Foja de Poesía No. 277: Allan Mills

Allan-MillsPresentamos una serie de inéditos del poeta Guatemalteco Allan Mills. Ha publicado los libros Los nombres ocultos, Marca de agua, Poemas sensibles, Testamentofuturo, Síncopes  y Caja Negra XX 2012.

 

 

Poemas (inéditos) para Círculo de poesía

 

 

Éste es el Último Libro escrito desde el Futuro.

Va reventar como las olas adentro de tus sueños,

No será el mar sino apenas la memoria

De lo que ya no vendrá más.

Y menciono a las olas porque Estas Páginas

Se mueven ahora entre tus manos:

Son como peces anunciando el final de una enfermedad

Que jamás sufriste.

El Futuro es parecido al mar pero con hojas,

Toda nuestra materia corresponde al símbolo negro

Que ahora toca tus dedos,

Una letra besando a otra letra que besa a la otra,

Hasta formar la idea de lo que va a venir.

Nos da miedo, pero ha llegado el momento

De leer este Último Libro.

 

 

 

Utopía

 

Éste es el poema que me pediste que no te escribiera:

Es verdad que habría sido más fácil

Dejar a la perfección actuando como un espejo

Frente a tu rostro,

Pero ahora lo estoy escribiendo,

Y sólo me queda pedirte que lo olvides

Cuando llegues al punto final,

Es más hermoso lo que no se podrá ver,

A esto algunos le dicen Utopía,

Una palabra altisonante cuando no se sabe usar,

O cuando se aparece como una estrella apagada,

En medio de otros versos que desearían brillar

Como la luz del sueño donde estamos juntos,

Leyendo un poema invisible.

 

 

 

 

Megatemplo

 

Una iglesia es una tumba del cielo.

Nuestros vínculos, un accidente,

La historia de lo que vemos,

¿Qué es ahora o qué fue?,

Repetidas redes del hallazgo,

Se desdibujan al iluminarnos,

Que es lo mismo que mirarse

Y ser de frente un ser sin velos,

O con la cera de una vela interior,

Esplendiendo desde la pantalla

Donde se escriben restos de historia,

El deseo del recuerdo no vivido.

El cielo es un jardín que se evapora.

 

 

 

 

Leche

 

Dejé correr la leche en su boca.

Me recordó a una cantante de arias

Y su gesto parecido a la desesperación.

La piel se le puso transparente.

El descenso de una serpiente blanca

Le andaba por adentro del cuerpo.

Al notar mi cara de espanto,

Me preguntó si seguía siendo ella,

O qué diablos estaba sucediendo.

No tengo en mente mi respuesta,

Tampoco sé cuántos años pasaron,

Desde su última palabra,

Hasta que me quedé en blanco.

Quería hacerle el amor a su fantasma.

Hablé con el aire y el vacío.

Fueron siglos de espera por la palabra

Que sólo ella podía darme,

Pero carecía de habla,

O le era difícil articular algo,

Por tener la boca llena de leche.

Le pregunté si era dulce

Y abrió los ojos con desmesura,

Tragándose toda la luz

Esparcida en el área.

 

 

 

 

Galletas

 

Había constelaciones y galaxias,

Con otras constelaciones adentro,

Estrellas y planetas estrellándose

Contra las estrellas,

Caían los meteoros como galletas

En el plato de leche,

Una serpiente con plumas

Dibujaba espirales de infinitud,

La luz invadiéndolo Todo,

Y el firmamento se traslucía,

Como una forma de repetir

La piel de esa hembra encendida,

A través de una pantalla:

Hacía de protagonista en una película

En la que me expulsaba de su Universo,

Como cuando una se cansa del otro

Y lo echa a patadas a la calle,

Para verlo morir en una ciudad extraña.

El amor ya no existe en estos

Campos siderales.

Apenas repetimos la performance

De algo que imaginamos existirá

En el futuro de otros mundos:

Esos que se sueñan al duermevela,

Mientras intentamos transmutarlos

A la página.

