máximo, presentamos a la poeta Ana María Fuster (San Juan, Puerto Rico). Ella es escritora, editora, correctora, redactora de textos escolares y columnista de prensa cultural. Es autora de Verdades caprichosas (First Book Pub., 2002), cuentos, Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña; Réquiem (Ed. Isla Negra, 2005), novela cuentada, Premio del PEN Club-Puerto Rico; El libro de las sombras (Ed. Isla Negra, 2006), poemario, Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña; Leyendas de misterio (Ed. Alfaguara infantil, 2006), cuentos infantiles; Bocetos de una ciudad silente (Ed. Isla Negra, 2007), cuentos; El cuerpo del delito (Ed. Diosa Blanca, 2009); El Eróscopo: daños colaterales de la poesía (Ed. Isla Negra, 2010) y Tras la sombra de la Luna (Ed. Casa de los Poetas, 2011), poemarios; Carnaval de sangre (Ed. EDP University, 2015), microcuentos; las novelas (In)somnio (Ed. Isla Negra, 2012) y Mariposas negras (Ed. Isla Negra, 2016).

 

 

 

no me salves

 

no me salves

que el silencio diga

lo que el tiempo perdido al grano de arena

 

¿cómo culpar a una gaviota de volar océanos?

 

no me salves

no soy frontera de país desierto

habito libre en agua de horizontes

ardiendo de página a página

cada libro que peregrina luces y sombras

 

¿cómo no arrancarme la ropa del pasado?

 

no me salves

que tan solo soy un cuerpo de papel

repleto de las voces de los días

de esos pequeños fuegos que humean versos

como párpados iluminando palabras

cada palabra

hasta sombrear el despertar de las manos

 

no me salves

que el tiempo diga

lo que el silencio perdió en la arena

 

 

 

 

no te salves

 

no hubo despedidas

solo polvo noche de manos perdidas

y la confusión ciega que vierte silencios en mis ojos

 

no me busques

(aún)

ni te salves

que el pasado es paralelo de sombras

o polvo en ruta de cicatrices casi vida

el ahora es eco en paredes color diagnóstico

(casi olvido)

 

en cada paso que doy grita el vacío

cada paso es ruido y rumores

sílaba a sílaba se desprenden los vacíos

vacío a vacío se desatan los versos

soy la salvación de la locura

(y al otro lado, el puente)

 

no te salves

nuestra piel palpita memorias

así como los dedos señalan al corazón enamorado

(tú   yo   ella)

 

somos cicatrices de niñas muertas y amantes prohibidos

perdidos en las ciudades de nadie

de madrugadas en fuga o puentes clausurados

solo somos sombras en el silencio

(esperando retornar)

 

 

 

 

Eutanasia

 

Tengo miedo de mi voz

y busco mi sombra en vano.

¿Será mía aquella sombra

sin cuerpo que va pasando?…

Xavier Villaurrutia

 

La muerte toma forma sueños

como voces sin piel

o el último grito de mis manos

y ya no deseo despertar.

 

Esta noche,

las pisadas me abandonan

ante una estatua de sal

y es que no puedo recordar su fragancia,

ni su nombre, siquiera mi voz.

 

¿Seré aquella sombra

sin cuerpo que va pasando?

 

La jornada es larga

como caravana de mentiras,

y solo regresa a mí,

a mi sombra anónima que se libera

a los espejos suicidas que me invitan a cenar.

 

La soledad

desoja mis dedos resecos

¿no será que se pueden fermentar

para hacer un buen licor de ajenjo

y embriagarme hasta el último latido del deseo

o hasta que la muerte y el sueño devoren mi sombra?

 

¿Cómo huir de los recuerdos no vividos?

 

Me fragmento poco a poco

como pedacitos del silencio

y voy cayendo entre mi almohada y sábanas,

sobre el libro en la mesita de noche

el celular arrojado al piso

los recuerdos perdidos,

lentamente me voy olvidando

hasta ser ese vacío

en que no pasa nada.

 

Y ahora, le pregunto a mi muerte:

 

¿qué se hace

con tanto pétalo de esperanzas marchitas?

 

Responde una voz distante desde sus dedos:

 

son abono para renacer.

 

 

 

 

Última estación

 

sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte

Xavier Villaurrutia

 

ha partido el último tren

solo mi silueta y mi gato

entre niebla silente como voces muertas

sin respirar los pasos acercan mariposas

y las manos desaparecen con cada aleteo

 

seguimos nuestro camino

danzando entre fantasmas calles nada

las historias ya no paren sueños

siquiera miradas despedidas solo muerte

y los pies desaparecen con cada ronroneo

 

nadie perturbará nuestro exilio

la distancia anochece una isla vacía

cada gota de sangre sobrevive un verso

no hay cuerpos solo epitafios eco en el humo

y los labios desaparecen con cada abandono

 

hemos llegado a la estación final

la música de un acordeón a la distancia

invoca el último suspiro del corazón

miro a mi gato, nada nadie siquiera el camino

y nuestras sombras desaparecen con cada silencio

quizá mañana amanezca el poema

y una mariposa anuncie nuestra muerte

 

 

 

 

Nocturno para una sombra

 

Encuentro una mirada tras las sombras 

desnudando una tarde  que pinta palabras trituradas 

buscando los sonidos de mis recuerdos cautivos; 

son tus manos recorriendo laberintos de cartón 

son tus ojos perdidos en el abismo  de otra calle 

son mil otoños de un poema desesperado 

o de una canción de amor desangrada en mi piel, 

y te pienso tibio en las pisadas clandestinas 

y trato de tocarte en el exilio de un sueño 

para no perder la razón de mis pasos silentes. 

