Literatura africana: Onyeka Nwelue

Onyeka Nwelue

El poeta y traductor Javier Gutiérrez Lozano nos presenta una entrevista con el poeta, novelista y director de cine Onyeka Nwelue (Nigeria, 1988). Es considerado el escritor más significativo de la literatura africana contemporánea. El autor de las novelas The Abyssinian Boy y Orchard of Memories, y el poemario I Will Die When I want.

 

 

 

El exitoso y joven escritor nigeriano Onyeka Nwelue nos ha concedido una entrevista donde pudimos charlar con el narrador, poeta y cineasta, pero también con el ser humano que hay detrás de la figura pública.

 

 

Onyeka Nwelue es considerado actualmente el más importante escritor joven de África, además de ser un referente de la cultura de aquel continente. Es co fundador de la agencia de artes Blues & Hills Consultancy, ha participado en películas como A Night with the Angels, Phone Swap y como cineasta es creador del cortometraje The Beginning of Everything Colourful. No obstante, su carrera como narrador y poeta es aún más destacada. El autor de las novelas The Abyssinian Boy y Orchard of Memories, y el poemario I Will Die When I want, ha compartido una charla con Javier Gutiérrez Lozano, poeta con quien está trabajando en la traducción de sus textos al castellano. Su última obra, Orchard of Memories, es la historia de un joven mexicano que narra el tomar de su consciencia sobre la sociedad en la que ha vivido, y sus bruscos cambios de cosmovisión al toparse con culturas distintas en latitudes diversas. Un autor quien le dedica un libro a México a pesar de nunca haber pisado las tierras de este país.

 

Les dejamos entonces con algunas de las palabras compartidas con Onyeka Nwelue.

 

 

Sabemos que eres un escritor un tanto errante, que escribes yendo de Nigeria a la India, y de la India a Europa. Podemos suponer que llevas años escribiendo bajo este estilo nómada, pero ¿cuándo comienzas a escribir y dónde? ¿cuál fue tu propósito inicial para empezar a hacerlo?

 

Empecé a escribir a los once años. Yo crecí en una familia envuelta en el mundo del arte, con una tía, Flora Nwapa, considerada por algunos como la primera mujer escritora de todo el continente. Siendo consciente de eso, puedo decir que tal vez existe un poco de esa sangre de escritor corriendo en mis venas y de cierta forma, eso me obligó a exigirme más para escribir de forma profesional. Me obligó, creo, a dar lo mejor de mí. En el momento en el que supe de mi tía Flora, la literatura la tomé más en serio y se convirtió en mi primera motivación para escribir. Ese hecho lo asumí como un reto, obligándome a creer, que tal vez, estaba hecho para esto.

 

Para tener una idea más clara de quién y cómo era Onyeka Nwelue con sus apenas once años, ¿puedes recordar qué tipo de textos escribías?

 

Antes de escribir yo me dediqué mucho tiempo a la pintura. Amaba pintar personajes de caricatura que conocía y otros más que yo inventaba. Siguiendo esa línea, lo primero que escribí indudablemente fueron los diálogos entre los personajes que pintaba. Qué decir de ello; vaya recuerdos. Gradualmente, mis juegos de pintura se tornaron más hacia la escritura y empecé a leer mucho más. Leyendo conocí desde muy joven a Wole Soyinka, quien posteriormente se convertiría en mi amigo y maestro, al igual que JP Clark y otros escritores locales. Yo crecí en un pequeño suburbio y tenía un inglés muy arcaico. Por ello mismo, leía mucho más a los autores locales en nuestro idioma, el Igbo. Ese fue un gran problema para mí, ya que no tenía mucha accesibilidad a la literatura universal con mi paupérrimo inglés, incluso el problema se extendió cuando escribía ya formalmente, ya que como no era un nativo del idioma del mundo, muchas puertas se me cerraron. Un día, curiosamente, comprendí la estructura del idioma inglés y fue entonces cuando lo entendí todo. Mientras leía una oración, me topé con la palabra CONSCIENCIA y yo lo leí separado, es decir, CON CIENCIA; en ese momento comprendí perfectamente que el inglés es un idioma en el que sus palabras se componen de la unión de otras. El Igbo no es así, pero lo recuerdo claramente como el momento en el que sentí que comenzaba hacerme dueño de ese idioma.

 

Adentrándonos más en tu presente, ¿crees que exista una fuerte relación entre tu literatura y el contexto histórico que hay detrás de ti? ¿Existe acaso una fuerte influencia de tu pasado dentro de tus letras?

 

Si no hubiese nacido en Nigeria, no podría mirar el mundo desde la perspectiva en la que lo hago. Nací y crecí en Nigeria sabiendo muy bien que la vida humana es un proceso de derribar grandes obstáculos y superar sufrimientos. Conocí, que al menos en mi entorno, el sobrevivir siempre era un predicamento. Hay dos cosas que Nigeria sabe enseñarte muy bien: puede nublarte de cualquier posibilidad de triunfo y mostrarte esa faz del mundo donde no importa cuánto esfuerzo imprimas, el mundo siempre estará en tu contra. O bien, la otra cara; la cara alegre de África que el mundo occidental, general y tristemente, no conoce.