 

 

 

 

Artesanía berlinesa

 

He aprendido a escribir poemas,

Disuelvo millones de letras,

Mientras canto sin sonido,

Olas turbulentas de la página,

A mis amigos les nacen ojos,

Ahora los llamo Lectores,

Ya me es imposible mirarlos,

Antes bebíamos por las noches,

Sus sombras eran mi sombra,

Vivían al interior de mi mente,

Pero nadie nos dijo que un libro

Era una secuencia de tiempo,

Apenas llenábamos las copas,

Mientras se escuchaba el oleaje,

Como el rumor de algo muriendo,

La página se llenaba de colores,

Cuando no sabía escribir poemas

La tinta era un despliegue negro,

Y los Lectores no eran mis amigos,

Sino las sombras de sus sombras.

 

 

 

 

IPad

 

El cielo desapareció frente a mis ojos.

Ahora sólo veo una armonía exagerada

De flores secas y resplandores.

El agua se empapó de sí misma

Y ahora parece la cosa más seca

Que se nos ha introducido en la garganta.

A esta hora comienzo las lecciones

De la carne entristecida.

Mi Ipad escribe sola,

La insurrección de una lengua muerta,

Estrellándose contra la pared.

Las nubes más lentas que he visto

Comienzan a salir por mis ojos,

Con la violencia del agua que ya no moja.

Soy una pirámide de arenas volcánicas

Asediada por la desaparición,

Una duna acosada por la sed.

Cosas que uno comienza a decir,

Para olvidar al Futuro que se esclarece

Desde el cuerpo perdido.

El sol es terrible y no cesa,

Me dan ganas de cambiarle de nombre

Para que salga en los momentos de oscuridad,

Cuando las memorias de la tragedia danzan

Por mi piel a la manera de un deseo.

Sé que voy a olvidar mis peores visiones:

Floreceré como un mar,

Donde los peces respiran centellas.

 

 

 

Polaroid                   

 

Finalmente he podido tocar

Al engendro que fui.

Lo hice a través de una fotografía polaroid,

Pegada en la pared.

Al principio parecía yo mismo,

A mi edad actual,

Nada denunciaba el hallazgo

De ningún ser sin Tiempo.

Todo fue comenzar a rascar el material,

El papel con la luz acumulada perdió capas

Y más capas hasta que perforé el muro.

Frente a mí se abrió un agujero negro.

Parece el interior de un caracol.

Avanzaba hacia a mí una especie de luz,

Una iluminación imposible de explicar.

Y pude verme partícula por partícula,

Me sentí pasando por cada poro de mi piel,

Era la energía ya caminando dentro de mí,

La psique de un agujero negro,

Tragándose al Universo.

 

 

 

 

Black latex

 

Tenías varias bocas

Y  varias entradas a ti,

Se te hacía normal

La humedad de un orificio

Llenada por unos cuantos sables

De dolor  y de odio histórico,

Parecían antorchas olímpicas

Para un sol en el vacío,

Al verlos con tanta feliz negritud

Pensaste que eran buenos

Y que esos esclavos gozarían

Vidas de maravilla y fluorescencia,

Saliendo de ti o entrando,

Nunca imaginaste que tal escena

Era un laboratorio a escala molecular,

Tu cuerpo ocupado un Jardín de las Delicias

Donde  tus bocas  eran incapaces del habla,

Les recordaste a una mucosa invadida

Por siglos de luchas de clases y guillotinas en piel,

Fantasmas blancos adentro de cuerpos negros,

Igualmente brillantes y sombríos,

Toda la leche que bañó tu rostro

Servirá para pintar 250 frescos y 456

Capillas Sixtinas,

Tendrán la apariencia de estalactitas

Llorando al interior de una cueva africana,

Y esa obra se va a llamar 

Un mestizaje que fracasó.

 

 

 

 

Me estoy desembrujando,

Ayudan los árboles y los colores,

Hay ángeles por todas partes,

Ahora puedo reconocerlos,

Debemos fijarnos bien

En las marcas de su piel,

Son invisibles pero resplandecen,

Me recuerdan al niño que sobrevivió

Al ataque de las hormigas gigantes,

Luego viajó a un lugar que lo hizo soñar

Con el África llena de lagos de miel,

Creo que la comparaba con su soledad

Y con la nostalgia de su vejez,

Es como si todo esto fuera

El lenguaje mudo de los ángeles.

 

 

 

 

 

De la compilación Testamentofuturo

 

Vox dei

 

Allá ellos

que brinquen

y se desmayen.

Que se abstengan

de los vinos.

Que me busquen

en un muro

de lamentos.

