Poemas de Omar Khayyám

Presentamos, en versión de la traductora Nuria Parés, algunos textos del poeta persa Ghiaz-ed-din Abil Teda Omar ibn-Ibrahim-al Kayyám, Omar Khayyám, que siguen el viejo adagio del Diván-Al-Hamasa: “Sea la poesía tu sola pasión / y las pasiones te dicten tu poesía”. Junto a Firduzi, Abu Said, Saadi y Hafiz, Khayyám es uno de los grandes poetas de la vieja Persia. Agnóstico, murió hacia 1123.

 

 

 

 

 

Olvida que no alcanzaste la recompensa que acaso merecías.

Sé feliz. No te quejes.

No esperes nada.

Lo que ha de sucederte escrito está en el Libro

que, a su capricho, hojea el viento de la Eternidad.

 

 

*

 

¡Bebe vino! Largo tiempo has de dormir bajo la tierra sin mujer y sin amigo.

Escucha este secreto: los tulipanes marchitos no resucitan nunca.

 

 

*

 

Brinda al calor de la aurora

el vino de tu cáliz, rojo tulipán

primaveral. Brinda a la sonrisa

de un mancebo el vino rojo como sus labios.

Bebe y olvida

que el puño del Dolor habrá de golpearte pronto.

 

 

*

 

Me aconsejan: “¡No bebas más, Khayyám!”

Mas contesto: “cuando bebo escucho a las rosas,

jazmines y tulipanes. Cuando bebo escucho también

lo que no puede decirme mi bienamada”.

 

 

*

 

Amigo ¿en qué meditas? ¿En tus antepasados?

Polvo en el polvo. ¿En sus méritos?

Sonríe… Toma este cántaro y bebamos

escuchando serenamente el silencio del cosmos.

 

 

*

 

El alba ha cuajado de rosas la bóveda del cielo.

Por el aire se pierde el canto del último ruiseñor.

El perfume del vino, ahora, es más ligero.

¡Y pensar que en este instante hay insensatos

que sueñan con honores y glorias!

¡Cuán sedosos tus cabellos, bienamada!

 

 

*

 

El amor que no arrasa no es amor.

¿Brinda acaso un tizón el calor de una hoguera?

Día y noche, toda su vida entera,

el verdadero amante se consume

entre el dolor y el placer.

 

 

*

 

Para el sabio alegría y tristeza,

bondad y maldad son semejantes. Y todo

cuanto comenzó debe acabar. Medita, pues,

si debes alegrarte con la felicidad que llega

o desconsolarte con la pena súbita.

 

 

*

 

Cuando muera lavadme con el jugo de la vid,

que mi oración fúnebre sea el himno del vino.

Si queréis encontrarme el día del Juicio Final

buscadme en el polvo del umbral de la taberna.

 

 

*

 

Aunque el vino sea causa de escándalo

no pienso renunciar a él mientras esté con vida.

Ante los taberneros me asombro pues me digo:

¿qué podrían comprar mejor que lo que venden?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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