España en su poesía: Antonio Praena

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Presentamos, en el marco del dossier de poesía española contemporánea, una selección de textos del poeta Antonio Praena (1973). Ha merecido distinciones como el Premio Nacional de Poesía “José Hierro” 2011 y el Premio Tiflos 2013.  Es Profesor en la “Facultad de Teología” de Valencia desde 2001. Su poemario más reciente, Yo he querido ser grúa muchas veces, fue publicado por Visor este 2013.

 

 

 

 

 

EL JOVEN FRAILE

 

Y pensar que nadie desabrochará mi camisa
con manos de paloma,
ni hará caracoles en el vello de mi pecho
porque ya tengo un amor que es Todo y Nada…

Y saber que soy un guerrero
que reza como un almendro.

 

 

 

 

De “Humo verde”.

Accésit Premio Iberoamericano Víctor Jara

Amarú. Salamanca 2003

 

 

TOMA en tus manos
este jersey tejido en nudos de memoria.

Consérvalo, porque algún día
recordarás las manos desgastadas
que lo tejieron en las noches de tu infancia.
Y no podrás volver. Y tendrás frío
cuando descubras que vivir
a veces es llorar.
Abrígate con el amor que en el jersey está trenzado:
lo que nos quita el tiempo
ha sido el tiempo quien lo ha urdido
en formas misteriosas y sencillas
que hilvanan nuestras vidas a otras tramas.
Es imposible amar fuera del tiempo,
nada infinito hay que se alcance sin su hebra
aunque la hechura de su amor
nos muestre su belleza en sacrificio
sólo al perder a quien más hondo nos ha amado.
No pienses, como Eliot,
que sólo el tiempo vence al tiempo,
porque el tiempo es invencible.
Más bien realiza hazañas cotidianas:
piensa en mamá, aprende a tricotar
tus horas en ofrenda:
-punto de arroz,
ochos perdidos,
espigas que se cruzan
con las agujas de la vida…-

Ponte el jersey
y teje otro jersey para tus hijos.

 

 

 

De Poemas para mi hermana

Accésit Premio Adonáis 2006

Rialp 2007

 

 

 

 

8 DE JUNIO

 

Nací el 8 de junio.

Toda la luz se derramó en mi sangre,

pero hace tiempo que no encuentro

ni la luz ni mi sangre.

 

Pensé que era mejor poner mi vida

muy lejos de las cosas que he querido,

muy lejos de las cosas de este mundo,

muy lejos de tu amor, que ha sido el mundo.

 

Me fui fuera de ti

para poder volver un día

curado de la bestia que me ocupa.

Pero la bestia se ha hecho grande,

tan grande como puede hacerse un hombre,

y vamos los dos juntos de la mano

camino de la muerte:

¡si me vieras!,

los ojos que quisiste son agujas

clavadas hacia dentro.

 

Soy uno de esos hombres que desguaza

las flores con sus botas de jinete.

Consumo polen ácido,

comulgo reno crudo, escupo arcilla.

Me digo con palabras que les lamen

los ojos cancerosas a los ciegos.
Confieso que he bebido cera hirviente

tratando de sellar todas mis puertas.

 

A veces, si mi bestia se ha dormido,

planeo una manera de escaparme:

me visto un traje nuevo, me anudo una corbata,

mas, vueltos al espejo mis dos ojos,

descubro que me mira un hombre muerto.

 

Y entonces, inhumano, desterrado,

retorno al colchón sucio de mi siglo

y cumplo un año más lejos de todo.

 

No he vuelto a escuchar luz.

No he vuelto a besar pulso.

Me alumbran y devoran la garganta

estrellas tan brillantes que son negras.

 

Mas dejo testimonio de que todas

las noches de mi vida he pronunciado

tu nombre con gemidos animales.

Tan fuerte te he llamado que no existe

frontera entre el aullido y mi persona.

 

Quizá sólo fui alguien un instante

del 8 de aquel junio de aquel año,

lo mismo que son hombres los que lloran

y dejan de existir los que no aman.

 

 

 

 

I.

ELEGÍA

 

y enterrar a los muertos. Mi querido

Javier: esa es la última manera

de amarte de entre todas las maneras

de amor que en este mundo son posibles.