O que hagan el amor

mirando hacia la Meca.

 

 

 

 

Fotografía con autorretrato

 

De engaño a engaño va la luz y no calla.

Da un salto la luz y es el vacío entre dos cuerpos.

Ese espacio iluminado recuerda a la permanencia

o a la necedad de querer ver y ser en la luz.

De engaño a engaño va la luz y no cesa.

Nada termina si no hay un límite oscuro.

Ese límite oscuro somos nosotros.

Flash.

 

 

 

 

Poema escrito en un templo

 

Haz que el hombre vuelva a sentir

que tú, hombre, subiste hasta a ti mismo

por el dolor sin fin.

            GIUSEPPE UNGARETTI

 

No señales las estrellas.

Tú las pusiste fuera de alcance.

Nadie roza lo que tiene dentro:

la tiniebla es íntima

está latente al subir la escalinata.

(En un insecto hay muchas almas

reunidas por la agitación del polvo

y el trabajo de las aguas).

No estás cerca del fuego y te consumes.

Tú volverás de la muerte a morir.

(Las estrellas gozan alma o calor y brillan:

son distantes entre sí

mas se congregan para que tengas cielo).

¿Quién sabe del alma?

No mates insectos en vano

(las rocas del templo sostienen todo

y no tienen razón de existir).

No hables con el cielo.

Desciende la escalinata.

No eres el jefe de la tribu

pero sin ti el mundo es menos.

 

 

 

Algo letal más allá de palabreras.

Algo capaz de desquites,

de sellar destino con cuerpos

sangrados y duros.

Venganza para aquellos que no dijeron,

ni alcanzaron a decir ni pudieron.

Ellos sí saben de la pérdida y no lo saben.

Aunque, quizás, mejor relax,

entrarle al billar y que lo sonado

golpee a lo que está por sonar, sí, casi

como darle al billar: que una palabra

empuje a la otra y retumben las esquinas todas

de este mesón estupendo.

Carambolazos encendidos,

ardiendo sonares de sí a sí,

sin revanchas.

 

 

 

 

Hay que ver que no se use

ningún material extraño,

así, si quiere hablarse de niños

reventados contra los árboles,

habrá que decirlo sin omitir la sangre

escurriendo las cortezas;

no vale la pena desbancar dolor

por ideas, mejor apresar la hinchazón

nerviosa que traen los ramalazos;

no meter palabra y palabra

donde el plomo sabrá armar su vacío.

Hay que evitar sucedáneos;

si la carne arde, gruñir macizo;

en cada impacto, mostrar su trayectoria;

a cada estallido, la savia roja de los árboles.

 

 

 

 

Las líneas de ese otro libro que lees
te indican que no estás a salvo,
que no lo estarás nunca,
que nunca serás salvo.
Ni las flores adormecedoras,
ni los picos más altos, donde las banderas
ondean ese orgullo un poco tonto,
ni el mar que es todo deseo.
Nada, nada te salva.
No vuelvas a sintonizar el noticiero,
haz un graffiti en tu cuarto
que diga algo lindo o algo sucio,
pero que diga y ensucie esas paredes
que te conocen tanto.
Súbele el volumen a la música,
decídete a quemar ese libro, 
viaja y llévate las cenizas 
al sepulcro de Kafka.

 

 

 

 

El indio no es el que mira usted
en el catálogo de turismo,
cargando bultos 
o llevándole comida a la mesa.
Tampoco el que ve desde la ventanilla
y pide monedas haciendo malabares,
ni el que habla una lengua muy otra
y resiste fríos nocturnos.
No, el indio está adentro, 
y a veces se le sale, acéptelo,
aunque lo entierre en apellidos,
aunque lo socave bien 
y niegue su manchita de infancia, 
ahí está, acéptelo.
Y si aparece esa agua rancia,
voraz, el aguardiente que inflama,
ya verá que se le sale, 
el indio empuja con su fuerza de siglos,
emerge ardoroso y se le sale,
con lo guardado,
con lo que dura doliendo. 
No, no es otro,
el indio soy yo,
a ver, repita conmigo.

 

 

 

Datos vitales

Alan Mills (Guatemala, 1979) ha publicado los libros Los nombres ocultos, Marca de agua, Poemas sensibles, Testamentofuturo, Síncopes  y Caja Negra XX 2012.

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