 

El abandono se hace eterno y ajeno, 

las noches hablan los silencios de la muerte, 

la música de un burdel arrulla otredades asesinas 

y me bebo la última gota de tu nombre para escupirlo. 

Quizás las estrellas rían dolores maleficando mi nombre 

y mi alma se fragmente contra un muro en otra acera 

pero pervivo, revivo, sobrevivo, vivo 

y soy. 

 

Acepto otras muertes: 

la muerte peregrina; 

la muerte sangre, éter, vida; 

la muerte viene, previene, reviene y se viene;

la muerte me seduce, la beso, me acaricia, nos amamos 

y te reinvento hasta la muerte.

 

Aun así, quiero soñarte, 

quizás morirte o parirte entre mis sábanas; 

como una sombra desvanecía en el nocturno de un poema 

y seguir mi camino entre miradas, sombras y palabras.

 

 

 

 

Oficios del otoño

 

Amo mi oficio crepuscular

de encender almas

y verlas extinguirse

Carlos Roberto Gómez

 

Sucede algunas veces que el espejo no miente,

que las arrugas recuerdan octubre;

cuando caen los pliegues como las hojas

y las tormentas son silencios húmedos de presagios.

 

El Patriarca también llegó a su Otoño,

una bruja lo asiló en su vejez,

previo a la muerte encadenada de otro héroe;

quizás Buendía, Ojeda, Albizu,

o, tal vez, uno anónimo y pobre.

 

Todos podemos ser como no ser,

pretender que nunca fuimos:

un él aspirando a ser presidente: aspiró y expiró;

una ella tan solo deseó ser libre: desnudarse y poseerse;

finalmente se pretende lo que se puede.

 

Sucede que mis dedos resbalan arrugas al final de las pisadas,

y recuerdan el suicidio,

así como los daños colaterales

del amor, de la locura y la muerte

pues mi oficio consiste en “encender almas y verlas extinguirse”.

 

 

 

 

el ruido del silencio al caer

 

¿escuchas el silencio al caer?

frío, vertical, cortante

como una nostalgia

que se niega a ser olvidada

 

el silencio cae y ensordece las manos

mas algunas palabras,

breves como pequeñas bocas

se escapan y comienza a roer el corazón

también los recuerdos

migajas de una lágrima sin apellido

 

¿escuchas el silencio al caer?

tibio, zigzagueante,

son las sílabas que recorren tu cuerpo

succionan sangre sueños deseos

hasta que despertemos después de la muerte

 

Aun así

ese silencio insiste en nacernos una y otra vez

aunque lloremos de hambre

de abandonos

de palabras

de vida

ansiando ser alimentados

letra a letra    piel a piel

 

¿escuchas el silencio al caer?

¿cómo caen la sangre la leche y nuestras luchas?

todas son su voz esperanza amor

todas son el poema

 

 

 

 

Tocar fondo

 

caer abismos deshidratados

negra vigilia sendero sin ojos

el tiempo peregrina en mi espalda

sangre venas fragmentada silencio

minuto a minuto se extinguen las pisadas

 

arriba la ventana de otra ciudad desnuda

 

carmesí fondo ruido gris tambaleante

huellas granate desprendidas como agallas

transparente liviana fuego helado morir

morir como espinas de lunamar

ahogada de muertes sin pétalos

verde casi amarillo tictac caer

 

arriba la voz de los relojes cada vez más distante

 

y caer desiertos

caer nosotras él

caer compás silábico

caer sin voz

solo caer

yo

nadie

perdida

caer

 

arriba el eco azul reclama que despierte

 

 

al otro lado también caí

 

 

 

 

a nuestro lado del puente

 

hoy es un buen día

para quedarnos descalzas

de los caminos vacíos 

del equipaje inútil

de la locura y sus muertes

y despedirme sin pedir perdón

mucho menos disculpas

guardar en mi diario ese último pétalo

y, sin ocultarme, llegar a ti

porque sí

sin pretextos

ni pasados innecesarios

sin dolores claroscuros

solo las palabras y nuestros cuerpos

y llevarte a la vida o al mar

-que son lo mismo-

existir por existir

tú yo ella azul azul

caminar libres bajo el sol

con los pechos al viento,

y, por la arena, tomarte de la mano

besarte aunque te sonrojes

o sonrojarnos, a falta de oxígeno,

y boca a boca resucitar:

ajenas a adjetivos vacíos

a colores translúcidos

o al carnaval de sombras estridentes

de disparates de unos, 

carroñeros los otros,

y acostarnos desnudas en la orilla 

recordar travesuras de la juventud

inventar futuros más allá de la espuma

besarnos confidencias

somos islas sin dueños

 acariciadas por la sorpresa ámbar

hasta que la tarde se esconda en el salitre

y, solo porque nos da la gana,

nunca regresar a quienes fuimos.

 

 

 

 

Polvo de Piscis

 

Polvo serán, mas polvo enamorado

Francisco de Quevedo

 

Hay polvo enamorado de tu polvo

Manuel Ramos Otero

 

Polvo de luna

Polvo de peces y piel.

Dos hombres se regalan sudores de leche

polvo sobre polvo en las grietas de Eros;

mujer y mujer se besan la luna de sus ternuras

espejos de sonrisas en miel de Safo y espesuras

polvo de nácar, manos, pubis angelical;

la luna de piscis ilumina a un él y una ella

cartografían sus ecuaciones, el oleaje y el horizonte,

el faro y la sirena en nido de cueva.

 

Eróscopo: somos los seres del grito,

jadeando desnudeces bajo la luna

repitiéndonos en el mundo,

sombras sobre sombras,

multiplicándonos,

renacemos una y otra vez

sin vendas en los ojos

labios y lucha

sexos y libertad

en la orgía de los sueños

y las verdades en cuerpo de palabra:

polvo sobre polvo

polvo enamorado.

 

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