Yo crecí en Nigeria sabiendo absolutamente nada del mundo, conocía dos religiones y el tema de sexualidad siempre fue ajeno a mí. Fue entonces, donde mi experiencia en la India cambió mi vida y mi realidad. Me abrió los ojos ante el mundo, ante la espiritualidad, hacia la otra realidad.

 

Al cariño que se le tiene a la opera prima siempre es muy especial. Pero ¿cómo es que ese libro comenzó a nacer? ¿cuáles fueron las inspiraciones para escribir The Abyssinian Boy?

 

Creo que mi primer libro surgió enteramente como producto de la frustración. Para que yo pudiese escribir ese libro tuve que tocar cada puerta de cada rincón. Ahora que miro ese libro, me digo a mí mismo, “realmente funcionó”. Lo más complicado de todo fue hacer que la gente confiara en mí. Aunque hoy en día me considero un afortunado por trabajar tanto a pesar de mi edad, yo solo tuve que derribar las puertas que decidían no abrirme. Tuve que ser rechazado miles de veces y terminar muy abajo, para encontrar mi único camino: ese que iba sólo hacia arriba. Fue allí cuando me mudé a la India y toda inspiración para escribir ese libro llegó y aunque era un especie de padre soltero, me refiero a mi libro y yo, fui abriéndome paso entre la muchedumbre. Hoy en día, no hay crítica que pueda hacerme titubear con respecto a mi libro. Juntos creo que lo logramos.

 

Has tenido la invaluable oportunidad de viajar a través de distintas latitudes en el mundo. ¿Cuánto legado de esas experiencias has podido plasmar en tus letras?

 

Yo siempre he dicho que el viajar es la mejor escuela. Enfatizando eso, he razonado algo en específico sobre mis viajes: siempre mantengo mis ojos a una distancia prudente de lo que sucede. Nunca trato de convertirme en un habitante más del lugar porque siento, que de cierta forma, me nublaría ante lo que un turista puede percibir distinto a él. Es decir, que me mantengo lejos del conjunto para no ser parte de él y cegarme a los detalles. Es como si me convirtiese en una persona que siempre es turista y me fuerzo a mantenerme firme en ese personaje. No es que no quiera formar parte de esa cultura que visito, sino que son esos detalles distintos, los que trato de llevar a mi literatura, y sólo estando lejos los puedo percibir con claridad.

 

Tus viajes son siempre una inspiración absoluta para escribir. En tu nuevo libro en el que tuve el enorme honor de contribuir, manejas tres escenarios distintos y dos de ellos son la Ciudad de México y Puebla, a pesar de no conocer México. ¿Qué fue lo que te llevó a situar la historia en México, e incluso hacer de tu personaje principal un mexicano?

 

Creo que las experiencias que he tenido relacionadas a México. A pesar de que no lo conozco, me siento muy cercano a él. He conocido dos grandiosos mexicanos que hicieron que mi cariño al país aumentara. Lo mismo específicamente con Puebla, una ciudad de la cual he escuchado tanto que cada vez que pronuncio esa palabra, hay una melodía en mi cabeza. Por el otro lado, hablar de México y no mencionar a la Ciudad de México es casi inconcebible. Lamentablemente, lo que oímos de la capital mexicana sólo refiere a violencia, drogas e historias de delincuencia. Yo no quise cambiar esa imagen turbia que se tiene de la ciudad mediante superlativos de belleza, pero tampoco hablar de esos sus problemas que yo desconozco. En realidad, yo quise plasmar en mi libro una sociedad mexicana y una ciudad capital como cualquier otra. Una ciudad que desarrolla su vida natural como todas las demás grandes urbes. Una percepción ajena como suelo brindar. Lo mismo ocurre con los capítulos dedicados al escenario chino; yo no soy partidario de la propaganda o la ficción, yo ofrezco una realidad viable al lector.

 

¿Qué tipo de escritor te consideras? ¿Cómo podrías definirte a ti y a tu literatura?

 

Creo que soy espontáneo. Personalmente no me gusta seguir tendencias y simplemente dejo fluir mis letras. A veces, en esa fluidez, puedo caer en la crítica severa. Me considero un fuerte crítico social, de las mismas tendencias y por supuesto de los sistemas y políticas del mundo. Mi realidad en Nigeria me ha orillado a eso. Hemos vivido en la represión, en el temor, en medio de la violencia y la intolerancia, y por supuesto que la necesidad te vuelve un crítico para discernir cuando las decisiones deben llegar. Así mi literatura, lo más cercana a la realidad y muchas veces un tanto severa; sin embargo, la dejo fluir. La vida me ha enseñado que entregar tu confianza a ese fluir te dirige a los caminos que tu vida debe seguir. No sé si son los correctos, pero sí los que me han tocado vivir.

 

 

 

Está previsto que a mediados del próximo 2014, las obras de Onyeka Nwelue estén disponibles en castellano, esperando de misma forma, Círculo de Poesía pueda tener próximamente un adelanto de lo que podremos leer del joven nigeriano.

 

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