 

Darle tu cuerpo a la ceniza, mi guerrero

Javier, para el que nada era bastante,

mi vehemente

corcel, que alimentabas tu alegría

con polen de amapola y nieve amarga

y ahora ya no tienes alegría,

amigo sepulcrado, y ni tu rostro

refleja lo que fuiste: potro en vuelo.

 

No tiemblan tus arterias a deshora

colmadas de traspasos y de escarcha

ni acudes a mis ojos, como antes,

después de estar perdido 9 días,

9 nocturnos días, entre bocas

que muerden tus pezones y te escupen

y vuelven a morderte y te intercambian

de gramo en gramo, cuerpo en cuerpo,

mientras tu corazón busca el olvido.

 

Pero esta vez volviste sin olvido

y fue el dolor tan obvio que encontraste

descanso en el batir de otras espumas.

No vas a regresar hasta mi vida

en busca del perdón que siempre hallabas

en atrio de mi labios, mi silencio,

mi forma de quererte de otra forma

que nunca te bastaba y sin embargo

sabías que era amor, que era amor limpio.

 

Yo quise de tu ser la lumbre ebria,

no un rayo que la noche se tragara.

Y ahora, todas juntas, las tormentas

me entregas en tu cuerpo amoratado

para que con mis manos en un surco

de estiércol y de sombra lo abandone.

 

Javier, tanta fiereza ¿dónde ha ido?

Y aquella bruta fuerza ¿qué alimañas,

insectos y raíces alimenta?

¿Por qué has querido darme por destino

ser casa de tu nombre y estas uñas

que no puedo limpiar y con que araño,

Javier, mi corazón, que fue tu almohada

y es hoy tu sepultura y mi desvelo?

 

Javier, hermana furia, sangre amiga,

¿qué vínculo verbal no has desatado

entre esta muerte mía y el exceso

de amor que en cada abrazo te encelaba?

 

 

 

 

 

II.

RESPONSO

 

Que los potros de Cristo te salgan al encuentro.

Que canten para ti los coros de los ángeles

y que el gesto rotundo de tu animal mandíbula

sea ya, solamente, belleza.

 

Espero que ahora entiendas mis lágrimas absurdas

sobre el cuerpo del mundo tantas veces vertidas.

Porque esos manantiales, que riegan las praderas

que ahora estás pisando, son pena trashumada

 

que mi llanto por ti –Javier, el de los ojos

oscuros y palomas, Javier, el de los brazos

palabra y arteriales- roció sobre las verdes

llanuras de la patria. Yo quiero que descubras

 

en esa luz total, que, al fin, todo lo explica,

que el llanto que se llora sobre el cuerpo de un hombre

engendra en el Edén arroyos de agua virgen

para aquellos que amamos en este valle oscuro.

 

Bebe en ellos, Javier, guerrero hermano mío.

Tú que estás en la vida, no te olvides de mí.

 

 

 

 

 

EMMANUEL

 

Cuántas veces, Emmanuel, he querido

mostrarte lo que sé para que tú me digas

las cosas que no pueden aprenderse.

 

Yo te hablaré de Ulises, que viajaba

buscando a su familia. Y de Francisco

que huyó de su familia hacia la nieve

y fue misericordia entre los lobos.

 

De Eckhart, de Hildegarda, que en la nada

abrieron una puerta a lo que oriente

tenía de común con occidente

por sendas del amor, que todo lo abre.

 

De Edith, la judía, y Federico

que amaron contra el tiempo de su tiempo

y fueron sepultados en la noche

de todos los espantos de algún tiempo.

 

Un día te diré por qué mi voz es tan terrible

aun siendo, como soy, un hombre bueno.

 

Y tú serás la más honda alegría,

mi vida en otra vida, mi terrible

razón para abrazar el signo incluso

del tiempo que no tengo por delante.

 

Tú, con tus 4 azules años,

el hijo de mi hermana, mi otra alma;

mi amigo, mi Emmanuel, el compañero

del siglo que sin ti no emprendería.

 

 

 

De Actos de amor

Premio Nacional “José Hierro” 2011

Universidad Popular “José Hierro”

 

 

 

 

GRÚAS

 

Me conmueven las grúas en invierno.

Parecen estar vivas y cumplir

su vértigo llenándose de grajos

que bordan en su acero un pentagrama.

 

La esencia de las grúas son las aves

de paso.

Las cruces de este siglo,

donde todo se mueve, son las grúas:

inmóviles, calladas, imposibles.

 

Yo he querido ser grúa muchas veces,

recibir la nevada antes que el mundo,

los pájaros, los rayos matutinos,

y ser desmantelado cuando acabe

la obra en la que elevo humilde carga.

 

Las grúas son amigas de los pájaros.

Que vengan y se posen en mis hombros

mientras huyen del frío es mi deseo.

Que canten para mí, ser para ellos

el árbol más sencillo, pues apenas

un eje vertical y un brazo abierto

conforman mi estructura permanente.

(Vendrá la muerte a dar vida a este sueño

haciéndome también ave de paso).

 

Y, mientras, ser tan sólo un trasto útil

entre el cielo y la tierra. Algo invisible

a los ojos de todos pero nunca

al ojo diferente de los grajos.

 

 

 

 

QUIZÁ UNA GOLONDRINA

 

Como en el cuadro de Fra Angélico,

un pájaro, quizá una golondrina,

salta esta tarde entre las bóvedas del claustro

buscando una palabra en que anidar.

 

Y aunque no es este el año uno

ni estamos a finales del Trecento,

aunque ni el manto del azul más limpio

podría cancelar todas las deudas

que tengo contraídas con la vida,

aunque, Señor, yo no soy digno

de que entres en mi casa y la ilumines,

 

quizá, precisamente, por mi pobre

materia de hombre pobre y desvalido,

quizá porque este cuadro de Fra Angélico

me invita a adivinar que tú sí puedes,

quizá por esta humilde golondrina

que salta, como aquella del Trecento,

entre las bóvedas cuajadas

de estrellas rutilantes de este claustro

abro mi corazón y exclamo: fiat.

 

 

 

 

 

 

DEDICATORIA

 

A la taxista de Madrid

que después de una noche

de juerga y de pecado

me condujo al hotel

y hablaba de sus hijos,

y llevaba un abrigo

poblado de pelusas,

y unas gafas antiguas,

y una trenza de amor

trepando por su espalda;

a la taxista que decía

que aparcaba a las ocho

y se iba para el piso

del barrio de San Blas

a hacer el desayuno;

a la dulce taxista

que nunca he vuelto a ver

y en la mágica hora

en que las azoteas

de Madrid se teñían

de rosa y algún pájaro

mostraba en el reverso

de sus alas abiertas

un rosa más intenso

sin duda proveniente

del lado de la aurora;

a la hermosa taxista

que vio mi vida entera

desfilar por mis ojos

en el retrovisor

de esa clara mañana,

la vida que salvó,

la mía, aquí le dejo.

 

 

 

De Yo he querido ser grúa muchas veces

Premio Tiflos 2013

(Visor, 2013)

 

 

 

 

COMEBOLSAS

 

Espero que este libro no sea leído jamás

Marguerite Yourcenar

 

Tampoco en estas cosas es lo mismo:

los ricos sola y buena,

los pobres con alcohol y muy mezclada.

Las comebolsas lo saben:

te miran el reloj y los zapatos

y, si encima conduces un buen coche,

se te pegan al cuerpo y no te dejan

hasta que las invitas a unas rayas.

De pasta andan muy cortas,

por eso dejan a los tíos

más chulos en la pista

y se vienen contigo.

Las he visto muy jóvenes

montarse con un viejo en un Mercedes

camino de una noche más oscura.

A mí, concretamente,

las que visten peor me ponen mucho:

un hotel poligonero les parece gran cosa.

Jamás se han visto en otra y es la tuya;

medio gramo y ya vuelan

dos gramos y te dejan medio muerto.

Las puedes encontrar siempre los viernes.

El sábado en la noche y el domingo

lo pasan en el barrio, con su novio,

limpiándose la culpa y la tristeza.

 

Inédito

 

 

 

 

Datos vitales

Antonio Praena (1973) ha publicado los poemarios Humo verde (Accésit Premio de Poesía Iberoamericana Víctor Jara 2003), Poemas para mi hermana (Accésit Premio Adonáis 2006), Actos de amor, (Premio Nacional de Poesía “José Hierro” 2011) y Yo he querido ser grúa muchas veces (Premio Tiflos 2013, editorial Visor 2013). Colaborador en diversas revistas literarias y de filosofía y teología, ha sido también incluido en varias antologías de poesía española contemporánea. Es Profesor en la “Facultad de Teología” de Valencia desde 2001, en ella complementa su docencia académica con seminarios sobre cine, cultura y poesía contemporáneos.

 

 

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